La crisis de la floricultura en las puertas del TLC

16/10/2006
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Una noticia insospechada, sobre todo para quienes con base en el empleo que se genera en la agroindustria de las flores justifican el desastre que el TLC con Estados Unidos ocasionará en el sector rural, ha resultado el anuncio de la más importante firma productora y comercializadora de flores cortadas en Colombia y Estados Unidos, la DOLE Food Co, y más exactamente de su división de flores, Dole Fresh Flowers, de cerrar “centros de floricultura en Colombia y Ecuador y contraer actividades en otras partes, con lo que se perderán casi 3.500 empleos”. La decisión resulta más insólita si, como cree el gobierno, se diera por descontado que el sector de las flores sería el más favorecido con el Tratado, que las concesiones en aranceles por valor de algo más de 30 millones de dólares, entregadas por el Norte y que serían definitivas con el TLC, justifican las nuestras por cuatro veces más en los distintos renglones agropecuarios. El gobierno y ASOCOFLORES vienen ocultando que la floricultura colombiana atraviesa una crisis profunda y estructural de la cual no la va redimir el TLC. Esa crisis está ocasionada por tres grandes factores: primero, por una sobreoferta en el mercado mundial, en el cual China cuenta ya con la mayor base productora del mundo, con una superficie de cultivo que en 2004 llegó a 636. 000 hectáreas, un tercio del total mundial y cien veces mayor que la de Colombia, por valor de 5.400 millones de dólares, cinco más que la colombiana, y un volumen de 9.000 millones de flores frescas al año. En regiones como Shendú y Yunán, enfocadas a la exportación, se ha asociado con las más importantes subastas de Holanda, cuenta con apoyo estatal para su estrategia e inversionistas de Taiwán y Corea del Sur. Se sabe que a este aumento de la oferta mundial también contribuyen países africanos como Kenia y Zimbabwe y que en California y Hawai ya hay damnificados por este motivo. La segunda causa, consecuencia de lo anterior, es que los ingresos por precio unitario de los respectivos productos vienen decayendo en términos reales. Si a esto se suma que la revaluación del peso, como la del 5,6% en 2005, ha afectado dichos ingresos ya que el 90% proviene del exterior, la situación se torna dramática en un mercado donde los márgenes se reducen tanto que pueden depender de detalles como eliminar las espinas en las rosas para reducir el monto del flete, como hacen los chinos a bajo costo. Un estudio no muy difundido del Banco de la República de enero de 2006 y dirigido por Fernando Tenjo sobre el comportamiento reciente del sector en una muestra de 146 empresas, el 70% del total, confirma el drama. De ese número hay 83 empresas perdedoras, siendo ellas las de mayor tamaño, de mayor volumen exportado y de más inversión en planta y equipo por cantidad de producción. Mientas más exportan, más pierden. Las colocaciones externas en 2003 de ese grupo de firmas fueron de 130.000 toneladas, lo mismo que en 2004, en el primer caso la utilidad fue cero y en el segundo la pérdida fue de 30.000 millones de pesos. El sector cayó en un descenso de ingresos operacionales, de márgenes de ganancia y de utilidades bruta y neta y de ascenso de costos directos e indirectos, ni un escenario de mejor tasa de cambio haría viable a un número considerable de firmas. Precisamente el incremento de costos es la tercera razón de la crisis. El 50% de ellos es la mano de obra y el 25% es el transporte especializado y el control fitosanitario, anti drogas y de seguridad con inspectores cuyo pago es cubierto por los exportadores. Como este último cargo es prácticamente invariable, las esperanzas se basan en bajar el costo del pago de los 94.000 operarios de la fuerza laboral, 60% de la cual es femenina. Pese a la propaganda gremial, organizaciones que asisten de cerca a estas mujeres, como la CORPORACIÓN CACTUS, afirman que hay evidencia de violaciones al derecho al trabajo digno, a la salud, a la asociación sindical y discriminación a la mujer embarazada. Si uno de cada tres trabajadores está contratado por contratistas o intermediarios, como empresas de servicios temporales o Cooperativas de Trabajo Asociado, si el salario es casi siempre el mínimo legal y en las temporadas altas no se reconoce el pago de horas extras, el futuro de la floricultura no será el del “paraíso prometido con el TLC”, sino otro más donde para comer se requerirá ser esclavo o transformar las plantaciones en jardines artesanales para mercados de nicho. La floricultura está inmersa en las leyes infernales de la globalización, donde sólo cuenta la mano de obra barata, lógica que no se modera sino que se reitera con el TLC.
https://www.alainet.org/es/articulo/117644

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