El recado de Bagdad
24/02/2005
- Opinión
“El pueblo iraquí dio a Estados Unidos de América un gran “gracias”, del mejor modo que podríamos haber esperado”. Al leer este análisis electoral escrito por la columnista Betsy Hart, me hizo pensar en mi fallecida abuela. Medio ciega, era una amenaza al volante de su chevrolet, ella siempre se rehusó terminantemente a entregar las llaves de su carro. Estaba convencida de que, a donde quiera que se dirigiese (atropellando, en el camino, a los insectos de Filadelfia), las personas le saludaban y reían con ella. “Ellos son tan amigables”. Nosotros teníamos que ocuparnos de dar las malas noticias: “Ellos no están saludando con la mano entera, Abuela –apenas los dedos medios”.
Lo mismo sucede con Betsy Hart y otros observadores miopes de las elecciones en Irak: ellos creen que el pueblo iraquí finalmente envío a Estados Unidos aquellas flores y bombones hace tanto esperados - cuando en verdad, están solamente mostrándoles sus (morados) dedos -.
Los resultados de las elecciones están así: los iraquíes votaron masivamente por la expulsión del gobierno (instalado por los EE.UU.) de Iyad Allawi, un hombre que no tuvo el coraje de pedir a los estadounidenses que dejen el país. La mayoría decisiva votó por la Alianza Unida Iraquí (AUI), un grupo que tiene, entre sus principales propuestas, la reivindicación de “un cronograma de retirada de las fuerzas multinacionales de Irak”.
Además de éste, existen otros mensajes contemplados en la plataforma de la coalición vencedora. Algunos ejemplos: “Adopción de un sistema de seguridad social bajo el cual el Estado garantice empleo a cada iraquí capaz de trabajar… y ofrecimiento de facilidades para que, los ciudadanos construyan sus casas”. La AUI defiende también “la suspensión de la deuda de Irak, el fin de las reparaciones y del uso de las riquezas petroleras para proyectos de desarrollo económico”. En suma, los iraquíes votaron en repudio a las políticas radicales de libre mercado impuestas por el ex enviado jefe de los EE.UU., Richard Bremer, a las cuales el país se sujetó bajo el reciente acuerdo con el FMI.
Entonces, ¿quiere decir que todas las personas que asistieron emocionadas a la comparecencia de los iraquíes a las urnas apoyaron estas exigencias decididas democráticamente? ¡Hágame el favor! “usted no establece cronogramas”, afirmó George W. Bush cuatro días después que los iraquíes votaron exactamente por esto. Del mismo modo, el primer ministro británico, Tony Blair, consideró las elecciones “magnificas” –pero descartó el establecimiento inmediato de un cronograma-. Y, en el caso que Adel Abd Al-Mahdi (ministro de economía de Irak, súbita e insistentemente estimado para liderar el próximo gobierno) gane espacio, es bien posible que las exigencias de la AUI en el sentido de una expansión del sector público, de la defensa del petróleo y de la anulación de la deuda tengan un destino semejante.
Caballo de Troya
Al-Mahdi es el caballo de Troya de la administración Bush en la AUI (¿usted no pensó que ellos iban a colocar todo el dinero en Allawi?). En octubre, en un encuentro del American Enterprise Institute, él afirmó que planeaba “reestructurar y privatizar las empresas estatales (iraquíes). En diciembre, hizo otro viaje a Washington, en donde presentó ideas para las reglas petroleras “bastante prometedoras a los inversionistas norteamericanos”. Fue Al-Mahdi quien, en las semanas anteriores a la elección, supervisó personalmente la firma de acuerdos variados con la Shell, la BP y la Chevron Texaco, y es él quien negoció el reciente acuerdo de austeridad con el FMI.
En relación al retiro de tropas, Al-Mahdi no recuerda ni un poco la plataforma de su partido. En vez de eso, aparece, con el vicepresidente de EE.UU. Dick Cheney, en Fox News: “(La definición sobre) cuando los norteamericanos partirán depende de cuando nuestras propias fuerzas estén preparadas, y de cómo será la respuesta de la resistencia después de las elecciones”. En relación a las leyes de la Sharia, dicen, él es bastante cercano a los clérigos.
En tanto la ocupación y la resistencia se tornaban cada vez más sangrientas, las elecciones en Irak fueron postergadas vez por vez. Ahora, parece bien claro a lo que terminaron llevando dos años de carnicería, propinas y pretextos: un acuerdo en el cual los ayatolas tienen el control sobre las familias, la Texaco gana el petróleo, y Washington factura sus bases militares permanentes. Todo el mundo gana, excepto los electores, que arriesgaron sus vidas para votar por un conjunto de políticas bastante diferentes de estas.
Reality show
Pero no caliente la cabeza con eso. El día 30 de enero, dijeron, no fue sobre los asuntos por los cuales los iraquíes votaban. Toda la cosa era sobre el hecho de que estén votando, y, más importante, sobre como su obstinado coraje hizo que los estadounidenses se sintieran respecto de su guerra. Aparentemente, el verdadero propósito de las elecciones era probar a los ciudadanos de los EUA que, dicho por George Bush, “el pueblo iraquí le da valor a su libertad”. Impresionantemente, este tipo de cosas se tornó noticia. Un columnistas del diario Chicago Sun Times, Mark Brown, afirmó que el voto era “la primera señal clara de que la libertad realmente significaba algo para el pueblo iraquí”. En el The Daily Show, de la CNN, el comentarista Anderson Cooper describió el hecho como “la primera vez en la cual medio tuvimos la dimensión sobre lo que ellos (los iraquíes) estarían dispuestos o no a concertar, y dar un paso y hacer alguna cosa”.
Esta es una situación difícil. El levantamiento chiíta contra Saddam, en 1991, claramente no fue suficiente para convencerlo de que los iraquíes estaban dispuestos a “hacer algo” para liberarse. Así como no lo fue la manifestación que hace un año reunió 100.000 personas exigiendo elecciones inmediatas, o las elecciones locales espontáneas organizadas por iraquíes en lo primeros meses de ocupación –ambas, sumariamente reprimidas por Bremer-. Terminó sucediendo que, en la TV de Estados Unidos, la ocupación se volvió un largo episodio de reality show, en el cual los iraquíes vencen obstáculos cada vez más difíciles para demostrar la intensidad del deseo de reconquistar su país. Tener sus ciudades arrasadas, ser torturados en Abu-Ghraib, señalados en Checkpoints, tener sus periodistas censurados y su agua y electricidad cortadas –todo eso era solamente el preludio del mayor de los exámenes de resistencia: escapar de balas y bombas para alcanzar la zona electoral. Por lo menos, los estadounidenses fueron persuadidos de que los iraquíes querían mucho, muchísimo, ser libres.
Entonces, ¿cuál es el premio? ¿El fin de la ocupación, como pidieron los electores? No sea ingenuo –el gobierno de Estados Unidos no se someterá a cualquier “cronograma artificial”. ¿Trabajos para todos, como prometió la AUI? Usted no puede tomar en serio un sin sentido socialista de estos. No, ellos ganan las lágrimas del recurso sensacionalista de Geraldo Rivera, el orgullo maternal de Laura Bush, y las disculpas de Betsy Hart por algún día haber dudado.
Y esto debe ser bastante. Porque si no fuese por la invasión, los iraquíes nunca habrían tenido la libertad de votar por su liberación –y, entonces, tener sus votos completamente ignorados-. Esto que es, en verdad, el gran premio –la libertad para ser ocupados–.
https://www.alainet.org/es/articulo/116739?language=en
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