Enredadas

27/11/2007
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  • Opinión
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La creatividad y esfuerzos individuales y de organizaciones de las mujeres en el mundo en la lucha por sus derechos ha sido encomiable; sin embargo, las acciones y resultados todavía son insignificantes, en comparación con lo que a este género le debería corresponder. El paso es muy lento, y los cambios urgen.

Entre estas iniciativas hay algunas propias de la era de la globalización que actualmente vivimos y que constituyen una “trasgresión del orden social”, de las jerarquías establecidas, de los modelos a seguir.

Hoy me quiero referir a las redes de mujeres que surgen y se mantienen con el noble propósito de defender lo que les pertenece, lo cual incluye la protección de su vida y su seguridad (redes de la no violencia o contra el femicidio), o las redes por la construcción de la paz, o las referidas a las comunicaciones, como la Red de Mujeres al Aire, o la Red Autónoma de Mujeres, entre otras. Todas son iniciativas que cobran forma y se multiplican con un propósito común: que las mujeres alcancemos la equidad en el ejercicio de nuestros derechos.

En Oviedo, la capital de Asturias, más de 90 periodistas mujeres y una minoría de hombres conscientes y solidarios, comprometidos con la visión de género, sostuvimos una reunión, la segunda de esta Red Internacional gestada en Morelia, México. El propósito fue dar seguimiento a este sueño que intenta abrir espacios para los temas de mujeres y hacer “florecer los liderazgos femeninos”, dar voz a las mujeres y exigir el derecho de ser escuchadas.

En su discurso de inauguración, Lucía Lagunes, directora de la Agencia de Prensa feminista CIMAC, expresó una frase que condensa nuestros deseos: “Somos la mitad del mundo y merecemos la mitad del cielo”, aunque tal vez sería mejor buscar esa proporción también aquí, en la propia tierra.

Uno de los temas de esa reunión fue el abordaje de la violencia hacia las mujeres, un estigma que nos persigue a dondequiera que vayamos, sean países desarrollados o pobres, ya que la actitud violenta hacia nuestro género igual se manifiesta en profesionales que en hombres sin educación.

Nuestros colectivos, invisibles y vulnerables, están en la búsqueda de su camino, de las alianzas y estrategias para cambiar este estado de cosas que ha afectado a la humanidad entera y que requiere grandes esfuerzos, dados los obstáculos que enfrenta una lucha desigual que es ridiculizada y banalizada por quienes se empeñan en mantener el statu quo. El periodismo puede sumarse a esta reivindicación, y esa es la razón de mantener reflexiones y propuestas comunes a problemas similares.

Uno de los aportes en el encuentro fue el ejemplo del Colegio de Periodistas de Cataluña, que adoptó un Código Deontológico para regular la actividad informativa. Entre los puntos recomendados está el respeto del derecho a la intimidad de las personas agredidas y la presunción de inocencia de los agresores, no mostrar nunca a la víctima sin su consentimiento, usar conceptos y terminología apropiados, evitar el sensacionalismo, la morbosidad y el dramatismo en imágenes y contextos y, sobre todo, informar desde la realidad de las mujeres.

Qué falta hace este tipo de autorregulación en nuestro medio, en donde se llega a tal grado de deshumanización que, de hecho, se hace apología del femicidio en aras de vender zapatos, publicidad que repudiamos.

Hay que considerar que los prejuicios en los que hemos sido deformados tienen que ver con la violencia de género, y que los medios tienen una gran responsabilidad en la construcción de imaginarios machistas que nos están, literalmente, asesinando, en Guatemala y en muchos otros lugares.

- Ileana Alamilla colaboradora de ALAI.
https://www.alainet.org/es/articulo/124454
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