Artimañas del calendario
18/12/2007
- Opinión
Una pregunta que me hacen siempre es por qué la fecha del Carnaval cambia cada año y cuáles son los criterios para ello. Este año el domingo de Carnaval cayó el 18 de febrero; en el 2008 será el día 3 del mismo mes. También cambian las fechas de Semana Santa, del Corpus y de otras efemérides litúrgicas.
Nuestro calendario gregoriano es solar, o sea regido por la traslación de la Tierra en torno a la estrella que nos ilumina. Sin embargo, el calendario litúrgico es lunar, pues se apoya en las fases de la Luna.
La Pascua es la fiesta central de la liturgia, tanto judía (los hebreos liberados de la esclavitud en Egipto) como cristiana (la resurrección de Jesús). Pascua significa ‘paso’ (de la opresión a la libertad o de la muerte a la vida plena). Siempre es conmemorada por los judíos en la primera luna llena del mes de Nisán. Este mes del calendario judío corresponde al período entre el 22 de marzo y el 25 de abril.
Para evitar confusión con la fiesta judía del mismo nombre, la Iglesia adoptó el domingo siguiente al de la Pascua judía como el de la celebración de la resurrección de Jesús. Para quienes vivimos en el hemisferio sur el domingo de Pascua es, por tanto, el que sigue a la primera luna llena del otoño. Este año fue el 8 de abril; en el 2008 será el 23 de marzo.
¿Y cómo se determina la fecha del Carnaval? Ésta es una fiesta originariamente religiosa. Carnaval significa ‘fiesta de la carne’, o sea el período previo a la Cuaresma -que se inicia con el miércoles ‘de ceniza’-, y en el que los cristianos se hartaban de carne, ya que, antes, la Iglesia les exigía abstenerse de ella en el transcurso de los siguientes cuarenta días.
El domingo de Carnaval es siempre el séptimo antes de la Pascua cristiana. Y el jueves del Corpus es siempre la primera semana después del domingo de la Santísima Trinidad, conmemorado 57 días después de Pascua.
De ese modo el domingo de Pascua es la fecha de referencia para las demás fiestas litúrgicas llamadas ‘móviles’, pues también las hay fijas, como Navidad, celebrada invariablemente el 25 de diciembre, sin importar el día de la semana en que caiga.
La política no lo es todo, pero en todo hay política. El calendario es un buen ejemplo de ello. Antes el mes de julio era llamado ‘quintilis’, quinto mes del calendario romano, que se iniciaba en marzo. Agosto era el ‘sextilis’, el sexto. Los nombres de los doce meses siguientes todavía conservan la resonancia de aquel calendario: septiembre (el séptimo), octubre (el octavo), noviembre (el noveno) y diciembre (el décimo).
El emperador Julio César (100-44 a.C.) decidió bautizar el mes de su nacimiento, ‘quintilis’, con su propio nombre: Julio. Sucedido en el trono por el emperador Cayo Julio César Octaviano Augusto (63 a.C.-14 d.C.), éste no quiso ser menos que su predecesor y cambió el nombre del mes ‘sextilis’ por el de Agosto.
Pero había una ligera diferencia: julio tenía 31 días, y agosto, en aquella época, sólo tenía 30, conforme a la alternancia de los meses. Pero como la voluntad del rey es ley, se le quitó un día a febrero, de modo que agosto fuera igual que julio en el número de días. Si Julio César nació el 13 de julio, Octavio Augusto, por coincidencia, murió el 19 de agosto.
Todos los pueblos que siguen un calendario anual celebran la llegada del año nuevo, denominada entre nosotros ‘reveillon’, del verbo francés ‘réveiller’, que significa ‘despertar’. Fue el emperador Julio César quien, en el año 46 a.C. decretó que el 1 de enero fuera el primer día del año nuevo. En aquella fecha se celebraba la fiesta de Jano, dios de los portones, dotado de dos caras, una hacia el frente y otra hacia atrás. De Jano se originó Enero (Janeiro en portugués).
Los nombres de los días de la semana se originan, en portugués, de la clasificación de Martinho de Dume, obispo de Braga, Portugal, en el siglo 6º. Dicho obispo denominó, en latín, los días de la Semana Santa como aquellos en los que no se debía trabajar: ‘feria secunda’ (segundo día feriado o ferias), ‘feria tertia’, etc. Y ‘feria’ derivó luego en ‘feira’.
El emperador Constantino (280-337), una vez convertido al cristianismo, denominó ‘Dies dominica’ (‘Día del Señor’) o Domingo al primer día de la semana. Y para el día séptimo se mantuvo el nombre judío, ‘Sábado’, que procede del hebreo ‘shabbat’.
Otros idiomas latinos conservan los nombres paganos de los días, concernientes a los planetas, como es el caso del francés, del italiano y del español. En la lengua de Cervantes la ‘segunda feira’ es el lunes, día de la Luna; la ‘tercera feira’ es el martes, de Marte, etc.
Todas estas denominaciones están basadas en dos fenómenos fijos: en su danza de mulata joven en torno a su patrón, el Sol, la Tierra conoce cuatro estaciones, y no sólo la Estación Primera de Mangueira: verano, otoño, invierno y primavera. Y nosotros la infancia, la adolescencia, la juventud, las edades adulta y anciana, aunque hoy muchos insistan en perpetuar la tercera fase y enfrenten la vejez como vergonzosa fatalidad de la cual tratan de escapar camuflándola a base de los recursos de la bioplastia. Desconocen que la juventud es un estado de espíritu, y no hay nada más feo que, en un cuerpo esbelto, haya un alma arrugada.
