Un cristiano se cuestiona ante el TLC con EE.UU.
07/02/2007
- Opinión
Cuando camino por la calle alguna gente me pregunta: ¿Cuál es la posición de la Iglesia ante el TLC? y se me hace muy difícil responder, pues comprendo que quieran escuchar una opinión más objetiva sobre el TLC pero no sé que concepto tienen de "iglesia" quienes me hacen esa pregunta. Muchos pensarán en el Papa y los Obispos, otros en los sacerdotes y religiosas, algunos menos, en los feligreses "de a pie", y muchos menos en las personas desempleadas, enfermas, las mujeres, los jóvenes o los niños cristianos, en fin, casi nadie pensará en la gran comunidad de creyentes que camina solidaria por la historia soñando "cielos nuevos y tierra nueva".
Las y los creyentes centroamericanos del año 2006 sentimos interpelada nuestra fe ante la eventual aprobación del TLC en nuestros países pues, aunque no se privaticen los templos, sacerdotes ni sacramentos, no será lo mismo ser una persona de fe antes que después del TLC, como tampoco lo fue antes y después del "Edicto de Milán" en que Constantino en el siglo IV oficializó la Iglesia hasta entonces perseguida a muerte; o antes y después de la independencia en 1821 donde la fe los obispos la medían por la fidelidad al imperio español.
El motivo es sencillo: no estamos ante otro inocente tratado comercial cualquiera sino ante un nuevo instrumento jurídico que trastornará la vida nacional e irremediablemente, si se aprueba, hará nacer en Costa Rica la Tercera República, llevándose al traste el modelo de Estado social que se nos heredó desde la revolución de 1948 y que ha venido en franca decadencia con los gobiernos neoliberales.
No pocos cuestionan seriamente la credibilidad actual de las autoridades eclesiásticas. "La jerarquía o autoridad de la Iglesia Católica", o simplemente como dice la gente, "la Iglesia" hasta hace muy poco fue parte de los sectores populares de Costa Rica. Desde antes de la Independencia. Recordémoslo una vez más: Del Castillo, Thiel, Volio, Sanabria. Ahora se pasó al bando del capitalismo criollo. Transformó su "patrimonio", formado con la acumulación de las limosnas de los fieles, en "inversiones", en la Corporación Sama. La presencia del Obispo Francisco Ulloa en su junta directiva, al lado de Oscar Arias, no pudo ser equívoca: la Iglesia es socia del capital especulativo y rentable." (Teólogo Javier Solís).
Sin embargo hay un hecho innegable: "La Iglesia no es indiferente ante la pobreza, ni ante la creciente brecha de inequidad en la distribución del ingreso y la riqueza. Tampoco entonces puede ser indiferente ante la forma como se negocie un TLC. Y, sobre todo, no puede ser indiferente ante el rumbo que los gobiernos le den a las políticas comerciales, a la forma como vinculen éstas con el desarrollo nacional y a la capacidad de los gobernantes de establecer metas y prioridades que articulen e integren los intereses de todos los sectores nacionales. Pero una cosa es no ser indiferente y otra, más difícil, es definir una posición orientadora. En el caso del TLC en discusión esto se complica más, si vemos la diversidad de posturas que existen sobre el tema en el país." (Pbro. Jorge Arturo Chávez).
Dicen que la experiencia del vecino nos puede ser de gran ayuda y por eso vuelvo mi mirada hacia el norte: al sur del nuevo muro de la discordia que comienza a levantar precisamente el país que exige derrumbar todas las fronteras "comerciales y arancelarias", como si los productos y dineros fueran más importantes que las personas.
Alrededor de 22 millones de mexicanos, 50 por ciento de ellos ilegales, clasifican como migrantes en Estados Unidos en busca de empleo y la nación azteca ha pasado de ser soberana en alimentos como arroz, trigo, soya y maíz a depender de la importación de estos alimentos desde Estados Unidos. Después de 10 años del TLCAN el ingreso de las familias campesinas mexicanas cayó un 10%, perdiendo el sector agropecuario 1 de cada 4 empleos.
Los Obispos de Estados Unidos y Centroamérica en su Declaración conjunta sobre el TLC de fecha 16 de julio del 2004 dijeron lo siguiente: v para resolver los problemas más profundos de pobreza y exclusión social y económica» (No. 3).
