El siglo de la gente
26/01/2007
- Opinión
El VII Foro Social Mundial celebrado en Nairobi ha pasado por la agenda internacional sin hacer mucho ruido. No ha habido importantes dirigentes ni grandes voces. Sin embargo, se han reunido cerca de 100.000 personas para hablar sobre pobreza, deuda externa, sida… en busca de propuestas alternativas que hagan posible “otra globalización”, “otro mundo”.
La comunidad internacional y las grandes transnacionales, más poderosas que los propios gobiernos, quieren hacernos creer que los verdaderos problemas de este mundo son las guerras, el terrorismo islámico y los beneficios económicos. Sin embargo, el verdadero problema de nuestro tiempo es la pobreza. Hoy, cerca de 1.000 millones de personas sufren problemas de desnutrición y miles de personas mueren por problemas que tienen que ver con el acceso al agua potable. Como dijo el periodista polaco recientemente fallecido Kapucinski, “el problema de este mundo es la imposibilidad de reducir las desigualdades”. Pero, también hoy tenemos en nuestras manos la solución. Tenemos la tecnología y los medios para poner fin a la pobreza. Tan sólo falta la voluntad política. Una voluntad que la sociedad civil comprometida no debe tardar en exigir.
Hasta ahora miles de personas en el mundo, como los voluntarios y activistas sociales, trabajaban en espacios estancos de ayuda a los más vulnerables. El primer Foro Social puso en contacto a miles de personas que quieren una alternativa a la actual globalización neoliberal. Y puso de manifiesto que no estamos solos. Que no somos unos locos y que sabemos lo que queremos. Organizaciones y personas de todo el mundo trabajan y proponen nuevas formas de vida y de entender las relaciones entre países. Este movimiento heterogéneo que nació en Porto Alegre tiene como fin el movimiento y el despertar de la conciencia de las gentes. Es la idea de utopía de Eduardo Galeano, “la utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Nos negamos a ser calificados como individuos productivos y consumidores. La sociedad del consumo y la competitividad para llegar… ¿a ser el mejor, el que más dinero tiene? Un modelo que ha llevado a la exclusión y la marginación del 80% de la población del planeta, que no tiene posibilidades de entrar en el mercado. Pero es un modelo que tiene que tiene los días contados. Las manifestaciones de Seattle, Génova o las campañas de “Pobreza Cero” o Make poverty history hacen pensar en una ciudadanía que toma conciencia y que quiere participar y ser escuchada.
El siglo XXI, dice Mayor Zaragoza, tiene que ser el siglo de la gente. Tiene que ser el momento en que los ciudadanos reconquisten el poder, arrebatado por las grandes multinacionales y capitales del mundo. Para ello, la sociedad civil no sólo tiene que estar movida por la compasión, tan necesaria, hacia los más vulnerables, exige de un compromiso firme que le lleve a ser considerada un contrapoder con capacidad de diálogo con los gobiernos y los poderosos. La hasta ahora sociedad civil organizada tiene que pasar a ser una sociedad civil participativa y comprometida con el futuro. Un futuro que entre todos tenemos que construir. Todavía no es el momento de responder cómo será ni de discutir sobre qué modelos seguir, sino de cambiarlo con la fuerza de un “pueblo unido”. Pensadores y miembros del movimiento “antiglobalización”, como José Bové, ya anuncian que tendrá que haber varios modelos que deben tener en cuenta las especificidades, costumbres y culturas de cada pueblo.
Se abren puertas para que la globalización, que no tiene marcha atrás, no sólo sea un beneficio para una minoría privilegiada. Un mundo global tiene que ser algo más que movimiento libre de capitales y aumento de las desigualdades. Un mundo más solidario, justo y sostenible es posible. Y es la sociedad civil comprometida quien tiene que dar las respuestas que construirán el futuro.
Ana Muñoz
Periodista
La comunidad internacional y las grandes transnacionales, más poderosas que los propios gobiernos, quieren hacernos creer que los verdaderos problemas de este mundo son las guerras, el terrorismo islámico y los beneficios económicos. Sin embargo, el verdadero problema de nuestro tiempo es la pobreza. Hoy, cerca de 1.000 millones de personas sufren problemas de desnutrición y miles de personas mueren por problemas que tienen que ver con el acceso al agua potable. Como dijo el periodista polaco recientemente fallecido Kapucinski, “el problema de este mundo es la imposibilidad de reducir las desigualdades”. Pero, también hoy tenemos en nuestras manos la solución. Tenemos la tecnología y los medios para poner fin a la pobreza. Tan sólo falta la voluntad política. Una voluntad que la sociedad civil comprometida no debe tardar en exigir.
Hasta ahora miles de personas en el mundo, como los voluntarios y activistas sociales, trabajaban en espacios estancos de ayuda a los más vulnerables. El primer Foro Social puso en contacto a miles de personas que quieren una alternativa a la actual globalización neoliberal. Y puso de manifiesto que no estamos solos. Que no somos unos locos y que sabemos lo que queremos. Organizaciones y personas de todo el mundo trabajan y proponen nuevas formas de vida y de entender las relaciones entre países. Este movimiento heterogéneo que nació en Porto Alegre tiene como fin el movimiento y el despertar de la conciencia de las gentes. Es la idea de utopía de Eduardo Galeano, “la utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Nos negamos a ser calificados como individuos productivos y consumidores. La sociedad del consumo y la competitividad para llegar… ¿a ser el mejor, el que más dinero tiene? Un modelo que ha llevado a la exclusión y la marginación del 80% de la población del planeta, que no tiene posibilidades de entrar en el mercado. Pero es un modelo que tiene que tiene los días contados. Las manifestaciones de Seattle, Génova o las campañas de “Pobreza Cero” o Make poverty history hacen pensar en una ciudadanía que toma conciencia y que quiere participar y ser escuchada.
El siglo XXI, dice Mayor Zaragoza, tiene que ser el siglo de la gente. Tiene que ser el momento en que los ciudadanos reconquisten el poder, arrebatado por las grandes multinacionales y capitales del mundo. Para ello, la sociedad civil no sólo tiene que estar movida por la compasión, tan necesaria, hacia los más vulnerables, exige de un compromiso firme que le lleve a ser considerada un contrapoder con capacidad de diálogo con los gobiernos y los poderosos. La hasta ahora sociedad civil organizada tiene que pasar a ser una sociedad civil participativa y comprometida con el futuro. Un futuro que entre todos tenemos que construir. Todavía no es el momento de responder cómo será ni de discutir sobre qué modelos seguir, sino de cambiarlo con la fuerza de un “pueblo unido”. Pensadores y miembros del movimiento “antiglobalización”, como José Bové, ya anuncian que tendrá que haber varios modelos que deben tener en cuenta las especificidades, costumbres y culturas de cada pueblo.
Se abren puertas para que la globalización, que no tiene marcha atrás, no sólo sea un beneficio para una minoría privilegiada. Un mundo global tiene que ser algo más que movimiento libre de capitales y aumento de las desigualdades. Un mundo más solidario, justo y sostenible es posible. Y es la sociedad civil comprometida quien tiene que dar las respuestas que construirán el futuro.
Ana Muñoz
Periodista
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.
https://www.alainet.org/es/articulo/118954
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