La cara siniestra de los biocombustibles: Horror en la \"California brasileña\"
- Opinión
"Cuando el avión pasó echando aquel baño de veneno mi padre quedó todo mojado, quedó muy mal con el veneno que le echan a la caña. Está acabando con mucha gente joven", dice una cortadora de caña de la región de Ribeirao Preto, en el estado de São Paulo.
"La gente trabaja y ellos les dan un papel para que compre en el supermercado. La gente no ve dinero, sólo ve la cuenta de lo que debe", asegura un trabajador de la misma región, donde siete de cada diez cortadores de caña no terminaron la escuela primaria (1)
Otros cortadores aseguran que son engañados por las balanzas que controlan los patrones, y calculan que tienen que llevar 110 kilos para que la balanza marque 100. Casi todos fueron arrancados del Nordeste con promesas de que ganarían salarios muy altos. Las condiciones de trabajo recuerdan a muchos analistas moderados el período de la esclavitud. Pero el presidente Lula dijo ante la Cumbre del G-8 que los biocombustibles tienen "enorme potencial para generar empleos e ingresos" y que "ofrecen una verdadera opción de crecimiento sustentable" (2).
Detrás de un lenguaje "políticamente correcto" se esconde una realidad que está llamada a destruir la Amazonia, destruye millones de cuerpos jóvenes y promete jugosos negocios a los inversionistas. El propio nombre de biocombustibles parece ser destinado a fomentar la confusión. João Pedro Stédile, dirigente de los sin tierra de Brasil, apunta que los defensores del etanol "utilizan el prefijo bio para dar a entender que es una cosa buena", por eso ellos prefieren hablar claro y los llaman "agrocombustibles", porque se trata de una energía producida en el agro (3).
Volver cuatro siglos atrás
Según el ex gobernador del estado de São Paulo, Claudio Lembo, con los agrocombustibles el monocultivo se extenderá a todo el país. Aunque es un político conservador miembro del Partido del Frente Liberal (ahora Partido Demócrata), cree que Brasil "recorrió quinientos años para volver al mismo lugar" que tenía cuando era colonia portuguesa. En su opinión, las tierras dedicadas a la agricultura se perderán al usarse para caña de azúcar y se repetirá la historia de estos cuatro siglos, cuando "millares fueron expulsados de sus comunidades por el Leviatán del monocultivo, que crea riqueza concentrada" (4).
Mirando más de cerca las condiciones de trabajo de los cortadores de caña aparece un mundo terrible que debería hacer reflexionar a quienes están entusiasmados con la propuesta de sustituir los combustibles fósiles por los agrocombustibles. Según varios informes, alrededor de un millón de personas trabajan en la industria, de las cuales 500 mil están en el sector agrícola. Cerca del 80% de la recolección de caña es manual. A los trabajadores sólo se les paga si llegan al rendimiento exigido por los patrones, que se sitúa en la región de Ribeirao Preto en unas 12 toneladas por día, el doble que en 1980. Si no llegan, no se les paga nada. (5)
Para alcanzar ese rendimiento deben trabajar unas 10 a 12 horas por día, pero a veces 14, mucha de ellas bajo un sol ardiente. Muchos padres llevan a sus hijos pequeños para que los ayuden a llegar a esa meta de producción. Aunque la cantidad de menores que trabajan ha disminuido, en 1993 uno de cada cuatro cortadores de caña tenían entre siete y 17 años en el estado de Pernambuco, y muchos no recibían ningún salario. En las dos últimas zafras murieron 14 personas por exceso de trabajo. Los cortadores son reclutados en otras regiones y deben vivir en la misma hacienda, en cabañas sin colchones, sin agua ni cocina; deben cocinar en latas sobre pequeñas hogueras y los alimentos los tienen que comprar en la propia hacienda a precios muy por encima de los del mercado.
La caña se corta luego de ser quemada, lo que facilita la recolección pero perjudica gravemente el medio ambiente y produce afecciones pulmonares. En el municipio de Piracicaba, en São Paulo, las internaciones de niños con problemas respiratorios aumentan un 21% durante los períodos de quema de caña. Por cada diez toneladas el cortador debe dar unos 72 mil golpes con su machete, hacer 36 mil flexiones de pierna, pierden cerca de diez litros de agua por día y caminan diez kilómetros diarios mientras realizan su trabajo. El salario mensual oscila entre 150 y 200 dólares al mes. Según el sociólogo Francisco de Oliveira la vida media de los cortadores es inferior a la de los esclavos de la colonia. (6)
El ministro de Trabajo, Carlos Lupi, confesó ante la Conferencia Internacional de Trabajo en Ginebra que una parte de la producción de caña en Brasil se hace con trabajo degradante y en pésimas condiciones: "Trabajan sin protección y hasta pierden los dedos" (7). Maria Aparecida de Moraes Silva, que viene estudiando desde hace 30 años el trabajo en los cañaverales, asegura que el 45% de los cortadores provienen del Nordeste. Los migrantes son preferidos por los empleadores porque al estar lejos de sus familias soportan las imposiciones sin protestar y luego de los siete meses que dura la zafra retornan a sus pueblos, de modo que tienen más dificultades para organizar sindicatos (8).
