Francia, mayo 68: Cuarenta años después
30/05/2008
- Opinión
Lima
UNO. El 22 de marzo de 1968 en la universidad de Nanterre, situada en la periferie norte de Paris, se inauguró una piscina de lujo muy cerca de un tugurio de gente pobre. Interrumpiendo la ceremonia, Daniel Cohn Bendit y un grupo de estudiantes llamaron la atención de las autoridades sobre la contradicción de mostrar el lujo reservado a los estudiantes y la falta de respeto y consideración por los pobres. En las manifestaciones que siguieron, los estudiantes informaron que en la universidad francesa los hijos de obreros representaban sólo alrededor del 10 % de los alumnos matriculados. Un no rotundo contra los privilegios cobró inusitada fuerza. Nadie tenía idea alguna de lo que comenzaba. Sólo era una protesta más. Los jefes respondieron defendiendo el principio de autoridad y pidieron que la policía reprima a los “revoltosos”. En medio de las protestas se formó el “Movimiento 22 de marzo”, con Cohn Bendit y sus compañeros. Ninguno de sus miembros era militante político de partido alguno; sólo expresaron su descontento, con fuerza y enorme convicción. En la Sorbona -la histórica universidad en el barrio latino, corazón del Paris histórico- los estudiantes se unieron a la protesta y expresaron su solidaridad con los rebeldes de Nanterre. El pequeño conflicto estudiantil comenzó a multiplicarse día a día hasta que el 7 ú 8 de mayo, no recuerdo con precisión, la policía reprimió con toda su fuerza y entró con sus caballos a golpear a los estudiantes dentro de la Sorbona. No había ocurrido nada parecido a eso en la historia de la universidad.
DOS. Todos los estudiantes de Francia protestaron en las calles expresando su solidaridad con los jóvenes de Nanterre y la Sorbona. En la noche del 11 de mayo se organizó una protesta en las calles del barrio latino. Miles de estudiantes tomaron las calles, con zapatillas, pañuelos y limones, por eso de las bombas lacrimógenas. La policía reprimió con toda su fuerza. En respuesta, los estudiantes levantaron barricadas con adoquines de las calles y lo que había a mano. Centenares de heridos fueron atendidos por asfixia y golpes. Desde las ventanas de los edificios, además de aplausos para los rebeldes, se les ofrecía sábanas húmedas para proteger los ojos y llorar menos. La solidaridad de todo el país con sus estudiantes, víctimas de una feroz represión policial se expresó de múltiples modos. Todas las organizaciones estudiantiles se declararon en huelga indefinida. Les siguieron los trabajadores, paso a paso, hasta que la Confederación General del Trabajo (CGT) ordenó una huelga general. En la tercera semana de mayo la ciudad de Paris estaba enteramente paralizada. Como no era posible caminar grandes distancias, para asegurar la continuidad del movimiento se formaron “Comités de Acción” en todos los barrios, articulándose alrededor de los mercados y reuniendo a trabajadores, estudiantes, profesores universitarios, amas de casa, empleados, profesores, artistas, migrantes de todas partes, mujeres, hombres, jóvenes, personas de tercera edad, adolescentes de colegios secundarios, prostitutas, homosexuales, transexuales. Como también los periódicos y las radios estuvieron en huelga, cada Comité de acción desplegó en las pancartas de las calles toda su imaginación, estaba permitido pedir todo y decir lo que cada uno o una quisieran: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, “La imaginación al poder”, “Prohibido prohibir”, “Decretamos el estado de felicidad permanente”, “Nuestra esperanza no puede venir sino de aquellos que en este momento no tienen esperanza”, “Cuando el dedo muestra la luna, el imbécil mira el dedo”, “Un hombre no es estúpido o inteligente; es libre o no lo es”, “Francia para los franceses: ese es un lema fascista”, “Hagamos el amor y no la guerra”, “las barricadas cierran la calle pero abren el camino de la revolución”, “El poder está en las calles”. La rebeldía estudiantil fue saludada por intelectuales y artistas. Cómo no recordar al filósofo y escritor Jean Paul Sartre, vendiendo en las calles del barrio latino ejemplares del periódico “La cause du peuple”, La causa del pueblo, que él dirigió junto con los estudiantes de Nanterre y de la Sorbona. Cómo no recordar que las masas en la calle gritaban “todos somos judíos alemanes” en abierta solidaridad con Daniel Cohn Bendit, el pelirrojo estudiante alemán. Cómo no recordar a Paul Henry Chombart de Lawe, sociólogo, director de mis estudios de doctorado en sociología, feliz en su Comité de Acción con energías renovadas después de su lucha en la resistencia francesa contra los alemanes y la defensa de los derechos humanos en el mundo entero.
