Entre riesgos y esperanzas
- Opinión
La Habana
En los últimos cuatro años se han producido cambios sustantivos en el escenario de integración, en relación al que había predominado en la década de los años 90 y a inicios del milenio. Los rasgos que dominaron el contexto de la integración en dicha década pueden resumirse en: la relativa homogeneidad de las políticas económicas de matriz neoliberal aplicadas por los gobiernos latinoamericanos; la instalación del ALCA como uno de los pilares de la política exterior norteamericana hacia la región y como complemento del proceso de acumulación de sus empresas transnacionales; el consenso de los gobiernos latinoamericanos en torno al proyecto hemisférico como motor del crecimiento económico y de optimización de la inserción latinoamericana en la economía mundial -este consenso se mantuvo hasta después de la ministerial celebrada en Quito, en noviembre de 2002-.
Entre el 2003 y el 2004 las negociaciones del ALCA permanecieron estancadas por la negativa norteamericana a incluir el tema de los subsidios agrícolas en ese ámbito, y se visibilizaron las primeras señales de ruptura del consenso de readhesión al proyecto hemisférico, lo cual se manifestó en las reservas explícitas de Venezuela, de una parte, y en la emergencia de la propuesta brasileña del “ALCA light”, de otra.
En noviembre de 2005, durante la Cumbre de Mar del Plata, a pesar de los avances que ya en ese momento mostraban los Tratados de Libre Comercio (TLC), se produjo un salto cualitativo en la resistencia: la ruptura formal del consenso hemisférico de lealtad incondicional al ALCA, resultante del rechazo público de Venezuela y el MERCOSUR a negociar el acuerdo en los términos planteados por Estados Unidos.
Del ALCA a los TLC
Ante los cambios políticos en el área y las contradicciones no resueltas en el proceso negociador del ALCA[1], los países de la región desarrollaron respuestas diferenciadas que dieron lugar a un complejo proceso de reconfiguración de los espacios de integración, el cual se materializó en la desarticulación, rearticulación y emergencia de nuevos espacios de integración.
Esa reconfiguración ha supuesto un alineamiento visible por parte de los países centroamericanos, andinos (excepto Venezuela y Bolivia) y caribeños (quienes no han negociado aún, pero que han planteado explícitamente su interés en hacerlo) con la propuesta norteamericana sucedánea del ALCA: los TLC. La oferta de acceso al mercado norteamericano, unida al complejo entramado de intereses forjados en torno a los procesos de privatización y desnacionalización, fueron factores decisivos en el debilitamiento de las posibles resistencias al proyecto, especialmente en las subregiones beneficiarias de iniciativas unilaterales de carácter temporal, para las cuales la renovación de esos beneficios se vinculó a la aceptación de las exigencias de los TLC. Así, la decisión de los gobiernos centroamericanos y dominicano de suscribir el CAFTA-DR estuvo asentada en la estructura económica de sus países, en su forma de inserción en las cadenas de valor de Estados Unidos y en la preservación de las preferencias de acceso al mercado norteamericano, obtenidas por esa región bajo la CBTPA; mientras para los dos países andinos que concluyeron la negociación fue decisivo el temor a perder las preferencias otorgadas por la ATPDEA[2].
El MERCOSUR, por su parte, encara a Estados Unidos en defensa de los intereses de sectores económicos domésticos, para los cuales las ventajas del ALCA se asocian a la eliminación de las medidas de apoyo interno a los productores agrícolas, protegiéndolos de productores externos más competitivos, como podrían ser Brasil y Argentina ( tercer y quinto exportador mundiales de alimentos, respectivamente).
La disidencia venezolana, a diferencia de las anteriores, cuestiona los fundamentos y contenido de la propuesta norteamericana.
