"¡Si somos capaces de producir nuestra alimentación, somos ricas!"
28/02/2008
- Opinión
Del 22 al 24 de febrero, un centenar de campesinas venidas de 16 países del mundo entero participó en el seminario organizado por ÖBV-Via Campesina Austria sobre la Alimentación y el Poder ("Macht Essen", literalmente "poder comer").
En Austria, donde las explotaciones son relativamente pequeñas, son muy a menudo las mujeres que son responsables de la explotación mientras que su cónyuge trabaja exteriormente. Era el caso, en particular, en la explotación de Johanna que visitamos. Johanna tiene una treintena de vacas lecheras, así como algunos cerdos y gallinas, esencialmente para el consumo familiar. Se ocupa también de la huerta. Su explotación es biológica, como un 38% de las explotaciones en la región, un record en Europa.
La situación de Johanna refleja la de millones de mujeres en el mundo, cuya responsabilidad principal consiste en garantizar la subsistencia de la familia y de la comunidad. Numerosas campesinas en efecto señalaron que muy a menudo, los hombres se ocupan de la actividad agrícola cuando ésta se integra en la economía visible -que aporta dinero, que se integra al sistema comercial-, mientras que muchas mujeres participan en una economía invisible, esencial en la supervivencia de sus prójimos y en la de la humanidad entera, pero que se reconoce poco o en absoluto económica y socialmente.
Es esta economía de subsistencia que alimenta el mundo, y no la agricultura industrial y comercial. A pesar de eso, el poder está entre las manos de los protagonistas del segundo, y así muy a menudo de los hombres. Esta cuestión inquietante estuvo en el centro de los debates.
El poder está ampliamente vinculado a la posesión de los medios de producción, especialmente la tierra. Ahora bien, numerosas participantes dieron prueba de la dificultad para las mujeres de tener acceso a los recursos productivos. En Nicaragua por ejemplo, las mujeres controlan solamente 2% de las tierras, lo que obliga la mayoría de entre ellas a depender de su marido para poder cultivar. En Burkina Faso, aunque sean las mujeres que hagan la parte fundamental del trabajo agrícola vinculado al mijo, no tienen el derecho a entrar en los graneros y no perciben ninguna renta de la venta de los cereales. Son completamente dependientes del dinero que su marido quiere transferirles más tarde. Pero esto no es cierto exclusivamente los países del Sur. En Europa también, muy pocas mujeres tienen el estatuto oficial de agricultoras, a pesar del trabajo que hacen sobre la explotación. En consecuencia, sólo tienen acceso a los derechos sociales como pareja del agricultor, (particularmente, derecho a la jubilación, a la seguridad social, etc...), lo que las coloca en una situación de dependencia que puede volverse insoportable en caso de ruptura. Dentro de nuestras organizaciones, las mujeres deben luchar por la igualdad, en el caso contrario se excluyen permanentemente de la toma de decisión.
Sin embargo, no se trata solamente de una lucha para los derechos respecto a los hombres, sino también, y sobre todo, de una lucha para defender y para volver a dar todo su valor a la economía de subsistencia frente a la economía comercial. Todas las mujeres presentes destacaron los ataques ejercidos por las empresas multinacionales para intentar apropiarse de los recursos agrarios (la tierra, el agua, las semillas y los conocimientos) y para prohibir a los hombres y a las mujeres campesinas seguir viviendo de la agricultura campesina. Por ejemplo en Rumania y Galicia, la venta de productos granjeros en los mercados campesinos se sometió a reglamentaciones inaccesibles después de la entrada en la Unión Europea, privando a numerosas mujeres de su única fuente de ingresos. Por todas partes en el mundo, las empresas semilleras hacen introducir leyes para prohibir a los campesinos y a las campesinas de sembrar sus propias semillas y así volverlos dependientes de la industria.
Este cuestionamiento de la economía de subsistencia se efectúa también en nombre de un "estatuto de experto" tenido por científicos más o menos vinculados a los intereses financieros. Una campesina austriaca dio prueba de la dificultad de vender su leche, ya que las autoridades sanitarias promueven la idea que la leche entera es peligrosa para la salud. De la misma forma, de numerosas pequeñas explotaciones no tienen ya el derecho a sacrificar los animales a la explotación a causa de las normas sanitarias. Las mujeres son las primeras víctimas de este "poder diagnóstico" que niega su capacidad para saber lo que es bien o no y que les prohíbe llevar a cabo sus actividades fuera del marco definido por las instituciones.
Ante estos obstáculos, las participantes destacaron que el poder que quieren, no es de dirigir a otros, sino de dirigir su propia vida. Ahora bien, producir su alimentación es un elemento esencial en este planteamiento: ¡"si somos capaces de producir nuestra alimentación, entonces somos ricos!" se pudo escuchar." Las campesinas tienen muy destacado cuánto son orgullosas de producir la comida para su comunidad, de cuidar la tierra donde viven y de practicar y transmitir los conocimientos vinculados a la producción y a la transformación de los alimentos. Se comprometieron a luchar para poder seguir cultivando la tierra y elevando animales, para obtener la igualdad de los derechos con los hombres y parar el poder de las multinacionales sobre el sistema alimentario mundial.
