¡Paren la fiebre de los agrocombustibles!

27/06/2007
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Hoy día es casi imposible abrir el periódico sin que nos apabullen las promesas de una nueva era de abundante energía limpia, era a cuyo umbral está la humanidad. Si bien las compañías petroleras continuarán extrayendo petróleo durante largo tiempo más, está surgiendo un creciente consenso de que ya es hora de comenzar a reducir la cantidad de petróleo que quemamos, en cuanto es una de las principales causas del cambio climático, la contaminación del aire y otros desastres ambientales. La forma de hacerlo, se aduce, es utilizando material biológico para producir energía para combustible: cultivos como el maíz y la caña de azúcar destilados a etanol, y cultivos tales como la palma aceitera, la soja y la canola transformados en biodiesel. Y en una etapa posterior, cuando la biotecnología se haya puesto a tiro, se nos dice que es posible convertir cualquier tipo de biomasa en combustible: maleza, árboles, el aceite que ya utilizamos para cocinar… A primera vista las ventajas parecen verdaderamente ilimitadas. Parecería que las emisiones de gases de efecto invernadero responsables del calentamiento global se reducirán sustancialmente en la medida que el CO2 emitido por los autos que funcionan con los combustibles derivados de material biológico ya ha sido previamente capturado por las plantas que lo produjeron. Los países pasarán a ser más autosuficientes en sus necesidades energéticas ya que podrán “cultivar” ellos mismos su combustible. Las economías y comunidades rurales se beneficiarán ya que habrá un nuevo mercado para sus cultivos. Y los países pobres tendrán acceso a un nuevo y exuberante mercado de exportación.


Este promisorio panorama lo anuncian quienes tienen interés en promover esos combustibles. Pero, este nuevo mundo de energía “ecológica” y limpia, que beneficia a todos ¿existe realmente? Estamos recibiendo informes que nos hablan de territorios de pueblos indígenas que están siendo ocupados y arrasados para hacer lugar a las plantaciones para combustible, de más extensiones de bosques tropicales que se deforestan para plantar millones de hectáreas con palma aceitera y soja, y de trabajadores que viven en condiciones de semi-esclavitud en las plantaciones de caña de azúcar con destino a etanol en Brasil. Haciendo nuestra la posición de ONGs y movimientos sociales de América Latina, creemos que agrocombustibles es una palabra más adecuada que biocombustibles para describir el proceso que está detrás de esta destrucción: utilizar la agricultura para producir combustible para autos.
 
 ¿Bio o Negocio?
 
 Para comprender lo que está ocurriendo realmente, es importante, en primer lugar, hacer hincapié en que la agenda de los agrocombustibles no la hacen las autoridades preocupadas por evitar el calentamiento global y la destrucción ambiental. La forma en que se van a expandir los agrocombustibles ya ha sido definida, y ese camino lo están siguiendo ahora enormes transnacionales y sus aliados políticos. Quienes tienen el control son algunas de las empresas más poderosas del planeta: de las industrias petrolera y automovilística, y de los comerciantes del rubro alimenticio, las compañías biotecnológicas y las firmas dedicadas a la inversión mundial.
 
 Las compañías mundiales procesadoras e intermediarias de alimentos ya han metido una cuña importante en el escenario de los agrocombustibles. Empresas tales como Cargill y ADM ya controlan la producción y el comercio de materias primas agrícolas en muchas partes del mundo, y para ellas los agrocombustibles representan una oportunidad de mayor expansión de sus negocios y ganancias. Las compañías biotecnológicas, como Monsanto, Syngenta y otras, ya están invirtiendo fuerte para obtener cultivos y árboles que se adecuen a los requerimientos de los procesadores de agrocombustibles. Prometen todo: desde cultivos que producen más energía a árboles que producen menos material leñoso y enzimas que degradan más fácilmente el material para luego convertirlo en biocombustible. Todo esto se logra, por supuesto, mediante ingeniería genética. La revolución de los agrocombustibles viene con los transgénicos incorporados. Para las compañías petroleras –BP, Shell, Exxon, y otras- la fiebre de los agrocombustibles es una oportunidad perfecta para invertir sus petrodólares en esta nueva materia prima energética y así tener sus apuestas en distintas bancas. Para las empresas automovilísticas, los agrocombustibles son el pretexto perfecto para escapar a la presión de los reguladores y de la opinión pública para producir autos más eficientes o incluso hasta ¡fabricar menos! Ahora la única movida sería hacerlos biocompatibles. Y las compañías de inversión tienen un montón de dinero disperso para colocar y ayudar a financiar la transformación.
 
