El árbol y el bosque

05/04/2013
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¡Qué cínica es la moral usamericana! El gobernador de Nueva York renuncia tras haber sido sorprendido in fraganti mezclado en una sofisticada red de prostitución. Como si no fuera suficiente con la decepción de sus electores, somete a su esposa a la humillación de estar a su lado, callada, cuando él recitó el mea culpa.

El vicegobernador también confesó públicamente que no era ningún santo. La diferencia es que ahora se trata de una verdadera “terapia de pareja” a escala mundial. Ambos admiten ante las cámaras haberse traicionado mutuamente. Lo que, sin duda, vuelve más fácil el perdón. Sólo quien asume el propio error es capaz de perdonar el ajeno. El fariseo, dice Jesús, es capaz de ver la paja en el ojo del vecino, pero no la viga que hay en el suyo (Mateo 7,3).

La moral usamericana está profundamente marcada por la ideología analítica y ve el árbol pero no divisa el bosque. Nixon cayó porque invadió las instalaciones del Partido Demócrata. Clinton se disculpó delante de la televisión después de haber adulterado con una becaria de la Casa Blanca. Eliot Spitzer deja la administración de Nueva York al ser sorprendido con los calzones en la mano después de haber gastado una fortuna con prostitutas.

¿Y el árbol? ¿Qué dice la moral made in USA con relación a los abusos de los derechos humanos practicados a gran escala por Nixon y Clinton? ¿Por qué es considerado moral invadir Iraq y provocar un genocidio (89 mil civiles muertos y 4 mil militares yanquis, desde el 2003); practicar torturas en la cárcel de Abu Ghraib, en Bagdad; secuestrar a supuestos terroristas en Europa y confinarlos en el infierno carcelario de la base naval de Guantánamo, totalmente al margen de los principios del Derecho? ¿Es moral mantener a un país como Puerto Rico privado de su soberanía e independencia desde hace 110 años? ¿Es moral sacrificar a la pequeña Cuba con un bloqueo que dura ya 48 años?

Quizás la raíz de esa moral fundamentalista, que culpabiliza un desvío sexual y mira condescendientemente un genocidio, provenga de una lectura equivocada de la Biblia. David, el personaje bíblico de quien tenemos más información, es un buen ejemplo. Fue castigado por cometer adulterio con Betsabé, mujer de Urías, muerto por orden del rey, interesado en facilitar así su acceso al lecho de la mujer deseada (2 Samuel 11). David era guerrero, antes y después de subir al trono. Mató a miles de enemigos (los ejércitos filisteo y moabita, 18 mil edomitas, 40 mil arameos, etc.), siempre en nombre de Dios. Y no consta que se haya arrepentido, como fue en el caso de Betsabé, ni castigado por ello.

He ahí un legado que cierta exégesis bíblica todavía nos impregna: matar a uno hace de usted un asesino; matar a miles hace de usted un héroe. Y si no, que lo diga Bush. “El hombre malo duerme tranquilo”, es el título de una película de Akiro Kurosawa.

Mientras nuestra idea de Dios permita que Él sea evocado como cómplice de nuestros intereses egoístas y mezquinos, como controlar el petróleo del Oriente Medio, seguiremos fieles al síndrome abrahámico del sacrificio –esa idea de que Dios exigió de Abrahán que sacrificara a su hijo único Isaac; no satisfecho, más adelante sacrificó a Jesús en la cruz. Por un supuesto bien mayor -la democracia regida por los dueños del dinero- se sacrifica toda una nación.

Una lectura más contextualizada permite comprender que Yavé no aceptó que en nombre de una nueva fe, la monoteísta, Abrahán matase a Isaac, como prescribían los cultos politeístas y sus ritos ancestrales de oblación de las primicias. Yavé hizo ver a Abrahán que Él es el dios de la vida y no de la muerte. Por eso se salvó Isaac de la miopía religiosa de Abrahán (Génesis 22).

Del mismo modo, Jesús no murió para aplacar la sed de sangre expiatoria de un Dios que, ofendido, se convierte en un homicida más cruel que el rey Herodes. Jesús murió asesinado por dos poderes políticos.

Al contrario de la moral made in USA, Jesús era todo perdón para con la mujer adúltera, el hijo pródigo, la negación de Pedro, pero rigurosamente exigente para con los que hacen del templo de Dios -el Universo, la Tierra, la vida humana- una cueva de ladrones. En lenguaje actual, el juicio de Dios es implacable siempre que la sacralidad de la vida es postergada en pro de los intereses pecuniarios del mercado. (Traducción de J.L.Burguet)

- Frei Betto es escritor, autor de la biografía de Jesús titulada “Entre todos los hombres”
https://www.alainet.org/es/articulo/126648
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