De repente, en las calles de EE.UU...
29/03/2006
- Opinión
La vida de las personas es así. A veces, se piensa que, porque están quietas, están sumisas y dominadas. No es verdad. La quietud también puede ser resistencia y lucha. Cuando el dolor es intenso y la opresión pesada, siempre es tiempo de aquietarse y preparar el terreno para nuevas siembras que germinarán. Entonces, cuando los dominadores estén tranquilos, descansando sobre la paz de cementerio que construyeron, los pequeños brotes comenzarán a retoñar en el suelo, labrado con sangre, sudor y lágrimas. Ahí, aquellos que se curvaban, quietos, asoman gigantes. Es hora de la cosecha. Es lo que acontece ahora mismo en las calles de centenares de ciudades de Estados Unidos.
Durante largos años, inmigrantes hispanos, árabes, asiáticos y africanos, dirigieron para allá todos sus sueños, ilusionados con la tierra de “leche y miel” que parecía ser aquel lugar. Tierra de las oportunidades, bastión de la libertad y de la democracia, donde quién quisiera podría hacerse rico y famoso. En búsqueda de esa promesa, oleadas cada vez más numerosas de personas se aventuran a cruzar desiertos, ríos caudalosos, muros de la muerte y océanos. Y lo que encuentran es sufrimiento, dolor, subempleo, cárcel, exclusión de la vida digna. La propia fábrica de sueños, Hollywood, ya mostró en varios de sus películas la desgracia de ser inmigrante en el país del Tío Sam. Aun así, miles de seres siguen arriesgando sus vidas para cruzar la frontera. Hoy, son millones los que consiguieron entrar, y componen casi la mitad de la población estadounidense.
Buena parte de esa gente que llegó al país vive como “ilegal”. Son nadie, personas sin documentos y sin ciudadanía. Hasta hoy han conseguido vivir con empleos subalternos, pasando las peores privaciones. Por ser “ilegales”, los empleadores se dan el derecho de explotarles al máximo y ellos se someten, esperando que algún día puedan alcanzar la “oportunidad”. Pero, ahora, en el segundo mandato de George Bush, las cosas han empeorado. Se tramitan en el Congreso estadounidense varias propuestas de ley anti-inmigración.
Con la misma –vieja y desgastada– excusa de que todo inmigrante es un terrorista en potencia, el gobierno pretende endurecer aún más el control en las fronteras del país, impidiendo la entrada de lo que considera “gente de segunda”. Es más, pretende criminalizar la situación de personas en situación ilegal y castigar a quién las emplea. Otra idea es la de crear la institución de empleo temporal para “trabajadores huéspedes”, válido sólo para los empleos que los estadounidenses no quisieran. Propuesta considerada degradante, pero muy propicia para los empresarios locales. Tendrán mano de obra barata y no correrán el riesgo de tener “esa gente” allá por mucho tiempo, visto que pasado el plazo, ellos serán obligados a volver hacia el país de origen.
La bolsa de maldades no se queda ahí. Entre las propuestas que surgen en el Congreso está una que es de una espectacular sordidez: cobrar a los propios inmigrantes un impuesto y, con los recursos recaudados, hacer un muro aún más seguro del que ya existe en la frontera con México. Allí, desde 1994, más de cuatro mil personas (datos oficiales) han muerto intentando cruzar el muro.
Según los mexicanos, el número de desaparecidos es mucho mayor, y sólo el último año el número de muertes llegó a 500. Con la nueva ley, también los organismos de derechos humanos o los que presten cualquier ayuda a inmigrantes sufrirán el rigor de la ley. El cerco contra los inmigrantes estará completamente cerrado. Para tener una idea, el departamento de inmigración está actualmente bajo el comando de la Seguridad Nacional.
Este debate anti-inmigración ha sido la gota de agua que derramó la rebeldía. De repente, aquellos seres que vivían escondiéndose, en los alcantarillados, en la oscuridad, decidieron salir a las calles en marchas de protesta. En todas las ciudades –inclusive en Washington- se están realizando marchas cada día mayores, y recibiendo el apoyo de estudiantes y luchadores sociales. Sin querer, el gobierno estadounidense encendió una mecha y provocó a la gente. Los hombres y mujeres quietos comienzan a hablar.