TRES. En el primer día la protesta fue por el lujo de una piscina; un mes después, con el país en huelga general, se cuestionó el poder, la naturaleza misma de la sociedad francesa de entonces y se produjo un vacío de poder que nadie había previsto El general Charles De Gaulle, héroe de la resistencia francesa con los alemanes de Hitler y presidente de la República, no supo qué hacer. A fines de mayo, no era habido. Secretamente, fue a Alemania para negociar con sus generales y oficiales -instalados para vigilar la ciudad de Berlín, entonces dividida por el muro- su apoyo para intervenir con su fuerza militar y tratar de recuperar el poder. El general dio un discurso al país y convocó a elecciones generales. Hizo lo necesario para arrancar a la política de las calles y devoverla a las urnas. La intervención militar era probablemente su plan B si su pedido era rechazado.
CUATRO. Las calles habían sido ganadas, la huelga general indefinida estaba en la plenitud de su fuerza, millones de rebeldes se sentían, nos sentíamos, al borde de la victoria. Visible e innegable era el vacío de poder. La gran rebelión tuvo un carácter eminentemente espontáneo. No hubo organización política alguna ni ningún líder capaces de “controlar” el movimiento. Carecía de sentido un “comando bolchevique” con esa pretensión. Se trataba de un estallido general, extraordinario, que liberó las ganas inconscientes de libertad de millones de personas. Una especie de bola de nieve rodando y creciendo a gran velocidad. Porque el fenómeno era así, la palabra anarquía fue usada con gran frecuencia para tratar de entender lo ocurrido. Pero era mucho más que un simple movimiento de anarquistas, comunistas, maoístas, troskistas, pre-verdes, católicos, protestantes, agnósticos, ateos o marginales de todo tipo. Lo original fue que el movimiento envolvió a todas las tendencias en la misma protesta, al mismo tiempo, con una unidad de acción plena, dejando de lado las diferencias. Todos los discursos llamando a la unidad antes de mayo 68 en Francia, habían servido para muy poco o para nada porque las diferencias tenían mucho más peso que los pequeños acuerdos, salvo los casos del Frente Nacional de 1936 y la fantástica Comuna de Paris en 1871. En el movimiento del mayo francés de 1968, la unidad se produjo en la práctica, sin que nadie la pidiera, pero duró muy poco. Mientras duró fue una experiencia política maravillosa. La revolución que tanto quisimos, el sueño utópico del socialismo como sinónimo de libertad y justicia al mismo tiempo, parecía que estaban al alcance de las manos y hasta tenía algún sentido suponer que unas semanas después, en julio, podría celebrarse la victoria.
CINCO. La ilusión duró poco. En 1968, estaba en boga la llamada guerra fría: Estados Unidos y la Unión Soviética tenían sus áreas de influencia. Francia era parte de Europa occidental y el Partido Comunista Francés era la organización más importante de la izquierda en el país. Tenía el control de la Centra General de Trabajadores, CGT. Del mismo modo que ese partido propuso la huelga general indefinida de 10 millones de trabajadores, propuso también detener la huelga y aceptar el desafío de ir a las elecciones. Entre los planes del Partido Comunista Francés de entonces, la toma del poder no era un punto de agenda. Tampoco la Unión Soviética quería alterar el orden establecido en Europa después de la segunda guerra mundial. Ya sabemos que los partidos comunistas del mundo entero tenían como principal tarea defender el llamado socialismo de la URSS, su “madre patria”. Tal vez otra podría haber sido la historia de Francia y de Europa si el Partido Comunista Francés y la Central General de Trabajadores hubieran decidido mantener la huelga general. Prefirieron cambiar la extraordinaria movilización de masas por el callado voto individual en una urna. Miles de personas vimos en las fábricas de Paris a obreros comunistas romper sus carnets del partido y de la central sindical cuando se dio la orden de terminar la huelga general. El resultado fue muy simple: ganó la derecha y perdieron todas las fuerzas de izquierda. Georges Pompidou, primer ministro del general De Gaulle, fue elegido presidente y el Partido Comunista Francés tuvo una gravísima derrota. No pudo recuperarse después de ese fracaso. Otra vez en la historia los compromisos entre las grandes potencias fueron más importantes que las luchas nacionales. En 1945 los comunistas griegos debieron haber tomado el poder por la fuerza que tenían, pero ese cambio no estaba en los planes de la Unión soviética.
