Por la democracia
16/02/2008
- Opinión
¿Por qué la marcha del 6? Los que apoyamos la marcha lo tenemos claro. Pero los opositores oficiales y extraoficiales no. En primer lugar, se marcha porque los ciudadanos que tenemos una visión diferente a la uribista sobre el conflicto interno, sus consecuencias y la forma de resolverlo, estamos en libertad de ejercer nuestros derechos de expresión.
Segundo, porque la polarización y la exclusión que promueven una parte del gobierno, del empresariado y los grandes medios de comunicación, son una amenaza para los ciudadanos que creemos en la libertad de pensamiento y en el derecho a disentir.
Tercero, para protestar por la insensatez del círculo del Presidente, que pretende imponer su visión totalitaria, propia de los mafiosi y no de ciudadanos formados en el respeto y la tolerancia. Existe el peligro que bajo esa visión se reorganice la sociedad colombiana, excluyendo a quienes estamos por fuera de los lineamientos oficiales.
Cuarto, para manifestar que estamos de acuerdo en que Colombia mire hacia delante y construya un futuro bajo principios de convivencia comunes, sin que nadie deba ampararse en el uso de la violencia para reclamar sus derechos o proteger sus intereses.
Quinto, porque es necesario expresar nuestras críticas sobre la forma como el gobierno quiere resolver el conflicto armado en sus distintas manifestaciones, con un tratamiento preferencial para los paramilitares, las autodefensas y los narcotraficantes desmovilizados y otro totalmente diferente para los demás grupos armados irregulares, desconociendo además el rol que jugaron sectores infiltrados en organismos del Estado.
Sexto, protestamos porque no se puede construir una sociedad en paz, privilegiando la reinserción de un grupo, descartando la de otros, y ocultando la de unos más.
Séptimo, marchar significa buscar la verdad como el camino sensato, preciso y justo para la reconciliación nacional. Reconocer los crímenes de la guerrilla, de los paramilitares, de los narcotraficantes y de los infiltrados en el Estado, es una manera mínima de compensar a los familiares de las víctimas y el comienzo de una reconstrucción social real.
Octavo, a la marcha vamos a buscar que el gobierno revise y ajuste el proceso actual, porque la suma de errores y privilegios para actores tan violentos –o más- como los que no gozan de las simpatías oficiales, tiende a convertirse en obstáculos para la reconciliación. Los ciudadanos ajenos al uso de la violencia, que somos la mayoría de los colombianos, tenemos derechos a exigir que el Estado se dirija con una visión civilista y democrática, antes que se imponga la de un pequeño grupo de violentos semi-arrepentidos protegidos turbiamente desde las altas esferas.
Noveno, marchamos para invitar al gobierno a rectificar su actitud frente a la liberación de todos los secuestrados y prisioneros políticos que llevan años en degradantes condiciones humanas, mediante la firma de un Acuerdo Humanitario. Marchamos para invitar al gobierno a restablecer relaciones normales con el gobierno de Venezuela, desbocadas por diferencias con respecto a la manera de asumir gestiones humanitarias, que han sido las únicas eficientes para liberar con vida a los capturados.
El respeto y la tolerancia frente a otras formas de gobernar, permitirá que los colombianos gocen de las ventajas que ofrece el intercambio con todos los países vecinos. Marchar el 6 es expresar nuestra oposición al dogma, según el cual disentir es convertirse en aliados de la oposición armada, de la subversión, del terrorismo, o de las bandas de criminales organizadas dentro y fuera del estado. Esto es falso y merece el más contundente de los rechazos. Hoy, amplios sectores ciudadanos gozan de un bienestar anhelado por años que genera sentimientos de optimismo, que deben proyectarse para la consolidación de un estado democrático que integre a toda la comunidad colombiana, en vez de insistir como antaño, en dirigir esos sentimientos hacia exterminios fraticidas. Marchar en últimas, si todavía no lo entienden, es defender la democracia.
- Ramón Jimeno es periodista.
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
Corporación Viva la Ciudadanía.
www.vivalaciudadania.org
Segundo, porque la polarización y la exclusión que promueven una parte del gobierno, del empresariado y los grandes medios de comunicación, son una amenaza para los ciudadanos que creemos en la libertad de pensamiento y en el derecho a disentir.
Tercero, para protestar por la insensatez del círculo del Presidente, que pretende imponer su visión totalitaria, propia de los mafiosi y no de ciudadanos formados en el respeto y la tolerancia. Existe el peligro que bajo esa visión se reorganice la sociedad colombiana, excluyendo a quienes estamos por fuera de los lineamientos oficiales.
Cuarto, para manifestar que estamos de acuerdo en que Colombia mire hacia delante y construya un futuro bajo principios de convivencia comunes, sin que nadie deba ampararse en el uso de la violencia para reclamar sus derechos o proteger sus intereses.
Quinto, porque es necesario expresar nuestras críticas sobre la forma como el gobierno quiere resolver el conflicto armado en sus distintas manifestaciones, con un tratamiento preferencial para los paramilitares, las autodefensas y los narcotraficantes desmovilizados y otro totalmente diferente para los demás grupos armados irregulares, desconociendo además el rol que jugaron sectores infiltrados en organismos del Estado.
Sexto, protestamos porque no se puede construir una sociedad en paz, privilegiando la reinserción de un grupo, descartando la de otros, y ocultando la de unos más.
Séptimo, marchar significa buscar la verdad como el camino sensato, preciso y justo para la reconciliación nacional. Reconocer los crímenes de la guerrilla, de los paramilitares, de los narcotraficantes y de los infiltrados en el Estado, es una manera mínima de compensar a los familiares de las víctimas y el comienzo de una reconstrucción social real.
Octavo, a la marcha vamos a buscar que el gobierno revise y ajuste el proceso actual, porque la suma de errores y privilegios para actores tan violentos –o más- como los que no gozan de las simpatías oficiales, tiende a convertirse en obstáculos para la reconciliación. Los ciudadanos ajenos al uso de la violencia, que somos la mayoría de los colombianos, tenemos derechos a exigir que el Estado se dirija con una visión civilista y democrática, antes que se imponga la de un pequeño grupo de violentos semi-arrepentidos protegidos turbiamente desde las altas esferas.
Noveno, marchamos para invitar al gobierno a rectificar su actitud frente a la liberación de todos los secuestrados y prisioneros políticos que llevan años en degradantes condiciones humanas, mediante la firma de un Acuerdo Humanitario. Marchamos para invitar al gobierno a restablecer relaciones normales con el gobierno de Venezuela, desbocadas por diferencias con respecto a la manera de asumir gestiones humanitarias, que han sido las únicas eficientes para liberar con vida a los capturados.
El respeto y la tolerancia frente a otras formas de gobernar, permitirá que los colombianos gocen de las ventajas que ofrece el intercambio con todos los países vecinos. Marchar el 6 es expresar nuestra oposición al dogma, según el cual disentir es convertirse en aliados de la oposición armada, de la subversión, del terrorismo, o de las bandas de criminales organizadas dentro y fuera del estado. Esto es falso y merece el más contundente de los rechazos. Hoy, amplios sectores ciudadanos gozan de un bienestar anhelado por años que genera sentimientos de optimismo, que deben proyectarse para la consolidación de un estado democrático que integre a toda la comunidad colombiana, en vez de insistir como antaño, en dirigir esos sentimientos hacia exterminios fraticidas. Marchar en últimas, si todavía no lo entienden, es defender la democracia.
- Ramón Jimeno es periodista.
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
Corporación Viva la Ciudadanía.
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https://www.alainet.org/es/articulo/125744?language=en
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