Historias comunes y un perdón
22/11/2007
- Opinión
TIJUANA, BAJA CALIFORNIA. Nuevamente la similitud histórica con todos sus rasgos especiales o particulares entre México y España, acercan irremisiblemente a las dos naciones que sufrieron etapas cruentas en las cuales la Iglesia Católica no fue ajena sino protagonista cruel al colocarse a favor de un bando y no buscar la reconciliación en las luchas fraticidas.
Esas luchas entre hermanos fueron la guerra civil española que propiciara el dictador fascista, Francisco Franco y la llamada guerra cristera en México, que si en verdad fue provocada por la persecución religiosa de los gobiernos emanados del movimiento revolucionario de 1910, la jerarquía católica se encargó de agudizar.
El pasado y el presente nos unen pero a la vez nos diferencian. En nombre de Cristo se perseguía, se torturaba, se llevaban a cabo desapariciones forzadas y se mataba; en México inclusive con el lema:"¡Viva Cristo Rey y la Virgen Santísima de Guadalupe! ¡Viva Dios y mis pistolas!" O "¡Dios te salve, Reina y Madre!...hijos de la tiznada!" se cometieron los mayores excesos, como registra en su último libro, "Apuntes de mi Pueblo", ese gran escritor y colega Enrique Estrada Barrera, guanajuatense de origen y avecindado desde hace muchos ayeres en Mexicali, Baja California.
En tiempos del Papa Juan Pablo II, se beatificaron a los llamados "mártires" de la cristiada mexicana, a nadie de los del bando contrario se les reconoce ese atributo no obstante que también derramaron su sangre; ahora en tiempo del actual Papa Benedicto XVI, 498 “mártires” de la guerra civil española fueron beatificados por el Vaticano, todos ellos próximos al bando franquista, nadie del bando republicano, ni los sacerdotes "mártires" opuestos al fascismo.
Esas son en forma somera las similitudes, la diferencia estriba en la petición de perdón por parte de la Iglesia Española por el apoyo a Franco en esos días aciagos. El presidente de la Conferencia Episcopal Española y obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, pidió “perdón” en nombre de la Iglesia católica por su papel durante la Guerra Civil española (1936-1939), en lo que fue el primer acto de esta naturaleza de la jerarquía eclesiástica, la cual amparó y bendijo a las huestes fascistas durante el enfrentamiento bélico y posteriormente apoyó sin fisuras la larga dictadura de Francisco Franco.
“Fue un periodo agitado y doloroso de nuestra historia; la convivencia social se rompió hasta tal punto que en guerra fratricida lucharon unos contra otros. Con sus conclusiones, los investigadores nos ayudan a comprender hechos y datos, causas y consecuencias; sus interpretaciones, debidamente contrastadas, nos acercan con la mayor objetividad posible a la realidad muy compleja", expresó el prelado.
Fue más a lo sustancial, con este sustancial llamado: “Deseamos que se haga plena luz sobre nuestro pasado: qué ocurrió, cómo ocurrió, por qué ocurrió, qué consecuencias trajo. Esta aproximación abierta, objetiva y científica, evita la pretensión de imponer a la sociedad entera una determinada perspectiva en la comprensión de la historia. La memoria colectiva no se puede fijar selectivamente; es posible que sobre los mismos acontecimientos existan apreciaciones diferentes, que se irán acercando si existe el deseo auténtico de comprender la realidad”.
Las palabras de reconciliación y de contrición del obispo de Bilbao contrastan con las afirmaciones de algunos obispos y sacerdotes españoles que defienden todavía hoy el régimen impuesto a sangre y fuego por Franco. Como las del cardenal obispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, opositor acérrimo del presidente Rodríguez Zapatero o las el pastor de la iglesia del Valle de los Caídos, quien durante la misa en recuerdo de Franco y José Antonio Primo de Rivera, afirmó que el golpe de Estado de 1936 era “algo inevitable y era precisa una reacción para iniciar la gran catarsis nacional". En esa necedad de mentir agregó: "Esos hechos históricos son vistos hoy como una historia de salvación”.