 Es este conglomerado de empresas poderosas el que está trazando la agenda de los agrocombustibles. Esas empresas a vecen compiten pero mucho más seguido forman alianzas para aumentar sus ganancias. Las empresas mundiales plantadoras se están aliando con los grandes intermediarios de materias primas para controlar la cadena de producción, desde el cultivo hasta los mercados industriales. Monsanto y Cargill están trabajando juntos para producir nuevas variedades manipuladas genéticamente de maíz, que pueden abastecer tanto al mercado de agrocombutibles como al mercado de alimentos para animales. British Petroleum se ha vinculado con Dupont para crear el “biobutanol”, mezclando agrocombustibles con petróleo, para beneficio de ambas compañías. La lista es interminable, y se está creando un laberinto de nuevas colaboraciones interconectadas entre las que ya son las empresas más poderosas del mundo. Los nuevos multimillonarios y otros inversionistas, junto con l@s contribuyentes de todo el mundo -quienes contribuyen a través de las subvenciones que sus gobiernos facilitan al sector-, están inyectando enormes cantidades de dinero a esas redes de empresas. El resultado es una expansión masiva de la agricultura industrial mundial y una consolidación del control empresarial sobre la misma.
 
 ¿Modelo de energía limpia?

 Gran parte de la atención que la prensa prestó a los agrocombustibles el año pasado se centró en el anuncio que hizo George Bush de que convertiría a los Estados Unidos en un país productor de agrocombustibles protegiéndolo así del exceso de dependencia de las importaciones de petróleo de países no confiables que están –o podrían estar- dominados por terroristas. Pero es obvio que los agrocombustibles no pueden abastecer esa demanda. Si se utilizaran todas las cosechas de maíz y soja del país en la producción de combustibles, cubrirían solamente el 12 por ciento de la actual sed de gasolina (o nafta) del país y el 6 por ciento de su necesidad de diesel.1 La situación en Europa es aún peor: el Reino Unido, por ejemplo, no podría cultivar suficiente cantidad de combustibles para poner en marcha todos sus automóviles, aún si se plantara cubrir la totalidad de su territorio. Por otra parte, económicamente, los agrocombustibles no son viables. La mayoría de las actividades de Estados Unidos y Europa en materia de agrocombustibles se apoyan mayoritariamente en subvenciones, y probablemente no sobrevivirían sin ellas. Un informe de GSI (Global Subsidies Initiative)2 reveló que las subvenciones de los agrocombustibles solo en los Estados Unidos ascienden actualmente a una suma que oscila entre US$ 5.500 millones y US$ 7.300 millones por año, y aumentan rápidamente. Las subvenciones concedidas por los Estados Unidos y la Unión Europea a sus industrias de agrocombustibles y a sus productores ya están provocando una competencia directa en todo el mundo entre cultivos para alimento y cultivos para combustible, causando estragos en algunos países pobres con el aumento de los precios de los alimentos, y reduciendo las reservas mundiales de alimentos. Recientemente la FAO calculó que, a pesar de que en 2007 hubo abundantes cosechas, debido a la demanda de agrocombustibles en los países más pobres el costo de importación de cereales aumentará un cuarto tan solo en la estación actual.3 Pero esto es sólo el comienzo: si los agrocombustibles tienen la intención de incidir siquiera apenas en el consumo de petróleo de los países industrializados y en vías de industrialización, tendrá que haber una oferta en gran escala y será desde las plantaciones establecidas en el Sur.

