Salvadores de la democracia
04/10/2006
- Opinión
“Si algo realmente me ha llenado de orgullo como tal es haber colaborado decisivamente a parar a Humala” (Aldo Mariátegui, Correo, 2 de octubre de 2006)
Para los que creían que había sido el voto de la gente, aunque fuese en esa estrambótica combinación de apristas y derechistas, limeños y norteños, clases altas y medias bajas, que representó la elección en segunda vuelta de Alan García y la estrecha derrota del candidato sorpresa Ollanta Humala, es bueno que por fin entiendan que ese acto aparentemente tan personal, se lo deben a Aldo M., que de ningún modo quiere ser antipático o jamonero, pero que no puede evitar decir que “fuimos muy pocos los que nos comimos el pleito con todo, diariamente, sin medias tintas, sin pascanas, sin pausas, sin intermitencias, sin tomar prisioneros, sin sonrisas, sin complicidades, sin neutralismos fuera de sitio: mi redacción, Rodrich, Valenzuela, Bayly, Lucho García Miró, y algunos valientes columnistas (Rey de Castro y La Ortiga...)...”
Para los que creían que el factor militar y los modos de guerra estaban en el campo de Humala, se habrá de advertir que la prensa salvadora tenía clarísimos usos de combate según la propia descripción del director de “Correo”: pleito diario, sin media tinta, sin pascana, sin pausa, sin intermitencias, fusilando prisioneros, sin reírse, sin cómplices, sin neutralidad (informativa, se entiende). Cual soldado del frente ruso del 41-43, a órdenes de algún Stalin no identificado, Aldo M. y sus amigos pelearon en defensa, casa por casa, contra las hordas fascistas del nacionalismo. Por lo menos así describe la historia, que seguramente reserva para cuando tenga nietos.
Algo de mezquino hay sin embargo en olvidar a Tafur, todo por una rivalidad de medios de cincuenta céntimos, cuando el gordito era capaz de inventarle a Humala una insurrección o un exilio en la embajada, y al día siguiente tan tranquilo; o a la Palacios que ordenaba perseguir al candidato y logró probar que conocía a una familia de ancianos en las Casuarinas; o a Althaus con sus angustias diarias por Canal N (es increíble...), o a la dupla La República – El Comercio (con añadidura de Perú 21), cuya “media tinta” debe haber sido no usar la palabra fascista, o a Genaro Delgado que compró a Torres Caro, a Ivcher que botó a Hildebrandt y pasó por caja, etc. Sí eran bien pocos los medios, los directores, conductores, dueños, que nos salvaron de la barbarie.
“Era evidente que el voto del ausente Fujimori y el descontento iba a ser capitalizado por alguien”, y eso había que pararlo. “Tuvimos mucho éxito ...logramos vacunar a muchos dentro de nuestros delimitados confines contra la tentación de votar por él y por eso Humala perdió el decisivo combate por Lima. También mi colega Rolando Rodrich, director de la edición del norte, le dio una lucha diaria sin cuartel y creo que eso fue determinante para que Humala no haya salido más fuerte en esa poblada zona”.
Ya saben. Nos vacunaron en Lima y por eso Humala perdió la capital. Y “Correo” del norte con su batalla sin cuartel fue determinante para que esa zona también fuese reacia con el comandante. ¡Qué Lima conservadora, derechista y lourdista!, ¡qué norte aprista, agro-exportador y de grandes ciudades! La pregunta es que hubiera pasado si las ediciones de “Correo” en el sur y el centro hubieran sido tan efectivas como sus pares dirigidas por Aldo M. y R. Rodrich. Tal vez García habría llegado al 60%. ¿Y por qué no ha echado aún a los directores? ¿O eso es lo que se está sugiriendo?
Hay una concepción del rol de la prensa en todas las extravagancias de Aldo M. Una idea de arma de fuego que liquida enemigos, a la que ya he aludido otras veces; de elemento bioquímico que condiciona conductas; de tarea política, sobre la que se rinde cuentas; etc. Ingenuos los que creíamos en una prensa con ideas propias, investigaciones en dirección a la verdad, competencia con los otros, etc. Eso ya fue. Ahora tenemos miedos de comunicación en vez de medios, y su función es salvar la democracia, evitando que podamos escoger dentro de ella. Desde esta perspectiva García debe ser un detalle curioso de este trabajo. Y por eso hay orgullo en saber quién no ganó y silencio respecto a lo que significa el ganador. Claro que Aldo M., no va a poder evitar contarle a sus nietecitos de que manera contribuyó a alumbrar el segundo aprismo en el poder.
¿Cuánta barbarie viene de aquí en adelante? Eso es lo que falta ver. Ya el mismo Aldo M. está hablando de fascismo respecto a la presidenta de la televisión estatal. Y por supuesto exagera, porque hay muchos más signos autoritarios en el ambiente que los nervios rotos de María del Pilar Tello, por una responsabilidad que la desborda. Si despedir a una periodista habladora, es fascismo, díganme ustedes ¿qué significados otorgar a matanzas como las de los penales y los Molinos, a órdenes como las de crear el comando Rodrigo Franco o al despliegue de los comandos laborales apristas que desalojaban sindicalistas y trabajadores en las instituciones del Estado? ¿Colocó Aldo M. alguna vacuna contra estos peligros?
Raúl Wiener
http://rwiener.blogspot.com/
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