Romero también resucitó en Albacete
23/03/2008
- Opinión
Ante el XXVIII aniversario de la muerte de Monseñor Romero
Si el domingo, los cristianos celebramos la resurrección de Jesús de Nazaret, este 24 de marzo, todo el mundo de la solidaridad conmemoramos el 28 aniversario de la muerte y resurrección del que fuera Arzobispo del Salvador, Monseñor Oscar Arnulfo Romero; un hombre íntegro, consecuente y arriesgado, que hizo una opción real por los pobres y por lo que no en vano su pueblo llano le puso el calificativo de San Romero de América.
Esta Celebración es para muchos de nosotros un motivo de alegría porque se ha cumplido con creces su profecía “…si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”; y ¡vaya si resucitó! Pero no sólo en el Salvador. ¡Hoy día, son tantos y tantos los grupos que en todas partes tratan de ser fieles a su memoria, apostando por descender de sus cruces a los crucificados de este mundo!. En España son casi 30 los comités de Solidaridad que llevan su nombre y que tratan de informar de una manera veraz sobre la cruda realidad de América Latina, de sensibilizar hacia una verdadera cooperación al desarrollo para con ellos y de denunciar los abusos de este imperialismo capitalista y neoliberal que sólo fabrica ingentes masas, no ya de pobres sino de empobrecidos.
En Albacete, su resurrección –y creo que no cometo ninguna herejía al afirmarlo- bien puede estar en “ROMERO”, el Centro de Sensibilización y Promoción del Comercio Justo sito en, Pedro Coca 7. ¡Cuántos productores del Sur pueden vivir dignamente gracias a esta magnífica –aunque todavía insuficiente- promoción del desarrollo!.
Pero también esta celebración es un motivo de compromiso, porque el recuerdo de monseñor Romero –profeta donde los haya, aunque ésta iglesia no corra a beatificarlo-nos insta a mucha gente a seguir prestando la misma adhesión a su causa de justicia y liberación de los pobres.
Creo que justo es reconocer en estos tiempos, en los que algunos Obispos hablan insidiosamente de persecución a la iglesia católica, que la verdadera persecución –sí, esa que produce mártires como Romero, Girardi o Ellacuría- es la que sufre la Iglesia cuando se confronta con los poderes de este mundo y cuando lo hace por defender los derechos de los últimos, y no cuando sólo defiende sus propios privilegios (financiación, acuerdos con la santa sede, religión en la escuela…), o sus propias contradicciones, sin atender a lo que el Vaticano II llamaba los signos de los tiempos (despenalización del aborto, ley de matrimonios homosexuales, investigación con células madre…) en lo que únicamente debería de ser una confrontación de pareceres en el seno del debate político, en un estado democrático.
Ojalá! la Iglesia –mejor dicho, la jerarquía- reconociera lo bajo que está cayendo e inicie un verdadero cambio, metanoia o conversión, que es lo que hizo Romero, con tan solo mirar, defender y vivir más, con y para los empobrecidos de este mundo.
Porque Monseñor Romero no fue siempre un revolucionario. Antes al contrario es designado obispo de San Salvador en 1977 precisamente por su conocida condición conservadora, para que apaciguara la situación creada cuando su antecesor Monseñor Chávez toma una postura clara en favor de los Derechos Humanos y se pone de parte de las comunidades de base y no de la Jerarquía. En menos de tres semanas el arzobispo Romero comienza su particular “conversión” -como él mismo reconocería- cuando le matan en la propia iglesia a un cura y amigo, Rutilio Grande.
Monseñor Romero cambió, pues vio en aquella sangre la de todo su pueblo, constantemente perseguido y masacrado. La represión no podía continuar impunemente y por ello es que se enfrenta a las oligarquías, a la dictadura militar y al mismísimo imperio ¡cómo no lo iban a matar!
Y por la misma razón deja de ser el dócil representante de la Jerarquía Católica que había sido, deja de callar y de mantener situaciones de connivencia con los gobiernos represores y con los poderes establecidos como solía hacer la Iglesia Oficial. A ella, precisamente le manda también un mensajito cuando le preguntaban porque estaba amenazado constantemente: “Los pobres –decía él- están más amenazados (…) y Una Iglesia que no lo esté, una iglesia que no sea mártir por su causa, es una Iglesia infiel”
El que tenga oídos, que oiga. ¡Que Dios te oiga, Oscar!. Descansa en paz.
- Luis Angel Aguilar es miembro de las comunidades cristianas populares de Albacete CCP, responsable del centro de comercio Justo ROMERO, y Coordinador provincial de IU.