 Según palabras de una empresa consultora que realizó un estudio sobre el tema, para el Banco Interamericano de Desarrollo: “El crecimiento de los biocombustibles le dará una ventaja a países con prolongadas estaciones de crecimiento, climas tropicales, altos índices de precipitación, bajos costos de mano de obra … y la planificación, los recursos humanos y el conocimiento y experiencia tecnológicos para sacarles provecho.”4 El estudio, titulado “Un Modelo de Energía Limpia en el Continente Americano” deja tenebrosamente claro el tipo de pensamiento que subyace a este plan maestro de los agrocombustibles. El supuesto de trabajo sobre el que se basa el informe es que la producción mundial de agrocombustibles tendrá que prácticamente quintuplicarse para estar a tono con la demanda y lograr que los agrocombustibles cubran apenas el 5 por ciento del consumo mundial de la energía utilizada en el transporte para el año 2020 (actualmente abarcan el 1 por ciento). La forma de hacer eso es a través de una “expansión masiva de la capacidad”, creando nuevas infraestructuras y mercados, y promoviendo “innovación técnica”. Brasil, que ya es un importante productor de etanol, está identificado como el lugar donde puede cumplirse este desafío de aumentar enormemente la producción, ya que cuenta con grandes extensiones de tierra. Brasil ya tiene alrededor de 6 millones de hectáreas cultivadas con agrocombustibles, pero en el informe se calcula que en el país hay más de 120 millones de hectáreas que podrían ser utilizadas eficientemente de esta forma. El gobierno brasileño está formulando ahora una nueva visión para el futuro económico del país, que implica quintuplicar la tierra dedicada a la plantación de caña de azúcar – a 30 millones de hectáreas.5
 
Otro informe de ese tipo concluye que el África subsahariana, América Latina y Asia oriental juntos pueden proveer en el futuro más de la mitad de todos los agrocombustibles requeridos, pero únicamente si “para 2050 se reemplazan los actuales sistemas agrícolas ineficientes y de baja intensidad por las mejores prácticas en materia de sistemas de manejo y tecnologías agrícolas”6 En otras palabras: reemplazar millones de hectáreas de sistemas agrícolas locales, y a las comunidades rurales que trabajan en ellos, por grandes plantaciones. Sustituir los biodiversos sistemas agropecuarios indígenas de cultivo y pastoreo por monocultivos e ingeniería genética. Y ponerlos bajo el control de las empresas multinacionales que son las que manejan mejor estos tipos de sistemas. Además, se toman los millones de hectáreas de lo que los ideólogos del modelo llaman eufemísticamente “tierras baldías” o “suelos marginales”, olvidando para su conveniencia que millones de personas de comunidades locales viven de esos ecosistemas frágiles. Y en donde no hay sistemas agrícolas indígenas para reemplazar, simplemente se toman los bosques.

Millones de hectáreas, miles de millones de dólares
 
 De hecho, incluso para alcanzar la minúscula contribución actual de los agrocombustibles al combustible mundial destinado al transporte, esa destrucción ya está ocurriendo. Las cifras son simplemente increíbles: la escala es en millones de hectáreas y miles de millones de dólares. El principal cultivo para biodiesel es la palma aceitera. Colombia, que apenas si tenía plantaciones de palma aceitera hace unas décadas atrás, había plantado 188.000 hectáreas de este cultivo en 2003, y ahora está plantando otras 300.000 hectáreas. El objetivo es llegar al millón de hectáreas en unos pocos años.7 Indonesia, que tenía apenas alrededor de medio millón de hectáreas de cultivos de palma aceitera a mediados de la década de 1980, tiene ahora más de 6 millones de hectáreas de producción, y planea plantar otros 20 millones de hectáreas en los próximos veinte años, incluida la mayor plantación del mundo de palma aceitera, de 1,8 millones de hectáreas en el corazón de Borneo.8 La soja, otro cultivo de la carrera de los agrocombustibles, se está plantando ahora en el 21 por ciento de la tierra cultivada de Brasil – cercana a los 20 millones de hectáreas- y seguramente el país desmonte otros 60 millones de hectáreas para este cultivo en el futuro cercano, en respuesta a la presión que ejerce el mercado mundial por los agrocombustibles.9 Esto es además del plan de quintuplicar la superficie destinada a plantaciones de caña de azúcar. El gobierno de la India, que no desea que lo dejen de lado, está promoviendo la rápida expansión de otro cultivo para biodiesel: la jatropha – se plantarán 50 millones de hectáreas en tierras que han sido clasificadas como “baldías”,10 pero ya vienen noticias de agricultores a los que se los expulsa de tierras fértiles por compañías que desean plantar jatropha.11 Todo esto significa ni más ni menos que la reintroducción de la economía colonialista de plantaciones, rediseñada para funcionar bajo las normas del moderno mundo neoliberal globalizado.
 
