Nuevo período, nuevos desafíos
- Opinión
El número 400 de América Latina en Movimiento de ALAI es una ocasión para saludar la resistencia de un medio de comunicación popular latinoamericano que ha calado hondo en la experiencia de los y las militantes de izquierda desde finales de los años ‘70. Se trata, pues, de un caso de periodismo crítico, plural y popular que habiendo navegado en fases muy diferentes pero igualmente críticas de la lucha política en nuestro continente merecería un estudio especial, para sacar lecciones para la dimensión comunicacional de la lucha de clases latinoamericana.
Pero ésta es también una oportunidad para que nos cuestionemos por qué no hemos conseguido masificar los medios periodísticos progresistas en nuestros países y un sistema de información autónomo a nivel regional. En este texto, vamos a detenernos en algunos aspectos de esta cuestión que interroga a la izquierda latinoamericana y que, según entendemos, en buena medida bloquea la disputa política-ideológica que las fuerzas populares desarrollan contra la dominación oligárquica e imperialista en nuestra región..
Desde el siglo XIX, el surgimiento y el crecimiento del movimiento obrero en los diversos países vineron acompañados de la edición de periódicos de las clases trabajadoras. Los diversos movimientos y partidos revolucionarios del siglo XX tuvieron sus voceros escritos por doquier. Por lo menos desde el gobierno de Perón en Argentina, en los años ’50, se habla de tener una agencia de noticias latinoamericana que divulgue los hechos desde un punto de vista de nuestra región. Innumerables militantes de izquierda ocuparon y ocupan lugares de destaque en el universo de periodistas famosos en muchos de nuestros países.
Y, sin embargo, la principal estrategia comunicacional de los sectores de izquierda en Latinoamérica es hoy día tratar de conquistar “espacios” en la cobertura de los medios de comunicación de masa de la burguesía (nacional o norteamericana). Así como continuamos enterándonos sobre lo que pasa en el país de al lado a través de lo que alguna agencia de noticias de un país imperialista nos quiera informar.
Este fenómeno debería llamar mucho la atención porque en gran parte de los países de nuestro sub-continente, las izquierdas partidarias y sociales (han sido y) son organizaciones de masas. Es decir, hay un “público lector potencial” importante para las informaciones, ideas y opiniones escritas por las izquierdas. Y, en consecuencia,. habría un “mercado” de “compradores” dispuestos a “adquirir servicios” de medios de comunicación ofrecidos por sus partidos y movimientos sociales o por medios que cultiven una identidad con los mismos.
No obstante, es como si obreros huelguistas, campesinos sin tierra, militantes feministas socialistas, luchadores urbanos por la reforma urbana, intelectuales críticos de la sociedad burguesa y todos los sectores descontentos con la barbarie social provocada por el capitalismo neoliberal, optaron por buscar informaciones y opiniones fundamentalmente en los medios de comunicación masiva organizados y dirigidos por los enemigos de sus luchas, sus demandas y sus ideas.
El desafío de tratar de descifrar plenamente el “enigma” del actual déficit de comunicación de masas de la izquierda en nuestra región está muy por encima de nuestras posibilidades analíticas. Exigiría, en primer lugar, un estudio de las historias de las persecusiones sufridas por los medios de comunicación de las izquierdas – y por periodistas de izquierda – a lo largo del siglo pasado. Será, en muchos casos, una historia de experiencias interrumpidas por represiones. Por otro lado, habría que revisar y explicar las diferencias nacionales porque, en efecto, en algunos países sí se consiguió, al menos en ciertos períodos, masificar algún medio de comunicación popular, alternativo y/o crítico. ¿Cuáles fueron los “rasgos diferenciales” que permitirían explicar esas “excepciones”?
Así, sin ninguna pretensión de resolver el problema, vamos a buscar aquí apuntar apenas un aspecto que –entre otros– nos parece crucial.
“Decir la verdad...”
El 1º de setiembre de 1974 “La Opinión Cultural” –suplemento del diario bonaerense “La Opinión”– publicó un artículo en el cual el autor mencionaba y celebraba el subtítulo que Antonio Gramsci colocó al periódico, “L’Ordine Nuovo”, que fundó y dirigió en el comunismo italiano de inicios de la década del veinte: “Decir la verdad es revolucionario”.
Frase fuertísima, sea que se la analice especificamente por el lado del quehacer periodístico, sea que se la considere por el lado de la actividad política revolucionaria en general. Leerla nos causó una gran y positiva impresión en su momento – y en el lugar en que nos encontrábamos entonces: el Paraguay bajo la sanguinaria dictadura militar del general Stroessner.
