"Libre comercio" con Colombia: eufemismo abierto, silencio mortal y decepción
08/05/2008
- Opinión
Algo muy particular sucede en los círculos políticos y noticiosos de los Estados Unidos cuando se discute sobre el tratado de "libre comercio" con Colombia.
Hablemos por ejemplo de las condiciones laborales. Aquí nos hemos acostumbrado a condenas serias y necesarias contra el trabajo infantil, contra las condiciones de trabajo en las maquilas, etc. cuando discutimos las condiciones de comercio con China, Tailandia y otros países. Y así debe ser.
Las mismas condiciones laborales se presentan en Colombia. Por ejemplo, datos arrojados por investigaciones independientes estiman que por lo menos 2.5 millones de niños trabajan hoy en Colombia, y de este grupo, tan solo uno de cada cinco, trabajan legalmente. En compañías petroleras como la British Petroleum, Gas Natural de España, Shell y otras, la organización sindical está prohibida. En las largas cadenas de supermercados en Bogota y otras grandes ciudades, los empacadores no tienen sueldo y solo reciben la propina. En América, Colombia y España los sindicatos bancarios han sido eliminados. El derecho a la negociación colectiva y el derecho a la huelga son negados a empleados del gobierno. Claramente, las condiciones laborales en Colombia son deplorables.
Los medios estadounidenses y los círculos políticos discuten sobre las condiciones laborales en Colombia como parte del debate sobre el tratado de libre comercio, pero a diferencia de la forma como se acercan a otros países los comentaristas se concentran en una sola cosa, el hecho de que en Colombia es peligroso ser sindicalista porque la propia vida se pone en riesgo. Esta situación no debe ser minimizada. Pero lo que si es bastante peculiar es el mortal y macabro cálculo usado por algunos comentaristas cuando alegan que debido a que el asesinato de sindicalistas en Colombia pasó de 275 en1996 a 39 en el 2007, las condiciones laborales han, de alguna forma, mejorado. Eso no es cierto. La reducción en el numero total de lideres sindicales asesinados (cifra que es horrible desde cualquier punto de vista) refleja la eficacia del terror permitido por el Estado, no la del sistema judicial. Cuando se utiliza esta habilidosa retórica pareciera que, para Colombia, en lo que se refiere a la tasa de asesinatos de sindicalistas, se ha alcanzado un número "aceptable"; paralelamente, otras condiciones de trabajo miserables pueden ser ignoradas y el Tratado de "Libre Comercio" con Colombia puede ser apoyado.
Refirámonos ahora a las condiciones de Derechos Humanos. Mucho se habla de Derechos Humanos en los medios, como debe ser. Sabemos de los sufrimientos de la gente en Darfur, atrapada en el fuego cruzado. Oficiales electos y candidatos presidenciales se refieren a Darfur; por ejemplo Barack Obama ha indicado que los Estados Unidos tienen la obligación moral de parar las catástrotes humanitarias y ha llamado en repetidas ocasiones, a una la formación de una fuerza de protección de las Naciones Unidas en el suelo de Darfur. El alto comisionado para refugiados de las Naciones Unidas acaba de presentar el informe anual sobre desplazamiento interno. El número de personas forzadas a dejar sus hogares en el 2007 creció a más de 26 millones. Darfur es el primer país de la lista con 5.8 millones de desplazados. Pero Colombia lo sigue de cerca en el segundo lugar: mas de 4 millones, numero que se ha incrementado desde el año pasado cuando el desplazamiento interno alcanzaba 3.8 millones de personas. Estos colombianos desplazados, desproporcionadamente afro-colombiano e indígenas, han sido forzados a dejar su tierra por la violencia o las amenazas de violencia provenientes de grupos guerrilleros, escuadrones de la muerte o por los dos. ¿Por qué la tragedia del desplazamiento colombiano es raramente mencionada por los medios de comunicación o por oficiales en Washington? ¿Acaso los representantes electos cuando discuten el Tratado de Libre Comercio, no deberían preguntarse por qué millones de personas han perdido su techo en su propia tierra? ¿No es eso un indicador de una grave crisis y una situación caótica, y fuera de control? Este es un silencio a gritos. Aparentemente algunos políticos y medios de comunicación no quieren distraerse en pequeñeces como los 4 millones de refugiados y desplazados internos, para no turbar nuestra visión acerca de los beneficios del "libre comercio".
No pasa ningún día sin que los medios se refieran a los abusos de derechos humanos en China, Tibet, Chechenia y las muy mencionadas inclinaciones anti-democráticas de varios líderes internacionales como Putín, Chávez, los líderes chinos, etc. En las últimas semanas Tibet y Zimbabwe captan toda la atención, pero cuando se habla de Colombia, todas las preocupaciones parecen evaporarse. Hay muy poco cubrimiento de las "estadísticas" sobre el para-escándalo en Colombia. Estos datos revelan que muchos miembros del gobierno de Uribe, sus aliados en el Congreso colombiano, y sus partidarios cercanos quienes lo ayudaron a salir electo dos veces están en la cárcel o siendo investigados por sus conexiones con el paramilitarismo responsable del asesinato de cientos de colombianos. La oficina de la Presidencia de Colombia ha tratado, por todos los medios de parar y entorpecer las investigaciones, de cubrir la evidencia que vincula al propio presidente con actividades paramilitares.