SEIS. En las grandes batallas políticas, las victorias y derrotas tienen muy serias consecuencias. Después del sueño francés de 1968, la derecha recuperó su antiguo poder e hizo los cambios necesarios para no arriesgarse a perderlo. No hay razón alguna para no pensar que la potencialidad de la Unión Europea tiene algo o mucho que ver con aquella rebelión. Consolidar un bloque europeo tiene la virtud de colocar los intereses nacionales de los países miembros en un segundo plano. Por su parte, el bloque de izquierdas volvió a privilegiar las grandes diferencias del pasado. El Partido Comunista Francés no es sino una sombra del pasado.
SIETE. A pesar de la derrota, la gran rebelión de mayo 68 en Francia sirvió para acercar el sueño utópico a la realidad, para pensar la libertad en general sin ataduras partidarias, para desplegar las fuerzas libertarias y afirmar el derecho a la diferencia y todo tipo de diferencias, para colocar los temas ambientales en la agenda política, para que las diferencias entre hombres y mujeres se reduzcan sustantivamente. Las ideas de Simone de Beauvoir para afirmar el feminismo, propuestas veinte años antes, empezaron a florecer. No olvido una imagen preciosa de una pareja de enamorados de una residencia universitaria en Paris, estirándose desde dos ventanas en el pabellón que separaba a hombres y mujeres, para darse un beso disfrutando de su nueva libertad conquistada.
- Rodrigo Montoya Rojas es antropólogo y profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, de Lima. Perú.
UNO. El 22 de marzo de 1968 en la universidad de Nanterre, situada en la periferie norte de Paris, se inauguró una piscina de lujo muy cerca de un tugurio de gente pobre. Interrumpiendo la ceremonia, Daniel Cohn Bendit y un grupo de estudiantes llamaron la atención de las autoridades sobre la contradicción de mostrar el lujo reservado a los estudiantes y la falta de respeto y consideración por los pobres. En las manifestaciones que siguieron, los estudiantes informaron que en la universidad francesa los hijos de obreros representaban sólo alrededor del 10 % de los alumnos matriculados. Un no rotundo contra los privilegios cobró inusitada fuerza. Nadie tenía idea alguna de lo que comenzaba. Sólo era una protesta más. Los jefes respondieron defendiendo el principio de autoridad y pidieron que la policía reprima a los “revoltosos”. En medio de las protestas se formó el “Movimiento 22 de marzo”, con Cohn Bendit y sus compañeros. Ninguno de sus miembros era militante político de partido alguno; sólo expresaron su descontento, con fuerza y enorme convicción. En la Sorbona -la histórica universidad en el barrio latino, corazón del Paris histórico- los estudiantes se unieron a la protesta y expresaron su solidaridad con los rebeldes de Nanterre. El pequeño conflicto estudiantil comenzó a multiplicarse día a día hasta que el 7 ú 8 de mayo, no recuerdo con precisión, la policía reprimió con toda su fuerza y entró con sus caballos a golpear a los estudiantes dentro de la Sorbona. No había ocurrido nada parecido a eso en la historia de la universidad.
