Agrocombustibles

Las transnacionales tienen etanol en las venas

23/09/2007
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  • Opinión
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El planeta se apresta a consolidar una nueva variante de matriz energética, y lo hace conducido por la fuerza dominante: el capital. El modelo industrial de producción y consumo tiene por base el uso intensivo de energía. Si el petróleo se acaba –dicen– sólo es necesario encontrar sustitutos que permitan hacer más de lo mismo. Como dijo en una alocución pública un inefable contralmirante de la Armada uruguaya y despreciable dictador, Hugo Márquez: “Hemos dado un giro de 360 grados”. El humor popular le atribuyó también a continuación una célebre frase que algunos imputan al dictador español Francisco Franco, otros a Groucho Marx y aún otros a Augusto Pinochet: “Estábamos al borde del abismo, pero hemos dado un paso adelante”.

Coincidiendo con el supuesto fin del petróleo, se empieza a admitir que el planeta se ha recalentado como consecuencia de su uso y abuso. Por cierto, hay otras fuentes de gases de efecto invernadero, pero ninguna puede soslayar la enorme tajada de responsabilidad de los combustibles fósiles en la actual variación climática mundial. El promocionado cambio de matriz energética viene jerarquizando en el imaginario social el uso de los llamados “biocombustibles”, un término deliberadamente engañoso que pretende hacer caudal de conceptos positivos como vida (bio) y energía, que utiliza el prefijo “bio” como apenas disimulado sinónimo de “eco”, que alude reiteradamente a los combustibles o energía “limpia”.

Por eso quienes estamos habituados a desconfiar del lenguaje malicioso de las transnacionales nos esforzamos por agregar claridad a los términos, porque así también se nos revelan los verdaderos conceptos. Agrocombustibles es, pues, una definición mucho más próxima a la realidad, ya que hasta ahora se han mencionado esencialmente dos productos provenientes de la agricultura: el etanol –sobre todo de la caña de azúcar y el maíz– y el agrodiesel, cuya obtención es posible a partir de diversas oleaginosas.

Pero esta relación directa con el agro, el campo, la tierra, con ser determinante, no es la única razón por la cual conviene destituir de la categoría “bio” a los agrocombustibles. El modelo en vías de consolidación para la producción en volumen industrial de etanol y agrodiesel tiene por base la canalización del ciclo productivo hacia grandes complejos fabriles, y exige alimentar las destilerías y plantas de prensado y refinado con descomunales cantidades de materia prima. Esto se hará priorizando la rentabilidad, según la lógica capitalista, y por tanto implantando vastas extensiones de monocultivos. Una visión verde hacia todos los horizontes, verde dólar, desierto verde.

El anillo de Moebius

Otro giro de 360 grados. Porque el monocultivo es la quintaesencia del modelo industrial enclavado en el campo, insaciable derrochador de insumos artificiales como semillas transgénicas, fertilizantes, agrotóxicos, maquinaria cada vez más sofisticada y cara, y –¡suprema paradoja!– gran consumidor de combustibles. Como en el anillo de Moebius, la hormiga de las transnacionales –cada vez más fusionadas y concentradas– es la única pasajera de su propia eternidad.

Los monocultivos son un desierto verde porque suprimen la vida, que siempre es diversidad, biodiversidad; porque en la práctica obliga a la servidumbre de la tierra y de las personas, las pocas que permanecen en el campo después de su expansión endémica. El desierto verde establece un régimen de concentración de la tenencia de la tierra –en propiedad o en uso– nunca registrado en la historia de la humanidad, y quienes en ella permanecen lo hacen al costo de transformarse en meros operarios, agroperarios, obreros del campofábrica.

Afuera de sus terruños, de sus cicatrices y querencias, de su historia y su cultura, de sus saberes, de sus vidas, los expulsados del campo continuarán engrosando los albañales humanos creados por el “fracaso” del modelo industrial urbano que, hace ya tiempo, mostró el lado inmundo de su festín privado.

Nadie puede engañarse. A lo sumo, quienes toman las decisiones cerrarán los ojos y sellarán sus oídos, pero en esto no hay sorpresas. Los monocultivos avanzan con la complicidad –cuando no el franco entusiasmo– de los gobiernos de la región.

El modelo en vías de consolidación para la producción en volumen industrial de etanol y agrodiesel exige la implantación de vastas extensiones de monocultivos

Mientras tanto, los diseñadores del futuro ni siquiera piensan en estas cosas, ocupados como están en imaginar lo imposible para venderlo lo más caro posible. Algunas muestras gratis extraídas de un amplio catálogo:

Cada año el estado de Illinois, el corazón maicero de Estados Unidos, alberga al Farm Progress Show, algo así como una feria de curiosidades agroindustriales donde nadie se sorprendería si apareciera la mítica “mujer barbuda” o el pegajoso Hombre Araña. Según un informe periodístico1, algunas de las principales novedades exhibidas en ese marco por las trasnacionales de las semillas estuvieron referidas al mayor aprovechamiento de los cultivos destinados a la producción de combustibles. Así, por ejemplo, “Syngenta ya tiene lista una (nueva) tecnología. Se trata de un producto (maíz) que saldrá al mercado en 2008 y que viene2 con la enzima alfa-amilasa disponible, con lo cual las empresas se ahorran el agregado de esa enzima en el proceso de fermentación del grano para producir etanol”. Este maíz ya ni siquiera será alimentario, sino directamente alcoholero.

