Estrella-guía
03/11/2007
- Opinión
Ella es una persona dulce, afable, cautivadora y, como dice el himno no oficial de Minas Gerais, quien la conoce no la olvida jamás. Portadora de buenas nuevas, capta siempre el lado positivo de personas y situaciones. Llena de compasión y repleta de misericordia, rezuma tolerancia y nada que sea humano la escandaliza.
Si alguna vez el regusto de la amargura le hirió el alma, nunca lo sabremos. “La alegría se reparte, el dolor no”, acostumbra a repetir.
Su marido, Antonio Carlos Vieira Christo, ya transvivenciado, y con quien vivió más de sesenta años, decía de ella que era la candidata ideal para ser ministra de Relaciones Exteriores, debido a su talento para identificar semejanzas donde impera el antagonismo, proximidad donde reina el distanciamiento, concordia donde campea la discordia.
Nacida en Belo Horizonte en 1917, hija de un eminente farmacéutico y de una repostera talentosa, es la primogénita de diez hermanos, la mitad de los cuales todavía vive. Aprendió las primeras letras en el Grupo Escolar Barao do Rio Branco -por el que más tarde pasaron sus ocho hijos-, tuvo una infancia feliz en la misma calle donde nacieron los primeros de ellos y donde, por coincidencia, reside ella hoy: la Tomé de Souza.
En su adolescencia frecuentó mucho los bailes, que le inculcaron el gusto por el tango porteño, sin restarle su entusiasmo carnavalesco. Profesora luego de concluir sus estudios en el colegio Sacré Coeur de Marie, se hizo militante de Acción Católica y, por gracia divina, cristiana progresista avant la lettre, alejada de moralismos y olor a incienso.
Todavía joven, se familiarizó con las obras de Bernanos, Claudel, Maritain, Leonel Franca y Alceu Amoroso Lima. Con este último tuvo amistad. En Rio de Janeiro, donde residió hasta que su marido firmó el Manifiesto de los Mineiros y Vargas lo obligó a volver a Minas Gerais, ella, grávida de este cronista, le rogó a Dios, al oír una charla de fray Pedro Secondi, que le diese un hijo dominico…
Entregada a los cuidados de la educación de los hijos, impedida de trabajar fuera, se dedicó a la culinaria, aunque sin apartarse nunca de la militancia en la Acción Católica, de la que forma parte aun hoy. Nunca pierde la misa del domingo, aunque sea televisada; le gusta rezar una parte del rosario; pero no la inviten a retiros espirituales, pues detesta el silencio de las casas de retiro. Si su marido era fanático del Teatro Municipal, ella es la mismísima escuela de samba.
A los sesenta años salió hacia el interior de Minas, visitó ranchos y haciendas, recogió viejos y gruesos cuadernos de recetas y, juntando el hambre con las ganas de comer, inició, con el clásico Fogón de leña. 300 años de cocina mineira, una exitosa carrera literaria, hoy ampliada a ocho obras destinadas al deleite de nuestro sabor y saber.
Adquirió fama, dio clases de culinaria para barrenderas de la calle y para ejecutivos, viajó dentro y fuera del Brasil para participar en festivales gastronómicos. Cocinó para jefes de estado, como Fidel y Raúl Castro, y para celebridades, como Sobral Pinto, Chico Buarque, Raduan Nassar, Leonardo Boff, dom Paulo Evaristo Arns, Roberto Drummond, Lula y Joao Pedro Stedile. Llevó, desde las Alterosas a Moscú, los ingredientes para una frijolada completa, con la que quedaron satisfechos, en plena perestroika, diplomáticos brasileños y autoridades soviéticas.
Curiosa como es, nunca deja traslucir cosas personales, pero se interesa por cada detalle de lo que sucede a su alrededor. Abuela de 16 nietos y bisabuela de 8, dialoga de igual a igual con cada uno de ellos, consiguiendo la increíble hazaña de que nunca le hayan roto ninguna de las piezas de cristal y porcelana que adornan su sala de visitas.
Lectora voraz, prefiere libros de ficción, novelas históricas y buena teología. Y no deja de leer los periódicos del día. Su organismo ignora el colesterol, lo que le permite pasar, sin que le afecte ni a la silueta ni a la salud, del frijol ordinario a la más surtida compota de dulces. Cuatro veces por semana se dedica, por la mañana, a la natación y a ejercicios en bicicleta.
Su nombre es Maria Stella Libanio Christo, mi estrella-guía. No tengo complejo de Edipo, soy su hijo. Hoy cumple 90 años.
¡Feliz cumpleaños, mamá!
