Un capitalismo suicida y gangsteril
08/05/2008
- Opinión
Crisis hipotecaria, crisis inmobiliaria, crisis financiera, subida incesante del petróleo, alza desmesurada de precios de alimentos… Pero, en realidad, la misma crisis. Veamos.
Este sistema neoliberal ha impulsado monocultivos agrícolas para producir en masa, lo que ha distorsionado la agricultura. Además, el Banco Mundial (que hoy se rasga las vestiduras) ha impuesto durante años una producción agrícola para exportación, no para las poblaciones locales, porque le han interesado más las divisas para mercados financieros que alimentar a la gente. Por otra parte, la crisis hipotecaria y financiera conduce a los especuladores a invertir en mercado de futuro de materias primas y provocan una disparatada alza del precio de alimentos. Para rematar, el contubernio de intereses del sector petrolífero, automoción, farmacéuticas y grandes corporaciones agropecuarias perpetra que la tierra cultivable de países empobrecidos se siembre con vegetales para producir biocombustible para países desarrollados. Una nueva versión de Norte contra Sur, pero en esta película el Norte no son los buenos ni pretenden liberar de la esclavitud a nadie. A todo esto, empleados y trabajadores de todo el mundo han soportado durante tres décadas que sus salarios aumenten a ritmo de caracol y, aún peor, con la multicrisis “la vida de millones de personas se deteriora a gran velocidad”, como ha denunciado Kostas Stamoulis, dirigente de la FAO. La cantidad de hambrientos se dispara y se crean cien millones más de pobres, que pueden esperar el deterioro o la muerte, emigrar o rebelarse, como ya ha empezado a ocurrir en una docena de países empobrecidos.
Ante todo esto, el diario The Independent publica que el mundo occidental “se encuentra en una crisis económica de magnitud similar a la del petróleo de 1973. Asistimos al desmoronamiento del liberalismo, el modelo ideológico y económico dominante en los últimos 30 años”. Lamentablemente no es cierto. El modelo neoliberal no se desintegra, porque sus mimbres ideológicos, oscuros compromisos políticos, opacidades y actuaciones gangsteriles permanecen. Da igual que el liberalismo teórico, el de Adam Smith, indique que la actividad económica ha de promover la eficiencia en los servicios y la bondad de los productos para satisfacer el mercado. Hoy, la actuación económica real busca el enriquecimiento acelerado y concentrado en manos de muy pocos, utilizando la especulación como instrumento principal. El valor económico real del planeta es un tercio del valor de los bonos, títulos, acciones y otros inventos financieros emitidos respecto a esos activos reales.
Ese carácter especulativo es denunciado con algunos matices diferenciales por Alan Greenspan, Bernard Connolly (ex jefe de análisis de la Comisión Europea), David Rosenberg (jefe de Merrill Lynch), Georges Soros, o el economista Paul Krugman. Critican a las autoridades monetarias por permitir una economía sobre todo especulativa.
Es muy sencillo. Si no se controlan los mercados financieros, los bancos, los fondos de inversión y, ya puestos, se actúa contra los paraísos fiscales, las medidas contra las crisis, cuya más nefasta consecuencia es el aumento de la pobreza y del hambre, son humo.
Del carácter gangsteril de este sistema económico, además, da fe la caída de Bear Stearns, quinto banco de inversión del mundo, caída que nos cuenta Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique. Aprovechando la desconfianza generada por la crisis, JP Morgan, otro gran banco, difunde rumores, premeditada y alevosamente, sobre falta de liquidez de Bear Stearns. Aunque éste muestra documentalmente que no es cierto, no consigue detener la ruina. Finalmente acepta ser vendido a JP Morgan. En plena crisis, nos cuenta Ramonet, los más bandidos del sistema persiguen con rumores o como sea que el valor de algunos bancos se divida por diez y comprarlos a precio de ganga.
Tal vez debamos recuperar la convicción de que es imprescindible un profundo cambio económico-social, ahora que conmemoramos cuarenta años de Mayo del 68. Y ponerse a ello porque, como ha escrito el analista alemán Michael Krätke, todo lo que ha llevado a esta multicrisis global confirma que el propio capitalismo neoliberal sienta las bases de su propia destrucción. No nos duele que desaparezca, lo deseamos, pero así, fruto de necia y gangsteril actuación, se llevaría por delante a cientos de millones, que no tienen la menor responsabilidad en el desastre y sí todo sus derechos humanos a respetar.
