El déficit mundial de la salud
30/12/2006
- Opinión
La esperanza de vida ha aumentado en veinte años desde 1946, pero dos mil millones de personas continúan sin tener acceso a medicamentos. En muchos países, sobre todo africanos, se ha registrado una disminución de la esperanza de vida y ha aumentado el número de enfermos por epidemias como el sida, la malaria o la tuberculosis. Más de tres millones de niños mueren cada año durante el parto y otros cuatro millones durante los primeros 28 días de vida.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado su Programa General de Trabajo hasta el año 2015, el mismo en el que termina el plazo adoptado por Naciones Unidas en el año 2000 para reducir la pobreza a la mitad a través del cumplimiento de los Objetivos del Milenio (ODM). En el plan de trabajo de la OMS, se analizan los problemas actuales de salud en el mundo, los retos que suponen y las medidas que la comunidad internacional debe adoptar para afrontarlos durante los próximos años.
Dice el informe que las tendencias en lo que se refiere a los ODM relacionados con la salud son poco alentadoras y que pocos países del Sur están en el camino para reducir a la mitad la mortalidad infantil, pese a que la mayoría de niños mueren por afecciones conocidas para las que se dispone de conocimientos y de métodos de intervención para luchar contra ellas.
La pobreza es la principal enemiga de la salud. La falta de salubridad en los alimentos y en el agua, así como la falta de protección ante los desastres medioambientales provocados por el cambio climático y la debilidad de los sistemas sanitarios son las principales causas de mortalidad en los países más pobres del mundo.
Los recursos que se necesitan para lograr que los ODM se cumplan continúan siendo insuficientes. Las ayudas para el desarrollo destinadas a salud entre 1997 y 2002 aumentaron en casi 2.000 millones anuales, pero gran parte de estos recursos se han movilizado para combatir el sida, mientras que otras enfermedades siguen desatendidas. Las enfermedades olvidadas, como la filiarsis linfática, el dengue, la enfermedad del sueño, la oncocercosis o el mal de chagas, afectan a más de 750 millones de personas y acaban con la vida de más de medio millón cada año.
Los problemas de salud en el mundo se superarían de forma notable si se subsanaran las principales deficiencias sanitarias actuales. Según la OMS, los cuatro problemas más graves son: El déficit de justicia social, en un mismo país, la esperanza de vida de las personas que pertenecen a las clases más altas supera en más de 20 años a las que no tienen acceso a servicios sociales básicos; el déficit de responsabilidad, los conflictos internacionales, las crisis internas, la presión de las fuerzas económicas sobre los países más pobres y la migración de las poblaciones, incluso del personal sanitario cualificado, influyen en el Estado moderno y en su capacidad de mantener políticas sanitarias y de bienestar social; el déficit en lo que respecta a la aplicación, muchas intervenciones eficaces dependen del uso de medicamentos esenciales, pero aún hay casi 2.000 millones de personas que no tienen un acceso seguro a ellos; y el déficit de conocimientos, en muchos países no se disponen de los medios necesarios para realizar intervenciones eficaces y en otros que sí disponen de esos medios faltan conocimientos sobre la manera de ampliar su disponibilidad. Por cada bata sanitaria hay nueve uniformes militares en el mundo.
Pero no sólo las enfermedades relacionadas con la pobreza suponen un reto para la comunidad internacional. La OMS predecía hace unas semanas que las enfermedades causadas por la contaminación de los automóviles y las enfermedades crónicas no transmisibles, consecuencia del consumo de tabaco y de otras sustancias nocivas, serían las principales causas de muerte en el mundo dentro de 25 años. El patrón occidental de enfermedad, relacionadas con problemas cardiovasculares y respiratorios, se está exportando de manera progresiva al Sur.
Para contrarrestar las tendencias negativas de los últimos, la OMS propone un “programa de acción sanitaria mundial” que responda a los problemas que afectan a millones de personas en el mundo y a aquellos que puedan surgir en los próximos años. El incremento sostenido e igualitario de la inversión en salud es necesario para la estabilidad y prosperidad de cualquier pueblo. Invertir en salud es invertir contra la pobreza.