- Frei Betto es escritor, autor de “Sabroso viaje por el Brasil”, junto con Maria Stella Libanio Christo, entre otros libros.
Traducción de J.L.Burguet
Si alguna vez el regusto de la amargura le hirió el alma, nunca lo sabremos. “La alegría se reparte, el dolor no”, acostumbra a repetir.
Su marido, Antonio Carlos Vieira Christo, ya transvivenciado, y con quien vivió más de sesenta años, decía de ella que era la candidata ideal para ser ministra de Relaciones Exteriores, debido a su talento para identificar semejanzas donde impera el antagonismo, proximidad donde reina el distanciamiento, concordia donde campea la discordia.
Nacida en Belo Horizonte en 1917, hija de un eminente farmacéutico y de una repostera talentosa, es la primogénita de diez hermanos, la mitad de los cuales todavía vive. Aprendió las primeras letras en el Grupo Escolar Barao do Rio Branco -por el que más tarde pasaron sus ocho hijos-, tuvo una infancia feliz en la misma calle donde nacieron los primeros de ellos y donde, por coincidencia, reside ella hoy: la Tomé de Souza.
En su adolescencia frecuentó mucho los bailes, que le inculcaron el gusto por el tango porteño, sin restarle su entusiasmo carnavalesco. Profesora luego de concluir sus estudios en el colegio Sacré Coeur de Marie, se hizo militante de Acción Católica y, por gracia divina, cristiana progresista avant la lettre, alejada de moralismos y olor a incienso.
Todavía joven, se familiarizó con las obras de Bernanos, Claudel, Maritain, Leonel Franca y Alceu Amoroso Lima. Con este último tuvo amistad. En Rio de Janeiro, donde residió hasta que su marido firmó el Manifiesto de los Mineiros y Vargas lo obligó a volver a Minas Gerais, ella, grávida de este cronista, le rogó a Dios, al oír una charla de fray Pedro Secondi, que le diese un hijo dominico…
Entregada a los cuidados de la educación de los hijos, impedida de trabajar fuera, se dedicó a la culinaria, aunque sin apartarse nunca de la militancia en la Acción Católica, de la que forma parte aun hoy. Nunca pierde la misa del domingo, aunque sea televisada; le gusta rezar una parte del rosario; pero no la inviten a retiros espirituales, pues detesta el silencio de las casas de retiro. Si su marido era fanático del Teatro Municipal, ella es la mismísima escuela de samba.
A los sesenta años salió hacia el interior de Minas, visitó ranchos y haciendas, recogió viejos y gruesos cuadernos de recetas y, juntando el hambre con las ganas de comer, inició, con el clásico Fogón de leña. 300 años de cocina mineira, una exitosa carrera literaria, hoy ampliada a ocho obras destinadas al deleite de nuestro sabor y saber.
Adquirió fama, dio clases de culinaria para barrenderas de la calle y para ejecutivos, viajó dentro y fuera del Brasil para participar en festivales gastronómicos. Cocinó para jefes de estado, como Fidel y Raúl Castro, y para celebridades, como Sobral Pinto, Chico Buarque, Raduan Nassar, Leonardo Boff, dom Paulo Evaristo Arns, Roberto Drummond, Lula y Joao Pedro Stedile. Llevó, desde las Alterosas a Moscú, los ingredientes para una frijolada completa, con la que quedaron satisfechos, en plena perestroika, diplomáticos brasileños y autoridades soviéticas.
Curiosa como es, nunca deja traslucir cosas personales, pero se interesa por cada detalle de lo que sucede a su alrededor. Abuela de 16 nietos y bisabuela de 8, dialoga de igual a igual con cada uno de ellos, consiguiendo la increíble hazaña de que nunca le hayan roto ninguna de las piezas de cristal y porcelana que adornan su sala de visitas.
Lectora voraz, prefiere libros de ficción, novelas históricas y buena teología. Y no deja de leer los periódicos del día. Su organismo ignora el colesterol, lo que le permite pasar, sin que le afecte ni a la silueta ni a la salud, del frijol ordinario a la más surtida compota de dulces. Cuatro veces por semana se dedica, por la mañana, a la natación y a ejercicios en bicicleta.
Su nombre es Maria Stella Libanio Christo, mi estrella-guía. No tengo complejo de Edipo, soy su hijo. Hoy cumple 90 años.
¡Feliz cumpleaños, mamá!
- Frei Betto es escritor, autor de “Sabroso viaje por el Brasil”, junto con Maria Stella Libanio Christo, entre otros libros.
Traducción de J.L.Burguet
https://www.alainet.org/es/articulo/124029
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