El fetichismo de la imagen

26/07/2007
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El año que viene 3.300 millones de personas vivirán en ciudades, según Naciones Unidas. Por primera vez en la historia, más de la mitad de la población mundial residirá en áreas urbanas. La ciudad se convierte en el símbolo de nuestro siglo y las relaciones que a se establecen marcan la historia.

Cada vez más, millones de personas establecen unos lazos sociales que condicionan el futuro: la familia, el amor, la amistad o la rivalidad se ven envueltas por un contexto único, la ciudad moderna. Estas relaciones se transforman al ritmo de la globalización y de los medios de comunicación, además de otros fenómenos como la inmigración, la contaminación o el urbanismo desorbitado, que conforman los rasgos que definen nuestra vida y nuestras urbes.

Estos nuevos gigantes son examinadas por Marc Augé, antropólogo y estudioso de las sociedades contemporáneas, que señala una característica definitoria por encima de cualquier otra: el consumo. “Estamos en una sociedad de consumo, que define nuevos modos de individualidad. Se asocia menos a la idea del capitalismo la del individuo emprendedor, a pesar de que esta imagen existe aún. En el nivel de las grandes masas, portarse bien es consumir mucho. El índice de consumo es el índice de salud de un país”. Es el consumo desorbitado el que marca nuestras vidas. Desde que nos levantamos hasta que dormimos, nuestra vida gira en torno a pequeños actos de consumo. La ciudad se convierte en una gran tienda. Nuestras elecciones, disfrazadas en pequeñas compras, marcan las sociedades actuales donde existen dos elementos claves: la imagen y los medios de comunicación.

Los mass media no sólo muestran una determinada realidad, sino que, además, marcan la continuidad; se convierten en referentes de los ciudadanos, en el reloj que marca el ritmo de sus vidas. Por ejemplo, existen interlocutores ficticios en la televisión que cumplen un papel importante para el consumidor. Hay gente que no soportaría vivir sin tener su cita diaria con el noticiario o con el reportaje del sábado. Esta relación estructura el tiempo. En nuestras sociedades, se ha instaurado un nuevo reparto entre lo real y la ficción que afecta la vida social hasta el punto de hacernos incluso dudar de la realidad. Las nuevas tecnologías, con medios como Internet, no añaden más que confusión a este panorama. Pero no todo es negativo. Como dice Augé “no sólo hay que vivir con ellos, sino que hay que quererlos. La paradoja es que, en efecto, estos nuevos medios de comunicación multiplican tanto las posibilidades de relación con el exterior que pueden producir una especie de vértigo y, quizás, de soledad”. El autismo e individualismo del que tanto se ha acusado a las sociedades modernas.

La imagen es el segundo elemento que cierra el círculo del consumo. Hay una sobrevaloración constante de la imagen. Si asociamos esto a los medios de comunicación, nos damos cuenta de que los que están en la pantalla tienen una forma de existencia más fuerte porque millones de personas los reconocen, lo que provoca el sentimiento de que hay que pasar a través de la imagen para existir. Si los medios son el reino en el que se desarrolla nuestra vida, el que salga en ellos será el rey. De ahí que la mejor manera de cautivar a las audiencias sea darles la impresión de que pueden estar en la televisión, explica el antropólogo. Esto podría explicar el éxito de los reality shows.

Estos dos elementos condicionan unas relaciones sociales que no dejan de crecer y multiplicarse. Pero lejos de la imagen de ciudades consumistas, egoístas y solitarias, se muestran también fenómenos que dan lugar a la esperanza. Se ve, por ejemplo, en los acontecimientos que crean efectos de solidaridad: el miedo ecológico o la unión tras los ataques terroristas que han sacudido las principales capitales.

La ciudad es el mejor espacio para que se desarrolle la opinión pública. El siguiente paso es crear una opinión pública global, capaz de manifestarse y concienciarse a nivel mundial. Según todos los pronósticos, el futuro pasa por las ciudades. Si los medios de comunicación o la imagen que define nuestras ciudades es elección nuestra, es ahora cuando tenemos que elegir si el aire de la ciudad nos hará libres, o esclavos.

- Mercedes Hernández es periodista.

Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.
www.solidarios.org.es
https://www.alainet.org/es/articulo/122403

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