 ¿Dónde están los agricultores locales en este plan masivo? Simplemente no están. A pesar de todo el discurso sobre las oportunidades para las comunidades locales de beneficiarse de la agricultura para energía y para las comunidades locales de revitalizarse con los nuevos mercados, la revolución de los agrocombustibles se encamina con paso firme precisamente en la dirección opuesta. Como parte de un sistema de agricultura de plantaciones controlado por grandes empresas, los nuevos agrocombustibles harán trizas el empleo local, en lugar de crearlo. A vía de ejemplo, basta con preguntarle a las familias rurales de Brasil: el reciente aumento de las plantaciones de caña de azúcar, soja y eucalipto ha provocado la expulsión generalizada de pequeños productores de sus tierras, a menudo recurriendo a la violencia. Entre 1985 y 1996, 5,3 millones de personas fueron desalojadas de sus tierras cuando se cerraron 941.000 predios agropecuarios pequeños y medianos, y el índice de expulsión se ha intensificado enormemente en la última década.12
 
 En Brasil, la mayoría de las familias rurales necesita apenas unas pocas hectáreas cada una para vivir. Las plantaciones, por el contrario, que ocupan millones de hectáreas, casi no ofrecen trabajo: por cada 100 hectáreas una plantación típica de eucaliptos crea un puesto de trabajo, una plantación de soja dos puestos de trabajo, y una plantación de caña de azúcar diez puestos de trabajo.13 La  situación es muy similar en todo el mundo.
 
 ¿Combatir el cambio climático?

 Todos estos cultivos, y toda esta expansión de los monocultivos, son causas directas de deforestación, desalojo de las comunidades locales de sus tierras, contaminación del agua y el aire, erosión del suelo y destrucción de la diversidad biológica. También provocan, paradójicamente, un aumento masivo de emisiones de CO2, debido a la quema de los bosques y las tierras de turba para hacer lugar a las plantaciones para agrocombustible. En un país como Brasil, que está muy por delante de cualquier otro en la producción de etanol para combustible con destino a transporte, resulta que el 80 por ciento de los gases de efecto invernadero proviene no de los automóviles sino de la deforestación, en parte causada por la expansión de las plantaciones de soja y caña de azúcar. Recientes estudios han demostrado que la producción de una tonelada de biodiesel de aceite de palma proveniente de las tierras de turba de Asia sudoriental produce de 2 a 8 veces más emisiones de CO2 que la combustión de diesel proveniente de combustible fósil.14 Mientras los científicos debaten acerca de si el “balance energético neto” de cultivos tales como el maíz, la soja, la caña de azúcar y la palma aceitera es positivo o negativo, las emisiones causadas por la creación de muchas de las plantaciones de agrocombustibles hacen humo, literalmente, cualquier posible beneficio.

Es importante recalcar este aspecto: lejos de ayudar a resolver la crisis del calentamiento global, los agrocombustibles, tal como se los impulsa en el actual modelo empresarial de plantaciones de monocultivos ¡la profundizan!
 
