Llamado urgente a la paz
02/04/2007
- Opinión
No a los planes de agresión a Irán y fuera las tropas de la muerte de Irak y Afganistán, abajo el poder imperial y vivan los pueblos de paz en todos los continentes y en las islas del Pacífico, el Indico, el atlántico y las Antillas mayores y menores-
Vivan nuestros comandantes en jefe Fidel Castro Ruz y Hugo Rafael Chávez frías.
El Obispado de la Iglesia Evangélica de Confesión Luterana en Cuba en reunión solemne con el Cuerpo Eclesiástico Episcopal de la Iglesia y junto al alumnado del Instituto de Teología “Dr. Martín Lutero”, Centro de Estudio de nuestra Institución; acogiéndose a sus principios cristianos comprometidos con la creación de Dios y donde el hombre es muy importante en todo el planeta para cuidar y administrar lo que Dios ha confiado a él, es que llamamos a pronunciarnos de alguna manera contra la Guerra y a favor de la Paz.
Queremos compartir lo que nuestra Iglesia tiene como sus sociales, económico y político para enfrentarnos al enemigo de la humanidad, el Imperialismo Norteamericano liderado hoy por el presidente de turno, George W. Bush.
En estos momentos el mundo se encuentra bajo una nueva amenaza y posible invasión al hermano pueblo de Irán, las consecuencias serán catastrófica para todos, directa o indirectamente lo estaremos sufriendo; el mundo no aguanta más las injusticias, el mundo está en capacidad de recuperar su libertad a través del diálogo pero, a los grandes intereses imperiales no les interesa el diálogo con transparencia, sino que con sus trampas, obligan a los pueblos a responder a las agresiones con agresiones para no desaparecer totalmente. Es la hora de los pueblos a pronunciarse a favor de la Paz y contra la Guerra y es por eso que nos acogemos a nuestro Catecismo y nos expresamos de esta manera:
El cristianismo no puede ser nacionalista; debe ser universal en su visión y apelación porque la guerra apela a la fuerza y el odio y es por lo que la iglesia, por consiguiente, debe apoyar siempre con su influencia todo esfuerzo tendiente a eliminar animosidades y prejuicios contrarios al espíritu y las enseñanzas de Cristo.
La guerra es una fuerza cruda y primitiva. Despierta pasiones que al principio pueden ser generosas y abnegadas, pero al final la guerra traiciona a aquellos que confían en ella. No ofrece seguridad alguna de que sus decisiones hayan de ser justas y equitativas. Deja arrogancia en el corazón del triunfador y resentimiento en el corazón del vencido. Cuando se acepten en su plenitud las enseñanzas de Jesús, la guerra, como medio de resolver las disputas internacionales, morirá, y al morir, el mundo se verá libre de un tirano cruel.
Hasta ahora tenemos que reconocer que no han cesado las hostilidades por lo que no hemos llegado a lograr la Paz. El nacionalismo ha aumentado y la opción por el socialismo del siglo XXI es la esperanza de los pueblos, por lo que por medio del Imperialismo norteamericano y sus aliados priman los resentimientos y el deseo de venganza que dominan el panorama internacional y retardan la conclusión de los tratados de paz.
El miedo y la pobreza abundan. Rivalidades y suspicacias entre las naciones vencedoras, miseria y desesperación entre millones de los vencidos ensombrecen el futuro. Si ha de haber alguna paz en la tierra, ha de venir solamente por medio de esa buena voluntad hacia los hombres que vendrá a través de Revoluciones humanizadas como la Revolución Cubana y la Venezolana entre otras.
Siendo que la guerra es contraria a todos los postulados del amor y la razón por los cuales aboga el cristianismo, la Iglesia debe continuar declarando su pecaminosidad diciendo: “ La guerra envuelve enemistad compulsiva, diabólico ultraje contra la personalidad humana y una injustificable perversión de la verdad. La guerra es un desafío a la justicia de Dios. Además, las nuevas formas de guerra recientemente desarrolladas hacen necesario agregar otra nota a esta condenación, porque la guerra como ahora la conocemos puede destruir toda la vida humana civilizada sobre éste planeta. Puede poner fin decisivamente al ejercicio de aquellas fuerzas curativas y creativas que el cristianismo posee. La iglesia debe emplear su poder espiritual para destruir la guerra, o la guerra destruirá a la iglesia y a la humanidad.
