Nuevo plan golpista

06/06/2007
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  • Opinión
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La guerra mediática sube de tono en preparación de otro golpe de Estado
en Venezuela. Se la ataca a los cuatro vientos, en palabras clonadas de
Washington, por el “cierre” de un canal de televisión y “la ausencia de
libertad de expresión”. El pretexto es la no renovación de la concesión -
hecho frecuente en muchos países- a Radio Caracas Televisión (RCTV), que
la usufructuó más de medio siglo y no se cansó de violar las leyes
venezolanas antes y, sobre todo durante, la administración de Hugo
Chávez.

Por fortuna, el desprestigio de los medios oligopólicos crece mientras
más groseramente mienten. Pese al mito del control que supuestamente
ejercen sobre la opinión pública, es creciente el número de personas en
el mundo que apoya la medida adoptada por el gobierno venezolano. Quedan,
desprendo de algunas cartas de lectores y charlas informales, quienes
honestamente dudan de ella o la rechazan.

Las causas son varias: una es la cultura dominante, que ha clavado en las
mentes la libertad de los dueños como sinónimo de libertad de prensa;
otra, que las corporaciones mediáticas siguen ocultando los hechos.
Omiten que, salvo pocas excepciones, los medios de comunicación de
Venezuela -en más de un ochenta por ciento privados- además de cubrir
diariamente de improperios y calumnias a las autoridades, llaman con
frecuencia, abierta o solapadamente, al golpe de Estado y al asesinato
del presidente. No hago una afirmación sesgada. Invito al lector a
tomarse unos minutos y buscar en Youtube u otros sitios de Internet los
videos que documentan mi aserción. Son particularmente interesantes los
que muestran las trasmisiones de las cadenas venezolanas sobre el golpe
de Estado de 2002.

La convocatoria desenfrenada a salir a la calle y
poner fin a la “tiranía”, el aplauso a los golpistas y a la clausura por
decreto de las instituciones republicanas. Cuando el pueblo, en efecto,
inundó las calles pero para derrotar la asonada y rescatar al presidente
secuestrado, llenaron dos días sus pantallas con películas y dibujos
animados. Apenas dormí entonces. Seguí paso a paso el golpe en diversos
medios y la reacción popular por la televisión cubana, la única en el
mundo en reportarla, al extremo que ante el hecho irreversible del
victorioso contragolpe se convirtió en fuente de la misma maquinaria
mediática internacional, puesta en apuros al haber anunciado hasta última
hora lo contrario. Sus enviados en Caracas quedaron desacreditados.
Recuerdo que CNN, sin solución de continuidad, se vio obligada a
sustituir con Lucía Newmann al personal que hasta minutos antes ocultaba
deliberadamente el desbordamiento del pueblo reclamando el regreso del
presidente cuando ya, junto a los militares constitucionalistas, había
barrido al gobierno ilegítimo de Carmona “el breve”.

El debate, pues, no es sobre la libertad de expresión en Venezuela sino
sobre el deber constitucional de una república de defender el mandato
entregado por los votantes. ¿Permitiría otro gobierno legalmente
constituido en el mundo la permanencia de medios que instigan a su
derrocamiento por la fuerza y hacen parte activa de este? La respuesta
parecería obvia, pero no lo es porque Hugo Chávez, sostenido en un apoyo
popular sin precedente, se reservó la adopción de las medidas legales que
lo asistían e intentó hacer rectificar a los medios golpistas mediante el
diálogo. Lamentablemente, casi todos continúan hasta hoy con la actitud
sediciosa.

Lo otro que oculta aterrorizada la mafia mediática es el modelo de
comunicación que, cumpliendo preceptos constitucionales, impulsa la
revolución bolivariana. Ha creado cientos de medios comunitarios que dan
voz a los que nunca la tuvieron, propiciando el desarrollo del debate y
del talento que antes no tenía cause. Teves, la emisora de carácter
social que sustituyó a RCTV, amplifica esta orientación a escala nacional
apoyándose en productores independientes excluidos hasta ahora, pero
también en los silvestres que surgen de los consejos comunales,
sindicatos, cooperativas y otras expresiones de poder popular surgidas a
estímulo de Chávez.

Venezuela, Bolivia y, al parecer Ecuador, viven una revolución social e
impulsan la que incuba América Latina. El nuevo plan golpista se explica
por la obsesión yanqui de aplastarlas.

El fracaso estrepitoso de la Condoleeza, nada menos que en la OEA, donde
no encontró oídos receptivos a su bravata antivenezolana, confirma que
los tiempos han cambiado. Los pueblos se han puesto en marcha.
https://www.alainet.org/es/articulo/121593
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