El secuestro de las instituciones multilaterales
30/05/2005
- Opinión
La ofensiva de los conservadores en el seno de las
instituciones internacionales marcó varios goles en estos
últimos meses. Aquellos que, como nosotros, luchan por otra
lógica no tendrán derecho a un descanso... Pero, en cambio,
esto alimenta nuestro espíritu de rebelión...
Primera jugada: El 18 de enero del 2005, Kofi Annan,
secretario general de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU), decidió nombrar a Ann Veneman, ministra de Agricultura
de la administración Bush, directora ejecutiva de la UNICEF.
Y esto a pesar de que Estados Unidos y Somalia son los únicos
países que no han ratificado la Convención de las Naciones
Unidas sobre los Derechos de la Infancia (189 países la
ratificaron). Nos imaginamos las presiones a las que habrá
sido sometido Kofi Annan por Washington para que adoptara
semejante decisión.
Segunda jugada: El 28 de febrero del 2005, Kofi Annan decidió
designar a Supachai Panitchpakdi (Tailandia) secretario
general de la Conferencia de las Naciones Unidas para el
Comercio y el Desarrollo (CNUCED) por cuatro años, a partir
del 1º de septiembre. Esta persona, a quien se conoce como
Dr. Sup, está actualmente al frente de la Organización
Mundial del Comercio (OMC), el instrumento predilecto de
quienes quieren imponer a la fuerza la desregulación de la
economía mundial, para mayor beneficio de las finanzas
internacionales y de las sociedades transnacionales. En la
defensa del punto de vista de los países del Sur, la CNUCED
no tiene mucho que ganar con la llegada a su cabeza de un
hombre que ha demostrado su capacidad de exigir medidas
económicas particularmente desfavorables para los más
desprotegidos. Los países del Tercer Mundo, agrupados en el
seno del G77, protestaron por no haber sido consultados sobre
este nombramiento, al contrario de lo que se acostumbraba.
Pero corre el rumor de que Kofi Annan, debilitado por las
revelaciones sobre el affaire "petróleo por alimentos"
concerniente a Iraq, en el que está implicado su hijo, habría
accedido dócilmente a la voluntad de Estados Unidos.
Tercera jugada: El 7 de marzo, George W. Bush eligió a John
Bolton como embajador ante las Naciones Unidas. Este
ultraconservador manifiesta un real menosprecio por la ONU,
llegando a declarar sin vacilar: "El edificio del
secretariado de la ONU en Nueva York tiene 38 plantas. Si
tuviera 10 menos, no habría una gran diferencia." Ya intentó
la destitución de Mohamed ElBaradei, que dirigía la
institución de las Naciones Unidas encargada del seguimiento
del programa de desarme de Iraq, justo antes de la guerra del
2003. Es el mismo personaje que logró que Estados Unidos no
ratificara el Tribunal Penal Internacional y que se retiró de
la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el racismo
reunida en Durban en agosto del 2001. Para él, la ONU no
debe, de ninguna manera, poner trabas a la política exterior
de Estados Unidos. Incluso llegó a declarar: "Las Naciones
Unidas no pueden funcionar más que cuando América las
dirige". Pero al menos tiene el mérito de ser claro, a falta
de parecer especialmente simpático. Es a tal punto antiONU
que una parte importante del Congreso estadounidense
(incluidos algunos republicanos) intenta oponerse a su
designación.
Cuarta jugada: El 10 de marzo, George W. Bush anunció su
decisión de proponer a Paul Wolfowitz, número 2 del Pentágono
y partidario acérrimo de la invasión de Iraq en el 2003, como
candidato a la presidencia del Banco Mundial. Podemos
afirmar sin temor a equivocarnos que es la guinda de estas
últimas semanas.
En primer lugar, el procedimiento de designación del
presidente del Banco Mundial es particularmente
antidemocrático y un paradigma de la concepción imperialista
de las relaciones internacionales. Mientras que la buena
gobernanza está en el centro de las recomendaciones dirigidas
por el Banco Mundial a los países del Sur, él mismo es
incapaz de respetar las mínimas reglas de la democracia.
¡Haz lo que yo digo, no lo que yo hago! A tal punto esto es
así que el actual presidente, James Wolfensohn, banquero
neoyorquino pero australiano de nacimiento, tuvo que
nacionalizarse estadounidense antes de ser nombrado en 1995.