Las condiciones primordiales de la paz residen en la actitud de los hombres. La voluntad de Dios es que todos los hombres sean libres para labrar su propio destino en una sociedad justa en medio de condiciones favorables para la vida abundante, y que participen de los recursos de la tierra qué él ha provisto para todos.En la medida en que la iglesia predique, fomente y practique estas notas cristianas afirmativas, podrá ser un instrumento de profunda y vasta significación en el establecimiento de los fundamentos de la paz.
La iglesia cristiana no debe permanecer complacida en la actual situación mundial, en la cual hay poderosas fuerzas mundiales que, si se las deja sin freno, pueden llevarnos a una indecible miseria y tragedia.
Los cristianos deben rechazar el fatalismo en cuanto a la guerra. La iglesia cristiana tiene la divina obligación de testificar con vigor profético el justo amor de Dios por toda la humanidad, y de apoyar todo paso positivo que de evidencia de la realidad de la comunión cristiana mundial. Creemos por consiguiente que la iglesia debe apoyar la política gubernativa que promueva constructivamente la recuperación económica, el mejoramiento de las condiciones sociales y el respeto democrático por los derechos humanos y las libertades fundamentales.
Los dirigentes religiosos y los hombres encargados de la responsabilidad política deben afrontar un hecho fundamental: que las ideas no pueden ser destruidas por la fuerza militar. Es posible destruir las ciudades de un enemigo, lograr la rendición de sus fuerzas armadas, en una palabra, derrotarlo en cuanto se relaciona con el poder físico para resistir. Pero una ideología no puede ser sofocada con gases venenosos ni demolida con bombas atómicas. Las ideas se conquistan con mejores ideas cuya verdad haya sido demostrada con prácticas que enriquezcan la personalidad.
De acuerdo con la fe cristiana todas las personas, por menos privilegiadas que sean económica o culturalmente y dondequiera que se encuentren, tienen el mismo supremo valor delante de Dios. Protestamos, por consiguiente contra toda forma de dominación de los pueblos sujetos con ventaja para aquellos que están en situación más favorable. Ninguna nación debería embarcarse en una política de expansión colonial o de extensión imperialista de esfera de influencia.
- Rev. Ramón M. Benito Ebanks, Obispo presidente de la Iglesia Evangélica de Confesión Luterana en Cuba
Vivan nuestros comandantes en jefe Fidel Castro Ruz y Hugo Rafael Chávez frías.
El Obispado de la Iglesia Evangélica de Confesión Luterana en Cuba en reunión solemne con el Cuerpo Eclesiástico Episcopal de la Iglesia y junto al alumnado del Instituto de Teología “Dr. Martín Lutero”, Centro de Estudio de nuestra Institución; acogiéndose a sus principios cristianos comprometidos con la creación de Dios y donde el hombre es muy importante en todo el planeta para cuidar y administrar lo que Dios ha confiado a él, es que llamamos a pronunciarnos de alguna manera contra la Guerra y a favor de la Paz.
Queremos compartir lo que nuestra Iglesia tiene como sus sociales, económico y político para enfrentarnos al enemigo de la humanidad, el Imperialismo Norteamericano liderado hoy por el presidente de turno, George W. Bush.
En estos momentos el mundo se encuentra bajo una nueva amenaza y posible invasión al hermano pueblo de Irán, las consecuencias serán catastrófica para todos, directa o indirectamente lo estaremos sufriendo; el mundo no aguanta más las injusticias, el mundo está en capacidad de recuperar su libertad a través del diálogo pero, a los grandes intereses imperiales no les interesa el diálogo con transparencia, sino que con sus trampas, obligan a los pueblos a responder a las agresiones con agresiones para no desaparecer totalmente. Es la hora de los pueblos a pronunciarse a favor de la Paz y contra la Guerra y es por eso que nos acogemos a nuestro Catecismo y nos expresamos de esta manera:
El cristianismo no puede ser nacionalista; debe ser universal en su visión y apelación porque la guerra apela a la fuerza y el odio y es por lo que la iglesia, por consiguiente, debe apoyar siempre con su influencia todo esfuerzo tendiente a eliminar animosidades y prejuicios contrarios al espíritu y las enseñanzas de Cristo.