 Es increíble que en todo el debate sobre agrocombustibles y cambio climático, ninguna de las autoridades responsables retrocediera hasta la pregunta de cuáles son las principales causas de las emisiones de gases de efecto invernadero. Toda la atención está enfocada en plantar cultivos para poner en marcha los autos. Por supuesto, el transporte mundial es un importante productor de gases de efecto invernadero, dando cuenta del 14 por ciento de todas las emisiones, pero, si bien casi nunca se lo menciona, la agricultura per se es responsable de exactamente el mismo porcentaje de emisiones de gases de efecto invernadero. Si a eso se agregan las emisiones producidas por el cambio del uso de la tierra (18 por ciento del total –en su mayoría debido a la deforestación, que a su vez en gran parte es provocada por el avance de la agricultura y las plantaciones en los bosques del planeta), no se puede más que concluir que la agricultura, y especialmente el modelo agrícola industrial, es el principal factor detrás del calentamiento global.15 Y este es precisamente el tipo de agricultura que promueven los agrocombustibles.
 
Según el Informe Stern -un importante estudio sobre la economía del cambio climático encomendada por el gobierno británico-, los fertilizantes son la mayor fuente individual de emisiones provocadas por la agricultura (seguidos de la ganadería y el cultivo de arroz en humedales), ya que vuelcan enormes cantidades de nitrógeno al suelo, que luego es emitido a la atmósfera como óxido nitroso. En el mismo informe se calcula que las emisiones totales de la agricultura aumentarán en casi 30 por ciento en el periodo que va hasta el año 2020, y que aproximadamente la mitad del incremento esperado proviene del aumento del uso de fertilizantes en suelos agrícolas. 16 Las expectativas son que los países en desarrollo prácticamente dupliquen el uso de fertilizantes químicos en el mismo periodo,17 y las nuevas plantaciones de cultivos energéticos serán sin duda responsables de una parte importante de esa expansión. Otro problema grave –y a menudo ignorado- de los cultivos para agrocombustibles es la erosión y el agotamiento del suelo que provocan. Si bien la erosión del suelo causada por cultivos tales como el maíz y la soja ha estado bien documentada,18 los problemas causados por las estrategias de tala y quema de las compañías plantadoras en los bosques del planeta causan problemas aún más graves. La FAO ha calculado que, de continuar las prácticas actuales, sólo el Tercer Mundo perdería más de 500 millones de hectáreas de tierras agrícolas de secano debido a la erosión y degradación del suelo. Eso fue antes de la fiebre de los agrocombustibles, y la situación augura empeorar aún más con la prometida “segunda generación” de agrocombustibles. Cuando éstos crezcan, nos dicen las compañías, será entonces posible poner cualquier residuo agrícola y cualquier “deshecho de biomasa” en el destilador para incrementar la producción de combustible. Pero, como bien saben agricultores y agrónomos, el “desecho de biomasa” no existe; es la materia orgánica que hay que poner después de la cosecha para mantener la fertilidad del suelo. De no hacerlo, el suelo se debilita, contribuyendo a su destrucción. Y eso es precisamente lo que ocurrirá si la capa vegetal de nuestro planeta debe competir con los biodestiladores.
 
Otra cuestión que los entusiastas de los agrocombustibles pasan por alto es que muchos cultivos energéticos consumen abundante agua. Ya estamos inmersos en una grave crisis del agua, en la que aproximadamente un tercio de la población mundial enfrenta escasez de agua de alguna forma u otra. Las prácticas de riego consumen tanto como tres cuartas partes del agua potable del mundo, y los cultivos para agrocombustibles añadirán mucho a esa demanda. El Instituto Internacional para el Manejo del Agua (IWMI, por su sigla en inglés) publicó un informe en marzo de 2006 en el que alertaba que la fiebre por los biocombustibles podría empeorar la crisis del agua.19 Otro documento del mismo instituto, analizando la situación en India y China, concluía que: “es poco probable que las economías de rápido crecimiento tales como China e India podrán satisfacer la futura demanda de alimento humano y animal y de biocombustibles sin agravar sustancialmente los problemas ya existentes de escasez y agua”.20 Casi toda la caña de azúcar de India –el principal cultivo para producción de etanol del país- es de riego, así como lo es alrededor del 45 por ciento del principal cultivo para agrocombustible de China, el maíz. El pronóstico es que India y China, países con escasos recursos en materia de agua, los cuales ya están siendo peligrosamente agotados o contaminados, para el año 2030 aumentarán su demanda de agua para riego en 13 o 14 por ciento, tan solo para mantener la producción de alimentos en los niveles actuales. Si esos países optan por los agrocombustibles en gran escala, esos cultivos consumirán mucho más de la escasa agua de riego: el IWMI calcula que, en un país como India, cada litro de etanol de caña de azúcar requiere 3.500 litros de agua de riego.
 
