Guerra contra el terrorismo o lucha contra la inequidad?

13/09/2006
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El quinto aniversario del ataque terrorista a las torres del World Trade Center llena las páginas de los periódicos en EEUU, y no ha pasado desapercibido en el resto del mundo. En América Latina, la fecha ha llevado a reflexiones no solo sobre la brutalidad de los ataques, sino también sobre el fracaso de la respuesta y las repercusiones de la “Guerra contra el Terrorismo” declarado por el gobierno de George W. Bush. Los periódicos de la región han sido duros en el balance de esta guerra. En su editorial La Jornada de México comenta que “El mundo es, hoy, un sitio mucho más violento, incierto, injusto y arbitrario que hace cinco años. Ello es un gran triunfo para los republicanos estadounidenses y para los fundamentalistas incendiarios, y una amarga derrota para toda la gente de paz, de entendimiento y de buena voluntad.” Página 12 de Argentina señala la manera en que el presidente estadounidense “quiere volver a utilizar el tema de la inseguridad para mejorar su popularidad” frente a elecciones difíciles para el partido republicano. Claramente, lo que Bush llamó en su discurso “la lucha ideológica decisiva del siglo XXI” no encuentra eco en esta región. El rechazo a la invasión de Irak fue casi unánime por parte de los países del sur del continente. Y las presiones diplomáticas y económicas a unirse a lo que se ve como ‘la guerra de Washington', los intentos del Comando del Sur (SouthCom) por establecer mayor presencia militar en la región, y la formula de equivaler el libre comercio con la seguridad, no han sido recibidas como una lucha compartida, sino como atentos contra la soberanía nacional. De hecho, a cinco años del ataque, la estrategia de los arquitectos de la política exterior de Bush—de utilizar la guerra contra el terrorismo para restaurar la hegemonía—ha fracasado. El intento por definir el mundo a partir de “la lucha por la civilización” (frase de Bush) es sumamente cuestionado en una región que cada vez mas busca sus propias definiciones. Frente a la disyuntiva propuesta por Washington—“están con nosotros o en contra de la libertad”—América Latina responde trazando nuevos caminos y dando nuevas lecciones. Mientras el gobierno de EEUU busca imponer la Pax Americana a base de tratados de “libre comercio” que generan mayor inequidad, y la “libertad” coartando las libertades civiles y militarizando sus sociedades, los movimientos sociales y gobiernos progresistas de la región están construyendo alternativas propias y rompiendo la hegemonía del vecino del norte. En dos países que han firmado tratados de libre comercio—Chile y Perú—las luchas en contra del modelo siguen y crecen. En Chile, los mineros se pusieron en huelga contra la mina de cobre más grande del mundo, planteando una pregunta fundamental: ¿quién debe beneficiarse de las utilidades que generan los recursos naturales del país? Aunque en este caso la empresa es angloaustraliano, su protesta—junto con las recientes manifestaciones de los estudiantes chilenos en defensa de la educación pública—constituye una de las primeras y más importantes señales de que en el país modelo de la integración económica las grandes inequidades están provocando desequilibrios sociales muy importantes. Otras señales de inconformidad son el regreso de Perú al Grupo de los 20 y los débiles comentarios del Presidente Alan García de renegociar el TLC si perjudica a su país. Los dos actos son meramente simbólicos, ya que el TLC es una camisa de fuerza que prácticamente no permite renegociación y quita el poder político de negociación en foros multilaterales. Sin embargo, son muestras de reconocimiento de que en la sociedad peruana existen severos cuestionamientos hacia el modelo, que pueden tener costos políticos en el contexto nacional. Finalmente en México la crisis política a raíz de las elecciones presidenciales, lejos de resolverse con la validación del triunfo de Felipe Calderón por parte del Tribunal Electoral el 5 de Septiembre, parece ser de larga duración. El presidente Vicente Fox no pudo leer su último informe presidencial debido a que la oposición tomó la tribuna del Congreso en protesta por el virtual estado de sitio que el gobierno había impuesto en la zona del Palacio Legislativo. Millones de pobres en el país encuentran en el candidato Andrés Manuel López Obrador un desafío a la inequidad que les mantiene en la marginación y en Felipe Calderón la continuidad de políticas que, lejos de llevar al país a la libertad y prosperidad, han profundizado el abismo entre ricos y pobres. La coalición de centro-izquierda continúa insistiendo que el recuento de los votos es condición indispensable para el diálogo. Los miles de personas que siguen en el plantón y que participarán en la Convención Nacional Democrática programada para el 16 de septiembre muestran que a veces la lucha por la democracia tiene que ir más allá de las instituciones formales. Washington ha hecho caso omiso a las lecciones que provienen de América Latina. La inequidad en el mundo no está en la agenda de la política estadounidense, mientras el tema de la seguridad se ha vuelto el botín del político más hábil en relaciones públicas. Sin embargo, obviarlas sería un error muy grande. La experiencia de América Latina y las respuestas a la inequidad enseñan caminos para evitar conflictos sociales más graves y ofrecen la esperanza de nuevas alternativas. De todas estas lecciones—muchas de ellas sin arrojar aun moralejas claras—se destaca una en estas fechas: la guerra contra el terrorismo y por la paz no puede ganarse sin una lucha contra la inequidad. - Laura Carlsen dirige el Programa de las Américas del IRC (www.americaspolicy.org), desde la Ciudad de México, donde ella ha trabajado como analista política durante dos décadas. Fuente: Programa de las Américas del Centro de Relaciones Internacionales (IRC) http://www.ircamericas.org
https://www.alainet.org/es/articulo/117070
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