Eso que llaman progreso
Poco a poco se están introduciendo máquinas cosechadoras que realizan el trabajo de cien personas. Por ese motivo los hacendados han aumentado las exigencias de productividad a los cortadores. Les exigen que corten la caña más cerca del suelo, como hacen las máquinas. El resultado es que ahora eligen trabajadores cada vez más jóvenes que reciben un dólar por tonelada.
El diario económico Jornal do Valor explica cómo caen en la servidumbre: "Hay un intermediario de la mano de obra que recorre los estados más pobres, en especial el Norte y el Nordeste. Escogen a los más jóvenes. Al entrar al ómnibus para ir hasta la ciudad donde los contratan, el cortador contrae su primera deuda con el transporte. El intermediario gana 60 reales (30 dólares) por cada trabajador que lleva. No es raro que sea también el responsable por la venta de las primeras mercaderías que necesitan los trabajadores. Se convierten en \'dueños\' de esa mano de obra a medida que las deudas se acumulan" (9).
La expansión de los cultivos de caña destruye la convivencia social. En la región donde está la pequeña ciudad de Delta, en el estado de Minas Gerais, fueron plantadas 300 mil hectáreas en los últimos cuatro años. La ciudad tiene cinco mil habitantes que se convierten en 10 mil durante la cosecha. Según un informe del diario Correio Braziliense la pequeña ciudad comenzó a registrar tasas de homicidio inimaginables antes de la multiplicación de los cultivos de caña. Muchas niñas y adolescentes son secuestradas para engordar la prostitución en la región, a la que llegan unos 20 mil cortadores todos los años. Los cortadores engrosan las periferias de las pequeñas ciudades donde se multiplica el alcoholismo y el consumo de crack.
La expansión y modernización de la industria de la caña desborda pueblos y municipios. José Eustaquio da Silva, alcalde de Delta, reconoció que "el municipio está en colapso. Los puestos de salud, hospitales y escuelas están abarrotados, y lo peor es que junto con los trabajadores viene toda clase de gente y bandidos". En Delta no hay siquiera un hotel, pero existen 27 burdeles. Los periodistas descubrieron que varias personalidades del municipio están involucradas en el tráfico de menores y en casos de pedofilia con hijos de los cortadores de caña. Los intermediarios (a los que llaman "gatos") van armados e imponen su ley.
Stédile suele poner siempre el mismo ejemplo para ilustrar los problemas sociales que genera el monocultivo. "El municipio de Ribeirao Preto en el centro de S ã o Paulo es considerado la \'California brasileña\' por su elevado desarrollo tecnológico en la caña. Hace 30 años, esa ciudad producía todos los alimentos, tenía campesinado en el interior y, de hecho, era una región rica y con distribución equitativa de la renta. Ahora es un inmenso cañaveral, con unas 30 usinas que controlan toda la tierra. En la ciudad hay 100 mil personas que viven en favelas (de los 540 mil habitantes del municipio). La población carcelaria es de 3,813 personas—sólo adultos—mientras que la población que vive de la agricultura y tiene trabajo allí es de solamente 2,412 personas contando los niños. Es el modelo de sociedad del monocultivo de la caña. ¡Hay más gente en la cárcel que dedicada a la agricultura!" (10).
En la zafra de 2007 se producirá otro "avance" tecnológico: por primera vez se recogerá caña genéticamente modificada. Es más liviana y elimina más agua por lo que dará grandes ganancias a los empresarios. Pero los trabajadores tendrán que cortar tres veces más para llegar a las 10 toneladas.