Son dos historias comunes, similares entre España y México y un perdón que nos diferencia.
- Teodoro Rentería Arróyave es periodista y escritor mexicano.
Esas luchas entre hermanos fueron la guerra civil española que propiciara el dictador fascista, Francisco Franco y la llamada guerra cristera en México, que si en verdad fue provocada por la persecución religiosa de los gobiernos emanados del movimiento revolucionario de 1910, la jerarquía católica se encargó de agudizar.
El pasado y el presente nos unen pero a la vez nos diferencian. En nombre de Cristo se perseguía, se torturaba, se llevaban a cabo desapariciones forzadas y se mataba; en México inclusive con el lema:"¡Viva Cristo Rey y la Virgen Santísima de Guadalupe! ¡Viva Dios y mis pistolas!" O "¡Dios te salve, Reina y Madre!...hijos de la tiznada!" se cometieron los mayores excesos, como registra en su último libro, "Apuntes de mi Pueblo", ese gran escritor y colega Enrique Estrada Barrera, guanajuatense de origen y avecindado desde hace muchos ayeres en Mexicali, Baja California.
En tiempos del Papa Juan Pablo II, se beatificaron a los llamados "mártires" de la cristiada mexicana, a nadie de los del bando contrario se les reconoce ese atributo no obstante que también derramaron su sangre; ahora en tiempo del actual Papa Benedicto XVI, 498 “mártires” de la guerra civil española fueron beatificados por el Vaticano, todos ellos próximos al bando franquista, nadie del bando republicano, ni los sacerdotes "mártires" opuestos al fascismo.
Esas son en forma somera las similitudes, la diferencia estriba en la petición de perdón por parte de la Iglesia Española por el apoyo a Franco en esos días aciagos. El presidente de la Conferencia Episcopal Española y obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, pidió “perdón” en nombre de la Iglesia católica por su papel durante la Guerra Civil española (1936-1939), en lo que fue el primer acto de esta naturaleza de la jerarquía eclesiástica, la cual amparó y bendijo a las huestes fascistas durante el enfrentamiento bélico y posteriormente apoyó sin fisuras la larga dictadura de Francisco Franco.
“Fue un periodo agitado y doloroso de nuestra historia; la convivencia social se rompió hasta tal punto que en guerra fratricida lucharon unos contra otros. Con sus conclusiones, los investigadores nos ayudan a comprender hechos y datos, causas y consecuencias; sus interpretaciones, debidamente contrastadas, nos acercan con la mayor objetividad posible a la realidad muy compleja", expresó el prelado.
Fue más a lo sustancial, con este sustancial llamado: “Deseamos que se haga plena luz sobre nuestro pasado: qué ocurrió, cómo ocurrió, por qué ocurrió, qué consecuencias trajo. Esta aproximación abierta, objetiva y científica, evita la pretensión de imponer a la sociedad entera una determinada perspectiva en la comprensión de la historia. La memoria colectiva no se puede fijar selectivamente; es posible que sobre los mismos acontecimientos existan apreciaciones diferentes, que se irán acercando si existe el deseo auténtico de comprender la realidad”.
Las palabras de reconciliación y de contrición del obispo de Bilbao contrastan con las afirmaciones de algunos obispos y sacerdotes españoles que defienden todavía hoy el régimen impuesto a sangre y fuego por Franco. Como las del cardenal obispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, opositor acérrimo del presidente Rodríguez Zapatero o las el pastor de la iglesia del Valle de los Caídos, quien durante la misa en recuerdo de Franco y José Antonio Primo de Rivera, afirmó que el golpe de Estado de 1936 era “algo inevitable y era precisa una reacción para iniciar la gran catarsis nacional". En esa necedad de mentir agregó: "Esos hechos históricos son vistos hoy como una historia de salvación”.
Son dos historias comunes, similares entre España y México y un perdón que nos diferencia.
- Teodoro Rentería Arróyave es periodista y escritor mexicano.
https://www.alainet.org/es/articulo/124373
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