La nueva revolución verde y los precios de la comida en el mundo

15/04/2008
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Sólo era una cuestión de tiempo… y menos del que pensábamos. La crisis mundial de alimentos y la explosión de “motines por comida” en todo el mundo se ha convertido en una oportunidad. ¿Para quién? Para las mismas instituciones que, en primer lugar, crearon las condiciones para la crisis: quienes proponen la nueva Revolución Verde.

En su edición del 10 de abril, 2008, en el editorial del New York Times titulado “La Crisis Mundial de Alimentos”, se advierte que el aumento de precios de 25 a 50% de la comida y de los granos básicos es la chispa de los disturbios “desde Haití hasta Egipto”. Acertadamente, el Times culpa en parte a los países del Norte por su sed de etanol, señalando que sustituir la producción de alimentos, con producción para agrocombustibles, “se considera que al menos significó la mitad de la creciente demanda anual de maíz durante los últimos tres años”. El aumento en la demanda significa aumento de precio. Esto hace que la comida no sea accesible para los consumidores pobres.

Pero luego, confundiendo la demanda con la disponibilidad actual, Times salta a una solución sospechosa. Citando al presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, el artículo llama a “una ‘revolución verde’ para aumentar la producción agrícola e incrementar las cosechas en África”.

Por supuesto que esta respuesta se esperaba del Banco Mundial, ya que con el Fondo Monetario Internacional, obligaron la imposición de los Programas de Ajuste Estructural (PAE) responsables de destruir la capacidad de las naciones aricanas de desarrollar o proteger su propio sistema agrícola de la quiebra, provocada por los granos subsidiados de Estados Unidos y de Europa. Durante los mismos 25 años en los cuales los PAE se impusieron, e Grupo Consultivo para Investigación Internacional en Agricultura (CGIAR siglas en inglés) invirtió más del 40% de su presupuesto anual de $350 millones en la “Revolución Verde” en África. ¿Cuál fue el resultado? ¡Ninguno! De hecho, fue aún peor, porque mientras los ministerios de agricultura, los programas nacionales de investigación y la infraestructura básica cayeron en las garras de los PAE, los  sistemas agrícolas de África se erosionaron. Ahora sus sistemas alimentarios son completamente vulnerables y no tienen esperanzas de defenderse ante el “shock” económico y ambiental—por eso la severidad  de la actual crisis inflacionaria de la comida.

¿Cómo CGIAR y otros promotores de la Revolución Verde explican este debacle? Ellos afirman que la Revolución Verde “desatendió” África. Si eso fuera cierto, ¿en qué gastó CGIAR todo el dinero? Si no fue así y la Revolución Verde fue un fracaso, entonces ¿cómo aplicar más de lo mismo va a resolver la actual crisis de alimentos?

Por supuesto que la Revolución Verde no es sólo una institución, como tampoco es estática. La nueva Revolución Verde, genéticamente modificada, es un conglomerado de institutos de investigación públicos y privados, apoyados tanto por los impuestos como por las inversiones condicionadas de pocos y poderosos monopolios dueños de las semillas/productos químicos y fertilizantes. La Revolución Verde es un paradigma de modernización industrial, al mismo tiempo que una campaña para penetrar el mercado agrícola del Sur Global. Pero sobre todo, la Revolución Verde es una estrategia política diseñada para apoderarse y mantener firmemente el control de los sistemas alimentarios del Sur Global en las manos de corporaciones e instituciones del Norte. Precisamente, esta dimensión política de la actual crisis alimentaria es evadida tácitamente por New York Times, el Banco Mundial y los otros promotores de la Revolución Verde.

Sin embargo, la política en la alimentación es inevitable. Raj Patel, asociado a Food First, autor del recién publicado libro “Relleno y Hambriento” (http://stuffedandstarved.org/drupal/frontpage), señala que los “motines por comida” deben entenderse históricamente, no en el contexto de escasez, sino de pobreza, no en el de falta de tecnologías, sino falta de democracia.

 “Históricamente”, escribe Patel, “se debe buscar dos cosas. La primera es una súbita y severa ausencia de derecho; ausencia, al haber una brecha entre lo que la gente cree que es su derecho y lo que en realidad pueden lograr. Los precios de los productos agrícolas han subido al dispararse los agrocombustibles, el aumento en el consumo de carne, el aumento de los precios del petróleo, la baja reserva de granos y la mala cosecha. Esta inflación ha provocado la contradicción, el derecho que la gente cree tener de ser capaz de alimentar a su familia, pero en la práctica lo que puede adquirir es significativamente menos. La existencia y propagación de esta expectativa frustrada es uno de los detonantes a los motines por comida”.

“Pero existe un segundo elemento. Los motines se dan en los lugares donde no existe ningún otro medio para que el gobierno escuche. Es un signo, en otras palabras, no existen en los procesos democráticos o se han agotado. Haití ha sido largo tiempo acosada por la inestabilidad política y ahora es dirigida por el presidente René Préval, apoyado por Estados Unidos. Él ordenó a la población a regresar a sus casas, probablemente sin darse cuenta que con la protesta, la población le ordenaba bajar el precio a la comida…”

“Pero la pregunta real es ¿por qué los gobiernos son incapaces de responder a las necesidades de sus ciudadanos? Hay dos respuestas. Primero, las políticas que podrían mitigar el alza de precios (reservas de granos, tarifas de precios, ventas favorables para la población pobre) todas han sido destruidas por décadas de neoliberalismo y libre comercio global y la política de desarrollo”.

“Para poder aplicar esta política, los gobiernos han tenido que ignorar las demandas de la población. El Banco Mundial no les daría préstamos sin el ‘ajuste estructural’ el cual redujo profundamente los programas sociales. Ha habido un fuerte incentivo financiero para que los gobiernos sean menos democráticos”.

En las actuales protestas—más de 15 personas han sido asesinadas en el último mes—son menos motines caóticos de gente muriéndose de hambre, sino se caracterizan como rebeliones de poblaciones frustrados hasta la desesperación con  la injusticia del sistema alimentario global. La solución para la crisis de comida actual no es traer al las instituciones del “capitalismo del desastre” las cuales fueron las que crearon el desastre en primer lugar. La solución es la soberanía alimentaria—democratizar el sistema alimentario mundial, quitándoselo de las manos a un conjunto de oligopolios,  devolviéndolo al control de los campesinos y de los consumidores, quienes deben de ser los beneficiados con la agricultura.

https://www.alainet.org/es/articulo/126972
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