III Congreso Latinoamericano y Caribeño de Comunicación:

Medios, ciudadanía, democracia

18/10/2007
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Ante todo, dos premisas: Primera, que el principal problema que tenemos los latinoamericanos es que hemos estado ciegos de nosotros mismos: siempre nos hemos visto con ojos extranjeros. Recitamos integración, pero la realidad es que no nos conocemos siquiera.

Segundo, que el tema de los medios de comunicación social tiene relación directa con el futuro de nuestras democracias, porque la dictadura mediática pretende suplantar a las dictaduras militares de tres décadas atrás. Son los grandes grupos económicos, que usan a los medios y deciden quién tiene o no la palabra, quien es el protagonista y quién el antagonista.

Los medios y sus fines

Los medios de comunicación tienen mucho que ver con todo esto, porque el tema de los medios de comunicación social tiene relación directa con el futuro de nuestras democracias, porque la dictadura mediática pretende suplantar a las dictaduras militares de tres décadas atrás. Son los grandes grupos económicos, que usan a los medios y deciden quién tiene o no la palabra, quien es el protagonista y quién el antagonista.

El periodismo cambió porque la noticia se convirtió en negocio desde la llegada del gran capital a los medios de comunicación, y la progresiva concentración de éstos en pocas manos. Los grandes multimedios quedaron en manos de empresarios, de gente que no tenía nada que ver con el periodismo ni siquiera les interesaba la profesión, sino que veían la información como forma, instrumento, herramienta para obtener grandes, altas y rápidas ganancias, y como instrumento para garantizar mercados, consumidores, para los productos de sus empresas, fueran éstos productos bienes materiales o ideas.

A los nuevos gerentes de los medios no les interesa si la historia es real, verdadera, sino si es interesante y puede vender. Se terminó la ética del periodismo, y fue sustituida por la ética del empresario. La búsqueda de la verdad fue reemplazada por la búsqueda de lo que se pueda vender, y la palabra perdió el valor que tuvo durante décadas, siglos.

La pantalla de televisión relata versiones erróneas, manipuladas, incompletas, incompetentes, que se imponen sin la posibilidad de ser contrastadas con la realidad o con documentación original. Millares de personas aprenden y repiten historias irreales, construcciones ficticias de un pensamiento e imagen únicos, divulgados por los medios comerciales de comunicación, a lo largo y ancho del mundo. Las voces alternativas no tienen la capacidad de ofrecer la misma accesibilidad que los medios masivos, a menos que se conviertan también en medios masivos alternativos al pensamiento hegemónico.

Los medios deciden qué destacar, qué omitir o invisibilizar, qué cambiar,  quién es el protagonista y quién el antagonista; quien tiene voz y quienes quedan afónicos e invisibles en la construcción de ese mundo virtual. Los grandes conglomerados empresariales operan sobre la mentalidad y la sensibilidad de las sociedades que gobiernan y generan una nueva fuente de historia, falsificada, fragmentada, artificial, superficial, descontextualizada.

La gente común conoce la historia (virtual) a través de los medios. Y sólo cuando su propia realidad contrasta con esta historia virtual y la hace estallar en pequeños trozos, logra darse cuenta de esa dualidad, de ese divorcio entre medios y realidad, entre realidad virtual y real. Cada vez más historias virtuales ocupan el lugar del mundo virtual en nuestro imaginario, que nos alejan cada vez más de la historia y de los problemas reales del mundo real de las distintas y diversas civilizaciones.

Hoy es necesario definir e implementar políticas de comunicación dirigidas a promover el desarrollo. Es urgente desarrollar procesos de información y periodismo por el desarrollo, recogiendo y difundiendo noticias que enfaticen en logros, en esperanzas, en resolución de problemas, en la previsión de atentados a la vida, en el seguimiento a los logros, potencialidades, demandas y reivindicaciones positivas, debatiendo, integrando, construyendo...

Porque en un mundo saturado de basura electrónica, de exhibición de la violencia y del lujo descarado, de corruptos y mediocres convertidos en modelos sociales, la comunicación-desarrollo no puede asociarse a los recursos de la publicidad fetichista ni de la seducción sensacionalista, de imágenes sin sentido de sociedad.

