De urbanitas a neo-rurales

04/10/2007
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Un creciente número de ciudadanos urbanos, por motivos económicos, filosóficos o personales, vuelven a la vida campesina. Se trata sobre todo de artesanos, artistas, restauradores o apasionados por la naturaleza. Se los conoce como neo-rurales.

Entre los años 60 y 80, España, como otros muchos países vivió el éxodo rural, cuando los pobladores del campo se trasladaron a las ciudades buscando nuevas oportunidades laborales y una mejor calidad de vida. Hoy, un 65% de la población vive apiñada en las grandes ciudades y un 17% en núcleos más pequeños.

Quién no ha visto en las noticias alguna movilización de habitantes del medio rural para evitar el cierre de la escuela, la pérdida de servicios como atención médica, el cartero o la desaparición de pequeños comercios. La despoblación de las zonas rurales es uno de los problemas que nos afectan a todos. Significa pérdida de valores culturales, de señas de identidad, produce graves desequilibrios territoriales y comienza a traducirse en riesgos medioambientales como incendios o pérdida de biodiversidad.

Por eso, resultan interesantes los movimientos que promueven el desarrollo rural, como sucede con Abraza la Tierra, que busca mantener a los pueblos con vida y orientar al creciente número de personas que hacen “el camino de regreso”, de la ciudad al campo.

El pueblo es una opción de vida. Muchos urbanitas, en determinadas condiciones podríamos plantearnos el cambio, volviendo a las tierras ancestrales. Eso tiene que ver con valores casi olvidados pero atractivos para muchas personas y con el desencanto de haber sufrido durante años el estrés, las prisas, las distancias, la contaminación, la soledad y otros problemas de las grandes ciudades.

Abraza la Tierra está dirigido a las personas que quieren desarrollar su proyecto laboral y de vida en el medio rural, con iniciativas propias y viables en el pueblo en el que van a vivir, participando de la vida de esa comunidad e integrándose con el resto de los vecinos. Se da cabida a diferentes experiencias: personas solas y en familia, que viven de la agricultura y la ganadería o que desarrollan las actividades más innovadoras; personas que buscan un cambio social y otras que simplemente quieren calidad de vida; unos que no sabían lo que es vivir en el campo, otros que vuelven al pueblo de sus abuelos.

Los responsables de este proyecto, iniciado en 2004, ofrecen información y asesoramiento sobre la viabilidad de las propuestas, el posible acceso a una ayuda, comunicaciones, opciones de vivienda y servicios existentes en los municipios. El primer apoyo y seguimiento se ve reforzado con un tutor o una persona del pueblo que se encarga de facilitar la integración del nuevo vecino en el entorno y en su vida cotidiana.

Lo esencial es ser una persona activa, que quiera vivir integrándose –conocer, respetar y compartir- en el medio rural, tener alguna iniciativa personal y económica, un proyecto de vida con mucha motivación. Se trata de invertir conocimientos, tiempo y recursos en una actividad con futuro en el ámbito rural que le permita continuar su vida en él. Hay que estar dispuesto a buscarse la vida, siendo original, creativo; con capacidad de trabajo y de riesgo.

El retorno de gente a las zonas rurales aliviará la soledad en el invierno de muchos pueblos pequeños, producirá una mayor calidad de vida, y tal vez, con la presencia de nuevos proyectos empresariales, esas zonas se vean favorecidas por mejores inversiones y servicios. El beneficio para los neo-rurales, además de disfrutar de esa vida diferente y los valores que aporta el campo, es un posible acceso a nuevas oportunidades de empleo y residencia en zonas que hasta ahora no habían tenido promoción.

Están en cuestión el modelo urbano, el sentido del progreso, el concepto de mundo, la opción de vida. Nos interrogamos ante las crisis ecológicas, sociales, personales. Tal vez sea el campo un espacio idóneo para repensar conceptos como sostenibilidad, participación, identidad, diversidad, pluralidad. Hay quien considera esta vuelta al campo como indicio de una nueva revolución pacífica, de personas que buscan su lugar, donde poder respirar con ritmos naturales, humanos, sin mayores ambiciones.

Sea bienvenida esta nueva imagen del medio rural, alejada de estereotipos, del derrotismo y del sensacionalismo, que ofrece un enfoque diferente sobre la realidad de los pueblos, sobre su futuro y sobre las luchas e ilusiones de sus habitantes. Para muchos, una esperanza.

-María José Atiénzar es periodista.

Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.
www.solidarios.org.es
https://www.alainet.org/es/articulo/123601?language=en

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