Uribe, un mal bicho
06/03/2008
- Opinión
Una acción político-militar sombría, ordenada por el presidente Alvaro Uribe y digitada desde algún centro de poder mundial, desató una profunda crisis entre estados y por esa irresponsabilidad, ahora tres países enfrentan un riesgo de guerra.
Solo saber que entre colombianos y ecuatorianos podrían acabar a tiros, nos pone los nervios en punta. La acción militar en la que acribillaron a Raúl Reyes y varios guerrilleros de las FARC, sin respetar territorio ajeno y menos los esfuerzos de paz, nos hace sentir el olor a pólvora, nos pone con la sensación de que Sudamérica está cerca de una guerra, con todo lo que esta barbarie implica para niños, ancianos y población civil.
Algo siniestro se propone el presidente colombiano. Difícil pensar que la incursión de su ejército en territorio ecuatoriano obedece solamente a un error de cálculo.
Cuando un Estado da luz verde para una matanza, justo en el momento en que se trabaja esforzadamente un proceso de paz, es que existe un maquiavélico plan para desestabilizar la región, para acabar con la paz, para acabar con la democracia a y el derecho a la autodeterminación de los pueblos. La gente que conoce al presidente Uribe, dice que este caballero es capaz de cualquier cosa si es para plasmar sus ambiciones personales y aplicar lo que aprendió del evangelio neoliberal. Si bien eso preocupa, lo que de verdad genera indignación es que Uribe esté queriendo jugar a ser la ficha incomoda del imperio en nuestra región. Tiene este mandatario el derecho de hacer de Colombia un experimento de EEUU y los colombianos de aguantarlo, pero no tiene derecho a incomodar a los vecinos que se esfuerzan por construir una vía menos dura que la que ofrece la gente que hoy está a cargo de la Casa Blanca. En los últimos 25 años, muy laboriosamente se consolidaron fundamentales derechos de los pueblos como el derecho a vivir en democracia, en libertad, en paz pero sobre todo el derecho de los pueblos a la autodeterminación; es decir la posibilidad real, cierta y humana de que nuestros países puedan determinan libremente su condición política, su desarrollo económico, social y cultural.
Aquí parece estar el meollo del asunto. Lo que ocurre es que los procesos que se viven en Brasil, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina e incluso Chile, marcan nítidamente un cariz autodeterminante, es decir que para los sudamericanos ya no nos es útil la fórmula imperial del neoliberalismo y el libre mercado a ultranza. Los sudamericanos ahora queremos diseñar un modelo de desarrollo propio, rescatando los mejores aportes de otros países y sus ricas experiencias. En cambio los gobiernos de Colombia y Perú insisten en apostar al modelo neoliberal, y se juegan mucho tratando de remodelar el capitalismo salvaje, dando la espalda a Latinoamérica y de hecho traicionando a pueblos , que ya tienen suficiente con los golpes que asestó el neoliberalismo.
Muy lamentable. El presidente colombiano y sectores de la sociedad colombiana aceptaron la injerencia de Estados Unidos a través del Plan Colombia. Ese plan, hasta ahora produjo cierto grado de modernidad, pero con una marcada y trágica división y una guerra de baja y alta intensidad en Colombia, según los sectores. Pretender desarrollar un país a partir de las presiones de otra nación más fuerte, es una posibilidad política y social, pero la historia demuestra que esas formas de desarrollo que no parten de la energía y la forma de ser de un país, puede funcionar por algunos años, pero en algún momento mostrará sus contradicciones profundas, y de hecho se convertirá en un experimento con fecha de vencimiento.
El Pentágono presiona con la tesis de la guerra de expansión. “O te expandes o te reducen”, y a los muchachos de Bush, no les cabe la idea de que el planeta acelera sus crisis por visiones como esa. Por la ofensa inferida a la soberanía ecuatoriana, todo indica que Alvaro Uribe es un mal bicho, y definitivamente está detrás de una estrategia guerrerista que puede comprometer, la paz, la democracia y el derecho a la autodeterminación de la región.