El estadounidense Michael Crichton, autor de Parque Jurásico y ER entre otras piezas, habla de información-basura, al igual que la comida-basura. Dice que buena parte de la opinión pública estadounidense padece una asombrosa ignorancia acerca de todo lo que ocurre fuera de su país,  teme o desprecia lo que ignora. En el país que más ha desarrollado la tecnología de la información, los noticieros de televisión, por ejemplo, apenas otorgan espacios a  las novedades  del mundo, como no sea para confirmar que los extranjeros tienen tendencia al terrorismo o a la ingratitud.

Lo que desde el mundo en desarrollo corroboramos es que los medios del Norte, parecen cada vez menos democráticos; tratan de imponer mensajes únicos, imágenes únicas, en fin, pensamiento único. El mismo formato de información va por las agencias trasnacionales de noticias, por las emisiones radiales internacionales y por las televisoras, CNN, Fox, Antena 3, Televisión Española, BBC, etc, etc. Mensajes únicos, imágenes únicas, en fin, pensamiento único. ¿Pensamiento único?

Por ejemplo, si Eva hubiera escrito el Génesis, la historia de la primera noche de amor del género humanos hubiera sido bien distinta. Eva hubiese comenzado por aclarar que ella no era blanca y mucho menos rubia 90-60-90, ni tenía cabello largo y mucho menos que vestía esa ridícula hoja de parra.  Eva aclararía que  no nació de ninguna costilla, no conoció a ninguna serpiente ni ofreció manzanas a nadie, y que Dios nunca le dijo que parirás con dolor y tu marido te dominará. ¡Qué va! Eva diría que todas esas historias son puras mentiras que Adán le contó a la serpiente –perdón, a la prensa- y, seguramente Adán se hubiera defendido señalando que sus palabras fueron malinterpretadas, tergiversadas y manipuladas por un canal internacional de noticias, sirviendo a oscuros intereses foráneos…

Es lo que pasa con nosotros, los del Sur: desde el Norte nos ven en blanco y negro, en especial en negro porque aparecemos en los noticieros de los países del Norte solo si nos ocurre una desgracia y siempre definidos por preconceptos en general descalificativos. Y realmente somos en technicolor, diversos, plurales, llenos de colores. Y, quizá, nuestro mayor problema ha sido que hemos estado ciegos de nosotros mismos; siempre nos habíamos visto con ojos de extranjeros.

Comunicación y desarrollo

Analizar las relaciones entre comunicación y desarrollo supone combinar tres puntos de partida: la realidad presente, el futuro posible y la memoria acumulada. Es una combinación compleja, máxime cuando su aplicación práctica nos muestra que el desarrollo está en deuda con la sociedad; la comunicación está en deuda con el desarrollo; y la teoría está en deuda con las experiencias.

Los enfoques del desarrollo lamentablemente no avizoran todavía los modos que pongan en jaque las causas de la exclusión y la pobreza.

Es oportuno entender que la cooperación al desarrollo es un asunto de justicia y no de caridad y corresponde resaltar la necesidad de reconocer la corresponsabilidad respecto del subdesarrollo.

No hay que olvidar sobre cuales espaldas se forjó el desarrollo de los países industrializados. Muchísimo mejor sería tener un comercio justo que una cooperación al desarrollo injusta, menguada, atada al ajuste estructural, a los intereses económicos de los propios donantes –sus empresas trasnacionales y sus consultoras- y en muchos casos al fundamentalismo religioso.

Y por eso no debe extrañar que los países del Sur digan “gracias, pero no” a algunos ofrecimientos de ayuda supuestamente al desarrollo. Como le dijeron India e Indonesia a algunos países europeos que querían ayudar al desarrollo (quizá de sus empresas) tras el tsunami. Los países del sur hemos aprendido que las posibilidades de desarrollo están ligados a los procesos de cooperación, complementación y solidaridad de las naciones y de los pueblos, y reflotan los proyectos de cooperación Sur-Sur, organizan sistemas propios de financiamiento lejos de los organismos multilaterales de crédito, hechos que, obviamente, son invisibilizados, ocultados por la prensa del Norte.

Desde el FMI y del BM y sus repetidoras de los medios comerciales insisten en que la única forma de combatir la pobreza es con crecimiento económico. Aunque parezca perogrullesco, en América Latina el crecimiento económico ha conllevado exclusión y pobreza

Hay ajustes y crecimiento macroeconómico, pero a cambio de una mayor pobreza y deterioro social debido a la perversa forma de distribución social de la riqueza. El número de pobres aumenta en  América Latina a razón de dos personas por minuto con ingresos menores a los dos dólares diario. Cerca de 200 millones de latinoamericanos (46% de la población total) no satisfacía –cifras de fin de siglo- sus necesidades básicas; 94 millones (22%) se encontraba en una situación de extrema pobreza.; y 60 millones (18%) vivía en situación de hambre crónica.

Las oportunidades, en los países en desarrollo, están distribuidas de manera dispar por el aumento de la concentración del ingreso, los recursos y la riqueza entre personas, empresas y países. Por ejemplo, los activos de los tres principales multimillonarios latinoamericanos superan el Producto Nacional Bruto combinado de todos los países menos adelantados y sus 600 millones de habitantes.

La incidencia de la revolución tecnológica en el mundo contemporáneo ha llevado a designarlo como la sociedad de información. En ella, América Latina tiene una participación insignificante, en una relación donde mientras mayores son las exigencias del conocimiento, menor es nuestra gravitación en el mundo emergente. Así, nuestra presencia en el mercado global de tecnologías de información es del 2%; nuestros científicos contribuyen con menos del 2% de publicaciones especializadas; y tenemos sólo un 1% de los hosts de Internet.

Para Adalid Contreras Baspineiro, director general de la Comunidad Andina, nuestro rezago expresa también una nueva forma de estratificación entre "inforricos" e "infopobres". La educación es una entrada a la alta sociedad de la red. El ingreso compra acceso. El acceso otorga datos y conocimiento. El inglés habla. La lógica de mercado se hace programación de moda, ligera y gustosa. La propiedad de los medios se concentra en redes comercialmente cada vez más poderosas y en menos manos e influyentes políticamente. Las imágenes y sentidos que circulan por los medios son cada vez más ajenos.

Incluso e
l concepto de cohesión social en América Latina difiere del europeo; en la primera, el objetivo de alcanzar la cohesión social está directamente relacionado con las posibilidades de superar la desigualdad social, la exclusión y la inequidad. En Europa el tema de la convivencia dentro de la diversidad étnica existente en los países que forman parte de la Unión Europea ampliada tiene, por supuesto, una mayor importancia que la que se le confiere en América Latina donde existen fuertes raíces de identidad que permiten hablar de una identidad latinoamericana.

La democracia está instalada como sistema formal, sin apropiación ciudadana, razón por la que su institucionalidad es precaria. Se trata de una cultura política trasplantada y condensada en instituciones formales, quizá necesarias, pero ajenas, distanciadas y disociadas de los modos de ver y sentir de los pueblos. La democracia se ha vuelto insignificante en términos de participación. Martín-Barbero dice que la falta de confianza en los partidos políticos, que dejaron de ser canales de expresión de la sociedad, en los gobernantes y en los poderes del Estado explica por qué lo único no mestizo en América Latina es la política.

Para la ética de los grandes medios, aún hoy bad news are good news. Y por eso planteamos la pregunta de si realmente tiene interés público la información de las ONGs, de la sociedad civil. Lo que sí es obvio, lo que acordamos todos los medios, del Norte y del Sur, que la información para el desarrollo debe ser realizada por profesionales, que sepan cómo seducir a los editores periodísticos primero y a la audiencia después, con historias de interés humano.

Lo cierto es que la mayoría de las organizaciones de la sociedad civil hace reportes de relacionistas públicos –destacando la labor de dirigentes- o para expertos en finanzas: a nadie le importa la inversión de x millones de dólares o de euros sino el impacto y la participación social que ello genera.

Sin duda los valores universales de los derechos humanos, la independencia, la no discriminación, la transparencia, un autofinanciamiento ético, evaluaciones y visiones críticas, son algunos de los conceptos que fueron adoptados por las principales ONGs, pero ¿no seremos demasiados optimista para creer que pueden ser aplicables y acordados por los propios medios de comunicación?

La democracia, ese tabú

La experiencia confirma que una democracia política que no reposa sobre una democracia económica y cultural no sirve para gran cosa. José Saramago señala que estamos en un mundo donde estamos habituados a debatir de todo, donde solo persiste un tabú: la democracia. Shh, de eso no se habla.

