La verdadera cooperación al desarrollo
01/11/2007
- Opinión
Después de los escándalos financieros advertidos a principios de año en Anesvad e Intervida, y ahora la imagen de la organización francesa Arca de Zoé, creo que es un buen momento para analizar la situación en Cataluña de las organizaciones no gubernamentales dedicadas a la cooperación al desarrollo, tanto su transparencia económica como la transparencia de lo que hacemos, pues ambas cosas están relacionadas estrechamente.
En líneas generales creo que se puede afirmar que las ONG catalanas hacemos una gestión correcta de los fondos, fundamentalmente de los fondos públicos que recibimos. Dichos fondos nos llegan previa evaluación por parte de las administraciones de nuestra organización y, en algunos casos, para acceder a fondos significativos hemos de superar unas auditorias públicas ciertamente exigentes. Lógicamente, todas las administraciones públicas que subvencionan acciones exigen además informes económicos y técnicos de las actividades apoyadas. Suele ser habitual, también en el sector, realizar auditorias privadas para presentar a nuestra base social, administraciones e instituciones.
Pero las organizaciones de desarrollo, como organizaciones privadas que trabajamos con fondos públicos, no sólo hemos de justificar las cuentas de resultados. La transparencia debe ser también precisa y clara a la hora de explicar en qué y cómo se emplean esos fondos. Aquí mi valoración es menos satisfactoria, pues existen diferencias entre la realidad y el imaginario social. La realidad se corresponde en un buen número de organizaciones con un alto nivel de profesionalización, experiencia y especialización. Se negocia con los gobiernos las políticas de cooperación, se desempeña un papel relevante en situaciones de emergencias humanitarias o se realizan complejas investigaciones buscando y analizando las causas de tantas injusticias. Pero lo que la gente tiene en la cabeza son muchas veces ideas equivocadas. Como me explicaban desde las oficinas de la Federació Catalana de ONG, la ciudadanía contacta con ella para ofrecerse como voluntaria sobre el terreno... porque no sabe que normalmente las organizaciones enviamos básicamente profesionales, y sólo si es necesario, porque damos prioridad a trabajar con personal local. La gente llama para ver si puede llevar medicamentos o comida... porque no sabe que es técnicamente muy difícil y de poca utilidad para un desarrollo sostenible, excepto para atender las crisis humanitarias. Y de este abismo entre la verdadera cooperación y la "caridad paternalista enfocada a la donación impulsiva" existen responsables.
Los primeros lógicamente son organizaciones que envueltas en mensajes sensibleros de caridad para hoy (hambre para mañana) han ocupado los medios de comunicación. Son las especialistas de la mercadotecnia de los sentimientos. Venden a una sociedad hiperconsumista remedios para nuestros achaques de conciencia. Remedios que sólo buscan calmar conciencias, no transformar conductas individuales y sociales. Y en la venta, la ética se queda en el camino. Tampoco olvidemos que estas organizaciones han encontrado aliados en grandes empresas patrocinadoras a las que les viene de fábula un lavado de imagen. Pero también tenemos que señalar que la distancia existente entre ONG y sociedad se debe a las propias organizaciones, que no hemos conseguido transmitir una idea inequívoca de nuestra razón de ser y de hacer.
Esperemos que esa crisis de las ONGD de primeros de año tenga dos consecuencias. Que se depure a las organizaciones que sólo son traficantes de miseria y sea un paso más para explicar bien qué somos, qué hacemos realmente, cuál es nuestro compromiso con los movimientos sociales del Sur, nuestra ética de trabajo, etcétera. Y aún más lejos, seamos interpeladas por la sociedad civil que nos respalda y por los beneficiarios con los que trabajamos, sobre el impacto e interés de nuestro trabajo. Nos sorprenderíamos con nuevos análisis bajo nuevos paradigmas que cuestionan también la entendida como verdadera cooperación al desarrollo.
- Gustavo Duch Guillot es director de Veterinarios sin Fronteras (España)
En líneas generales creo que se puede afirmar que las ONG catalanas hacemos una gestión correcta de los fondos, fundamentalmente de los fondos públicos que recibimos. Dichos fondos nos llegan previa evaluación por parte de las administraciones de nuestra organización y, en algunos casos, para acceder a fondos significativos hemos de superar unas auditorias públicas ciertamente exigentes. Lógicamente, todas las administraciones públicas que subvencionan acciones exigen además informes económicos y técnicos de las actividades apoyadas. Suele ser habitual, también en el sector, realizar auditorias privadas para presentar a nuestra base social, administraciones e instituciones.
Pero las organizaciones de desarrollo, como organizaciones privadas que trabajamos con fondos públicos, no sólo hemos de justificar las cuentas de resultados. La transparencia debe ser también precisa y clara a la hora de explicar en qué y cómo se emplean esos fondos. Aquí mi valoración es menos satisfactoria, pues existen diferencias entre la realidad y el imaginario social. La realidad se corresponde en un buen número de organizaciones con un alto nivel de profesionalización, experiencia y especialización. Se negocia con los gobiernos las políticas de cooperación, se desempeña un papel relevante en situaciones de emergencias humanitarias o se realizan complejas investigaciones buscando y analizando las causas de tantas injusticias. Pero lo que la gente tiene en la cabeza son muchas veces ideas equivocadas. Como me explicaban desde las oficinas de la Federació Catalana de ONG, la ciudadanía contacta con ella para ofrecerse como voluntaria sobre el terreno... porque no sabe que normalmente las organizaciones enviamos básicamente profesionales, y sólo si es necesario, porque damos prioridad a trabajar con personal local. La gente llama para ver si puede llevar medicamentos o comida... porque no sabe que es técnicamente muy difícil y de poca utilidad para un desarrollo sostenible, excepto para atender las crisis humanitarias. Y de este abismo entre la verdadera cooperación y la "caridad paternalista enfocada a la donación impulsiva" existen responsables.
Los primeros lógicamente son organizaciones que envueltas en mensajes sensibleros de caridad para hoy (hambre para mañana) han ocupado los medios de comunicación. Son las especialistas de la mercadotecnia de los sentimientos. Venden a una sociedad hiperconsumista remedios para nuestros achaques de conciencia. Remedios que sólo buscan calmar conciencias, no transformar conductas individuales y sociales. Y en la venta, la ética se queda en el camino. Tampoco olvidemos que estas organizaciones han encontrado aliados en grandes empresas patrocinadoras a las que les viene de fábula un lavado de imagen. Pero también tenemos que señalar que la distancia existente entre ONG y sociedad se debe a las propias organizaciones, que no hemos conseguido transmitir una idea inequívoca de nuestra razón de ser y de hacer.
Esperemos que esa crisis de las ONGD de primeros de año tenga dos consecuencias. Que se depure a las organizaciones que sólo son traficantes de miseria y sea un paso más para explicar bien qué somos, qué hacemos realmente, cuál es nuestro compromiso con los movimientos sociales del Sur, nuestra ética de trabajo, etcétera. Y aún más lejos, seamos interpeladas por la sociedad civil que nos respalda y por los beneficiarios con los que trabajamos, sobre el impacto e interés de nuestro trabajo. Nos sorprenderíamos con nuevos análisis bajo nuevos paradigmas que cuestionan también la entendida como verdadera cooperación al desarrollo.
- Gustavo Duch Guillot es director de Veterinarios sin Fronteras (España)
https://www.alainet.org/es/articulo/124025
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