Personas desaparecidas

03/12/2006
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Son frecuentes los casos de desaparecimiento de personas, también en el Brasil. Las principales víctimas son los niños, los ancianos y los que tienen deficiencias. Algunas se pierden y, desmemoriadas, son localizadas tiempo después, gracias a la divulgación de sus fotos. Otras son secuestradas por motivo de extorsión, adopción criminal o asesinato seguido de extracción de órganos destinados al mercado internacional. Y hay quien sencillamente decide dejar la familia e irse por el mundo.

De adolescente tuve un condiscípulo que desapareció. Fue encontrado una semana después; había peleado con sus padres y en la carretera pidió aventón a un camionero, con el pretexto de que había perdido el autobús que lo llevaría a São Paulo.

Más curioso es el caso de un empresario carioca que salió del trabajo una tarde y se evaporó. Ocho años después un misionero católico, al visitar una iglesia en el Xingu, se extrañó de ver aquel hombre blanco entre los indígenas. Era el empresario. Durante su infancia había acompañado a su padre, que trabajaba en el Servicio de Protección a los Indios, en sus visitas a las aldeas. Creció convencido de que allí estaba la felicidad. Frustrado como padre de familia y empresario, rompió con su pasado adulto. Jamás regresó a la ciudad y murió aculturado en el mundo indígena.

Hay que ponerle mucha atención al niño y, sin imbuirle miedo ni inhibirle la sensibilidad, adoptar una política preventiva: enseñarle su nombre completo, así como el de sus padres y hermanos, el teléfono y la dirección donde vive; proveerle de una tarjeta de identidad; orientarle para que no acepte nunca cualquier regalo u objeto de extraños.

Por parte de los padres, mantener buenas relaciones con el vecindario; conocer a las personas que tratan con el hijo (los familiares de la niñera, del portero del edificio, de la profesora, etc.); acompañarlo a ciertos actos como aniversarios, actividades escolares o deportivas; no permitirle que salga a la calle sin control de un adulto conocido; no dejarlo solo en casa.

Casi todos esos cuidados valen también para los ancianos y los deficientes, sobre todo los mentales, vulnerables a la amnesia, lo que les dificulta el reencuentro de la casa. Es aconsejable mantener en la familia fotos de la cara de las personas en riesgo potencial de desaparecimiento. Y en caso de que suceda hay que informar inmediatamente a la policía civil y acudir a la delegación donde constan los documentos de la víctima; distribuir fotos a través de los periódicos, televisión, mercados, internet... La información y/o denuncia puede hacerse al gobierno federal en: www.desaparecidos.mj.gov.br, a través de cuya página se entra en contacto con la Red Nacional de Identificación y Localización de Niños y Adolescentes. En algunos lugares hay un teléfono gratuito y anónimo. Pero cuidado con los detectives e investigadores privados, pues entre ellos puede haber quienes intenten explotar el drama familiar, así como falsos profesionales, para extorsionar económicamente.

Converse sobre el tema con sus familiares y vecinos. Observe a los nuevos vecinos y su modo de relacionarse con los niños. En la calle ponga atención a los niños, ancianos y deficientes, porque podrían estar desorientados y, en ese caso, ayúdelos y llévelos a un puesto policial.


Según el Ministerio de Justicia, del 1 de enero del 2000 al 16 de octubre del 2006 fueron encontrados 571 desaparecidos y desaparecieron 447 personas. Los estados en que se dan más desaparecimientos son Pará y Rio de Janeiro, además del Distrito Federal. (Traducción de J.L.Burguet)

- Frei Betto es escritor, autor de “Trece cuentos diabólicos y uno angelical”, entre otros libros.
https://www.alainet.org/es/articulo/118554
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