Violencia contra las mujeres: un problema de todos y todas
07/05/2007
- Opinión
La violencia contra las mujeres es un problema que siempre ha estados presente en nuestra sociedad, caracterizada por una mentalidad machista que acepta y facilita la dominación de los hombres sobre las mujeres. Esa dominación machista, ha sido alimentada a lo largo del tiempo por dos ideas fundamentales: la propiedad privada y la separación entre lo público y lo privado.
La primera es una idea capitalista que distingue a los dueños de una propiedad, de quienes no lo son. En una sociedad como la guatemalteca, la mayoría de los propietarios son hombres, y no por casualidad, sino porque el reconocimiento de la ciudadanía y de los derechos económicos de las mujeres, ha llegado con muchísimo retraso, en relación a los hombres. Hasta hace poco, algunas entidades crediticias negaban los créditos a las mujeres que viven solas con sus hijos, porque no se les quería reconocer como “jefas de hogar”, ya que tradicionalmente, el “jefe del hogar” es un hombre. Y esto sucedía, a pesar de la reforma al Código Civil, que reconoce como jefes del hogar, tanto al padre como a la madre de familia.
Pero ustedes dirán, ¿qué tiene que ver la propiedad privada con la violencia contra las mujeres? En otros países se han realizado estudios, que demuestran que los hombres consideran a las mujeres que están en su territorio (madres, esposas, hijas, nietas, hijastras, hermanas, etc.) como parte de su propiedad privada. Esa idea les lleva a tomar decisiones sobre ellas y a disponer de sus vidas y sus cuerpos, como si fueran sólo una extensión de su territorio. Y para que esto suceda, no es necesario que los hombres sean dueños de tierras. Lo que estoy diciendo, es que la idea de propiedad privada, es aplicada por los hombres a las mujeres y en muchos casos, esa idea es aceptada por ellas.
Por su parte, la idea de la separación entre lo público y lo privado, también ha favorecido al machismo, debido a que se ha hecho una división social del trabajo, que sitúa a las mujeres en el mundo de lo privado, del hogar, y a los hombres en el mundo de lo público, de la calle. Esa división del trabajo, permite a los hombres tener mayor control y dominio sobre las mujeres en su mundo privado, “su propiedad”, por dos razones principales.
La primera, es si los hombres son los que trabajan fuera del hogar, son los que proveen, los que manejan el dinero, los que tienen el poder económico frente a las mujeres. La segunda, es el hecho de que las mujeres que viven en su territorio, forman parte de su mundo privado, y eso le da impunidad para cometer todo tipo de actos violentos contra ellas sin que nadie intervenga, bajo el pretexto de que se trata de problemas familiares o de pareja. De ahí que constantemente escuchemos refranes como aquél que dice: “Entre marido y mujer, nadie se debe meter” y eso se convierte en un mandato social que deja a las mujeres en una situación de indefensión total y a los hombres en una posición de control total e impunidad. Y aunque existe la ley de violencia intrafamiliar, que por cierto no es una ley que regula específicamente la violencia de los hombres contra las mujeres (violencia de género), todavía son muy pocas las mujeres que se atreven a denunciar a sus victimarios.
En los últimos años hemos visto cómo la violencia contra las mujeres ha ido en aumento y ha atravesado las paredes de la casa, del mundo de lo privado, convirtiendo a la calle en un sitio de alta peligrosidad para todas las mujeres, a diferentes niveles. Los asesinatos de mujeres son anunciados diariamente por los medios de comunicación; si las cifras son espeluznantes, las formas como se cometen los crímenes lo son todavía más. Los cuerpos sin vida de mujeres jóvenes, son encontrados con señales de violación sexual y con evidencias de haber sido torturadas y asesinadas con saña. Lo peor de todo, es que en estos crímenes que se comenten en el mundo de lo público, la impunidad también está presente, porque en la gran mayoría de los casos, las autoridades señalan que están investigando, pero no se logra dar con los responsables.
Lo más triste del caso, es que por el pensamiento machista que domina en esta sociedad, la población guatemalteca y hasta la prensa, tienden a responsabilizar a la víctima por el crimen que se cometió contra ella misma, es decir, la re-victimizan, con frases como: “¿quién sabe en qué andaba metida?”, “andaba vestida con ropa provocadora”, “dicen que era novia de un marero”, “eso le pasó por andar de noche en la calle”, etc., con lo cual se justifican los asesinatos brutales de cientos de mujeres a manos de hombres que se creen con el derecho a decidir sobre sus cuerpos y sus vidas.
Talvez es momento de hacer un alto en el camino y analizar con más detenimiento el problema de la violencia contra las mujeres en Guatemala y el pensamiento machista que lo favorece, porque es una realidad que no está lejos de ser la nuestra o la de nuestras hijas o hermanas. La violencia contra las mujeres es una realidad que se puede y se debe cambiar, empezando por cuestionar nuestra mentalidad machista que la produce y reproduce.