Más aún: el informe asegura que “Curt Kessler, vendedor de cultivos a campo de la compañía (en el referido Farm Progress Show) explicó que ‘Esto ahorra el costo de producir etanol’. Kessler fue todavía más optimista sobre el impacto de la tecnología. Según señaló, los fabricantes de etanol podrían terminar pagándoles un premio a los productores del cereal que incorporasen ese adelanto”.

¿Alguien tiene alguna duda de que será mucho más rentable producir este maíz con enzima incluida en lugar del comestible? ¿Cómo harán los debilitados gobiernos locales –suponiendo que alguno lo desee– para destorcer el anillo de Moebius de las transnacionales semilleras?

 Dow AgroSciences no se quedó atrás –dice el mismo informe–, y por su parte exhibió “un híbrido que, si bien en un principio fue desarrollado para cerdos y pollos por su alta energía, es evaluado para biocombustible. Se trata del Supercede HE High Energy, que tiene en promedio un 50 por ciento más de aceite y un 50 por ciento más de energía metabolizable”.

Sacándole etanol a las piedras

Esto mismo está ocurriendo con la caña de azúcar, y en Brasil ya están prácticamente terminados los ensayos con cañas transgénicas no comestibles con mayor rendimiento alcoholero3. La investigación, financiada en un 85 por ciento por el Estado brasileño, ha sido desarrollada por empresas como el Grupo Votorantim, pero también por universidades y cooperativas de grandes plantadores.

Son cada vez más numerosas las voces de alerta sobre la ineficiencia de los agrocombustibles para frenar el calentamiento global, y por ende detener y revertir el proceso de cambio climático

 No es una casualidad que el Grupo Votorantim, uno de los conglomerados económicos más antiguos, multifacéticos y poderosos de Brasil, esté involucrado en la investigación de cultivos transgénicos con propósito alcoholero. Una de sus principales ramas es la producción de papel, o sea de pasta de celulosa, “interfase” entre el árbol y el papel. Ya son muchos los convencidos de que la embestida de las plantas de celulosa en la región del Mercosur, tiene su origen más que nada en la visión del promisorio futuro que esta pasta ofrece para la producción de etanol.

Según un informe del Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM, por sus siglas en inglés)4, el Departamento de Energía de Estados Unidos ha concedido subvenciones para la investigación en el abaratamiento y optimización de la producción de etanol celulósico por 385 millones de dólares a seis proyectos distintos.

Según el informe de WRM, “El etanol celulósico pasa a ser una nueva mercancía en torno a la cual se reúnen poderosos grupos de diversos sectores que van armando un intrincado laberinto de interconexiones, fusiones, alianzas: empresas de biotecnología como Diversa Corp, Genencor (Estados Unidos), Novozymes Inc. (Dinamarca), comparten intereses con las empresas automovilísticas Ascoma (Estados Unidos), o Volkswagen, y con las petroleras Chevron y BP. En esas investigaciones cuentan con el apoyo de centros de pesquisa como Craig Venter de Estados Unidos, Scion y AgResearch de Nueva Zelanda, SweTree Technologies de Suecia. Por su parte, ArborGen –conformada por las empresas papeleras International Paper y Mead Westvaco junto a la empresa de biotecnología Genesis– evalúa la viabilidad de comercializar agrocombustibles a partir de celulosa”. Otra fiesta privada.

Una falsa alternativa

Para completar el panorama, son cada vez más numerosas las voces de alerta sobre la ineficiencia de los agrocombustibles así concebidos para frenar el calentamiento global y, por ende, para detener y revertir el proceso de cambio climático ya engranado. Hartmut Michel, por ejemplo, premio Nobel de Química en 1988, declaró a El País de Madrid5 que “con los biocombustibles no se ahorran emisiones de dióxido de carbono”, y que la promoción de esa alternativa a nivel internacional “está fomentando la pérdida de selva tropical en Indonesia, Malasia, algunas zonas de África y en Brasil. Los biocombustibles son una idea muy atractiva –agregó–, el término ‘bio’ vende mucho. Pero no soy el único que critica los biocombustibles, basta hacer los cálculos”, advirtió.

En el mismo sentido, un estudio publicado en la revista Science6 da cuenta de que sus autores se plantearon comparar las emisiones de gas carbónico (responsable del efecto invernadero) ahorradas por los cultivos de los agrocombustibles con las evitadas mediante otros usos del suelo. Como conclusión, los científicos establecieron que desde el punto de vista del balance ecológico, antes que producir agrocombustibles “Sería más conveniente concentrarse sobre la eficacia energética de los combustibles fósiles, conservar los bosques y sabanas, restaurar los bosques naturales y las praderas en las tierras que no son necesarias para producir alimentos”.

La producción de agrocombustibles mediante monocultivos y plantas transgénicas es, sin ningún lugar a dudas, un giro de 360 grados y, al borde del abismo, un gran y suicida paso al frente.
 
Fuente: Servicio Informativo de la Regional Latinoamericana  (SIREL) de la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación, Agrícolas,  Hoteles, Restaurantes, Tabaco y Afines (Rel-UITA)
http://www.rel-uita.org

https://www.alainet.org/es/articulo/123421
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