El teólogo e intelectual brasileño dio una conferencia en Buenos Aires y resaltó la necesidad de la justicia y la solidaridad como indispensables para un verdadero cambio.
Con cierta renguera, debida a una mala operación en la rodilla, el teólogo Leonardo Boff entró al salón principal del hotel Bauen a paso lento. Su larga barba blanca y sus redondos anteojos recordaban a la clásica imagen del anciano sabio, y probablemente ese calificativo no esté tan lejano a la realidad.
Boff nació en 1938, en la ciudad de Concordia, ubicada estado brasileño de Santa Catarina. Estudió filosofía, se especializó en teología y se ordenó sacerdote. Junto con el peruano Gustavo Gutiérrez fue uno de los padres de la Teología de la Liberación, que combinó la fe cristiana con elementos del marxismo. Mediante varios documentos escritos de puño y letra por Joseph Ratzinger, hoy el Papa Benedicto XVI, fue silenciado dos veces y por esa razón dejó los hábitos en 1992. A partir de allí se dedicó a la vida académica, escribió más de 60 libros y es asesor de movimientos populares como los Sin Tierra y las Comunidades Eclesiales de Base.
Casi displicente, se sentó delante de la mesa preparada para la conferencia, según sus propias palabras, “para desestructurar el ambiente.” Comenzó la charla sin antes recordar que el lujoso hotel Bauen, ubicado en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires, está bajo control de sus trabajadores, que están peleando por la expropiación. El comentario arrancó el primer aplauso del auditorio, compuesto al menos por 300 personas.
“¿Como suplantar a un monstruo que con sus tentáculos ha cubierto toda la tierra?”, preguntó en función de la consigna de la conferencia: “una alternativa para la agenda neoliberal.” El teólogo se mostró cauto. “No tengo la pretensión de decir que tengo la solución para el neoliberalismo”, afirmó, aunque sí tuvo, a lo largo de toda la charla, mucho para sugerir.
“Este sistema globalizado atiende a 1.600 millones de personas, pero ocurre que nosotros somos 6 mil millones. Esto representa una crisis terminal. Este tipo de mundo va a terminar, porque el sistema no tiene recursos, ni simbólicos ni materiales, para reproducirse. Es una esponja que chupa todos lo recursos posibles.”
El ejemplo que dio fue más que claro. “El bien natural más escaso de la tierra, no es el oro ni el uranio, es el agua potable. El tres por ciento del agua del mundo es dulce, y de ese tres por ciento, el 0,7 por ciento es asequible al uso humano. Debido a estos escasos recursos, hay una corrida mundial para privatizar el agua, y la más grande privatizadora es la Coca Cola. Por eso habrías que boicotearla de alguna manera. Sabe que quien controla el agua controla la vida, y quien controla la vida tiene el poder.”
La recurrencia de Boff a temas relacionados con la biodiversidad y la soberanía alimentaria se debe a que en los últimos años ha estado investigando sobre el tema, y militando activamente a favor de las causas de los campesinos pobres y los defensores del medio ambiente, que según el teólogo “no es medio, sino completo.”
Y cuando parecía que iba a continuar hablando de ese tema, volvió al tema original de la conferencia, orientada a presentar una alternativa al modelo neoliberal. “El problema mundial es tan grave que no puede tener solución política ni técnica, tiene que venir de otras fuentes como la ética, en tanto conjunto de iniciativas y principios. No abstractos ni complicados, sino cercanos a la esencia humana, al cotidiano de las personas.”
De esta manera, se abocó a presentar una serie de principios y virtudes orientados a conformar una nueva ética. Pero no una ética idealista, o atada a principios religiosos, sino una ética desprendida desde la experiencia concreta de los sujetos y profundamente humanista. Una ética que, lejos de ser una propuesta carente de fundamento, encuentra raíces en Kant, Hegel, Heiddeger, Locke, e incluso en el propio Marx.
El primer principio es el de la sensibilidad, que “tiene que ver con el amor a la tierra, con el pathos griego que significa la capacidad de emoción, de afectividad.” La necesidad de este principio se debe a que, por ejemplo, “abandonamos millones de niños que pasan hambre, fabricando chips y cosas electrónicas que para nosotros son más baratas. En cada uno de esos aparatos se escuchan gritos de dolor de los 300 millones de niños esclavos.”
El segundo principio es el del cuidado, que está “ligado a la esencia de la vida: Si no cuidamos la vida morimos.” El deber del hombre es, en este caso, “cuidar los recursos naturales, porque casi todo está descuidado, la calle con basura, los abuelos y los niños abandonados, en fin, el mundo.”
El tercer principio es el de la cooperación. “Todo el sistema del capital, del mercado, es la competición. La economía es competitiva y no es nada cooperativa. En la competición sólo los más fuertes triunfan, y los débiles son absorbidos.” Sin titubear, Boff se permitió citar al “especulador” George Soros: “Ahí donde tu buscas cooperación, solidaridad, amor, compasión, no vayas al mercado, porque te equivocaste de dirección. Allí hay sólo la lucha de todos contra todos, y la victoria de uno sólo, el más fuerte.”
El cuarto principio es el de la responsabilidad, que “es aquel momento de la conciencia en el que nos damos cuenta de las consecuencias de nuestras acciones. Hay que tener cuidado de las consecuencias. Por ejemplo, cuando manejamos la biotecnología, ya que una bomba biológica puede ser mucho más poderosa que la bomba atómica.”
El auditorio observaba en silencio a Boff, mientras hablaba en su perfecto español aunque con cierto dejo de portugués. Su disertación iba convirtiéndose en una suerte de homilía, pero muy lejana a aquellas vacías palabras de los especuladores de la fe. Por el contrario, cada una de sus aseveraciones iba acompañada de una profunda reflexión y, como buen pedagogo, de un ilustrativo ejemplo.
Luego de los cuatro principios continuó con cuatro virtudes. “La hospitalidad va en primer término. Eso no lo digo yo, lo dice el último gran libro de Kant, donde escribió sobre la paz perpetua, la humanidad y los derechos humanos. El valor que más destaca es el de la hospitalidad, el derecho y el deber de ser acogidos. Por ejemplo, hay miles de personas marginadas. Al que es mapuche, o quechua, se lo margina.”
La hospitalidad está íntimamente relacionada con otras dos de las virtudes, que son la convivencia y la tolerancia. Boff hizo énfasis en que “somos seres sociales, seres de comunidad. Tenemos que convivir con la diferencia de culturas. Podemos ser distintos como seres humanos, pero no dejamos de ser seres humanos.”
La última virtud es la de la comensalidad, que se trata de “comer y beber juntos. Hoy gran parte de la humanidad no come, y lo que tenemos la suerte de comer, no comemos juntos en la misma mesa y de esa forma perdemos el intercambio y las discusiones.”
“¿Como suplantar a un monstruo que con sus tentáculos ha cubierto toda la tierra?”, comenzaba preguntándose Leonardo Boff al inicio de la conferencia. El teólogo pateó el tablero. Cuando gran parte del auditorio esperaba respuestas políticas o sociales, se abocó a presentar una ética para el cambio; una ética que no pierda de vista lo salvaje del sistema capitalista, pero tampoco las virtudes del hombre.
Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Mar del Plata / Argentina
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