Ejes de integración
En el actual escenario de integración latinoamericana es posible identificar tres ejes de integración que se diferencian por el papel y el tipo de integración que proponen: el de Estados Unidos, el de Brasil y el de Venezuela. Lo más relevante de esta diversificación de propuestas es la emergencia de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) que, a diferencia de las restantes, no apunta a potenciar las bases de desarrollo del capitalismo. En ese sentido, desde la perspectiva de ALBA, se desprenden dos tipos de proyectos vinculados entre sí: las acciones en espacios donde ALBA se convierte en un elemento articulador de un nuevo modelo de relaciones sociales, y aquellas en las cuales iniciativas encaminadas a favorecer a sus poblaciones o a la preservación/protección de la capacidad regulatoria de los Estados nacionales se convierten en un reto para remover las estructuras y el modelo económico que sustenta el orden hegemónico.
La radicalización de los procesos políticos que se desarrollan en la región puede actuar como elemento de ruptura de la unidad en determinados espacios y como alentadores de otros, tal como ocurrió con la salida de Venezuela de la Comunidad Andina y su posterior incorporación como miembro pleno del MERCOSUR.
No obstante, la buena nueva del fortalecimiento de la propuesta de ALBA, con la reciente incorporación de Bolivia y el acercamiento bajo diversas formas de otros países a las propuestas de ALBA, los TLC han producido una fractura de los procesos de integración que no debe subestimarse.
El CAFTA y el TLC andino minaron el Mercado Común Centroamericano (MCCA) y la Comunidad Andina de Naciones (CAN), a contrapelo de que el ALCA había declarado la posibilidad de coexistencia con ellos. La dudosa credibilidad de la coexistencia fue tolerada, aunque con muchas interrogantes, sólo hasta el momento en que hubo de confrontarse la normativa de los TLC con la de los esquemas de integración, momento en que se puso de manifiesto la primacía de los primeros y la consiguiente necesidad de realizar cambios para compatibilizarlos. La entrada en vigor de los TLC ha estado precedida del desmantelamiento de las regulaciones que contradigan su letra. Desde esta perspectiva, la reconfiguración de los espacios de integración asociada a los TLC supone la destrucción o superación (negativa) de los esquemas históricos.
Integración alternativa
Por su parte, la aún embrionaria concepción y práctica de ALBA es sometida a crítica, tanto por los comprometidos con un proyecto de transformación profundo, como por aquellos que aspiran a un capitalismo con rostro humano. Entonces, aparecen algunas interrogantes: ¿alternativa a qué?, ¿al proyecto neoliberal o al sistema de dominación del capital?
Plantearse una opción o alternativa al modelo neoliberal, supone políticamente un elemento de diferenciación en términos de distribución de la riqueza, pero no necesariamente de las condiciones que la determinan y le ponen límites. La confrontación con el neoliberalismo es un primer escalón en la construcción de alternativas, pero existen diferencias entre construir una sociedad sobre bases diferentes y gestionar una política de distribución menos regresiva en los marcos del capitalismo. Cualquier proyecto alternativo, en tanto emancipador, tendrá que confrontar el capitalismo; ALBA se mueve en esa frontera, su desafío es trascenderla.
De otra parte, una integración alternativa precisa ser colocada en el imaginario latinoamericano como parte de la solución de los problemas, tiene que irradiar seguridad y no los clásicos temores asociados a las experiencias anteriores sobre pérdidas de puestos de trabajo, desplazamiento de las inversiones, desbalances comerciales, etc. ALBA ha hecho una contribución importante en ese sentido: su foco no es el comercio, su centralidad es lo social y ha contribuido con acciones que “tocan” la vida cotidiana de los latinoamericanos, al mostrar que existen otras formas de relacionarse entre los países.
Una integración alternativa tiene que generar sinergias económicas que reproduzcan un sistema de relaciones diferentes, bajo formas de regulación económica y social diferentes a las aplicadas por el neoliberalismo y por el capitalismo. Hoy ALBA se asienta más en la voluntad política de los gobiernos que participan del proyecto, que en estructuras económicas. La construcción de las bases económicas de su sustento es uno de los mayores desafíos del proyecto, el otro es lograr una capacidad defensiva de ese nuevo espacio.
Los retos son monumentales, las esperanzas también
Lourdes María Regueiro Bello es investigadora del Centro de Estudios sobre América (CEA).en La Habana.
Del mismo autor
- Entre riesgos y esperanzas 04/12/2006
Clasificado en
Clasificado en:
