La epifanía del Rostro

Hacia una ética del reconocimiento

08/11/2007
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(...) la estatura de ser humano es una estatura que nunca termina de hacerse.
Sino que la autoconstitución del sujeto es también hacerse social con otros,
 desde las raíces para otros, prolongarse con otros, ser capaces de conmover a otros
para que otros levanten el arma que ha caído y renueven el grito que ha cesado,
que es la misma arma y el mismo grito...
Helio Gallardo
 
Resumen.
En este artículo se invita al lector/a desde un discurso ético a reflexionar sobre la calidad de la sociabilidad fundamental y/o cotidiana que en nuestra América Latina vivimos desde espacios cada vez más aislados de los otro/as y donde los rostros no son epifanías a nuevas formas de ser sujetos humanos, sino, máscaras que expresan miedo, asilamientos y desconfianza mutua. Así, el rostro se convierte en una clave estética y hermenéutica de ingreso al encuentro con el OTRO/A.
 
*****
 
Hace algunos meses preguntaba a una muy respetable y consolidada profesional del área de Ciencias Económicas ¿Cuál era, según ella, la relación entre ética y el mercado?  Su respuesta versaba:

"La ética es algo relativo. Es una pérdida de tiempo reflexionar sobre ello. Es concerniente a cada quien en sus relaciones fuera del mercado, éste no se rige por la ética. La ética se hace ajustable a los gustos y necesidades de cada quien".
 
No obstante, admitía que debe haber

"una ética de la gestión empresarial que vigile por competir lealmente (...) Los únicos valores aceptables para el mercado son aquellos que sean reditables, por esto existe la necesidad de ajustar las valoraciones cuantitativas a las cualitativas: calidad de vida, media ambiente, derechos humanos".
 
Salta a la vista al menos dos alcances: a) su posicionamiento de respuesta se hace desde un referente técnico, donde su "ser-estar" en el mundo y el de los que le rodean se rige por una racionalidad formal[1], y, b) hay una transmutación errónea entre fondo y figura, la confusión de establecer la economía como el transfundo de reflexión implica una inversión de alto precio[2].
 
Esto sería más que un caso aislado, pero cada día en la cotidianidad media nos enfrentamos a discursos, prácticas y lógicas más menos elaboradas que emulan las observaciones de mi apreciada amiga, cada quien en lo suyo y lo moral en el mercado deviene de los buenos negocios. En términos éticos debemos advertir desde estas afirmaciones:
"
mientras que originariamente cinismo e ironía sobre sí mismo son formas sublimadas de una perplejidad, formas elusivas de un alma que se ha hecho complicada, que quiere justificarse de lo que no tiene justificación posible, en el caso de la masa el cinismo se convierte en pura brutalidad que no encuentra ya causa ninguna en que ocultarse"[3].
 
Cada día, advertimos que vivimos en una sociedad permisiva. Sociedad que no mira el rostro, es impersonal, (narcisista) auto referencial y saturante, cuyos efectos son una angustia que mutila.[4] Este desgarre existencial no permite asumir los horizontes compartidos. El horizonte es inalcanzable, pero marca la senda del que ha partido en busca del Otro humano concreto, es un apostar por una "fe antropológica"[5]; de acompañamiento y reconocimiento.  La negación del Otro, su aniquilamiento, su desmembramiento, su impersonalización, su no-altura de sujeto humano, es el resultado manifiesto de este egología latente.
 
Las relaciones objetales devienen en la capacidad constitutiva de un nuevo ethos (sensibilidad) social. Esta capacidad de encuentro en con la alteridad pasa por escucharle[6] (que connota libertad): hacer comunidad dialógica, "quien habla penetra en quien le escucha" (W. Benjamin). Le recupera desde su despojo, desde su pathos de la distancia, desde su miseria que me compromete, que me responsabiliza[7]. Es asumir al Otro desde cuatro dimensiones: (a) como opuesto a lo Mismo[8], (b) como presencia, (c) como representación y (d) como ser humano.
 