Guatemala, 8 de mayo de 2007.
Fuente: Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales en Guatemala (AVANCSO)
http://www.avancso.org.gt
La primera es una idea capitalista que distingue a los dueños de una propiedad, de quienes no lo son. En una sociedad como la guatemalteca, la mayoría de los propietarios son hombres, y no por casualidad, sino porque el reconocimiento de la ciudadanía y de los derechos económicos de las mujeres, ha llegado con muchísimo retraso, en relación a los hombres. Hasta hace poco, algunas entidades crediticias negaban los créditos a las mujeres que viven solas con sus hijos, porque no se les quería reconocer como “jefas de hogar”, ya que tradicionalmente, el “jefe del hogar” es un hombre. Y esto sucedía, a pesar de la reforma al Código Civil, que reconoce como jefes del hogar, tanto al padre como a la madre de familia.
Pero ustedes dirán, ¿qué tiene que ver la propiedad privada con la violencia contra las mujeres? En otros países se han realizado estudios, que demuestran que los hombres consideran a las mujeres que están en su territorio (madres, esposas, hijas, nietas, hijastras, hermanas, etc.) como parte de su propiedad privada. Esa idea les lleva a tomar decisiones sobre ellas y a disponer de sus vidas y sus cuerpos, como si fueran sólo una extensión de su territorio. Y para que esto suceda, no es necesario que los hombres sean dueños de tierras. Lo que estoy diciendo, es que la idea de propiedad privada, es aplicada por los hombres a las mujeres y en muchos casos, esa idea es aceptada por ellas.
Por su parte, la idea de la separación entre lo público y lo privado, también ha favorecido al machismo, debido a que se ha hecho una división social del trabajo, que sitúa a las mujeres en el mundo de lo privado, del hogar, y a los hombres en el mundo de lo público, de la calle. Esa división del trabajo, permite a los hombres tener mayor control y dominio sobre las mujeres en su mundo privado, “su propiedad”, por dos razones principales.
La primera, es si los hombres son los que trabajan fuera del hogar, son los que proveen, los que manejan el dinero, los que tienen el poder económico frente a las mujeres. La segunda, es el hecho de que las mujeres que viven en su territorio, forman parte de su mundo privado, y eso le da impunidad para cometer todo tipo de actos violentos contra ellas sin que nadie intervenga, bajo el pretexto de que se trata de problemas familiares o de pareja. De ahí que constantemente escuchemos refranes como aquél que dice: “Entre marido y mujer, nadie se debe meter” y eso se convierte en un mandato social que deja a las mujeres en una situación de indefensión total y a los hombres en una posición de control total e impunidad. Y aunque existe la ley de violencia intrafamiliar, que por cierto no es una ley que regula específicamente la violencia de los hombres contra las mujeres (violencia de género), todavía son muy pocas las mujeres que se atreven a denunciar a sus victimarios.
En los últimos años hemos visto cómo la violencia contra las mujeres ha ido en aumento y ha atravesado las paredes de la casa, del mundo de lo privado, convirtiendo a la calle en un sitio de alta peligrosidad para todas las mujeres, a diferentes niveles. Los asesinatos de mujeres son anunciados diariamente por los medios de comunicación; si las cifras son espeluznantes, las formas como se cometen los crímenes lo son todavía más. Los cuerpos sin vida de mujeres jóvenes, son encontrados con señales de violación sexual y con evidencias de haber sido torturadas y asesinadas con saña. Lo peor de todo, es que en estos crímenes que se comenten en el mundo de lo público, la impunidad también está presente, porque en la gran mayoría de los casos, las autoridades señalan que están investigando, pero no se logra dar con los responsables.
Lo más triste del caso, es que por el pensamiento machista que domina en esta sociedad, la población guatemalteca y hasta la prensa, tienden a responsabilizar a la víctima por el crimen que se cometió contra ella misma, es decir, la re-victimizan, con frases como: “¿quién sabe en qué andaba metida?”, “andaba vestida con ropa provocadora”, “dicen que era novia de un marero”, “eso le pasó por andar de noche en la calle”, etc., con lo cual se justifican los asesinatos brutales de cientos de mujeres a manos de hombres que se creen con el derecho a decidir sobre sus cuerpos y sus vidas.
Talvez es momento de hacer un alto en el camino y analizar con más detenimiento el problema de la violencia contra las mujeres en Guatemala y el pensamiento machista que lo favorece, porque es una realidad que no está lejos de ser la nuestra o la de nuestras hijas o hermanas. La violencia contra las mujeres es una realidad que se puede y se debe cambiar, empezando por cuestionar nuestra mentalidad machista que la produce y reproduce.
Guatemala, 8 de mayo de 2007.
Fuente: Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales en Guatemala (AVANCSO)
http://www.avancso.org.gt
https://www.alainet.org/es/articulo/121008
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