Y, en América Latina, estamos reinventando la democracia, pasando por encima de quienes recitan que una democracia participativa no es viable porque el exceso de demandas terminará provocando una sobrecarga del sistema y la consiguiente crisis de autoridad o de gobernabilidad. La solución para ellos, que detentan el poder desde hace cinco siglos, es menos democracia, apelar a elites lúcidas y seguir los dictados de los organismos multilaterales de créditos, con garantía jurada de dependencia.

Hay que repensar América Latina desde esta diversidad en sentido incluyente, soñándolo y construyéndolo viable desde el valor de su diferencia. La comunicación tiene que comprometerse con los simbolismos culturales propios y múltiples, para articularse verdaderamente con el desarrollo que, como la comunicación, se rehace en las profundidades de la cultura.

No es posible construir desarrollo sin una intervención activa del Estado en la promoción y definición de los procesos de comunicación. En procesos que deben avanzar desde la ciudadanía, recogiendo su participación, empoderándola en distintos espacios, nuestros países necesitan estructuras estatales más fuertes para el desarrollo humano, no para el mercado; para la lucha contra la pobreza, no para la legitimación de la diferenciación y exclusión inhumanas; para la inclusión protagónica de la ciudadanía ejerciendo poder y, de este modo, construyendo democracia. Y seguimos hablando de democracia…

Construir democracia es construir ciudadanía. En nuestros países, gracias al neocolonialismo y a la despiadada aplicación de tres décadas de políticas neoliberales, existen millones y millones de invisibles. Sí, de gente que ni siquiera tiene documentación, que no existe para las estadísticas y, por ende, no tiene acceso a la educación, a la salud, a la nutrición. Ojalá pudiéramos hablar de la lucha entre burguesía y proletariado, pero en el llamado Tercer Mundo, las grandes mayorías están marginadas, excluídas social, económica, cultural y políticamente.

Todavía hay muchos que tienen miedo a la formación de ciudadanía, a darle poder a los pobres, lo que significa considerarlos sujetos de política y no objeto de política, lo que significa garantizarles acceso a la educación (y no solo alfabetizarlos), a la salud, a la nutrición. Garantizarles el derecho a la esperanza.

La (falaz) ayuda al desarrollo

Un estudio de la chilena Ximena de la Barra señala claramente que a nivel global, la cooperación oficial al desarrollo ha significado poco respeto al desarrollo de los pueblos y el desarrollo de los procesos de integración, comparado con los efectos negativos del conjunto de políticas nacionales e internacionales.

Muchísimo mejor sería tener un comercio justo que una cooperación al desarrollo injusta, menguada, atada al ajuste estructural, a los intereses económicos de los propios donantes –sus empresas trasnacionales y sus consultoras- y en muchos casos al fundamentalismo religioso.

No se puede hablar de cooperación al desarrollo sin hablar de deuda. En la primera se gasta 68 mil millones de dólares anuales (OCDE, 2004) en comparación con los 370 mil millones de dólares que gastan los países en desarrollo en servir la deuda (Banco Mundial, 2006). En muchos países se gasta más en servicio de la deuda que en servicios básicos para el desarrollo de las personas como la educación y la salud. Sólo América Latina debe 780 mil millones, y mientras más pagan más deben.

A nivel global, tampoco se puede hablar de cooperación al desarrollo sin hablar del gasto militar. Hay que comparar los 68 mil millones de dólares de la cooperación con el trillón que se emplea en gasto militar. El 47% del gasto militar mundial corresponde a los Estados Unidos, precisamente uno de los dos países que menos gasta en cooperación internacional, proporcionalmente a su producto interno.

Del mismo modo, no se puede hablar de cooperación al desarrollo sin hablar del ajuste estructural. Con la mano pequeña y suave se alivia la pobreza pero con la mano grande y criminal, se ata la mano de los gobiernos para hacerlo. Incluso se argumenta que los países en desarrollo no tienen capacidad de absorber mayor consideración. La realidad es que de ser eso efectivo, es el propio ajuste estructural lo que había destruido esas capacidades.

América Latina es la región del mundo que recibe proporcionalmente menos ayuda el desarrollo y donde esta sigue decreciendo. Pasó de ser un 13,6% de la total mundial en 1993 a un 11,6% en 2003. España es de lejos el principal donante, seguido de los Países Bajos, aunque ambas decrecen. Sin embargo, a medida que la cooperación al desarrollo decrece, la ayuda militar de los Estados Unidos a Latinoamérica crece. De 3,4 millones de dólares en el año 2000, ha aumentado al 340% y es actualmente de 122 millones. El Salvador, aquel país pulgarcito, siniestramente es el que más recibe: no cabe duda de que se le prepara para un rol regional.