Esta epifanía del otro surge como acusa Benjamin, desde los vencidos:
"Sólo tiene el don de encender en el pasado la chispa de la esperanza aquel historiador que esté traspasado por (la idea de que) tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer"[9]
 
Esta epifanía es una renunciación a mi pulsión (Trieb) ególatra, en pos de una responsabilidad para con la posteridad, es un sacrificio en un tiempo en el-más-allá, como Éxodo sin retorno, encuentro que revela mi estar expuesto frente al otro,  mi liturgia que trae pérdida: la incapacidad de recuperar lo abandonado. Esto es: (a) proceso de madurez-dependencia[10], (b) abandono del útero social, (c) prohibición del incesto, (d) renuncia radical al narcisismo, (e) reconocimiento de la culpa como vínculo.
 
Este rostro que se devela quebranta toda acción tautológica, toda acción tiránica (sádico-anal) tendiente a la destrucción como placer en sí mismo, prohibiendo matar. Este rostro se instaura en la ambivalencia del Otro como hostil-hospitalario. Esta relación con el Otro se cimienta en la cercanía que revela la lejanía, como tensión dialéctica en sí.
 
La epifanía del rostro evoca una vuelta necesaria e imperativa a la religión[11], en tanto que (a) re-liga, reune, junta, recibe hospitalariamente y (b) como evocación de encuentro con el otro. Es una difícil libertad que surge como consecuencia de la responsabilidad por el otro. Esta libertad se da por tanto gracias a la relación con el otro que no acoge (o teme) como infierno (Sartre) sino como posibilidad de potenciar lo humano desde su lugar social[12] de producción (en trama social).
 
Este encuentro mesiánico potencia la virtualidad o posibilidad y transformación radical mediante la articulación de los diversos.  En resumen, la epifanía del rostro es su visitación y su desnudez. Como visitación es advenimiento, irrupción del tiempo mesiánico "aquí-ahora" (el Jetzlzeit de W. Benjamin) perturba el egoísmo puro de mi yoidad; y como desnudez devela lo que despojo posee el rostro humano, su dependencia, su miedo, su angustia existencial[13].
 