La guerra es una fuerza cruda y primitiva. Despierta pasiones que al principio pueden ser generosas y abnegadas, pero al final la guerra traiciona a aquellos que confían en ella. No ofrece seguridad alguna de que sus decisiones hayan de ser justas y equitativas. Deja arrogancia en el corazón del triunfador y resentimiento en el corazón del vencido. Cuando se acepten en su plenitud las enseñanzas de Jesús, la guerra, como medio de resolver las disputas internacionales, morirá, y al morir, el mundo se verá libre de un tirano cruel.
Hasta ahora tenemos que reconocer que no han cesado las hostilidades por lo que no hemos llegado a lograr la Paz. El nacionalismo ha aumentado y la opción por el socialismo del siglo XXI es la esperanza de los pueblos, por lo que por medio del Imperialismo norteamericano y sus aliados priman los resentimientos y el deseo de venganza que dominan el panorama internacional y retardan la conclusión de los tratados de paz.
El miedo y la pobreza abundan. Rivalidades y suspicacias entre las naciones vencedoras, miseria y desesperación entre millones de los vencidos ensombrecen el futuro. Si ha de haber alguna paz en la tierra, ha de venir solamente por medio de esa buena voluntad hacia los hombres que vendrá a través de Revoluciones humanizadas como la Revolución Cubana y la Venezolana entre otras.
Siendo que la guerra es contraria a todos los postulados del amor y la razón por los cuales aboga el cristianismo, la Iglesia debe continuar declarando su pecaminosidad diciendo: “ La guerra envuelve enemistad compulsiva, diabólico ultraje contra la personalidad humana y una injustificable perversión de la verdad. La guerra es un desafío a la justicia de Dios. Además, las nuevas formas de guerra recientemente desarrolladas hacen necesario agregar otra nota a esta condenación, porque la guerra como ahora la conocemos puede destruir toda la vida humana civilizada sobre éste planeta. Puede poner fin decisivamente al ejercicio de aquellas fuerzas curativas y creativas que el cristianismo posee. La iglesia debe emplear su poder espiritual para destruir la guerra, o la guerra destruirá a la iglesia y a la humanidad.
Las condiciones primordiales de la paz residen en la actitud de los hombres. La voluntad de Dios es que todos los hombres sean libres para labrar su propio destino en una sociedad justa en medio de condiciones favorables para la vida abundante, y que participen de los recursos de la tierra qué él ha provisto para todos.En la medida en que la iglesia predique, fomente y practique estas notas cristianas afirmativas, podrá ser un instrumento de profunda y vasta significación en el establecimiento de los fundamentos de la paz.
La iglesia cristiana no debe permanecer complacida en la actual situación mundial, en la cual hay poderosas fuerzas mundiales que, si se las deja sin freno, pueden llevarnos a una indecible miseria y tragedia.
Los cristianos deben rechazar el fatalismo en cuanto a la guerra. La iglesia cristiana tiene la divina obligación de testificar con vigor profético el justo amor de Dios por toda la humanidad, y de apoyar todo paso positivo que de evidencia de la realidad de la comunión cristiana mundial. Creemos por consiguiente que la iglesia debe apoyar la política gubernativa que promueva constructivamente la recuperación económica, el mejoramiento de las condiciones sociales y el respeto democrático por los derechos humanos y las libertades fundamentales.
Los dirigentes religiosos y los hombres encargados de la responsabilidad política deben afrontar un hecho fundamental: que las ideas no pueden ser destruidas por la fuerza militar. Es posible destruir las ciudades de un enemigo, lograr la rendición de sus fuerzas armadas, en una palabra, derrotarlo en cuanto se relaciona con el poder físico para resistir. Pero una ideología no puede ser sofocada con gases venenosos ni demolida con bombas atómicas. Las ideas se conquistan con mejores ideas cuya verdad haya sido demostrada con prácticas que enriquezcan la personalidad.
De acuerdo con la fe cristiana todas las personas, por menos privilegiadas que sean económica o culturalmente y dondequiera que se encuentren, tienen el mismo supremo valor delante de Dios. Protestamos, por consiguiente contra toda forma de dominación de los pueblos sujetos con ventaja para aquellos que están en situación más favorable. Ninguna nación debería embarcarse en una política de expansión colonial o de extensión imperialista de esfera de influencia.
- Rev. Ramón M. Benito Ebanks, Obispo presidente de la Iglesia Evangélica de Confesión Luterana en Cuba
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