No es lo mismo firmar un tratado con Chile o con las Antillas que con los Estados Unidos, pues las asimetrías en todo sentido se prestan peligrosamente para un nuevo estilo de colonialismo. "Para el Magisterio Social de la Iglesia uno de los rasgos más preocupantes de la realidad internacional es lo asimétrico de su estructura, por el enorme peligro que conlleva de crear relaciones de dominación por parte del polo más fuerte. Estas relaciones condicionan la solución de nuestros principales problemas: pobreza, desigualdad, sus manifestaciones en todas las áreas y, por tanto, la calidad de vida de nuestro país. Condicionan también incluso nuestros procesos de toma de decisiones"(Pbro. Jorge Arturo Chávez).
"Al Papa Pablo VI -como a los demás Papas- se le presentaron muchas situaciones complicadas como esta que hoy enfrentamos. No sólo de un país, sino de todo el mundo, le fueron solicitando planteamientos sobre situaciones económicas, sociales y políticas. Y su respuesta fue clara: ni el Papa ni la Iglesia pueden dar una respuesta única, ni pueden darla aislados. "Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país, esclarecerla mediante la luz de la palabra inalterable del Evangelio, deducir principios de reflexión, normas de juicio y directrices de acción según las enseñanzas sociales de la Iglesia tal como han sido elaboradas a lo largo de la historia" (Pablo VI, "Octogesima Adveniens" 1971, n.4).
La posición correcta, ética y religiosa, ante problemas como estos, proviene entonces de un esfuerzo colectivo.
No pretendo ser pesimista, anti-progresista ni iluso; yo no digo "no al TLC, pues irremediablemente, aunque no sea partidario del tipo de globalización excluyente que llevan nuestras economías nacionales, tarde o temprano se hace necesario un TLC con el imperio del norte, aunque a la par nos levante un muro discriminatorio. Lo que sí tengo bien claro, después de leer bastante y escuchar todo tipo de opiniones (excepto la de las campañas publicitarias infantiles con las que el Gobierno nos obligaba a creer que la luna es de queso) es que este TLC, tal y como está negociado, no es el que le conviene a Costa Rica, y será una camisa de fuerza que impondremos a las futuras generaciones, las que nos mirarán como unos pendejos que lloraremos en nuestra ancianidad lo que no supimos defender con gallardía en nuestra juventud.
A fin de cuentas, si hasta hoy hemos podido vivir sin ese TLC tan bien acomodado hacia el norte: ¿por qué nos quieren hacer creer que el mundo se acabará para nosotros si no lo aprobamos? Si hasta Cuba ha subsistido 50 años de un injusto bloqueo (según la ONU) por parte del imperio del Norte, ¿cómo no podremos subsistir los ticos, que siempre hemos sabido dar respuestas creativas y originales cuando otros optaron por lo más fácil, aunque les saliera caro?
Ronald Vargas Araya
Presbítero
Las y los creyentes centroamericanos del año 2006 sentimos interpelada nuestra fe ante la eventual aprobación del TLC en nuestros países pues, aunque no se privaticen los templos, sacerdotes ni sacramentos, no será lo mismo ser una persona de fe antes que después del TLC, como tampoco lo fue antes y después del "Edicto de Milán" en que Constantino en el siglo IV oficializó la Iglesia hasta entonces perseguida a muerte; o antes y después de la independencia en 1821 donde la fe los obispos la medían por la fidelidad al imperio español.
El motivo es sencillo: no estamos ante otro inocente tratado comercial cualquiera sino ante un nuevo instrumento jurídico que trastornará la vida nacional e irremediablemente, si se aprueba, hará nacer en Costa Rica la Tercera República, llevándose al traste el modelo de Estado social que se nos heredó desde la revolución de 1948 y que ha venido en franca decadencia con los gobiernos neoliberales.
No pocos cuestionan seriamente la credibilidad actual de las autoridades eclesiásticas. "La jerarquía o autoridad de la Iglesia Católica", o simplemente como dice la gente, "la Iglesia" hasta hace muy poco fue parte de los sectores populares de Costa Rica. Desde antes de la Independencia. Recordémoslo una vez más: Del Castillo, Thiel, Volio, Sanabria. Ahora se pasó al bando del capitalismo criollo. Transformó su "patrimonio", formado con la acumulación de las limosnas de los fieles, en "inversiones", en la Corporación Sama. La presencia del Obispo Francisco Ulloa en su junta directiva, al lado de Oscar Arias, no pudo ser equívoca: la Iglesia es socia del capital especulativo y rentable." (Teólogo Javier Solís).