Notas




[1] Para una comprensión de la diferencia entre racionalidad formal y sustantiva ver: Mannheim, K. (1969) "Elementos racionales e irracionales en nuestra sociedad" En: El hombre y la sociedad en la época de crisis. Editorial Leviatán. Buenos Aires
[2] Ver: Richards, H. (1987) Ética y Economía. Editorial Tecnológica de Costa Rica. San José.
[3] Mannheim, K. (1969) El hombre y la sociedad en la época de crisis. Editorial Leviatán. Buenos Aires. Pág. 61.
[4] "Las mutilaciones son huellas en cuanto connotan lo que excede, es decir, no son signos porque no se agotan en el significado y no denotan presencia alguna, porque la excedencia no cabe en presencia alguna" Rabinovich, S. "Levinas: un pensador de la excedencia" En: Levinas, E. (2000) La huella del otro. Taurus. México. Pág. 16-17
[5] La fe antropológica se expresa como una sensibilidad social que crea comunidad, que se sustenta en la autoestima gestada desde las relaciones sociales: "resumiendo, cada hombre, por ser libre, estructura el mundo de lo que, para él, va a tener sentido y valor, fiándose de otras existencias que son testimonios de cómo puede vivirse una existencia humana satisfactoria... es que hombre no comprende sino lo que le afecta. Lo que hace mejor o peor. Ahora bien, esos significa, que en el revelar de Dios, la fe no llega después de que algo ha sido revelado. Es parte activa, indispensable, de la misma revelación... dicho en otras palabras, el papel de la libertad es más activo o decisivo de lo que parecía. No está limitado a decir sí o no a lo que Dios revela. Forma parte del mismo proceso de revelación" (pag. 4-5) Ver, Segundo, Juan Luis "Revelación, fe, signos de los tiempos" En: Revista Pasos No. 56, noviembre-diciembre, 1994. DEI, Costa Rica.
[6] Este escuchar es el fundamento arcaico de la fundación de la subjetividad en un doble nivel: (a) sujeción al otro y (b) fundación ética. El rostro del otro, me obliga a mirarle, a prestarle atención; el no hacerlo delata mi autoreferencialidad alérgica, terrorífica y angustiante.
[7] "esta huella es la que interpela al ser humano en el instante del encuentro con el rostro del otro, así el primero se vuelve sujeto, ya que ese pasado inmemorial lo sujeta en una responsabilidad infinita hacia el otro" Rabinovich, S. Op. Cit. Pág. 23
[8] Cabe recordar que a través de la historia del pensamiento occidental, la metafísica fue entendida a partir del concepto del Ser y de lo Mismo (ipseidad) y de este modo quedó apresada en un discurso totalizador de la ontología. La epifanía del Otro, no es otra cosa que la posibilidad necesaria de una ética, en el sentido de una relación con lo trascendente, lo infinitamente Otro que está más allá de nuestra mismisidad y que nos exige en la proximidad del prójimo (humano-espiritual)
[9] Benjamin, W. (1995) Tesis VI, En: La dialéctica en suspenso: Fragmentos sobre la Historia. Trad. Pablo Oyarzun. Editoria Arcis, Chile,. Pág. 51
[10]"La gran esperanza de maduración emocional parece residir entonces, en un reconocimiento de nuestra necesidad y dependencia de la gente que, a pesar de ellos, sigue siendo distinta de nosotros y se rehusa a someterse a nuestros caprichos. Descansa en un reconocimiento de los demás, no como proyección de nuestros deseos, sino como entidades independientes con sus propios deseos. En un sentido más amplio, descansa en la aceptación de nuestros límites. El mundo no existe simplemente para satisfacer nuestros deseos; es un mundo donde podemos encontrar placer o significado una vez que entendemos que otros tienen derechos a esos bienes. El psicoanálisis corrobora la vieja conclusión de índole religiosa de que una forma de alcanzar la felicidad consiste en aceptar las propias limitaciones" Lasch, Ch (1999) La Cultura del Narcisismo. Editorial Andrés Bello. España. Pág. 291
[11] "La fe religiosa es un dato subjetivo. Este dato subjetivo no puede expresarse sino en tramas de relaciones sociohistóricas y culturales. Esto quiere decir que la experiencia personal de fe en un Dios Creador, por ejemplo, no puede vivirse sino en instituciones y lógicas sociales particulares que la mediatizan... que la vivencia de fe subjetiva tenga que fundarse y expresarse en tramas culturales particulares, es decir, en tramas de sentido predeterminadas, constituye un dato insalvable de la experiencia humana. Esta no se da en el vacío, sino en tiempos y lugares específicos en los que se condensan estructuras, instituciones, lógicas y situaciones sociales que expresan aspectos del modo humano de existencia, algunos de los cuales hasta hoy parecen también insalvables: relaciones de dominio (imperio) y servidumbre y, asimismo, una inercia o resistencia al cambio y a la gestación y aparición de lo radicalmente nuevo" Gallardo, H (2000) Abisa a los compañeros pronto. Ediciones Perro Azul. Costa Rica . Pág. 158
[12] "Los lugares sociales son determinados complejamente por la división social del trabajo, la organización de la vida instintiva, las necesidades de la reproducción del sistema (orden político y cultural) y las experiencias de la cotidianidad... la teoría de los lugares sociales implica que la experiencia humana en toda su formación social es diversificada, plural y que los distintos lugares sociales pueden articularse con diversas cualidades".  Gallardo, H (2000) Política y transformación social. Discusión sobre Derechos Humanos. SERPAJ Quito. Pág. 281.
[13] "él es una miseria. La desnudez del rostro es indigencia y ya suplica en esa rectitud que apunta hacia mí. Pero esta súplica es una exigencia. En el rostro la humildad se une a la altura. Y aquí se anuncia la dimensión ética de la visitación" Levinas, E. (2000) La huella del otro. Taurus. México. Pág. 61


Javier Torres Vindas
Sociólogo y linotipista
https://www.alainet.org/es/articulo/124179
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