Los movimientos sociales

Hoy, los movimientos sociales se han vuelto actores importantes en la mayoría de los países del Sur y aunque en general se muestran fragmentados, son parte de una nueva conciencia que se instaló en nuestras naciones. Cuando nos preguntan dónde está la izquierda, podemos responder sin dudar que ya no está en los partidos tradicionales, sino en estos movimientos populares, propulsores de los cambios, de las nuevas sociedades.

En vez de la exigencia al Estado a cambio de la paz social, los movimientos –al menos los latinoamericanos- consiguieron una suerte de poder de veto, por el cual ningún estamento –léase gobiernos, pero también multinacionales o corporaciones como las fuerzas armadas o la policía- puede traspasar ciertos límites sin poner en riesgo, en juego, la gobernabilidad.

En Europa, por ejemplo, el contexto actual deja como nunca a la intemperie el divorcio creciente entre modelo de periodismo y sociedad. La dificultades que los temas sociales ponen para ser descritos y explicados por ese modelo de periodismo, cada vez más cuestionado y por un sistema mediático ajeno a todo control ciudadano, deben contribuir a abrir en términos nuevos el debate ético en torno a la responsabilidad social de los medios y a su papel en al construcción democrática.

Y romper así, de paso, el imaginario fatalista que opone a medios y movimientos sociales, poniendo en la mesa de debate el tema desde la relación entre comunicación, ciudadanía y democracia.

Existen fuertes resistencias, especialmente en los países desarrollados para enfocar el tema en su verdadera dimensión, porque no interesa repensar los medios en la sociedad mediática, ya que ello exige reflexionar sobre la democratización de la comunicación.

Los medios no son una plataforma adecuada para educar al público en la solidaridad. Hay que sospechar, entonces, que ofrecerán fuertes resistencias dentro de los nuevos procesos de construcción de ciudadanía, que están emergiendo por allí.

Ese sueño llamado Telesur

Por eso existe Telesur, para comenzar a vernos con nuestros propios ojos, para recuperar la memoria, el lenguaje, para coadyuvar a este proceso de integración invisibilizado por los grandes medios cartelizados del Norte, desde la diversidad y la pluralidad. Para ofrecer distintas aristas y opiniones sobre un mismo tema, porque el fin no puede ser crear consumidores o borregos políticos o religiosos, sino el de formar ciudadanía crítica, capaz de participar en los procesos de cada una de sus naciones y en la formación del sueño, la utopía quizá, de la patria grande.

Y, entonces, comienzan las descalificaciones a priori, porque el problema es que se comienza a romper con los latifundios mediáticos, con la afonía de las mayorías y de las naciones en desarrollo, con la invisibilidad de la cultura, la lucha, los procesos de los pueblos del sur. Porque surgen alternativas al pensamiento único, al mensaje neocolonial, hegemónico. Y porque se comprende que alternativo no significa marginal, sino que para ser competitivo se debe tener la misma calidad de forma y contenido que quien emite el mensaje hegemónico.

Es necesario dejar de ver el sur con ojos del norte: la actividad de las organizaciones sociales no es para mostrar miseria y pobreza, sino para destacar la cooperación, la complementación, la solidaridad, valores difíciles de hallar en la información del Norte. Es un problema ético, periodístico.

Hace casi tres décadas peleábamos por un nuevo orden informativo internacional. Recordemos el informe McBride de la UNESCO de 1980, totalmente vigente 27 años después. Pero no nos equivoquemos: el nuevo orden existe, fue instaurado por el Norte y es el del pensamiento único.

Nuestra lucha es hoy por la democratización de la información y de la comunicación, para que todos los ciudadanos tengan derecho a informar y estar informados, por romper con el pensamiento hegemónico, por darle voz e imagen a tantos millones de nuestros compatriotas latinoamericanos invisibilizados y sin voz.

- Aram Aharonian es director de Telesur.  Ponencia presentada en el III Congreso Latinoamericano y Caribeño de Comunicación, Loja, Ecuador 15-18 de octubre 2007.

https://www.alainet.org/es/articulo/123832
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