¿Puede acaso concluirse que el tratado de libre comercio es tan importante como para permitir que las preocupaciones sobre trabajo infantil, la prohibición del los derechos a la organización sindical y a la huelga, sueldos miserables y condiciones laborales, el desplazamiento de millones de personas, y un gobierno corrupto claramente vinculado a fuerzas paramilitares, interfieran con los beneficios del libre mercado?
¿Qué es tan importante sobre el libre comercio? Aquí el eufemismo aparece más complejo porque la discusión en los medios suprime el contexto: el sector agroindustrial en los Estados Unidos seguirá recibiendo los multimillonarios subsidios anuales, negados a Colombia en el tratado, burlando el argumento del "justo campo de juego" o respeto por el "libre comercio". Los subsidios a la agricultura en Estados Unidos les permiten a los productores estadounidenses vender sus cosechas por debajo del costo. Bajo estas condiciones, los Estados Unidos exporta maíz a un precio 30% por debajo del costo de producción, trigo a 40% por debajo, algodón 57% por debajo, por mencionar solo algunos pocos ejemplos. Al enfrentar esta inquietante realidad, el gobierno del presidente Uribe acuerda, por medio de la firma del TLC, eliminar medidas de protección a la agricultura en Colombia. Así mismo, el gobierno estadounidense, de manera desigual y asimétrica, mantendrá apoyo doméstico para sus productores agrícolas quienes continuaran exportando sus excedentes por debajo del costo de producción, una práctica señalada como ilegal en el mundo del comercio y conocida como "dumping".
Con otro truco retórico el multi-billonario programa de subsidios para la agroindustria pagado por los contribuyentes es defendido en nombre del "libre mercado" y el anti-proteccionismo.
Como fue bien expresado por George Orwell, falacias como esta ni siquiera se le ocurrirían a las personas si las instituciones de adoctrinamiento están funcionando correctamente: "Su cerebro debía lanzar una mancha que tapara cualquier pensamiento peligroso al menor intento de asomarse a la conciencia. Este proceso había de ser automático, instintivo”. En neolengua se le llamaba paracrimen.
Traducción Angélica Quesada
- Raúl Fernández Daniel Whitesell residen en Estados Unidos.
Hablemos por ejemplo de las condiciones laborales. Aquí nos hemos acostumbrado a condenas serias y necesarias contra el trabajo infantil, contra las condiciones de trabajo en las maquilas, etc. cuando discutimos las condiciones de comercio con China, Tailandia y otros países. Y así debe ser.
Las mismas condiciones laborales se presentan en Colombia. Por ejemplo, datos arrojados por investigaciones independientes estiman que por lo menos 2.5 millones de niños trabajan hoy en Colombia, y de este grupo, tan solo uno de cada cinco, trabajan legalmente. En compañías petroleras como la British Petroleum, Gas Natural de España, Shell y otras, la organización sindical está prohibida. En las largas cadenas de supermercados en Bogota y otras grandes ciudades, los empacadores no tienen sueldo y solo reciben la propina. En América, Colombia y España los sindicatos bancarios han sido eliminados. El derecho a la negociación colectiva y el derecho a la huelga son negados a empleados del gobierno. Claramente, las condiciones laborales en Colombia son deplorables.
Los medios estadounidenses y los círculos políticos discuten sobre las condiciones laborales en Colombia como parte del debate sobre el tratado de libre comercio, pero a diferencia de la forma como se acercan a otros países los comentaristas se concentran en una sola cosa, el hecho de que en Colombia es peligroso ser sindicalista porque la propia vida se pone en riesgo. Esta situación no debe ser minimizada. Pero lo que si es bastante peculiar es el mortal y macabro cálculo usado por algunos comentaristas cuando alegan que debido a que el asesinato de sindicalistas en Colombia pasó de 275 en1996 a 39 en el 2007, las condiciones laborales han, de alguna forma, mejorado. Eso no es cierto. La reducción en el numero total de lideres sindicales asesinados (cifra que es horrible desde cualquier punto de vista) refleja la eficacia del terror permitido por el Estado, no la del sistema judicial. Cuando se utiliza esta habilidosa retórica pareciera que, para Colombia, en lo que se refiere a la tasa de asesinatos de sindicalistas, se ha alcanzado un número "aceptable"; paralelamente, otras condiciones de trabajo miserables pueden ser ignoradas y el Tratado de "Libre Comercio" con Colombia puede ser apoyado.
