Se profundiza el debate en el FSM de Caracas

Movimientos sociales e izquierda electoral: ¿convergencia o confrontacion?

27/01/2006
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Dentro de los ejes temáticos del Foro Social Mundial de Caracas, la relación entre los movimientos populares, los partidos de izquierda y los gobiernos progresistas ha concentrado la mayor cantidad de actividades. Un debate esencial que si bien tiene como marco referencial a América Latina, excede el mismo para lanzar señales a otros continentes. Varias decenas de conferencias y seminarios durante el evento caraqueño tratan sobre el tema. Con diferentes ángulos y ejes. El FSM se convierte así en esta edición sudamericana en un verdadero «laboratorio» de ideas. De ideas muy concretas que hacen al análisis de la compleja relación entre Lula y el movimiento social brasilero; la exultante complementaridad entre Hugo Chávez y las organizaciones bolivarianas; la proximidad de algunos grupos piqueteros y de base con Kirchner en Argentina; las tensiones en la izquierda uruguaya y chilena ante gobiernos progresistas... Y el desafío futuro del movimiento popular boliviano ante la llegada de uno de los de ellos, Evo Morales, a la presidencia de la república. Sin esconder las tensiones políticas entre el movimiento zapatista y el candidato de centro-izquierda, López Obrador, con fuertes posibilidades de ganar las elecciones de julio próximo en México. La izquierda « desconfiada » Para Rafael Agacino, analista chileno y miembro del Colectivo de Trabajadores, un punto esencial consiste en diferenciar « la izquierda confiada, tradicional e histórica, de la desconfiada » o nueva izquierda. Ambas, con percepciones diferentes sobre los nuevos sujetos sociales, que en el caso de Chile, son una consecuencia de 32 años de « contrarrevolución neoliberal radical», que no sólo cambió el país, sino la subjetividad, la manera de pensar de la gente. Mientras la « izquierda confiada » -que expresaría incluso a la nueva presidenta - piensa que es posible « recuperar la institucionalidad y el Estado» que existían previamente a la ofensiva neoliberal, la desconfiada « se basa en organizaciones sociales -jóvenes, trabajadores independientes, mujeres, desempleados etc- que si bien no le dan la espalda al Estado, reclaman una clara independencia hacia el mismo ». De estas dos visiones surgen dos estrategias bien determinadas. La primera, que apuesta como siempre a « dirigir el proceso ». La otra, la nueva, que « más que de conducción habla de construcción colectiva ». La organización política del movimiento social Concepción analítica que entusiasma a Ricardo Gebrim del Movimiento de Trabajadores sin Tierra (MST) del Brasil, país donde el descorazonamiento de una importante parte de los movimientos populares hacia la gestión de Lula es evidente. Si se tuviera que hacer un balance sobre el aumento del nivel de conciencia de la gente y del crecimiento de la organización autónoma de las masas en relación a la participación política electoral (del Partido de los Trabajadores), « el resultado sería muy malo », insiste el joven dirigente. Para Gebrim, la democracia representativa, burguesa, y la participativa, muchas veces parecen no ser conciliables. Y de ahí, el « gran desafío de pensar en dos conceptos claves: qué tipo de democracia y qué tipo de organización debe darse el movimiento social para expresarse políticamente ». Con una dificultad que aunque no es nueva sí es problemática: « la de crear conceptos y concepciones revolucionarias en un momento no-revolucionario ». Para el MST sigue siendo esencial « la construcción del poder popular, de enfrentamiento con las estructuras », y en ese sentido resulta interesante la consolidación del llamado « Movimiento de Consulta Popular , que no es ni un movimiento referendario ni un partido - porque cada vez que se habla de partido se piensa en elecciones- sino un paso hacia la construcción de una organización que se nutra de la experiencia de la autonomía de movimiento social ». Es un debate esencial y « muy nuevo » no sólo en Brasil sino en toda América Latina. « Requiere un esfuerzo de construcción teórica... » y en ese sentido el Foro Social Mundial constituye un espacio muy importante para el mismo. « No vamos a llegar a conclusiones inmediatas ». La reflexión es larga y lo importante es impulsarla, concluye el dirigente sin tierra. Reflexion planetaria Aunque activada a la luz de nuevos procesos populares en América Latina, dicha reflexión no es propiedad de un país ni de una región determinada. Tal como lo sugiere Françoise David, una de las activistas principales de la Marcha Mundial de Mujeres en Quebec, Canadá, quien se pronuncia en este caso como militante política. Una fuerte identidad « nacional »; niveles de pobreza del 15 % de la población total de esa región de 7 millones de habitantes; así como la existencia al menos de 6 mil organismos comunitarios y 1.500 grupos de mujeres, determina el particular entramado de esa minoritaria región lingüística. En Quebec, a mediados de enero del año en curso, acaba de conformarse una nueva fuerza de izquierda, resultado de la confluencia de dos organizaciones políticas. « Un nuevo partido que debe bien clarificar con quien quiere comunicar...Pienso que no sólo con los más empobrecidos sino también con sectores medios », sostiene la dirigente feminista. Para quien el desafío en esta nueva experiencia en marcha « es no sólo ser de izquierda, sino también ecológicos y feministas. Hay que demostrar que es posible ser amplios » Y, adicionalmente, que junto con cualquier « concertación puntual, también es importante continuar toda la reflexión abierta, creando puentes entre lo político y las organizaciones sociales». La nueva izquierda debe « dejarse inspirar y permitir ser influenciada por los movimientos sociales. En escucha mutua y respeto total », concluye. Reflexión apasionante que marca a fuego esta sexta edición del FSM (y II Foro Social de las Américas). Un avance cualitativo significativo con respecto a foros anteriores, donde esta temática estaba ya presente, pero fue sólo tibiamente abordada. Tal vez a la luz de un proceso, el brasilero, donde las posiciones del gobierno Lula y de los movimientos populares todavía no había terminado de clarificarse. Caracas da hoy un paso adelante en un debate que es esencial. No existen respuestas automáticas, únicas ni monocolores. La misma diversidad de América Latina - y del planeta- no aceptaría recetas ni conclusiones cerradas. Sin embargo, el movimiento social se confronta hoy sin autocensuras y con gran madurez a un cruce de caminos. Las prácticas, ricas y variadas se multiplican. Las alternativas les seguirán… - Sergio Ferrari, desde Caracas, Venezuela
https://www.alainet.org/es/articulo/114182
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