- Alberto Sierra es periodista
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado su Programa General de Trabajo hasta el año 2015, el mismo en el que termina el plazo adoptado por Naciones Unidas en el año 2000 para reducir la pobreza a la mitad a través del cumplimiento de los Objetivos del Milenio (ODM). En el plan de trabajo de la OMS, se analizan los problemas actuales de salud en el mundo, los retos que suponen y las medidas que la comunidad internacional debe adoptar para afrontarlos durante los próximos años.
Dice el informe que las tendencias en lo que se refiere a los ODM relacionados con la salud son poco alentadoras y que pocos países del Sur están en el camino para reducir a la mitad la mortalidad infantil, pese a que la mayoría de niños mueren por afecciones conocidas para las que se dispone de conocimientos y de métodos de intervención para luchar contra ellas.
La pobreza es la principal enemiga de la salud. La falta de salubridad en los alimentos y en el agua, así como la falta de protección ante los desastres medioambientales provocados por el cambio climático y la debilidad de los sistemas sanitarios son las principales causas de mortalidad en los países más pobres del mundo.
Los recursos que se necesitan para lograr que los ODM se cumplan continúan siendo insuficientes. Las ayudas para el desarrollo destinadas a salud entre 1997 y 2002 aumentaron en casi 2.000 millones anuales, pero gran parte de estos recursos se han movilizado para combatir el sida, mientras que otras enfermedades siguen desatendidas. Las enfermedades olvidadas, como la filiarsis linfática, el dengue, la enfermedad del sueño, la oncocercosis o el mal de chagas, afectan a más de 750 millones de personas y acaban con la vida de más de medio millón cada año.
Los problemas de salud en el mundo se superarían de forma notable si se subsanaran las principales deficiencias sanitarias actuales. Según la OMS, los cuatro problemas más graves son: El déficit de justicia social, en un mismo país, la esperanza de vida de las personas que pertenecen a las clases más altas supera en más de 20 años a las que no tienen acceso a servicios sociales básicos; el déficit de responsabilidad, los conflictos internacionales, las crisis internas, la presión de las fuerzas económicas sobre los países más pobres y la migración de las poblaciones, incluso del personal sanitario cualificado, influyen en el Estado moderno y en su capacidad de mantener políticas sanitarias y de bienestar social; el déficit en lo que respecta a la aplicación, muchas intervenciones eficaces dependen del uso de medicamentos esenciales, pero aún hay casi 2.000 millones de personas que no tienen un acceso seguro a ellos; y el déficit de conocimientos, en muchos países no se disponen de los medios necesarios para realizar intervenciones eficaces y en otros que sí disponen de esos medios faltan conocimientos sobre la manera de ampliar su disponibilidad. Por cada bata sanitaria hay nueve uniformes militares en el mundo.
Pero no sólo las enfermedades relacionadas con la pobreza suponen un reto para la comunidad internacional. La OMS predecía hace unas semanas que las enfermedades causadas por la contaminación de los automóviles y las enfermedades crónicas no transmisibles, consecuencia del consumo de tabaco y de otras sustancias nocivas, serían las principales causas de muerte en el mundo dentro de 25 años. El patrón occidental de enfermedad, relacionadas con problemas cardiovasculares y respiratorios, se está exportando de manera progresiva al Sur.
Para contrarrestar las tendencias negativas de los últimos, la OMS propone un “programa de acción sanitaria mundial” que responda a los problemas que afectan a millones de personas en el mundo y a aquellos que puedan surgir en los próximos años. El incremento sostenido e igualitario de la inversión en salud es necesario para la estabilidad y prosperidad de cualquier pueblo. Invertir en salud es invertir contra la pobreza.
- Alberto Sierra es periodista
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.
https://www.alainet.org/es/articulo/119417
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