Pero, pasados los años agitados y aciagos que vinieron en seguida en Argentina en un contexto político por demás tenebroso en todo el Cono Sur, quince años después, volvemos a encontrarnos con ese texto, ahora republicado y contextualizado en un anexo del libro de José Arico sobre Gramsci en América Latina (“La cola del diablo”, Editorial Nueva Sociedad, Caracas, 1988). Ahí nos enteramos que el autor comentaba a Gramsci en representación del PC argentino, un partido que desde los años treinta era ejemplo de lo peor que tuvo la izquierda latinoamericana, un fiel seguidor de la escuela de falsificación estalinista que incluso con Stalin muerto (1953), continuó en esa tesitura hasta la crisis de finales de los años ochenta. ¿Qué hacer con esa frase cuando se la ha usado para el exacto opuesto de la intención de Gramsci cuando la escribió?
Pero, ¡ojo!, falsear y adulterar datos, amañar versiones según las conveniencias, elaborar versiones que falsifiquen los hechos son propios de la prensa burguesa. Esta es la práctica periodística dominante de las clases dominantes en sus medios de comunicación dominantes.
Sin embargo, estos medios, que se guían por los intereses políticos y económicos de sus dueños, tienen un segundo parámetro para medir su eficacia: el “mercado” de lectores y lectoras. Medios de comunicación que sean “apenas” voceros de los intereses de clase de sus propietarios no son útiles, ni para los negocios, ni como “aparatos ideológicos” de la clase dominante.
En un magistral artículo publicado en el primer trimestre de 1992 en la revista “Teoria & Debate” (editada por el PT del Brasil), intitulado “Dueños del mundo y de la verdad”, el periodista Perseu Abramo analizaba los meandros de la manipulación que los principales diarios brasileros hacían entonces para ganar legitimidad junto a la población (adhiriendo eventualmente a alguna causa popular o abriendo espacio para algun columnista de izquierda) y luego utilizarla en beneficio de la defensa de los intereses estratégicos de clase de la burguesía brasilera en los momentos críticos (sobretodo contra las organizaciones políticas o sociales del pueblo). Para esos medios, “el mercado” es un termómetro objetivo en el cual pueden ir midiendo cuán eficiente está siendo la manipulación de la subjetividad popular.
Saltando muchos aspectos importantes entre dos momentos históricos tan diferentes, podemos sintetizar que esta “forma de manipulación actual” diferencia la conducta del explicitamente derechista y rabioso “El Mercurio” contra la Unidad Popular en Chile en inicio de los años ’70 de la pseudo-progresista “Folha de S.Paulo” contra el PT en Brasil en los tiempos que corren.
La cuestión es que las clases oligárquicas han encontrado fórmulas para reciclar su dominación en el plano ideológico y continúan dominando los medios de comunicación masivos – periódicos, revistas, radios, televisión y sitios web. Ya el cuadro que, hoy día, los medios de comunicación alternativa ofrecen, está muy por debajo de ese desafio.
Un nuevo período y sus desafíos
Ahora bien, no podemos disociar esta caracterización del análisis del empantanamiento de las luchas populares en nuestra región en las dos últimas décadas del siglo pasado. Hubo importantes derrotas en la lucha por la hegemonía política en nuestros países y en la región frente a las oligarquías y el imperialismo norteamericano. Su epicentro se localizó entre finales de los años ‘80 e inicios de los ‘90, cuando se combinaron la crisis del “campo socialista” en Europa, la derrota electoral de los sandinistas en 1990, las negociaciones de paz en condiciones adversas en El Salvador y Guatemala, el inicio del “período especial en Cuba”, la generalización de los gobiernos neoliberales en los países latinoamericanos, etc.
La cuestión ahora es que justamente esa hegemonía conservadora se viene resquebrajando desde finales de los años ’90 en Latinoamérica en un multiforme proceso de rebeliones populares y avances electorales de las izquierdas. Y es necesario que ese proceso hable al continente por sus propias voces. La coyuntura es propicia. Y la capacidad de las izquierdas de generar y articular medios de comunicación masivos será decisiva para esta disputa política tenga un desenlace favorable para nuestros pueblos.
Es más, uno atrás del otro, los gobiernos que, resultado de esa quiebra de la hegemonía conservadora, tratan de implementar en la región políticas diferentes a las que ordena el gobierno Bush, irán percibiendo que no pueden continuar financiando – a través de los gastos con publicidad oficial y todo tipo de subvenciones – a los medios de comunicación de las clases dominantes. Cada vez que esto ocurre se abre un espacio, pero ello aún no resuelve el problema que es: ¿con qué y de qué forma responder a la necesidad de información y debate que tienen las masas en los procesos políticos en curso en nuestra región?
El periodismo crítico, plural, popular, masivo y multiforme será parte constitutiva y fundamental de la reinvención del proyecto socialista en América Latina en este inicio del siglo XXI, o no tendremos socialismo.
Gustavo Codas, periodista paraguayo, es miembro de la Secretaría de Relaciones Internacionales de la CUT de Brasil e integrante de la Comisión Organizadora del Foro Social Mundial.
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