Cuando uno oye a los responsables del Banco Mundial, podría
creer que los años 80, los del ajuste estructural de
siniestra memoria, están muy lejanos, y que la lucha contra
la pobreza se ha convertido en la única causa digna de
interés. Sin embargo, la política seguida por el Banco
Mundial desde hace varias décadas se inscribe en una lógica
perfecta, sin fisuras, y se aplica siempre en beneficio
exclusivo de las grandes potencias que participaron en su
creación, en Bretton Woods en 1944 (en un momento en el que
la mayor parte de los países de África y de Asia no habían
conseguido aún su independencia), y que lo pilotan desde
entonces. Así pues, la presidencia recae siempre en grandes
banqueros o en ex responsables del Ministerio de Defensa de
Estados Unidos. Éste fue el caso del nombramiento de Robert
McNamara, en 1968, director de orquesta de la guerra de
Vietnam, que utilizó al Banco Mundial como un arma
geopolítica al servicio de los aliados estratégicos de
Estados Unidos. En el curso de los primeros cinco años de la
presidencia de McNamara, el Banco Mundial acordó muchos más
préstamos a países en desarrollo que en los primeros
veintitrés años de su existencia. Su finalidad era adquirir
un derecho de fiscalización de las políticas aplicadas por
sus clientes... Así, apoyó a aliados estratégicos de Estados
Unidos (como Mobutu en el Zaire, las dictaduras en Brasil y
Argentina, Pinochet en Chile, Suharto en Indonesia, Marcos en
Filipinas, etc.) No hay ninguna duda de que Wolfowitz se
inscribirá en la calaña de este tipo de presidencias y
utilizará el Banco Mundial con fines geoestratégicos.
Oficialmente, todos los administradores del Banco Mundial
pueden bloquear esta propuesta de nombramiento. Esto ya
ocurrió en el Fondo Monetario Internacional (FMI), cuyo
presidente es siempre un europeo. En el año 2000, en ocasión
de la partida del francés Michel Camdessus, el secretario de
Finanzas alemán de entonces, Caio Koch-Weser, que era el
candidato europeo, fue vetado por Estados Unidos y los
europeos se pusieron de acuerdo en la candidatura de Horst
Khöhler. En el Banco Mundial, la nominación de Paul
Wolfowitz, sin embargo, fue aprobada por unanimidad, lo que
demuestra que los 24 grupos de países representados
finalmente se avienen a todo. Será útil sin duda recordar
que la mayor parte de los países europeos esperan obtener de
Estados Unidos una contrapartida: el gobierno francés
maniobra para que Pascal Lamy sea director general de la OMC
y que Bernard Kouchner herede el Alto Comisionado para los
Refugiados, el gobierno belga anuncia la candidatura de Marc
Verwilghen para el mismo cargo, mientras el británico echa el
ojo al Programa de la Naciones Unidas para el Desarrollo.
Sin contar los países que aspiran a tener al apoyo de Estados
Unidos para lograr un sitio permanente en el Consejo de
Seguridad: Alemania, Japón, Brasil, India, África del Sur,
Nigeria... El gran regateo continúa, vergonzoso pero muy
real.
¿Cómo se puede entender que la presidencia del Banco Mundial
no haya recaído nunca en un ciudadano del Tercer Mundo, en
primera línea frente a los desafíos del desarrollo humano?
Esta opción se debe sin duda al hecho de que el combate real
no es contra la pobreza, a pesar de los discursos oficiales
de quienes, al mismo tiempo, imponen medidas que expanden la
miseria.
La cuestión de la legitimidad de las instituciones
multilaterales, como el Banco Mundial y el FMI, está
planteada. ¡Hay que reconocer que los sucesos de los últimos
meses demuestran que otra arquitectura internacional es muy
necesaria!
Damien Mollet es presidente del CADTM Francia, y Eric
Toussaint, presidente del CADTM Bélgica (Comité por la
Anulación de la Deuda del Tercer Mundo). Ambos son autores
del libro 50 Preguntas-50 Respuestas sobre la Deuda, el FMI y
el Banco Mundial, Icaria-Intermon Oxfam, Barcelona, 2004.
https://www.alainet.org/es/articulo/116286
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