Este sistema neoliberal ha impulsado monocultivos agrícolas para producir en masa, lo que ha distorsionado la agricultura. Además, el Banco Mundial (que hoy se rasga las vestiduras) ha impuesto durante años una producción agrícola para exportación, no para las poblaciones locales, porque le han interesado más las divisas para mercados financieros que alimentar a la gente. Por otra parte, la crisis hipotecaria y financiera conduce a los especuladores a invertir en mercado de futuro de materias primas y provocan una disparatada alza del precio de alimentos. Para rematar, el contubernio de intereses del sector petrolífero, automoción, farmacéuticas y grandes corporaciones agropecuarias perpetra que la tierra cultivable de países empobrecidos se siembre con vegetales para producir biocombustible para países desarrollados. Una nueva versión de Norte contra Sur, pero en esta película el Norte no son los buenos ni pretenden liberar de la esclavitud a nadie. A todo esto, empleados y trabajadores de todo el mundo han soportado durante tres décadas que sus salarios aumenten a ritmo de caracol y, aún peor, con la multicrisis “la vida de millones de personas se deteriora a gran velocidad”, como ha denunciado Kostas Stamoulis, dirigente de la FAO. La cantidad de hambrientos se dispara y se crean cien millones más de pobres, que pueden esperar el deterioro o la muerte, emigrar o rebelarse, como ya ha empezado a ocurrir en una docena de países empobrecidos.
Ante todo esto, el diario The Independent publica que el mundo occidental “se encuentra en una crisis económica de magnitud similar a la del petróleo de 1973. Asistimos al desmoronamiento del liberalismo, el modelo ideológico y económico dominante en los últimos 30 años”. Lamentablemente no es cierto. El modelo neoliberal no se desintegra, porque sus mimbres ideológicos, oscuros compromisos políticos, opacidades y actuaciones gangsteriles permanecen. Da igual que el liberalismo teórico, el de Adam Smith, indique que la actividad económica ha de promover la eficiencia en los servicios y la bondad de los productos para satisfacer el mercado. Hoy, la actuación económica real busca el enriquecimiento acelerado y concentrado en manos de muy pocos, utilizando la especulación como instrumento principal. El valor económico real del planeta es un tercio del valor de los bonos, títulos, acciones y otros inventos financieros emitidos respecto a esos activos reales.
Ese carácter especulativo es denunciado con algunos matices diferenciales por Alan Greenspan, Bernard Connolly (ex jefe de análisis de la Comisión Europea), David Rosenberg (jefe de Merrill Lynch), Georges Soros, o el economista Paul Krugman. Critican a las autoridades monetarias por permitir una economía sobre todo especulativa.
Es muy sencillo. Si no se controlan los mercados financieros, los bancos, los fondos de inversión y, ya puestos, se actúa contra los paraísos fiscales, las medidas contra las crisis, cuya más nefasta consecuencia es el aumento de la pobreza y del hambre, son humo.
Del carácter gangsteril de este sistema económico, además, da fe la caída de Bear Stearns, quinto banco de inversión del mundo, caída que nos cuenta Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique. Aprovechando la desconfianza generada por la crisis, JP Morgan, otro gran banco, difunde rumores, premeditada y alevosamente, sobre falta de liquidez de Bear Stearns. Aunque éste muestra documentalmente que no es cierto, no consigue detener la ruina. Finalmente acepta ser vendido a JP Morgan. En plena crisis, nos cuenta Ramonet, los más bandidos del sistema persiguen con rumores o como sea que el valor de algunos bancos se divida por diez y comprarlos a precio de ganga.
Tal vez debamos recuperar la convicción de que es imprescindible un profundo cambio económico-social, ahora que conmemoramos cuarenta años de Mayo del 68. Y ponerse a ello porque, como ha escrito el analista alemán Michael Krätke, todo lo que ha llevado a esta multicrisis global confirma que el propio capitalismo neoliberal sienta las bases de su propia destrucción. No nos duele que desaparezca, lo deseamos, pero así, fruto de necia y gangsteril actuación, se llevaría por delante a cientos de millones, que no tienen la menor responsabilidad en el desastre y sí todo sus derechos humanos a respetar.
Xavier Caño Tamayo
Escritor y periodista
ccs@solidarios.org.es
www.solidarios.org.es
https://www.alainet.org/es/articulo/127436
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