El Foro Social Fronterizo
El terreno de la rebeldía ya venía siendo sembrado desde hace años, en las catacumbas de las grandes metrópolis estadounidenses, donde la población hispana es cada vez mayor. Hoy, son más de 11 millones de personas oriundas de la inmigración que viven en el país -gran parte de ellas mexicanas- cansadas de ser tratadas como gente de segunda clase. Esos seres son los que están ahora en las calles. Ya no aceptan ser llamados ilegales. “Ningún ser humano es ilegal. Ilegal es quien genera la pobreza y obliga a las personas a salir de sus lugares ancestrales”, dicen los organizadores del primer Foro Social Fronterizo, que se realizará en Ciudad Juarez, en México. La propuesta es hacer una gran caminata, con gente de todo el mundo, hasta el muro que separa México de Estados Unidos, y cruzarlo.
Los inmigrantes mexicanos, principalmente, tienen motivos de sobra para exigir respeto en las tierras del Tío Sam, incluso porque prácticamente la mitad de Estados Unidos (lo que hoy son los estados de Texas, Nevada, Utah, Colorado, Nuevo México, Arizona y California) pertenecía a México hasta 1847, cuando, a través de una acción militar, fue usurpada. Desde entonces, la frontera diseñada bajo el peso de las armas ha sido ferozmente vigilada y millones de personas ya murieron intentando pasar. “Lo que sucede en la frontera con EE.UU. es un genocidio que se extiende por 500 años. Mucho antes de que exista la nación estadounidense, las personas ya cruzaban aquellas tierras y ese derecho ya no puede ser negado. Por ello vamos a hacer el foro, y vamos a cruzar el muro, pase lo que pase”, afirma Sandra Soto, una de las organizadoras.
La caminata en dirección al muro ya comenzó. De varios lugares de México ya salieron manifestantes. Ellos deben entrar en la ciudad de Chiguagua el día 22 de abril y de allí seguir hasta Ciudad Juárez, donde se realizará el Foro, del 1 al 7 de mayo. “El centro va a ser Ciudad Juárez, porque es allí donde está más caracterizado el ‘homo capitalistas’”, dice Sandra. En esa región están instaladas centenares de fábricas y empresas multinacionales, que emplean a más de 500 mil mujeres en un régimen de semi-esclavitud. Según denuncias de los organizadores del Foro, hay noticias de la desaparición de más de cuatro mil mujeres. Todas ellas, en algún momento, se rebelaron contra el sistema de trabajo opresor. “Allí, cuando las mujeres se empoderan, se las mata sin piedad. Por eso, ellas no pueden confiar en nada ni en nadie. Por eso, ellas necesitan de la fuerza de los trabajadores de todo el mundo, para que puedan organizarse en seguridad”.
La fecha del siete de mayo, convocada para la derrumbada del muro, no fue escogida al azar. Ella es histórica para los trabajadores y campesinos de México. Fue ese día, durante la revolución mexicana de inicios del siglo XX, que el gran comandante de los Ejércitos del Norte, Pancho Villa, entró victorioso en Ciudad Juárez, inaugurando un tiempo de poder popular. “Nosotros vamos a hacer el mismo. Vamos a entrar victoriosos en la ciudad y derrumbar el muro de la vergüenza, en nombre de la libertad y de la felicidad”.
Los organizadores del Foro Social Fronterizo están convocando a activistas de todo el planeta para ese hecho histórico. Y ahora, no hay mejor hora. Del lado mexicano, la gente camina en dirección al muro. Del lado estadounidense, aquellos que se mantenían en silencio comienzan a decir su palabra, tomar las calles, exigir derechos. De nuevo, está en marcha el “tren subterráneo”, una ruta, no de fuga, sino de llegada. El país de Bush comienza una hora histórica. Es cierto que los motivos de las marchas y de la rebeldía responde a un llamamiento muy particular, pero, por otro lado, cuando la gente se despierta y sale de la letargia, quien puede saber donde van a parar? Que sea sabia y haga temblar el imperio...
