Romper la flauta
19/03/2006
- Opinión
Hace muchos años un caricaturista de un periodico brasileño cambió el rostro de Nuestra Señora Aparecida por el de Pelé, manteniendo el cuerpo de la imagen. Se armó una enorme batahola. Por poco los fieles destruyen el periódico. Recientemente un pastor evangélico le dio una patada, en un programa de tv, a la imagen de la patrona del Brasil. Acabó de mala manera.
Todos estamos horrorizados ante las violentas protestas de los musulmanes por la publicación de unas caricaturas de Mahoma. ¿Será que nosotros, occidentales, inmersos en una cultura tan secularizada, tenemos idea de lo que significa ridiculizar iconos sagrados?
Me contó un misionero que trabaja entre indígenas que, a comienzos del siglo 20, un sacerdote destinado a catequizar una aldea del Xingu quedó indignado al constatar que el ritual religioso se centraba en una flauta tocada por el chamán, cuya música establecía la conexión con lo transcedente. Encerradas en las cabañas, las mujeres tenían prohibido asistir a la ceremonia.
Escoltado por soldados, el misionero trajo la flauta al centro de la aldea, hizo venir a las mujeres y a los niños, rompió el instrumento musical rechazado como idolátrico y predicó sobre la presencia de Jesús en la hostia consagrada.
¿Qué le impedía a aquella comunidad indígena vengarse entrando en la catedral, abriendo el sagrario y despedazando las hostias? La fuerza militar. Sólo eso. Es lo que permite a Occidente, desde lo alto de su arrogancia, creer que somos más cultos que la gente de Oriente. Ellos son los fundamentalistas; nosotros los hijos del Iluminismo, los ilustrados.
¡Cuánta ignorancia de nuestra parte! O cuánto prejuicio, que viene a ser lo mismo. ¿Qué sería del álgebra sin al-Kuarizmi, y de la filosofía sin los comentarios de Avicena y, sobre todo, los de Averroes ³desplatonizando² a Aristóteles? ¿Qué sería del Occidente sin la lógica y la ética, la matemática y la epistemología provenientes de sabios chinos e indios, sumerios y egipcios? Si el Oriente fuese tan poco lógico como trata de vendernos la pretensión eurocéntrica, los chinos no habrían inventado la brújula y el timón, el cultivo en hileras y el altohorno, la pólvora y el estribo, el mástil múltiple y la carretilla de mano, el papel y la imprenta (cientos de años antes de Gutemberg).
Nosotros, occidentales, desacralizamos el mundo o, como prefiere decir Max Weber, lo desencantamos. Hasta el punto de haber decretado la ³muerte de Dios². Si hemos mantenido paradigmas tan cartesianos, felizmente en crisis, eso no es motivo para ³romper la flauta² de los pueblos que toman en serio sus raíces religiosas. Además, el fundamentalismo religioso se encuentra también entre la derecha cristiana de los Estados Unidos, incluyendo a Bush, y entre los ultranacionalistas que defienden la expansión del Estado de Israel a costa de la anexión de territorios palestinos.
Yerra el Oriente al ignorar la conquista moderna de la laicidad de la política y de la autonomía recíproca entre religión y Estado. Yerra el Occidente al ³sacralizar² la economía capitalista y menospreciar las tradiciones religiosas, al pretender confinarlas en los templos y en la vida privada.
Los orientales se equivocan al confesionalizar la política, como si las personas se dividiesen en creyentes y no creyentes (o adeptos a la misma fe y los demás). Ahora bien, la línea divisoria de la población mundial es la injusticia que segrega a cuatro mil de los seis mil millones de habitantes. A su vez, los occidentales cometen un grave error al pretender imponer a todos los pueblos, por la fuerza y por el dinero, su paradigma civilizatorio fundado en el consumismo y en el derecho de apropiación privada de la riqueza en detrimento de las condiciones de vida de los no propietarios.
Ya no existen ateos. Existen, sí, aquellos que no creen en el Dios de mi fe. Pero son devotos piadosos del mercado ³libre², del sagrado derecho a la propiedad privada, de la supremacía del modelo occidental de democracia (mientras Chaves y Hamas no resulten elegidos por las urnas, y no se quiera imponerla a los países árabes abastecedores de petróleo a los Estados UnidosŠ).
Algo huele a podrido en Dinamarca cuando los medios satirizan los valores religiosos de otros pueblos y culturas. Es fácil hablar de ³libertad de opinión² cuando rompo la flauta protegido por la fuerza frente al objeto de mi sátira. ¿Qué libertad tiene la olla de barro ante la de hierro?, pregunta un autor bíblico.
La violenta reacción de los injuriados se explica, aunque no se justifica. Si compartir la misma fe fuera factor de unidad entre los pueblos, no habría tantas divisiones al interior de las tradiciones judía, cristiana e islámica. La hegemonía católica en la Edad Media ya demostró que la fe no mueve montañas. Sólo el amor, centrado en la práctica de la justicia -esa capacidad de aceptar al otro en su dignidad y diferencia-, hará de todos nosotros una única familia humana.
- Frei Betto es escritor, autor de ²Tipos típicos. Perfiles literarios², entre otros libros.
Traducción de J.L.Burguet
https://www.alainet.org/es/articulo/114665
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