Sin embargo hay un hecho innegable: "La Iglesia no es indiferente ante la pobreza, ni ante la creciente brecha de inequidad en la distribución del ingreso y la riqueza. Tampoco entonces puede ser indiferente ante la forma como se negocie un TLC. Y, sobre todo, no puede ser indiferente ante el rumbo que los gobiernos le den a las políticas comerciales, a la forma como vinculen éstas con el desarrollo nacional y a la capacidad de los gobernantes de establecer metas y prioridades que articulen e integren los intereses de todos los sectores nacionales. Pero una cosa es no ser indiferente y otra, más difícil, es definir una posición orientadora. En el caso del TLC en discusión esto se complica más, si vemos la diversidad de posturas que existen sobre el tema en el país." (Pbro. Jorge Arturo Chávez).
Dicen que la experiencia del vecino nos puede ser de gran ayuda y por eso vuelvo mi mirada hacia el norte: al sur del nuevo muro de la discordia que comienza a levantar precisamente el país que exige derrumbar todas las fronteras "comerciales y arancelarias", como si los productos y dineros fueran más importantes que las personas.
Alrededor de 22 millones de mexicanos, 50 por ciento de ellos ilegales, clasifican como migrantes en Estados Unidos en busca de empleo y la nación azteca ha pasado de ser soberana en alimentos como arroz, trigo, soya y maíz a depender de la importación de estos alimentos desde Estados Unidos. Después de 10 años del TLCAN el ingreso de las familias campesinas mexicanas cayó un 10%, perdiendo el sector agropecuario 1 de cada 4 empleos.
Los Obispos de Estados Unidos y Centroamérica en su Declaración conjunta sobre el TLC de fecha 16 de julio del 2004 dijeron lo siguiente: v para resolver los problemas más profundos de pobreza y exclusión social y económica» (No. 3).
No es lo mismo firmar un tratado con Chile o con las Antillas que con los Estados Unidos, pues las asimetrías en todo sentido se prestan peligrosamente para un nuevo estilo de colonialismo. "Para el Magisterio Social de la Iglesia uno de los rasgos más preocupantes de la realidad internacional es lo asimétrico de su estructura, por el enorme peligro que conlleva de crear relaciones de dominación por parte del polo más fuerte. Estas relaciones condicionan la solución de nuestros principales problemas: pobreza, desigualdad, sus manifestaciones en todas las áreas y, por tanto, la calidad de vida de nuestro país. Condicionan también incluso nuestros procesos de toma de decisiones"(Pbro. Jorge Arturo Chávez).
"Al Papa Pablo VI -como a los demás Papas- se le presentaron muchas situaciones complicadas como esta que hoy enfrentamos. No sólo de un país, sino de todo el mundo, le fueron solicitando planteamientos sobre situaciones económicas, sociales y políticas. Y su respuesta fue clara: ni el Papa ni la Iglesia pueden dar una respuesta única, ni pueden darla aislados. "Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país, esclarecerla mediante la luz de la palabra inalterable del Evangelio, deducir principios de reflexión, normas de juicio y directrices de acción según las enseñanzas sociales de la Iglesia tal como han sido elaboradas a lo largo de la historia" (Pablo VI, "Octogesima Adveniens" 1971, n.4).
La posición correcta, ética y religiosa, ante problemas como estos, proviene entonces de un esfuerzo colectivo.
No pretendo ser pesimista, anti-progresista ni iluso; yo no digo "no al TLC, pues irremediablemente, aunque no sea partidario del tipo de globalización excluyente que llevan nuestras economías nacionales, tarde o temprano se hace necesario un TLC con el imperio del norte, aunque a la par nos levante un muro discriminatorio. Lo que sí tengo bien claro, después de leer bastante y escuchar todo tipo de opiniones (excepto la de las campañas publicitarias infantiles con las que el Gobierno nos obligaba a creer que la luna es de queso) es que este TLC, tal y como está negociado, no es el que le conviene a Costa Rica, y será una camisa de fuerza que impondremos a las futuras generaciones, las que nos mirarán como unos pendejos que lloraremos en nuestra ancianidad lo que no supimos defender con gallardía en nuestra juventud.
A fin de cuentas, si hasta hoy hemos podido vivir sin ese TLC tan bien acomodado hacia el norte: ¿por qué nos quieren hacer creer que el mundo se acabará para nosotros si no lo aprobamos? Si hasta Cuba ha subsistido 50 años de un injusto bloqueo (según la ONU) por parte del imperio del Norte, ¿cómo no podremos subsistir los ticos, que siempre hemos sabido dar respuestas creativas y originales cuando otros optaron por lo más fácil, aunque les saliera caro?
Ronald Vargas Araya
Presbítero
https://www.alainet.org/es/articulo/119145
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