DOS. Todos los estudiantes de Francia protestaron en las calles expresando su solidaridad con los jóvenes de Nanterre y la Sorbona. En la noche del 11 de mayo se organizó una protesta en las calles del barrio latino. Miles de estudiantes tomaron las calles, con zapatillas, pañuelos y limones, por eso de las bombas lacrimógenas. La policía reprimió con toda su fuerza. En respuesta, los estudiantes levantaron barricadas con adoquines de las calles y lo que había a mano. Centenares de heridos fueron atendidos por asfixia y golpes. Desde las ventanas de los edificios, además de aplausos para los rebeldes, se les ofrecía sábanas húmedas para proteger los ojos y llorar menos. La solidaridad de todo el país con sus estudiantes, víctimas de una feroz represión policial se expresó de múltiples modos. Todas las organizaciones estudiantiles se declararon en huelga indefinida. Les siguieron los trabajadores, paso a paso, hasta que la Confederación General del Trabajo (CGT) ordenó una huelga general. En la tercera semana de mayo la ciudad de Paris estaba enteramente paralizada. Como no era posible caminar grandes distancias, para asegurar la continuidad del movimiento se formaron “Comités de Acción” en todos los barrios, articulándose alrededor de los mercados y reuniendo a trabajadores, estudiantes, profesores universitarios, amas de casa, empleados, profesores, artistas, migrantes de todas partes, mujeres, hombres, jóvenes, personas de tercera edad, adolescentes de colegios secundarios, prostitutas, homosexuales, transexuales. Como también los periódicos y las radios estuvieron en huelga, cada Comité de acción desplegó en las pancartas de las calles toda su imaginación, estaba permitido pedir todo y decir lo que cada uno o una quisieran: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, “La imaginación al poder”, “Prohibido prohibir”, “Decretamos el estado de felicidad permanente”, “Nuestra esperanza no puede venir sino de aquellos que en este momento no tienen esperanza”, “Cuando el dedo muestra la luna, el imbécil mira el dedo”, “Un hombre no es estúpido o inteligente; es libre o no lo es”, “Francia para los franceses: ese es un lema fascista”, “Hagamos el amor y no la guerra”, “las barricadas cierran la calle pero abren el camino de la revolución”, “El poder está en las calles”. La rebeldía estudiantil fue saludada por intelectuales y artistas. Cómo no recordar al filósofo y escritor Jean Paul Sartre, vendiendo en las calles del barrio latino ejemplares del periódico “La cause du peuple”, La causa del pueblo, que él dirigió junto con los estudiantes de Nanterre y de la Sorbona. Cómo no recordar que las masas en la calle gritaban “todos somos judíos alemanes” en abierta solidaridad con Daniel Cohn Bendit, el pelirrojo estudiante alemán. Cómo no recordar a Paul Henry Chombart de Lawe, sociólogo, director de mis estudios de doctorado en sociología, feliz en su Comité de Acción con energías renovadas después de su lucha en la resistencia francesa contra los alemanes y la defensa de los derechos humanos en el mundo entero.
TRES. En el primer día la protesta fue por el lujo de una piscina; un mes después, con el país en huelga general, se cuestionó el poder, la naturaleza misma de la sociedad francesa de entonces y se produjo un vacío de poder que nadie había previsto El general Charles De Gaulle, héroe de la resistencia francesa con los alemanes de Hitler y presidente de la República, no supo qué hacer. A fines de mayo, no era habido. Secretamente, fue a Alemania para negociar con sus generales y oficiales -instalados para vigilar la ciudad de Berlín, entonces dividida por el muro- su apoyo para intervenir con su fuerza militar y tratar de recuperar el poder. El general dio un discurso al país y convocó a elecciones generales. Hizo lo necesario para arrancar a la política de las calles y devoverla a las urnas. La intervención militar era probablemente su plan B si su pedido era rechazado.
