Salve, salve, el pueblo guaraní!
14/02/2006
- Opinión
Entre los días 5 y 10 de febrero de 1756 fueron escritas algunas de las páginas más bonitas de la historia de nuestro pueblo. En ese período se libraron batallas que definieron la propiedad del territorio que hoy es Río Grande do Sul. De un lado, dos ejércitos fuertemente armados y unidos, el del imperio español y el del imperio portugués, bendecidos por el imperio del Vaticano, que los acompañaba. Del otro lado, el pueblo guaraní, que vivía tranquilamente, organizado en siete poblados, defendiendo su cultura, su forma de vivir y su territorio.
250 años después, nos reunimos durante cuatro días más de diez mil personas, la mayoría jóvenes, militantes sociales de la ciudad y del campo, de todo el sur del Brasil. Y entre nosotros, 1.500 representantes del pueblo Guaraní, venidos de cuatro países: Brasil, Argentina, Paraguay y Bolivia. Formamos un campamento en San Gabriel, Río Grande do Sul, para recordar al pueblo Guaraní y el martirio de su líder Sepe Tiaraju.
Al final, ¿qué fuimos a celebrar en San Gabriel, si hubo una derrota, una masacre del pueblo Guaraní?
Para entender la importancia de nuestro campamento y de los homenajes a los derrotados, vamos a recorrer la historia. Los pueblos Guaraníes, Charrúas, Minuanos y Tapes, habitaron desde tiempos inmemorables el territorio que hoy es conocido como Río Grande do Sul. (Según los estudios antropológicos, hay pruebas de la presencia humana en el territorio brasileño, proveniente probablemente de Asia, que data de cerca de 50 mil años). Y entre los años 1600 y 1756 floreció una civilización extremadamente progresista en la región noroeste del territorio “gaucho”, que comprende desde el norte del Uruguay hasta el noroeste de Río Grande do Sul, en las márgenes del río Uruguay, y pasando el río, donde hoy es la provincia de Misiones en Argentina, y la parte sur de Paraguay. En ese territorio se concentraron los pueblos guaraníes y sus aliados charrúas. Organizaron una forma de vida social impresionante. Fue una alianza entre el saber milenario de su pueblo con el enciclopedismo europeo, que vino con la Compañía de Jesús. En estos 150 años, se desarrollaron 33 ciudades, que en promedio llegaron a tener entre 5 a 15 mil habitantes cada una. Toda la tierra era de uso y propiedad colectiva. El trabajo era organizado de dos formas Una parte era para toda la comunidad y era realizado de forma colectiva, y una pequeña parte del tiempo podía ser dedicado a quehaceres domésticos y cultivos familiares. No había hambre. No había desigualdad social. No había pobres y ricos. Todos eran iguales. Había ya en aquella época escuelas, y según los registros, todos los niños debían ir a la escuela a partir de los seis años (imaginen que la primer escuela pública en Brasil fue fundada después, por D. Pedro II, allá por los años idos de 1840)... En ese sistema económico, llegaron a tener más de 4 millones de cabezas de ganado, originalmente traídas por los jesuitas y adaptadas a las pampas gauchas. Había abundancia de alimentos. Gran parte del tiempo, las personas se dedicaban a actividades culturales, fiestas, coros e intercambios. ¡En el poblado de San Miguel de las Misiones se registra que había una orquesta de niños y adolescentes que tocaban inclusive el violín! Todo esto, recuérdese, fue allá por los años de 1700.
Y muchos años antes de la civilización europea, implantaron un régimen político, que después fue conocido como república. O sea, en la estructura de poder de los guaraníes, la elección de sus líderes era resultado del voto de cada habitante, hombres y mujeres. Fue en ese régimen, que en 1751 fue elegido, por el voto de todos, una especie de prefecto o cacique de San Miguel, el joven guerrero Sepe Tiaraju. Sepe hablaba y escribía en tres idiomas: ¡guaraní, latín y español!
Todo esto era visto con mucha desconfianza por los imperios de la época. Cansados de hacer guerras entre sí, y disputar el mercado en el naciente capitalismo comercial, los imperios portugués y español firmaron en 1751 el tratado de Madrid, que ponía fin a sus disputas de mercado. Y por ese acuerdo, también, intercambiaron la Colonia de Sacramento, hoy Montevideo, un pequeño poblado bajo control de los portugueses, por un inmenso territorio guaraní, que iba desde el norte de Montevideo hasta Asunción en el Paraguay, como si fuese español. Era guaraní.