¡Feliz Año Nuevo, queridos lectores y lectoras!
- Frei Betto es escritor, autor de “El arte de sembrar estrellas”, entre otros libros.
Traducción de J.L.Burguet
Nuestro calendario gregoriano es solar, o sea regido por la traslación de la Tierra en torno a la estrella que nos ilumina. Sin embargo, el calendario litúrgico es lunar, pues se apoya en las fases de la Luna.
La Pascua es la fiesta central de la liturgia, tanto judía (los hebreos liberados de la esclavitud en Egipto) como cristiana (la resurrección de Jesús). Pascua significa ‘paso’ (de la opresión a la libertad o de la muerte a la vida plena). Siempre es conmemorada por los judíos en la primera luna llena del mes de Nisán. Este mes del calendario judío corresponde al período entre el 22 de marzo y el 25 de abril.
Para evitar confusión con la fiesta judía del mismo nombre, la Iglesia adoptó el domingo siguiente al de la Pascua judía como el de la celebración de la resurrección de Jesús. Para quienes vivimos en el hemisferio sur el domingo de Pascua es, por tanto, el que sigue a la primera luna llena del otoño. Este año fue el 8 de abril; en el 2008 será el 23 de marzo.
¿Y cómo se determina la fecha del Carnaval? Ésta es una fiesta originariamente religiosa. Carnaval significa ‘fiesta de la carne’, o sea el período previo a la Cuaresma -que se inicia con el miércoles ‘de ceniza’-, y en el que los cristianos se hartaban de carne, ya que, antes, la Iglesia les exigía abstenerse de ella en el transcurso de los siguientes cuarenta días.
El domingo de Carnaval es siempre el séptimo antes de la Pascua cristiana. Y el jueves del Corpus es siempre la primera semana después del domingo de la Santísima Trinidad, conmemorado 57 días después de Pascua.
De ese modo el domingo de Pascua es la fecha de referencia para las demás fiestas litúrgicas llamadas ‘móviles’, pues también las hay fijas, como Navidad, celebrada invariablemente el 25 de diciembre, sin importar el día de la semana en que caiga.
La política no lo es todo, pero en todo hay política. El calendario es un buen ejemplo de ello. Antes el mes de julio era llamado ‘quintilis’, quinto mes del calendario romano, que se iniciaba en marzo. Agosto era el ‘sextilis’, el sexto. Los nombres de los doce meses siguientes todavía conservan la resonancia de aquel calendario: septiembre (el séptimo), octubre (el octavo), noviembre (el noveno) y diciembre (el décimo).
El emperador Julio César (100-44 a.C.) decidió bautizar el mes de su nacimiento, ‘quintilis’, con su propio nombre: Julio. Sucedido en el trono por el emperador Cayo Julio César Octaviano Augusto (63 a.C.-14 d.C.), éste no quiso ser menos que su predecesor y cambió el nombre del mes ‘sextilis’ por el de Agosto.
Pero había una ligera diferencia: julio tenía 31 días, y agosto, en aquella época, sólo tenía 30, conforme a la alternancia de los meses. Pero como la voluntad del rey es ley, se le quitó un día a febrero, de modo que agosto fuera igual que julio en el número de días. Si Julio César nació el 13 de julio, Octavio Augusto, por coincidencia, murió el 19 de agosto.
Todos los pueblos que siguen un calendario anual celebran la llegada del año nuevo, denominada entre nosotros ‘reveillon’, del verbo francés ‘réveiller’, que significa ‘despertar’. Fue el emperador Julio César quien, en el año 46 a.C. decretó que el 1 de enero fuera el primer día del año nuevo. En aquella fecha se celebraba la fiesta de Jano, dios de los portones, dotado de dos caras, una hacia el frente y otra hacia atrás. De Jano se originó Enero (Janeiro en portugués).
Los nombres de los días de la semana se originan, en portugués, de la clasificación de Martinho de Dume, obispo de Braga, Portugal, en el siglo 6º. Dicho obispo denominó, en latín, los días de la Semana Santa como aquellos en los que no se debía trabajar: ‘feria secunda’ (segundo día feriado o ferias), ‘feria tertia’, etc. Y ‘feria’ derivó luego en ‘feira’.
El emperador Constantino (280-337), una vez convertido al cristianismo, denominó ‘Dies dominica’ (‘Día del Señor’) o Domingo al primer día de la semana. Y para el día séptimo se mantuvo el nombre judío, ‘Sábado’, que procede del hebreo ‘shabbat’.
Otros idiomas latinos conservan los nombres paganos de los días, concernientes a los planetas, como es el caso del francés, del italiano y del español. En la lengua de Cervantes la ‘segunda feira’ es el lunes, día de la Luna; la ‘tercera feira’ es el martes, de Marte, etc.
Todas estas denominaciones están basadas en dos fenómenos fijos: en su danza de mulata joven en torno a su patrón, el Sol, la Tierra conoce cuatro estaciones, y no sólo la Estación Primera de Mangueira: verano, otoño, invierno y primavera. Y nosotros la infancia, la adolescencia, la juventud, las edades adulta y anciana, aunque hoy muchos insistan en perpetuar la tercera fase y enfrenten la vejez como vergonzosa fatalidad de la cual tratan de escapar camuflándola a base de los recursos de la bioplastia. Desconocen que la juventud es un estado de espíritu, y no hay nada más feo que, en un cuerpo esbelto, haya un alma arrugada.
¡Feliz Año Nuevo, queridos lectores y lectoras!
- Frei Betto es escritor, autor de “El arte de sembrar estrellas”, entre otros libros.
Traducción de J.L.Burguet
https://www.alainet.org/es/articulo/124833
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