Via Campesina News
Febrero 2008
En Austria, donde las explotaciones son relativamente pequeñas, son muy a menudo las mujeres que son responsables de la explotación mientras que su cónyuge trabaja exteriormente. Era el caso, en particular, en la explotación de Johanna que visitamos. Johanna tiene una treintena de vacas lecheras, así como algunos cerdos y gallinas, esencialmente para el consumo familiar. Se ocupa también de la huerta. Su explotación es biológica, como un 38% de las explotaciones en la región, un record en Europa.
La situación de Johanna refleja la de millones de mujeres en el mundo, cuya responsabilidad principal consiste en garantizar la subsistencia de la familia y de la comunidad. Numerosas campesinas en efecto señalaron que muy a menudo, los hombres se ocupan de la actividad agrícola cuando ésta se integra en la economía visible -que aporta dinero, que se integra al sistema comercial-, mientras que muchas mujeres participan en una economía invisible, esencial en la supervivencia de sus prójimos y en la de la humanidad entera, pero que se reconoce poco o en absoluto económica y socialmente.
Es esta economía de subsistencia que alimenta el mundo, y no la agricultura industrial y comercial. A pesar de eso, el poder está entre las manos de los protagonistas del segundo, y así muy a menudo de los hombres. Esta cuestión inquietante estuvo en el centro de los debates.
El poder está ampliamente vinculado a la posesión de los medios de producción, especialmente la tierra. Ahora bien, numerosas participantes dieron prueba de la dificultad para las mujeres de tener acceso a los recursos productivos. En Nicaragua por ejemplo, las mujeres controlan solamente 2% de las tierras, lo que obliga la mayoría de entre ellas a depender de su marido para poder cultivar. En Burkina Faso, aunque sean las mujeres que hagan la parte fundamental del trabajo agrícola vinculado al mijo, no tienen el derecho a entrar en los graneros y no perciben ninguna renta de la venta de los cereales. Son completamente dependientes del dinero que su marido quiere transferirles más tarde. Pero esto no es cierto exclusivamente los países del Sur. En Europa también, muy pocas mujeres tienen el estatuto oficial de agricultoras, a pesar del trabajo que hacen sobre la explotación. En consecuencia, sólo tienen acceso a los derechos sociales como pareja del agricultor, (particularmente, derecho a la jubilación, a la seguridad social, etc...), lo que las coloca en una situación de dependencia que puede volverse insoportable en caso de ruptura. Dentro de nuestras organizaciones, las mujeres deben luchar por la igualdad, en el caso contrario se excluyen permanentemente de la toma de decisión.
Sin embargo, no se trata solamente de una lucha para los derechos respecto a los hombres, sino también, y sobre todo, de una lucha para defender y para volver a dar todo su valor a la economía de subsistencia frente a la economía comercial. Todas las mujeres presentes destacaron los ataques ejercidos por las empresas multinacionales para intentar apropiarse de los recursos agrarios (la tierra, el agua, las semillas y los conocimientos) y para prohibir a los hombres y a las mujeres campesinas seguir viviendo de la agricultura campesina. Por ejemplo en Rumania y Galicia, la venta de productos granjeros en los mercados campesinos se sometió a reglamentaciones inaccesibles después de la entrada en la Unión Europea, privando a numerosas mujeres de su única fuente de ingresos. Por todas partes en el mundo, las empresas semilleras hacen introducir leyes para prohibir a los campesinos y a las campesinas de sembrar sus propias semillas y así volverlos dependientes de la industria.
Este cuestionamiento de la economía de subsistencia se efectúa también en nombre de un "estatuto de experto" tenido por científicos más o menos vinculados a los intereses financieros. Una campesina austriaca dio prueba de la dificultad de vender su leche, ya que las autoridades sanitarias promueven la idea que la leche entera es peligrosa para la salud. De la misma forma, de numerosas pequeñas explotaciones no tienen ya el derecho a sacrificar los animales a la explotación a causa de las normas sanitarias. Las mujeres son las primeras víctimas de este "poder diagnóstico" que niega su capacidad para saber lo que es bien o no y que les prohíbe llevar a cabo sus actividades fuera del marco definido por las instituciones.
Ante estos obstáculos, las participantes destacaron que el poder que quieren, no es de dirigir a otros, sino de dirigir su propia vida. Ahora bien, producir su alimentación es un elemento esencial en este planteamiento: ¡"si somos capaces de producir nuestra alimentación, entonces somos ricos!" se pudo escuchar." Las campesinas tienen muy destacado cuánto son orgullosas de producir la comida para su comunidad, de cuidar la tierra donde viven y de practicar y transmitir los conocimientos vinculados a la producción y a la transformación de los alimentos. Se comprometieron a luchar para poder seguir cultivando la tierra y elevando animales, para obtener la igualdad de los derechos con los hombres y parar el poder de las multinacionales sobre el sistema alimentario mundial.
Via Campesina News
Febrero 2008
https://www.alainet.org/es/articulo/125958
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