En realidad, fue sellada una alianza entre los dos imperios, para impedir que aquella civilización, tan rica y que controlaba tanto territorio, se consolidase fuera del control del naciente capitalismo. Decidieron entonces que los pueblos nativos deberían abolir su organización social, abandonar su territorio, sus casas, sus siete ciudades de la margen derecha del río Uruguay, y trasladarse todos al oeste del río. Pues del otro lado del río sería España, y del lado de acá, sería Portugal. ¡Gran decisión! Los pueblos guaraníes no aceptaron, a pesar de las amenazas del Vaticano, y de la traición de la mayor parte de los jesuitas que vivían con ellos. Y resolvieron defender su territorio y su modo de vivir. Sepé Tiaraju, como autoridad máxima de los siete pueblos, comandó la resistencia, con sus 30 mil guerreros, pero armados apenas con lanzas y flechas, tuvieron que enfrentar el poder de la pólvora y del cañón de los ejércitos más poderosos de la época.
¡La mayor parte de los guerreros fueron masacrados, pero no se entregaron! Millares de mujeres y niños cruzaron el río Uruguay, y fueron a vivir en lo que hoy es Misiones y Paraguay. Otros millares se escondieron en el bosque, huyeron y generaron lo que hoy son los remanentes de los guaraníes en todo el sur del país. Sepe Tiaraju cayó en combate, el día 7 de febrero de 1756, cerca de un riacho, donde posteriormente se formó la actual ciudad de San Gabriel. Fue el inicio del fin. Y la batalla final se dio el día 10 de febrero en las colinas de Caiboaté, a unos 30 kilómetros de San Gabriel. Allí fueron masacrados más de 1500 guerreros guaraníes, atraídos por la ilusión de un acuerdo de paz. Sus cuerpos están allá enterrados, bajo la sombra de una enorme cruz. Nadie ha se ha acordado de hacer alguna excavación o investigación sobre ellos hasta hoy.
Fue así que el territorio de los guaraníes dejó de ser de ellos y pasó a ser de Portugal, y más tarde se transformó en Río Grande do Sul. Sus tierras fueron distribuidas entre los oficiales portugueses para controlar el nuevo territorio, que formaron grandes haciendas de ganado. Y así nació también el latifundio de la frontera gaucha, raíz de una sociedad desigual y opresora, hasta hoy. Esas batallas y la figura de Sepe Tiaraju se insertan en las gloriosas luchas de resistencia de los pueblos nativos de la América Latina, que enfrentaron con su coraje y cultura a los imperios poderosos. Así lo hicieron los Incas y su Túpac Amaru, en el Perú. Así lo hicieron los Quechuas, y su Túpac Katari, en Bolivia, todos en el mismo período histórico de Sepe y los guaraníes.
Fuimos a San Gabriel a alimentarnos de ese coraje, de esa voluntad de defender nuestro territorio, nuestra cultura, nuestro sueño de una sociedad más justa e igualitaria. Fuimos allá a buscar energía en los guerreros guaraníes que en el pasado enfrentaron a los mismos imperios. Ahora, el imperio no viene a invadir nuestro territorio con cañones y caballería, ahora viene con sus bancos (comprando hasta a nuestros mejores jugadores… ¡para falsas propagandas!), vienen con su capital, comprando nuestras empresas, nuestras tierras... vienen a explotarnos, cobrando por servicios de teléfono, de energía eléctrica, que nosotros mismos montamos y ellos se apropiaron. ¡Vienen con sus tasas de interés más altas del mundo! Pero el sentido de la dominación y de la explotación de las riquezas, es el mismo.
Ahora no pueden contar más con una parte de los jesuitas, en la defensa de su ideología. ¡Ahora ellos invaden con la televisión, con sus mentiras y tonterías! 250 años después, en rigor, la lucha es la misma. ¡El pueblo versus el imperio del capital!
Tal vez sea por esto que ningún gran diario, ningún gran canal de televisión quiso ir a San Gabriel. Estuvieron allá solo la TV Educativa de Paraná y TELESUR, que pretender ser voz y espacio de los pueblos de América Latina. ¡Salve, salve, el pueblo guaraní, que sobrevive heroico, resistiendo hace ya 250 años! Nos queda el consuelo que todos los imperios fueron derrotados. Y los actuales también lo serán.
- João Pedro Stedile es dirigente del MST y de Via Campesina - Brasil
https://www.alainet.org/es/articulo/114354
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