 En suma, los agrocombustibles no solamente compiten con los cultivos alimenticios por la tierra, sino que también pronto estarán consumiendo gran parte de la materia orgánica necesaria para conservar el suelo saludable, y el agua que los cultivos necesitan para crecer. O, en otras palabras, los países que se suman a la fiebre de los agrocombustibles están exportando no solamente cultivos para mantener andando los automóviles, sino que también exportan invalorable capa vegetal y agua de riego necesaria para mantener a sus pueblos alimentados.
 
 La ecuación energética
 
Por supuesto, el principal problema con el debate de los agrocombustibles es que no aborda el único tema que debería ser el eje de toda esta discusión: el consumo de energía. En realidad, es precisamente el centro de atención puesto en los agrocombustibles lo que permite que se desvíe la atención de este tema medular.

 Según el “Panorama de la Energía Internacional 2006” del gobierno de los Estados Unidos, se calcula que el consumo mundial de energía comercializada aumentará en un 71 por ciento entre 2003 y 2030. El informe del gobierno de los Estados Unidos es rápido para señalar que gran parte de este crecimiento provendrá de países en desarrollo, especialmente los que se han subido exitosamente al carro del comercio y la industrialización. ¿De dónde provendrá esta energía adicional? El consumo de petróleo aumentará en un 50 por ciento, el consumo de carbón, gas natural y energía renovable casi se duplicará para cada uno de los recursos, y la energía nuclear crecerá un tercio. Para el año 2030, toda la energía renovable (incluidos los agrocombustibles) constituirán no más que un magro 9 por ciento del consumo energético mundial. Prácticamente todo el resto del aumento del consumo de energía provendrá de la combustión de más combustibles fósiles.21
 
 Por favor, lean nuevamente el párrafo anterior, estudien la gráfica y memoricen las cifras. Este es el escenario que deberíamos estar observando y que da que pensar. En todo caso, la energía renovable incidirá apenas –muy apenas- en el proyectado crecimiento de la energía comercializable. Todo lo demás queda igual o empeora.
 
Simplemente no hay escapatoria: tenemos que reducir el consumo de energía si queremos sobrevivir en este planeta. De nada sirve pedir a las compañías automovilísticas que hagan sus automóviles un poco más eficientes en materia energética si la cantidad de automóviles se va a duplicar y si las políticas públicas continúan dirigidas a hacer que eso ocurra. De nada sirve pedirle a la gente que apague las luces de sus casas si todo el sistema económico continúa orientado exclusivamente a mover mercancías por todo el planeta desde los países donde las empresas que los producen pueden obtener los máximos márgenes de ganancias. Esto es exactamente lo que ocurre con la actual arremetida de los agrocombustibles.
 
 El tremendo derroche de energía del sistema mundial de alimentación es ciertamente uno de los elementos que amerita un exhaustivo examen. Analizando la agricultura individualizadamente, la diferencia de energía entre los sistemas agrícolas industrial y tradicional no podría ser más extrema. Mucho se habla acerca de cuánto más eficiente y productiva es la agricultura industrial comparada con la agricultura tradicional en las regiones del Sur pero, si uno toma en consideración la eficiencia energética, nada podría estar más alejado de la verdad. La FAO calcula que, en promedio, los agricultores de los países industrializados gastan cinco veces más energía comercial para producir un kilo de cereales que los agricultores de África. Analizando cultivos específicos, las diferencias son incluso más espectaculares: para producir un kilo de maíz, un agricultor de los Estados Unidos utiliza 33 veces más energía comercial que su vecino o vecina tradicional de México. Y para producir un kilo de arroz, un agricultor en los Estados Unidos utiliza ¡80 veces la energía comercial utilizada por un agricultor tradicional de Filipinas!22 Esta “energía comercial” de la que habla la FAO es, por supuesto, en su gran mayoría de los combustibles fósiles petróleo y gas necesarios para la producción de fertilizantes y agroquímicos y utilizados para la maquinaria rural, todo lo cual contribuye sustancialmente a la emisión de gases de efecto invernadero.
 
