Una falsa esperanza
07/03/2006
- Opinión
"Yo me río si se ríen cuando canto mis canciones.
Por mucho que a mí me duela
más sufren los que no comen"
Gabriel Celaya La precarización no crea empleo Actualmente se admite de forma pacífica que el marco de relaciones laborales en España es uno de los más flexibles de Europa, y a pesar de ello y de la mejora de las expectativas económicas, las cifras de parados registrados en los últimos meses ponen en evidencia que el empleo no crece al ritmo que algunos habían vaticinado. El uso extremo de la temporalidad de los contratos, aún para cubrir puestos de trabajo fijos, el uso fraudulento de las modalidades contractuales para fines distintos a los inicialmente previstos, la extrema flexibilidad para contratar y las elevadas subvenciones al empresariado, son, entre otros, indicativos que evidencian una nueva dimensión de las relaciones laborales, a saber: el impacto negativo de las políticas precarizadoras en la sociedad y lo que es más grave, las presumibles consecuencias negativas que, a medio y largo plazo, pueden acarrear. En aras de una falsa esperanza de creación de empleo, se está potenciando la precarización instituyendo un cúmulo de subvenciones y bonificaciones empresariales que favorecen el fenómeno de externalización de costes. A los empresarios no les interesa contratar con las fórmulas que podríamos llamar tradicionales porque disponen de otras que les supone cuando menos una reducción considerable de los costes laborales. Se ha generalizado la errónea convicción de que las contrataciones han de llevar aparejadas una subvención económica incluso anterior al beneficio que les reporta el propio trabajo en el proceso productivo. Por otra parte, las bonificaciones y reducciones de cuotas disminuyen la recaudación de las ya deficitarias arcas de la Seguridad Social, lo que provocará a no muy largo plazo, si no existen medidas correctoras, la insuficiencia del presupuesto para cubrir las mínimas necesidades públicas, sanitarias, de vejez, desempleo, etc. Nos encontramos, pues antes una situación preocupante que exige el uso de medidas concretas que solucionen la situación de degradación social presente y planifiquen adecuadamente el futuro de las relaciones laborales y de las instituciones anejas a las mismas. Las políticas precarizadoras suponen una aceptación social de la insolidaridad y crean unas inseguras expectativas de futuro. La precarización sólo puede coexistir con el paro. No hay nadie capaz de demostrar que mayor precariedad significa también mayor empleo. Si el empleo es la primera prioridad y ofrece los peores resultados de cuanto se consiguen será necesario, en pura coherencia, dar un giro en la acción de Gobierno. La actual política económica parece seguir empeñada en la lucha antiinflacionista, las autoridades siguen otorgando prioridad a la desaceleración de los precios. Una decidida política que tenga como prioridad el empleo basada en un crecimiento económico intensivo en creación de empleo y acompañada por un reparto solidario del trabajo, permitirá afrontar la solución. En definitiva, casar ambas piezas, crecimiento y empleo, política económica y social, es una necesidad evidente. Y es que, como dijo el poeta: "Tener hambre, estar en paro / muertas las manos caídas, / le cuesta al hombre muy caro". - Francisco Arias Solis http://www.arrakis.es/~aarias
Por mucho que a mí me duela
más sufren los que no comen"
Gabriel Celaya La precarización no crea empleo Actualmente se admite de forma pacífica que el marco de relaciones laborales en España es uno de los más flexibles de Europa, y a pesar de ello y de la mejora de las expectativas económicas, las cifras de parados registrados en los últimos meses ponen en evidencia que el empleo no crece al ritmo que algunos habían vaticinado. El uso extremo de la temporalidad de los contratos, aún para cubrir puestos de trabajo fijos, el uso fraudulento de las modalidades contractuales para fines distintos a los inicialmente previstos, la extrema flexibilidad para contratar y las elevadas subvenciones al empresariado, son, entre otros, indicativos que evidencian una nueva dimensión de las relaciones laborales, a saber: el impacto negativo de las políticas precarizadoras en la sociedad y lo que es más grave, las presumibles consecuencias negativas que, a medio y largo plazo, pueden acarrear. En aras de una falsa esperanza de creación de empleo, se está potenciando la precarización instituyendo un cúmulo de subvenciones y bonificaciones empresariales que favorecen el fenómeno de externalización de costes. A los empresarios no les interesa contratar con las fórmulas que podríamos llamar tradicionales porque disponen de otras que les supone cuando menos una reducción considerable de los costes laborales. Se ha generalizado la errónea convicción de que las contrataciones han de llevar aparejadas una subvención económica incluso anterior al beneficio que les reporta el propio trabajo en el proceso productivo. Por otra parte, las bonificaciones y reducciones de cuotas disminuyen la recaudación de las ya deficitarias arcas de la Seguridad Social, lo que provocará a no muy largo plazo, si no existen medidas correctoras, la insuficiencia del presupuesto para cubrir las mínimas necesidades públicas, sanitarias, de vejez, desempleo, etc. Nos encontramos, pues antes una situación preocupante que exige el uso de medidas concretas que solucionen la situación de degradación social presente y planifiquen adecuadamente el futuro de las relaciones laborales y de las instituciones anejas a las mismas. Las políticas precarizadoras suponen una aceptación social de la insolidaridad y crean unas inseguras expectativas de futuro. La precarización sólo puede coexistir con el paro. No hay nadie capaz de demostrar que mayor precariedad significa también mayor empleo. Si el empleo es la primera prioridad y ofrece los peores resultados de cuanto se consiguen será necesario, en pura coherencia, dar un giro en la acción de Gobierno. La actual política económica parece seguir empeñada en la lucha antiinflacionista, las autoridades siguen otorgando prioridad a la desaceleración de los precios. Una decidida política que tenga como prioridad el empleo basada en un crecimiento económico intensivo en creación de empleo y acompañada por un reparto solidario del trabajo, permitirá afrontar la solución. En definitiva, casar ambas piezas, crecimiento y empleo, política económica y social, es una necesidad evidente. Y es que, como dijo el poeta: "Tener hambre, estar en paro / muertas las manos caídas, / le cuesta al hombre muy caro". - Francisco Arias Solis http://www.arrakis.es/~aarias
https://www.alainet.org/es/articulo/114540
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