En esta región los empresarios despiden cada poco tiempo gran cantidad de cortadores para quedarse con los mejores. Son los llamados "campeones de productividad", que pueden cortar hasta 20 toneladas diarias, con un promedio mensual de 12 a 17 toneladas por día (11). Como los trabajadores sufren convulsiones, calambres, dolores de columna y tendonitis, además de los frecuentes cortes, los empresarios encontraron una "solución técnica". Las usinas distribuyen de forma gratuita un repositor hidroelectrolítico y vitamínico indicado para deportistas o trabajadores con intensa actividad física. En muchas usinas los cortadores ingieren ese producto antes de comenzar el trabajo. "Los dolores del cuerpo desaparecen, los calambres disminuyen y la productividad aumenta", dice Pereira Novaes. El problema es que todos los meses tienen que aumentar la dosis.
"Con sueros y medicamentos se mantiene la elevada productividad exigida por la caña. Como en un proceso de \'selección natural\', sobreviven los más fuertes. Pero la pregunta es: ¿cómo y hasta cuándo sobreviven? Sueros y medicinas pueden ser vistos como expresión de la paradoja de un tipo de modernización y expansión de los cultivos de caña que dilapida la mano de obra que los hace florecer", insiste Pereira Novaes. No hay datos oficiales pero lo cierto es que son muchos los trabajadores jóvenes que se jubilan por invalidez y son decenas las muertes por fatiga en la "California brasileña".
Los grandes ganadores
En Brasil la producción de caña comenzó en 1550, pero su gran expansión se produjo desde 1970 impulsada por el aumento de los precios del petróleo. La vegetación de la costa atlántica se redujo a la mitad siendo la más afectada por esta expansión, pero ahora los cultivos de caña avanzan hacia el centro-oeste, donde se prevé que el rico bioma de los Cerrados desaparecerá hacia 2030 a manos de los monocultivos. En los próximos siete años Brasil duplicará su producción de etanol y deberá producir casi un 50% más caña, lo que supone construir otras cien usinas para 2010.
No quedan ahí las cosas. El Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) pretende que Brasil llegue a controlar el 50% del mercado mundial de etanol. Esto implica pasar de los 17 mil millones de litros actuales a 110 mil millones anuales para lo que será necesario plantar unas 80 millones de hectáreas. O sea, destruir la Amazonia. El gobierno ha tomado este sector como su principal estrategia de desarrollo. El BNDES, que tiene más recursos que cualquier otro banco regional incluyendo al BID, estima invertir seis mil millones de dólares en usinas y plantaciones de caña.
Pero Brasil quiere expandir los agrocombustibles a toda la región. Los planes inmediatos consisten en llevar la producción a países de América Central y el Caribe que ya cuentan con tratados de libres comercio con Estados Unidos (como el CAFTA), para eludir los aranceles a la importación que mantiene Washington. "El objetivo es llevar hasta esos países el producto casi terminado", dice el semanario Peripecias, "completar el proceso en esas naciones y desde allí entrar al mercado de Estados Unidos". El banco brasileño financia las inversiones en esos países, pero además está negociando una participación accionaria de hasta el 30% en los proyectos centroamericanos.
En opinión de Stédile, en el proyecto etanol confluyen tres grandes sectores: "Las petroleras (que quieren disminuir la dependencia del petróleo), las empresas del agro (como Bunge, Cargill, Monsanto) que quieren seguir monopolizando el mercado mundial de productos agrícolas," y ahora los capitales transnacionales que hacen "una alianza con los propietarios de tierra en el sur, y en especial en Brasil, para utilizar grandes extensiones de tierra para la producción de agrocombutsibles" (12).
El panorama que se avizora no es alentador. En vez de presionar para modificar el patrón de consumo y la matriz energética, en particular en el transporte, los grandes inversionistas como George Soros y las grandes empresas como Cargill se están posicionando en la producción brasileña de etanol para aumentar sus ganancias. El calentamiento global así como las condiciones de trabajo de los cortadores de caña no entran dentro de sus preocupaciones.
Notas
1. Testimonios recogidos por
2. Luiz Inácio Lula da Silva, ob. cit.
3. Carlos Vicente, ob. cit.
4. Estado de São Paulo, 13 de marzo de 2007, en www.estadao.com.br
5. Todos los datos provienen del estudio del Núcleo de Amigos da Terra Brasil.
6. Francisco de Oliveira, en Folha de São Paulo, 27 de mayo de 2007.
7. O Estado de São Paulo, 11 de junio de 2007.
8. Maria Aparecida de Moraes Silva, entrevista en revista Instituto Humanitas Unisinos en www.unisinos.br
9. Jornal do Valor, Sao Paulo, 17 de mayo de 2007.
10. Carlos Vicente, ob. cit.
11. José Roberto Pereira Novaes, ob. cit
12. Carlos Vicente, ob. cit.
Recursos
Fuente: Programa de las Américas del International Relations Center (IRC)
www.ircamericas.org
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