Refirámonos ahora a las condiciones de Derechos Humanos. Mucho se habla de Derechos Humanos en los medios, como debe ser. Sabemos de los sufrimientos de la gente en Darfur, atrapada en el fuego cruzado. Oficiales electos y candidatos presidenciales se refieren a Darfur; por ejemplo Barack Obama ha indicado que los Estados Unidos tienen la obligación moral de parar las catástrotes humanitarias y ha llamado en repetidas ocasiones, a una la formación de una fuerza de protección de las Naciones Unidas en el suelo de Darfur. El alto comisionado para refugiados de las Naciones Unidas acaba de presentar el informe anual sobre desplazamiento interno. El número de personas forzadas a dejar sus hogares en el 2007 creció a más de 26 millones. Darfur es el primer país de la lista con 5.8 millones de desplazados. Pero Colombia lo sigue de cerca en el segundo lugar: mas de 4 millones, numero que se ha incrementado desde el año pasado cuando el desplazamiento interno alcanzaba 3.8 millones de personas. Estos colombianos desplazados, desproporcionadamente afro-colombiano e indígenas, han sido forzados a dejar su tierra por la violencia o las amenazas de violencia provenientes de grupos guerrilleros, escuadrones de la muerte o por los dos. ¿Por qué la tragedia del desplazamiento colombiano es raramente mencionada por los medios de comunicación o por oficiales en Washington? ¿Acaso los representantes electos cuando discuten el Tratado de Libre Comercio, no deberían preguntarse por qué millones de personas han perdido su techo en su propia tierra? ¿No es eso un indicador de una grave crisis y una situación caótica, y fuera de control? Este es un silencio a gritos. Aparentemente algunos políticos y medios de comunicación no quieren distraerse en pequeñeces como los 4 millones de refugiados y desplazados internos, para no turbar nuestra visión acerca de los beneficios del "libre comercio".
No pasa ningún día sin que los medios se refieran a los abusos de derechos humanos en China, Tibet, Chechenia y las muy mencionadas inclinaciones anti-democráticas de varios líderes internacionales como Putín, Chávez, los líderes chinos, etc. En las últimas semanas Tibet y Zimbabwe captan toda la atención, pero cuando se habla de Colombia, todas las preocupaciones parecen evaporarse. Hay muy poco cubrimiento de las "estadísticas" sobre el para-escándalo en Colombia. Estos datos revelan que muchos miembros del gobierno de Uribe, sus aliados en el Congreso colombiano, y sus partidarios cercanos quienes lo ayudaron a salir electo dos veces están en la cárcel o siendo investigados por sus conexiones con el paramilitarismo responsable del asesinato de cientos de colombianos. La oficina de la Presidencia de Colombia ha tratado, por todos los medios de parar y entorpecer las investigaciones, de cubrir la evidencia que vincula al propio presidente con actividades paramilitares.
¿Puede acaso concluirse que el tratado de libre comercio es tan importante como para permitir que las preocupaciones sobre trabajo infantil, la prohibición del los derechos a la organización sindical y a la huelga, sueldos miserables y condiciones laborales, el desplazamiento de millones de personas, y un gobierno corrupto claramente vinculado a fuerzas paramilitares, interfieran con los beneficios del libre mercado?
¿Qué es tan importante sobre el libre comercio? Aquí el eufemismo aparece más complejo porque la discusión en los medios suprime el contexto: el sector agroindustrial en los Estados Unidos seguirá recibiendo los multimillonarios subsidios anuales, negados a Colombia en el tratado, burlando el argumento del "justo campo de juego" o respeto por el "libre comercio". Los subsidios a la agricultura en Estados Unidos les permiten a los productores estadounidenses vender sus cosechas por debajo del costo. Bajo estas condiciones, los Estados Unidos exporta maíz a un precio 30% por debajo del costo de producción, trigo a 40% por debajo, algodón 57% por debajo, por mencionar solo algunos pocos ejemplos. Al enfrentar esta inquietante realidad, el gobierno del presidente Uribe acuerda, por medio de la firma del TLC, eliminar medidas de protección a la agricultura en Colombia. Así mismo, el gobierno estadounidense, de manera desigual y asimétrica, mantendrá apoyo doméstico para sus productores agrícolas quienes continuaran exportando sus excedentes por debajo del costo de producción, una práctica señalada como ilegal en el mundo del comercio y conocida como "dumping".
Con otro truco retórico el multi-billonario programa de subsidios para la agroindustria pagado por los contribuyentes es defendido en nombre del "libre mercado" y el anti-proteccionismo.
Como fue bien expresado por George Orwell, falacias como esta ni siquiera se le ocurrirían a las personas si las instituciones de adoctrinamiento están funcionando correctamente: "Su cerebro debía lanzar una mancha que tapara cualquier pensamiento peligroso al menor intento de asomarse a la conciencia. Este proceso había de ser automático, instintivo”. En neolengua se le llamaba paracrimen.
Traducción Angélica Quesada
- Raúl Fernández Daniel Whitesell residen en Estados Unidos.
https://www.alainet.org/es/articulo/127431?language=es
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