Solo saber que entre colombianos y ecuatorianos podrían acabar a tiros, nos pone los nervios en punta. La acción militar en la que acribillaron a Raúl Reyes y varios guerrilleros de las FARC, sin respetar territorio ajeno y menos los esfuerzos de paz, nos hace sentir el olor a pólvora, nos pone con la sensación de que Sudamérica está cerca de una guerra, con todo lo que esta barbarie implica para niños, ancianos y población civil.
Algo siniestro se propone el presidente colombiano. Difícil pensar que la incursión de su ejército en territorio ecuatoriano obedece solamente a un error de cálculo.
Cuando un Estado da luz verde para una matanza, justo en el momento en que se trabaja esforzadamente un proceso de paz, es que existe un maquiavélico plan para desestabilizar la región, para acabar con la paz, para acabar con la democracia a y el derecho a la autodeterminación de los pueblos. La gente que conoce al presidente Uribe, dice que este caballero es capaz de cualquier cosa si es para plasmar sus ambiciones personales y aplicar lo que aprendió del evangelio neoliberal. Si bien eso preocupa, lo que de verdad genera indignación es que Uribe esté queriendo jugar a ser la ficha incomoda del imperio en nuestra región. Tiene este mandatario el derecho de hacer de Colombia un experimento de EEUU y los colombianos de aguantarlo, pero no tiene derecho a incomodar a los vecinos que se esfuerzan por construir una vía menos dura que la que ofrece la gente que hoy está a cargo de la Casa Blanca. En los últimos 25 años, muy laboriosamente se consolidaron fundamentales derechos de los pueblos como el derecho a vivir en democracia, en libertad, en paz pero sobre todo el derecho de los pueblos a la autodeterminación; es decir la posibilidad real, cierta y humana de que nuestros países puedan determinan libremente su condición política, su desarrollo económico, social y cultural.
Aquí parece estar el meollo del asunto. Lo que ocurre es que los procesos que se viven en Brasil, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina e incluso Chile, marcan nítidamente un cariz autodeterminante, es decir que para los sudamericanos ya no nos es útil la fórmula imperial del neoliberalismo y el libre mercado a ultranza. Los sudamericanos ahora queremos diseñar un modelo de desarrollo propio, rescatando los mejores aportes de otros países y sus ricas experiencias. En cambio los gobiernos de Colombia y Perú insisten en apostar al modelo neoliberal, y se juegan mucho tratando de remodelar el capitalismo salvaje, dando la espalda a Latinoamérica y de hecho traicionando a pueblos , que ya tienen suficiente con los golpes que asestó el neoliberalismo.
Muy lamentable. El presidente colombiano y sectores de la sociedad colombiana aceptaron la injerencia de Estados Unidos a través del Plan Colombia. Ese plan, hasta ahora produjo cierto grado de modernidad, pero con una marcada y trágica división y una guerra de baja y alta intensidad en Colombia, según los sectores. Pretender desarrollar un país a partir de las presiones de otra nación más fuerte, es una posibilidad política y social, pero la historia demuestra que esas formas de desarrollo que no parten de la energía y la forma de ser de un país, puede funcionar por algunos años, pero en algún momento mostrará sus contradicciones profundas, y de hecho se convertirá en un experimento con fecha de vencimiento.
El Pentágono presiona con la tesis de la guerra de expansión. “O te expandes o te reducen”, y a los muchachos de Bush, no les cabe la idea de que el planeta acelera sus crisis por visiones como esa. Por la ofensa inferida a la soberanía ecuatoriana, todo indica que Alvaro Uribe es un mal bicho, y definitivamente está detrás de una estrategia guerrerista que puede comprometer, la paz, la democracia y el derecho a la autodeterminación de la región.
https://www.alainet.org/es/articulo/126107
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