5to Congreso del MST

Entre dos modelos de sociedad y producción agrícola

07/06/2007
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  • Opinión
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Cada día que pasa se hace cada vez más difícil para la población ir al mercado y comprar las frutas, legumbres y verduras para toda la familia. El dinero gastado en alquiler, transporte, supermercado, ropa y medicamento, entre otros, absorbe gran parte del presupuesto de los brasileños. El aumento del salario mínimo no es suficiente para recuperar el poder de compra perdido en los últimos 25 años. Más del 90% de los empleos en el país tienen como techo dos salarios mínimos, lo que no llega a R$ 800. El resultado es que 72 millones de personas mal alimentadas.

El paro y el empobrecimiento de la población tienen impactos directos en la agricultura brasileña y, sobre todo, en las 4 millones de familias que tienen pequeñas propiedades, donde se producen el 70% de los alimentos consumidos, según datos del Ministerio de Agricultura. El debilitamiento del mercado interno disminuye el consumo de mercancías por los trabajadores y rebaja el precio de los productos agrícolas, lo que estrangula a los pequeños agricultores que dan prioridad al cultivo de alimentos.

“Estamos prisioneros por la opción de la elite nacional, que prácticamente abandonó la política del pleno empleo, de la producción y del trabajo en nombre de la financiarización de la riqueza”, afirma el economista Marcio Pochmann, profesor del Instituto de Economía e investigador del Centro de Estudios Sindicales y de Economía del Trabajo de la Unicamp (Universidad Provincial de Campinas).

En el medio rural, la opción de la clase dominante, con el apoyo de los gobiernos, fue el llamado agronegocio, caracterizado por la producción de monocultivos para la exportación, utilizando grandes extensiones de tierra, de forma mecanizada y con poca mano de obra. Como produce para el exterior, este sector no depende del crecimiento de los sueldos del pueblo brasileño.

“Es una paradoja para la actual fase del capitalismo en el campo, marcada por el aumento de la tasa de explotación de la mano de obra, por la exclusión, por la violencia, por la concentración agraria y por la degradación ambiental”, afirma José Juliano de Carvalho Filho, economista e integrante del equipo que elaboró la propuesta del 2º Plan Nacional de Reforma Agraria para el gobierno Lula, en 2003.

En ese contexto, los problemas de los pequeños productores y de los pobres de las ciudades son dos caras de la misma moneda: la ausencia de un proyecto de desarrollo nacional. Lo que está en juego son dos formas de organización de la sociedad, que llevan en su seno dos modos de producción agrícola.

De un lado, el proyecto neoliberal impone las plantaciones cotizadas en las principales bolsas de valores del mundo. Actualmente, las inversiones más lucrativas apuntan a la soja, maíz, eucalipto, caña de azúcar y algodón, los llamados commodities que tienen precio estipulado en el mercado financiero.

“El agronegocio es una gran alianza entre las empresas transnacionales que controlan los insumos, el mercado internacional, los precios de los productos agrícolas, asociadas a los grandes propietarios capitalistas. Ellos quieren producir sólo mercancías que rindan beneficios y para el mercado externo”, señala João Pedro Stedile, integrante de la dirección nacional del Movimiento de Trabadores Rurales Sin Tierra (MST).

De otro lado, la alternativa es la construcción de un proyecto de desarrollo con soberanía nacional, crecimiento económico, distribución efectiva de la renta, preservación del medio ambiente y dinamización del mercado interno, que representa la pequeña agricultura orientada al abastecimiento de la población.

Programa agrario


En este contexto, el MST presentará a la sociedad su propuesta para el campo brasileño, denominada "La Reforma Agraria necesaria: Por un proyecto popular para la agricultura brasileña", durante su 5º Congreso, el mayor de la historia del Movimiento, con la participación de más de 18 mil delegados y delegadas de asentamientos y campamentos de 24 estados, en el Gimnasio Nilson Nelson, en Brasilia, entre el 11 y el 15 de junio.

El programa agrario presenta objetivos y propuestas concretas para la solución de la cuestión agraria, incluyendo garantía de buena calidad de vida y trabajo para los Sin Tierra y la superación de la brutal desigualdad social en el campo. Además, propone el modelo de la soberanía alimentaria, que significa producción de alimentos para toda la población y la preservación de la naturaleza.

El modelo de soberanía alimentaria del MST tiene como principio la defensa de la alimentación como derecho garantizado en la “Declaración Universal de los Derechos Humanos” de 1948. Para el Movimiento, la organización de la producción agrícola debe tener como fundamento la entrega de la tierra a la pequeña y mediana agricultura para garantizar la producción de los alimentos necesarios para toda la población, liberando a los países de la importación de comida.

Además, las técnicas agrícolas deben ser ecológicas, respetando el ambiente y produciendo alimentos de calidad, sin herbicidas nocivos para la salud. Según un estudio de la Anvisa (Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria), de 4001 muestras de alimentos in natura, analizados entre 2001 y 2004, más del 50% presentaron algún tipo de residuo, en tanto que 931 eran irregulares.

Los trabajadores rurales necesitan controlar tanto la producción agrícola como el procesamiento de los alimentos para la comercialización dirigida al mercado regional, destinando la venta del excedente a las ciudades con mayores demandas. Las semillas y los conocimientos tradicionales de los campesinos no pueden ser apropiados de forma privada por las empresas.

"La sociedad necesita discutir una forma de organizar la producción que beneficie a toda población. Necesitamos establecer límites en el tamaño de la propiedad rural y dar prioridad al mercado interno. El mayor mercado de alimentos potencial no es Europa ni Estados Unidos, son los pobres de Brasil", expresa Stedile.

El primer paso para la transición del modelo del agronegocio a la agricultura campesina, según él, es el asentamiento de las 230 mil familias acampadas, tarea que corresponde al gobierno federal. A la vez, hay que poner en marcha un proyecto de desarrollo, que incluya: el cambio de la política económica, la distribución de la renta, el incremento de los sueldos de los trabajadores y el apoyo a la pequeña y mediana agricultura familiar. (Traducción: ALAI)

Fuente: Jornal Sem Terra
Especial 5º Congreso del MST
https://www.alainet.org/es/articulo/121624
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