 Pero resulta que la agricultura por sí sola es responsable de solamente un cuarto de la energía utilizada para obtener los alimentos que llevamos a nuestras mesas. El verdadero derroche de energía y la contaminación ocurren en el sistema alimenticio internacional más amplio: el procesamiento, el empaque, el proceso de congelado, la cocción y el movimiento de los alimentos por todo el planeta. Los cultivos para alimentación animal pueden ser cultivados en Tailandia, procesados en Rotterdam, alimentar al ganado en algún otro lugar, que luego es comido en un McDonalds en Kentucky. Todos los días, 3.500 cerdos viajan desde distintos países europeos a España, mientras que el mismo día, otros 3.000 cerdos viajan en la dirección opuesta. España importa 220.000 kilos de papas diariamente del Reino Unido, mientras que exporta 72.000 kilos de papas todos los días … al Reino Unido. El Instituto Wuppertal calculó que la distancia recorrida por los ingredientes de un yogurt de frutillas que se vende en Alemania (que podría ser fácilmente producido en la propia Alemania) no es menor a los 8.000 kilómetros.23
 
Aquí es donde se torna realmente visible lo absurdo y el derroche del sistema alimentario globalizado tal como está organizado por las empresas transnacionales. En el sistema alimentario industrializado se gastan no menos de 10-15 calorías para producir y distribuir un alimento del valor de 1 caloría. El sistema alimentario estadounidense utiliza el 17 por ciento del suministro total de energía del país.24 Nada de esto se necesita realmente. El Consejo Mundial de Energía calcula que la cifra total de energía requerida para cubrir las necesidades básicas es equivalente a un mero 7 por ciento de la actual producción mundial de electricidad.25
 
Para resolver el problema del cambio climático no necesitamos plantaciones de agrocombustibles que produzcan energía para combustible. En cambio, necesitamos dar un giro de 180 grados al sistema industrial de alimentos. Necesitamos políticas y estrategias para reducir el consumo de energía e impedir el derroche. Tales políticas y estrategias ya existen y se lucha por ellas. En la agricultura y la producción de alimentos eso significa orientar la producción hacia los mercados locales en lugar de los mercados internacionales; significa adoptar estrategias para conservar a la gente en la tierra, en lugar de expulsarla; significa apoyar enfoques sostenidos y sustentables para volver a traer la diversidad biológica a la agricultura; significa diversificar los sistemas de producción agrícola, utilizando y expandiendo el conocimiento local; y significa poner a las comunidades locales nuevamente al frente del desarrollo rural. Tales políticas y estrategias implican la utilización y el posterior desarrollo de tecnologías agroecológicas para mantener y mejorar la fertilidad del suelo y la materia orgánica y en el proceso secuestrar dióxido de carbono en el suelo, en lugar de desprenderlo a la atmósfera. Y también requieren una confrontación decidida con el complejo agroindustrial mundial, ahora más fuerte que nunca, que está conduciendo su agenda de agrocombustibles exactamente en la dirección opuesta.
 