Si el domingo, los cristianos celebramos la resurrección de Jesús de Nazaret, este 24 de marzo, todo el mundo de la solidaridad conmemoramos el 28 aniversario de la muerte y resurrección del que fuera Arzobispo del Salvador, Monseñor Oscar Arnulfo Romero; un hombre íntegro, consecuente y arriesgado, que hizo una opción real por los pobres y por lo que no en vano su pueblo llano le puso el calificativo de San Romero de América.
Esta Celebración es para muchos de nosotros un motivo de alegría porque se ha cumplido con creces su profecía “…si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”; y ¡vaya si resucitó! Pero no sólo en el Salvador. ¡Hoy día, son tantos y tantos los grupos que en todas partes tratan de ser fieles a su memoria, apostando por descender de sus cruces a los crucificados de este mundo!. En España son casi 30 los comités de Solidaridad que llevan su nombre y que tratan de informar de una manera veraz sobre la cruda realidad de América Latina, de sensibilizar hacia una verdadera cooperación al desarrollo para con ellos y de denunciar los abusos de este imperialismo capitalista y neoliberal que sólo fabrica ingentes masas, no ya de pobres sino de empobrecidos.
En Albacete, su resurrección –y creo que no cometo ninguna herejía al afirmarlo- bien puede estar en “ROMERO”, el Centro de Sensibilización y Promoción del Comercio Justo sito en, Pedro Coca 7. ¡Cuántos productores del Sur pueden vivir dignamente gracias a esta magnífica –aunque todavía insuficiente- promoción del desarrollo!.
Pero también esta celebración es un motivo de compromiso, porque el recuerdo de monseñor Romero –profeta donde los haya, aunque ésta iglesia no corra a beatificarlo-nos insta a mucha gente a seguir prestando la misma adhesión a su causa de justicia y liberación de los pobres.
Creo que justo es reconocer en estos tiempos, en los que algunos Obispos hablan insidiosamente de persecución a la iglesia católica, que la verdadera persecución –sí, esa que produce mártires como Romero, Girardi o Ellacuría- es la que sufre la Iglesia cuando se confronta con los poderes de este mundo y cuando lo hace por defender los derechos de los últimos, y no cuando sólo defiende sus propios privilegios (financiación, acuerdos con la santa sede, religión en la escuela…), o sus propias contradicciones, sin atender a lo que el Vaticano II llamaba los signos de los tiempos (despenalización del aborto, ley de matrimonios homosexuales, investigación con células madre…) en lo que únicamente debería de ser una confrontación de pareceres en el seno del debate político, en un estado democrático.
Ojalá! la Iglesia –mejor dicho, la jerarquía- reconociera lo bajo que está cayendo e inicie un verdadero cambio, metanoia o conversión, que es lo que hizo Romero, con tan solo mirar, defender y vivir más, con y para los empobrecidos de este mundo.
Porque Monseñor Romero no fue siempre un revolucionario. Antes al contrario es designado obispo de San Salvador en 1977 precisamente por su conocida condición conservadora, para que apaciguara la situación creada cuando su antecesor Monseñor Chávez toma una postura clara en favor de los Derechos Humanos y se pone de parte de las comunidades de base y no de la Jerarquía. En menos de tres semanas el arzobispo Romero comienza su particular “conversión” -como él mismo reconocería- cuando le matan en la propia iglesia a un cura y amigo, Rutilio Grande.
Monseñor Romero cambió, pues vio en aquella sangre la de todo su pueblo, constantemente perseguido y masacrado. La represión no podía continuar impunemente y por ello es que se enfrenta a las oligarquías, a la dictadura militar y al mismísimo imperio ¡cómo no lo iban a matar!
Y por la misma razón deja de ser el dócil representante de la Jerarquía Católica que había sido, deja de callar y de mantener situaciones de connivencia con los gobiernos represores y con los poderes establecidos como solía hacer la Iglesia Oficial. A ella, precisamente le manda también un mensajito cuando le preguntaban porque estaba amenazado constantemente: “Los pobres –decía él- están más amenazados (…) y Una Iglesia que no lo esté, una iglesia que no sea mártir por su causa, es una Iglesia infiel”
El que tenga oídos, que oiga. ¡Que Dios te oiga, Oscar!. Descansa en paz.
- Luis Angel Aguilar es miembro de las comunidades cristianas populares de Albacete CCP, responsable del centro de comercio Justo ROMERO, y Coordinador provincial de IU.
https://www.alainet.org/es/articulo/126423
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