Elaine Tavares es periodista del Observatorio Latinoamericano de la Universidad Federal de Santa Catarina (OLA/UFSC). www.ola.cse.ufsc.br
Durante largos años, inmigrantes hispanos, árabes, asiáticos y africanos, dirigieron para allá todos sus sueños, ilusionados con la tierra de “leche y miel” que parecía ser aquel lugar. Tierra de las oportunidades, bastión de la libertad y de la democracia, donde quién quisiera podría hacerse rico y famoso. En búsqueda de esa promesa, oleadas cada vez más numerosas de personas se aventuran a cruzar desiertos, ríos caudalosos, muros de la muerte y océanos. Y lo que encuentran es sufrimiento, dolor, subempleo, cárcel, exclusión de la vida digna. La propia fábrica de sueños, Hollywood, ya mostró en varios de sus películas la desgracia de ser inmigrante en el país del Tío Sam. Aun así, miles de seres siguen arriesgando sus vidas para cruzar la frontera. Hoy, son millones los que consiguieron entrar, y componen casi la mitad de la población estadounidense.
Buena parte de esa gente que llegó al país vive como “ilegal”. Son nadie, personas sin documentos y sin ciudadanía. Hasta hoy han conseguido vivir con empleos subalternos, pasando las peores privaciones. Por ser “ilegales”, los empleadores se dan el derecho de explotarles al máximo y ellos se someten, esperando que algún día puedan alcanzar la “oportunidad”. Pero, ahora, en el segundo mandato de George Bush, las cosas han empeorado. Se tramitan en el Congreso estadounidense varias propuestas de ley anti-inmigración.
Con la misma –vieja y desgastada– excusa de que todo inmigrante es un terrorista en potencia, el gobierno pretende endurecer aún más el control en las fronteras del país, impidiendo la entrada de lo que considera “gente de segunda”. Es más, pretende criminalizar la situación de personas en situación ilegal y castigar a quién las emplea. Otra idea es la de crear la institución de empleo temporal para “trabajadores huéspedes”, válido sólo para los empleos que los estadounidenses no quisieran. Propuesta considerada degradante, pero muy propicia para los empresarios locales. Tendrán mano de obra barata y no correrán el riesgo de tener “esa gente” allá por mucho tiempo, visto que pasado el plazo, ellos serán obligados a volver hacia el país de origen.
La bolsa de maldades no se queda ahí. Entre las propuestas que surgen en el Congreso está una que es de una espectacular sordidez: cobrar a los propios inmigrantes un impuesto y, con los recursos recaudados, hacer un muro aún más seguro del que ya existe en la frontera con México. Allí, desde 1994, más de cuatro mil personas (datos oficiales) han muerto intentando cruzar el muro.
Según los mexicanos, el número de desaparecidos es mucho mayor, y sólo el último año el número de muertes llegó a 500. Con la nueva ley, también los organismos de derechos humanos o los que presten cualquier ayuda a inmigrantes sufrirán el rigor de la ley. El cerco contra los inmigrantes estará completamente cerrado. Para tener una idea, el departamento de inmigración está actualmente bajo el comando de la Seguridad Nacional.
Este debate anti-inmigración ha sido la gota de agua que derramó la rebeldía. De repente, aquellos seres que vivían escondiéndose, en los alcantarillados, en la oscuridad, decidieron salir a las calles en marchas de protesta. En todas las ciudades –inclusive en Washington- se están realizando marchas cada día mayores, y recibiendo el apoyo de estudiantes y luchadores sociales. Sin querer, el gobierno estadounidense encendió una mecha y provocó a la gente. Los hombres y mujeres quietos comienzan a hablar.
