Transición hacía un camino de soberanía alimentaria

05/04/2008
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(Discurso Eric Holt-Giménez, Director Ejecutivo Food First, para las y los Graduandos del Programa de Educación para Pequeños Agricultores, ALBA, Salinas, California, 5 de abril de 2008)

Buenas tardes. Bienvenidos y buenas tardes a todos y a todas; nuestros amigos en la vida, colegas en el estudio, compañeros en la lucha y a nuestras queridas familias que nos acompañen el día de hoy. Hoy, nos hemos reunido para conmemorar una promoción. Y yo me siento muy honrado de estar aquí con ustedes, porque esta no es cualquier promoción. Esta promoción es de suma importancia, no sólo para las personas que ahora concluyen el curso agrícola de ALBA, sino para todos nosotros, para nuestras comunidades y para nuestra sociedad.

Después de una capacitación agroecológica—un intensivo entrenamiento teórico y práctico—estamos aquí para acompañar a los agricultores que próximamente nos abrirán las puertas hacía una nueva agricultura, y por tanto, una nueva cultura agrícola, y, también, por tanto, a una transición social.

Porque desde que la mujer inventó la agricultura hace más de 8,000 años, la agricultura—esta relación primordial entre los humanos y la naturaleza—ha sido la base de los grandes cambios sociales. Las grandes civilizaciones en el mundo: Los Mayas, Los Incas, Los Aztecas, se desarrollaron juntos con el cultivo del maíz, de la papa, del frijol, de la calabaza, y de una gran diversidad de plantas y animales… Se puede decir: co-evolucionaron estas plantas y estos pueblos, hasta tal punto que aunque decimos que el maíz es de nosotros, la verdad es que, somos hombres y mujeres de maíz.

Y siempre ha sido el campesinado—estos hombres y mujeres de maíz—los responsables del ambiente y de la comida, quienes han sido la base de todos los cambios sociales en el mundo. La Revolución Industrial del siglo dieciocho no hubiera sido posible sin el gran subsidio de la agricultura a la industria que no sólo proporcionó la mano de obra barata a las fábricas, sino que proporcionó el alimento barato para que el industrial pudiera pagar poco y así realizar grandes ganancias, convirtiéndose así en capitalista.

Después, cuando la industria decidió colonizar la agricultura, fue también el campesinado quien se auto alimentó y así regaló, prácticamente, su mano de obra barata a las grandes fincas modernas, permitiéndoles ahorrar sus ganancias para luego modernizar.

Ha sido también el campesino quien proporcionó las semillas a los científicos para que éstos pudieran inventar los híbridos de alto rendimientos, que también permitió a que las compañías de semillas se enriquecieran, dando paso a la muy mentada Revolución Verde que, dice haber salvado al mundo del hambre. Y son estas mismas semillas, cultivadas y cuidadas por milenios por familias campesinas que ahora forman la base para la gran industria de ingeniería genética que también busca apoderarse de la agricultura a través de las semillas genéticamente modificadas.

Sí, en todas las transiciones sociales de importancia en este mundo, el campesino ha estado presente, y ha sido imprescindible.

Pero raras veces ha sido reconocido. Al contrario, le han pagado mal su producto, han explotado su mano de obra, han ignorado su sabiduría y han menospreciado su cultura. Tanto en los países socialistas como los capitalistas, han querido hasta terminar con el campesino, convirtiéndole en un trabajador más. Hasta nuestros sistemas educativos han querido convencernos de que el campesino no vale, que su semilla no le pertenece, que su conocimiento no sirve.

Pero aquí estamos, y vemos que después de 8,000 años, el campesino, no ha desaparecido. El campesino defiende sus semillas. El campesino sigue mejorando y profundizando su conocimiento.

¿Por qué?

Porque lo mismos valores campesinos de respeto a la tierra y al prójimo, de ayuda mutua, las mismas cualidades de innovar soluciones para enfrentar sus problemas, de estrechar la mano al otro, de proteger su ambiente y de producir la comida, lo han mantenido.

Aunque mucha gente urbana no se da cuenta, en el mundo de hoy, con computadoras, naves espaciales y teléfonos celulares, el campesino aún es el que da de comer a tres mil millones de personas en este planeta: la mitad de la población mundial.

Entonces, mis hermanos y mis hermanas, yo hoy, de la manera más humilde, respetuosa y sincera, les quiero reconocer por su esfuerzo, su tradición, su cultura, su inteligencia, y su bendita terquedad de insistir en ser campesinos y campesinas.

Gracias por insistir en producir comida en un momento de escasez e inflación de precios, cuando hay 840 millones de hambrientos en el mundo—36 millones de los cuales se encuentran aquí en Estados Unidos.

Gracias por insistir en producir comida en una forma que mejore el ambiente, mientras la agroindustria parece sólo buscar destruirla, contaminando nuestro aire, nuestros suelos, nuestros ríos y mares, y hasta envenenando a nuestros trabajadores.

Gracias por producir comida sana en un momento en que hay mil millones de gente obesa en este mundo por la comida chatarra, procesada, que nos obligan comer porque parece barata pero que nos envenena, causándonos problemas cardíacos, diabetes e hipertensión.

Gracias por insistir en ejercer la más noble profesión que puede haber en este mundo.

Gracias por abrirnos las puertas a una nueva transición. Una transición hacía una agricultura sana y un sistema alimenticio justo, equitativo y sustentable. Una transición hacía un camino de soberanía alimentaria.

Yo, me comprometo a caminar este camino con ustedes.

Les invito a todos y a todas aquí presentes a caminar este camino juntos, sobre los dos pies: de la innovación y la solidaridad.

Les invito a que trabajemos juntos con las dos manos: producir y proteger.

Les invito a que veamos juntos un futuro campesino en donde nadie nos explote y en donde tengamos el control democrático y soberano sobre todo nuestro sistema alimenticio—no sólo la producción sino también la elaboración, la distribución, la venta y la preparación.

Les invito a alzar la voz por un mundo más justo, más sano, más democrático, en donde la agricultura sustentable y las familias campesinas—también sustentables—formarán una parte fundamental de un futuro mejor.

Les invito a que construyamos con sudor y alegría, comunidades basadas en los valores campesinos de respeto, de ayuda mutua, y amor, mucho amor, compañeros y compañeras, amor a la tierra, amor la naturaleza, amor a la agricultura, amor a la familia campesina y amor a nosotros mismos.

¡Caminantes, hagamos el camino!
https://www.alainet.org/es/articulo/126992
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