Notas
 

 1 Ver, por ejemplo, Brian Tokar, “Running on Hype”, Counterpunch, noviembre de 2006. http://tinyurl.com/w5swf

 2 Doug Koplow, “Biofuels: at what cost? Government Support for Ethanol and Biodiesel in the United States”, GSI, octubre de 2006. http://tinyurl.com/2s5mpw
 
3 FAO, “Crop Prospects and Food Situation”, Rome, No. 3, May 2007. http://tinyurl.com/2kswxw
 
 4 “Un Modelo de Energía Limpia en el Continente Americano”, elaborado para el Banco Interamericano de Desarrollo por Garten Rothkopf (la cita es una traducción no oficial de una presentación en powerpoint sobre el estudio). http://www.iadb.org/research/homepageDetails.cfm?language=spanish&conid=62&page=1&frame=2

 
5 Miguel Altieri, Elizabeth Bravo, “The ecological and social tragedy of crop-based biofuel production in the Americas”, abril de 2007. http://tinyurl.com/3dkpto

 
6 E. Smeets, A. Faaij, I. Lewandowski, “A quick scan of global bio-energy potentials to 2050: analysis of the regional availability of biomass resources for export in relation to underlying factors”, Copernicus Institute, Utrecht University, March 2004. NWS-E-2004-109.
 
7 Boletín del WRM, Nº 112, noviembre de 2006. http://tinyurl.com/2nb4y9

 
8 Ibid
 
 9 Miguel Altieri y Elizabeth Bravo, “The ecological and social tragedy of crop based biofuel production in the Americas”, abril de 2007. http://tinyurl.com/3dkpto
 
10 Biofuelwatch et al. “Agrofuels – towards a reality check in nine key areas”, abril de 2007.
 
 11 Para informarse de una discusión sobre los problemas con la Jatropha en la India, ver : http://tinyurl.com/2ktt3v
 
12 Folha de S. Paulo, 18 de junio de 1998. http://tinyurl.com/2sdtjn

 
13 Foro Brasileño de ONGs y Movimientos Sociales por el Ambiente y el Desarrollo (FBOMS): “Agribusinesses and biofuels: an explosive mixture”, Rio de Janeiro, 2006, pág. 6.
 
14 Almuth Ernsting et al. “Open letter to Al Gore” (Carta abierta a Al Gore), marzo de 2007. http://tinyurl.com/2owref

 15 Porcentajes de: El Informe Stern sobre la economía del cambio climático, Parte III: La economía de la estabilización, pág. 171 del original en inglés. http://tinyurl.com/ye5to7

 16 “Stern Review on the economics of climate change”, Annex 7.g.
 
17 IFPRI calcula que los países en desarrollo aumentarán el uso de fertilizante químico de 62,3 toneladas de nutrientes en 1990 a 121,6 toneladas de nutrientes en 2020.
B. Bump y C Baanante, “World Trends in Fertilizer Use and Projections to 2020”, 2020 Vision Brief 38, IFPRI. http://tinyurl.com/362sbx

 18 Ver, por ejemplo, Miguel Altieri y Elizabeth Bravo, “The ecological and social tragedy of crop based biofuel production in the Americas”, abril de 2007. http://tinyurl.com/3dkpto
 
19 Food, biofuels could worsen water shortage – informe.
Información de prensa de IMWI. http://tinyurl.com/2sqls9
 
20 “Biofuels: implications for agricultural water use”, Charlotte de Fraiture, et al.
Instituto Internacional para el Manejo del Agua, P O Box 2075, Colombo, Sri Lanka.
 
21 EIA, “International Energy Outlook 2006”. Ver especialmente las gráficas 8 y 10. http://tinyurl.com/2vxkys
 
 22 FAO, “The energy and agriculture nexus”, Rome 2000, tablas 2.2 y 2.3
http://tinyurl.com/2ubntj 8

 23 Ejemplos de Gustavo Duch Guillot, Director de “Veterinarios sin fronteras”, Barcelona 2006. http://tinyurl.com/2mlprh

 24 John Hendrickson, “Energy Use in the U.S. Food System: a summary of existing research and analysis”, Center for Integrated Agricultural Systems, UW-Madison, 2004
 
25 Consejo Mundial de Energía/ World Energy Council.
“The challenge of rural energy poverty in developing countries”. http://tinyurl.com/2vcu8v 9
 
Fuente: GRAIN
 
https://www.alainet.org/es/articulo/121946
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