El Foro Social Fronterizo
El terreno de la rebeldía ya venía siendo sembrado desde hace años, en las catacumbas de las grandes metrópolis estadounidenses, donde la población hispana es cada vez mayor. Hoy, son más de 11 millones de personas oriundas de la inmigración que viven en el país -gran parte de ellas mexicanas- cansadas de ser tratadas como gente de segunda clase. Esos seres son los que están ahora en las calles. Ya no aceptan ser llamados ilegales. “Ningún ser humano es ilegal. Ilegal es quien genera la pobreza y obliga a las personas a salir de sus lugares ancestrales”, dicen los organizadores del primer Foro Social Fronterizo, que se realizará en Ciudad Juarez, en México. La propuesta es hacer una gran caminata, con gente de todo el mundo, hasta el muro que separa México de Estados Unidos, y cruzarlo.
Los inmigrantes mexicanos, principalmente, tienen motivos de sobra para exigir respeto en las tierras del Tío Sam, incluso porque prácticamente la mitad de Estados Unidos (lo que hoy son los estados de Texas, Nevada, Utah, Colorado, Nuevo México, Arizona y California) pertenecía a México hasta 1847, cuando, a través de una acción militar, fue usurpada. Desde entonces, la frontera diseñada bajo el peso de las armas ha sido ferozmente vigilada y millones de personas ya murieron intentando pasar. “Lo que sucede en la frontera con EE.UU. es un genocidio que se extiende por 500 años. Mucho antes de que exista la nación estadounidense, las personas ya cruzaban aquellas tierras y ese derecho ya no puede ser negado. Por ello vamos a hacer el foro, y vamos a cruzar el muro, pase lo que pase”, afirma Sandra Soto, una de las organizadoras.
La caminata en dirección al muro ya comenzó. De varios lugares de México ya salieron manifestantes. Ellos deben entrar en la ciudad de Chiguagua el día 22 de abril y de allí seguir hasta Ciudad Juárez, donde se realizará el Foro, del 1 al 7 de mayo. “El centro va a ser Ciudad Juárez, porque es allí donde está más caracterizado el ‘homo capitalistas’”, dice Sandra. En esa región están instaladas centenares de fábricas y empresas multinacionales, que emplean a más de 500 mil mujeres en un régimen de semi-esclavitud. Según denuncias de los organizadores del Foro, hay noticias de la desaparición de más de cuatro mil mujeres. Todas ellas, en algún momento, se rebelaron contra el sistema de trabajo opresor. “Allí, cuando las mujeres se empoderan, se las mata sin piedad. Por eso, ellas no pueden confiar en nada ni en nadie. Por eso, ellas necesitan de la fuerza de los trabajadores de todo el mundo, para que puedan organizarse en seguridad”.
La fecha del siete de mayo, convocada para la derrumbada del muro, no fue escogida al azar. Ella es histórica para los trabajadores y campesinos de México. Fue ese día, durante la revolución mexicana de inicios del siglo XX, que el gran comandante de los Ejércitos del Norte, Pancho Villa, entró victorioso en Ciudad Juárez, inaugurando un tiempo de poder popular. “Nosotros vamos a hacer el mismo. Vamos a entrar victoriosos en la ciudad y derrumbar el muro de la vergüenza, en nombre de la libertad y de la felicidad”.
Los organizadores del Foro Social Fronterizo están convocando a activistas de todo el planeta para ese hecho histórico. Y ahora, no hay mejor hora. Del lado mexicano, la gente camina en dirección al muro. Del lado estadounidense, aquellos que se mantenían en silencio comienzan a decir su palabra, tomar las calles, exigir derechos. De nuevo, está en marcha el “tren subterráneo”, una ruta, no de fuga, sino de llegada. El país de Bush comienza una hora histórica. Es cierto que los motivos de las marchas y de la rebeldía responde a un llamamiento muy particular, pero, por otro lado, cuando la gente se despierta y sale de la letargia, quien puede saber donde van a parar? Que sea sabia y haga temblar el imperio...
Elaine Tavares es periodista del Observatorio Latinoamericano de la Universidad Federal de Santa Catarina (OLA/UFSC). www.ola.cse.ufsc.br
https://www.alainet.org/es/articulo/121096
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