CUATRO. Las calles habían sido ganadas, la huelga general indefinida estaba en la plenitud de su fuerza, millones de rebeldes se sentían, nos sentíamos, al borde de la victoria. Visible e innegable era el vacío de poder. La gran rebelión tuvo un carácter eminentemente espontáneo. No hubo organización política alguna ni ningún líder capaces de “controlar” el movimiento. Carecía de sentido un “comando bolchevique” con esa pretensión. Se trataba de un estallido general, extraordinario, que liberó las ganas inconscientes de libertad de millones de personas. Una especie de bola de nieve rodando y creciendo a gran velocidad. Porque el fenómeno era así, la palabra anarquía fue usada con gran frecuencia para tratar de entender lo ocurrido. Pero era mucho más que un simple movimiento de anarquistas, comunistas, maoístas, troskistas, pre-verdes, católicos, protestantes, agnósticos, ateos o marginales de todo tipo. Lo original fue que el movimiento envolvió a todas las tendencias en la misma protesta, al mismo tiempo, con una unidad de acción plena, dejando de lado las diferencias. Todos los discursos llamando a la unidad antes de mayo 68 en Francia, habían servido para muy poco o para nada porque las diferencias tenían mucho más peso que los pequeños acuerdos, salvo los casos del Frente Nacional de 1936 y la fantástica Comuna de Paris en 1871. En el movimiento del mayo francés de 1968, la unidad se produjo en la práctica, sin que nadie la pidiera, pero duró muy poco. Mientras duró fue una experiencia política maravillosa. La revolución que tanto quisimos, el sueño utópico del socialismo como sinónimo de libertad y justicia al mismo tiempo, parecía que estaban al alcance de las manos y hasta tenía algún sentido suponer que unas semanas después, en julio, podría celebrarse la victoria.
CINCO. La ilusión duró poco. En 1968, estaba en boga la llamada guerra fría: Estados Unidos y la Unión Soviética tenían sus áreas de influencia. Francia era parte de Europa occidental y el Partido Comunista Francés era la organización más importante de la izquierda en el país. Tenía el control de la Centra General de Trabajadores, CGT. Del mismo modo que ese partido propuso la huelga general indefinida de 10 millones de trabajadores, propuso también detener la huelga y aceptar el desafío de ir a las elecciones. Entre los planes del Partido Comunista Francés de entonces, la toma del poder no era un punto de agenda. Tampoco la Unión Soviética quería alterar el orden establecido en Europa después de la segunda guerra mundial. Ya sabemos que los partidos comunistas del mundo entero tenían como principal tarea defender el llamado socialismo de la URSS, su “madre patria”. Tal vez otra podría haber sido la historia de Francia y de Europa si el Partido Comunista Francés y la Central General de Trabajadores hubieran decidido mantener la huelga general. Prefirieron cambiar la extraordinaria movilización de masas por el callado voto individual en una urna. Miles de personas vimos en las fábricas de Paris a obreros comunistas romper sus carnets del partido y de la central sindical cuando se dio la orden de terminar la huelga general. El resultado fue muy simple: ganó la derecha y perdieron todas las fuerzas de izquierda. Georges Pompidou, primer ministro del general De Gaulle, fue elegido presidente y el Partido Comunista Francés tuvo una gravísima derrota. No pudo recuperarse después de ese fracaso. Otra vez en la historia los compromisos entre las grandes potencias fueron más importantes que las luchas nacionales. En 1945 los comunistas griegos debieron haber tomado el poder por la fuerza que tenían, pero ese cambio no estaba en los planes de la Unión soviética.
SEIS. En las grandes batallas políticas, las victorias y derrotas tienen muy serias consecuencias. Después del sueño francés de 1968, la derecha recuperó su antiguo poder e hizo los cambios necesarios para no arriesgarse a perderlo. No hay razón alguna para no pensar que la potencialidad de la Unión Europea tiene algo o mucho que ver con aquella rebelión. Consolidar un bloque europeo tiene la virtud de colocar los intereses nacionales de los países miembros en un segundo plano. Por su parte, el bloque de izquierdas volvió a privilegiar las grandes diferencias del pasado. El Partido Comunista Francés no es sino una sombra del pasado.
SIETE. A pesar de la derrota, la gran rebelión de mayo 68 en Francia sirvió para acercar el sueño utópico a la realidad, para pensar la libertad en general sin ataduras partidarias, para desplegar las fuerzas libertarias y afirmar el derecho a la diferencia y todo tipo de diferencias, para colocar los temas ambientales en la agenda política, para que las diferencias entre hombres y mujeres se reduzcan sustantivamente. Las ideas de Simone de Beauvoir para afirmar el feminismo, propuestas veinte años antes, empezaron a florecer. No olvido una imagen preciosa de una pareja de enamorados de una residencia universitaria en Paris, estirándose desde dos ventanas en el pabellón que separaba a hombres y mujeres, para darse un beso disfrutando de su nueva libertad conquistada.
- Rodrigo Montoya Rojas es antropólogo y profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, de Lima. Perú.
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