- Opinión
En su libro Kaputt, donde relata los horrores de la II Guerra Mundial, Curzio Malaparte describe la sorpresa que se llevó con Ante Pavelich, el líder de los "ustachis", bandas armadas croatas que colaboraban con los nazis en la antigua Yugoslavia.
Pavelich tenía un tobo en su oficina, rebosante de algo que a Malaparte le parecían moluscos.
-¿Ostras?, curioseó el visitante.
-No. Son los ojos de partisanos serbios que me han obsequiado mis fieles "ustachis".
Los matones de Pavelich tenían predilección por los serbios, de quienes exterminaron a 500 mil.
Su furia también se dirigía contra todo el que se les atravesara en el camino, ya fuesen croatas, como ellos mismos, gitanos o judíos.
Tal astilla
Cincuenta años después, los hijos y nietos de aquellos sanguinarios protagonizan un nuevo genocidio, ya no en Europa, sino en el corazón de América del Sur: Bolivia.
Al igual que otros países de por aquí, Bolivia dio refugio a sus padres y abuelos, gracias a sus buenas relaciones con las dictaduras militares del momento.
Los "ustachis" lograron hacerse con grandes extensiones de tierra en lugares como Santa Cruz, reservorio de riquezas hidrocarburíferas, las mismas cuya explotación y beneficios están detrás de la guerra civil que se pretende implantar ahí.
Ellos, convertidos en parte de la élite económica y política, no quieren compartir con el resto de Bolivia las ganancias de esa renta económica. Por eso pugnan por una separación bajo el disfraz de autonomía.
Frente a un proyecto de Constitución que democratiza el acceso a tales ganancias, promovido por el presidente indígena Evo Morales, los herederos de los "ustachis", junto a paramilitares y narcos peruanos, colombianos y brasileños, así como a estudiantes y lumpen reclutado a cambio de paga, son ahora el brazo armado de la "oposición cívica", cuyos métodos nada tienen que envidiarle a los de sus padres y abuelos que sembraron muerte en Yugoslavia.
Basta mirar unos minutos las imágenes de la TV estatal o los muchos videos disponibles en Internet para calibrar el horror que han sembrado.
Una de esas imágenes muestra a un grupo de "cívicos" en un jeep adornado con la svástica nazi.
Los "cívicos" sacan a los indígenas de sus casas para apalearlos, los linchan en la vía pública, desnudan y arrodillan a sus víctimas mientras les hacen corear estribillos humillantes. "Escoria", "basura" y "raza maldita" son algunos de los epítetos que les prodigan.
La emprendieron contra las instalaciones del gobierno central en las capitales de la llamada Media Luna, integrada por los ricos departamentos de Santa Cruz, Pando, Beni y Tarija. Destruyeron las oficinas de Impuestos Nacionales, correos y la televisora pública, tomaron aeropuertos para impedir su uso por parte del gobierno central y cortaron el flujo de gasoductos.
Lo más atroz –de lo que hasta ahora se conoce- ha sido la masacre de El Porvenir, donde "cívicos" al mando del prefecto de Pando, Leopoldo Fernández, emboscaron a un grupo de indígenas. A varios los asesinaron allí mismo, a otros los persiguieron hasta la orilla de un río. Cuando sus víctimas se lanzaron al agua, los sicarios comenzaron a ametrallarlos. "Hay hartos indios escondidos allí", grita uno. En medio de los disparos, los campesinos nadan con desespero. Las balas impactan en el agua, otras en sus cuerpos. Uno de los "cívicos" se felicita: "Están asustados". Sólo allí, la cifra es de 30 cadáveres y cada día aparecen más.
Evo súper legítimo
Todo esto ocurre a pesar de que Evo fue ratificado con un impresionante 67,41% en un referendo revocatorio efectuado el 10 de agosto.
El referendo no sirvió para detener la violencia de la oposición "cívica", pero sí para demostrar que ésta carece del respaldo popular que la prensa suele atribuirle.
En realidad, quedó claro que la Media Luna no existe o que, en todo caso, entró en cuarto menguante.
Según datos de la Corte Electoral, Evo apabulló en la mayoría de los departamentos: 83,27% en La Paz; 84,97% en Potosí; 82,99% en Oruro; 70,90% en Cochabamba; y 53,88% en Chuquisaca.
En la Media Luna, ganó con 52,50% en Pando, el departamento de la masacre por la cual el prefecto está hoy preso.
En Tarija, otro departamento que la prensa suele llamar "rebelde", hubo virtual empate: Evo sacó 49,83%, apenas 400 votos menos que sus oponentes.
En Beni y Santa Cruz, Evo consiguió un apoyo nada despreciable: 43,72% y 40,75%, respectivamente, lo que desmiente el virtual unanimismo (85%) que la prensa le atribuyó a los autonomistas.
Al interior de esos departamentos, Evo ganó cómodo en las provincias campesinas. Sus enemigos, en las capitales.
Tras el resultado, circula en Bolivia este verso:
"Solo fue un pretencioso sueño pueril,
Por ser: Media Luna, sin par
Siendo simple: Mancha Lunar"
Suramérica para los sudacas
Este es el contexto en el cual se reunieron de urgencia los presidentes de la Unasur, hito histórico que pareciera estar pariendo una nueva doctrina anti-Monroe: "Suramérica para los suramericanos".
En vano, la derecha del continental bombardeó el encuentro, trató de minimizarlo y presionó para que el caso Bolivia se debatiera, más bien, en la OEA, delante de papá EEUU.
La intervención de Unasur, que ahora enviará tres comisiones a Bolivia, una para promover un diálogo político, otra para investigar la masacre de Pando y la última para atender los requerimientos logísticos del gobierno -"incluyendo recursos humanos especializados"-, introdujo una especie de tregua.
Vale preguntarse si este resultado, y la reunión misma, habrían sido posibles si el presidente Chávez, tan dado a pasarse por el forro las formas diplomáticas, no amenaza con internacionalizar el conflicto boliviano mediante su apoyo militar en el escenario de un magnicidio o derrocamiento de Evo.
Antes que el "loco Chávez" actuara por su cuenta, la Unasur procedió a asumir ese conflicto como propio y no como un simple asunto interno boliviano. Son demasiadas las cosas en juego, como la energía que surte a Sao Paulo (Brasil) y a parte de Argentina, las dos principales economías de la zona.
Su involucramiento conjunto aleja las perspectivas de una eventual intervención militar extranjera en Bolivia, sea de EEUU o de Venezuela, y en todo caso la perfila como hipótesis multilateral, bajo el amparo de la Unasur y a solicitud expresa del gobierno de Bolivia.
El problema de las formas
"Ya se verá cómo se resuelve el problema de las formas", escribía Teodoro Petkoff en su editorial del 12 de abril de 2002, al justificar la instalación de una Junta de Gobierno de facto en Venezuela, al margen del mecanismo de sucesión presidencial establecido.
Puede que lo mismo piense Chávez cada vez que decide transgredir el Manual de Carreño de la política internacional en aras de algún objetivo político. O puede que ni lo piense, sino que lo haga y punto, lo cual le ha costado ya unas cuantas rectificaciones en el terreno declarativo.
A juzgar por las más recientes incidencias, pareciera que operó más lo primero que lo segundo cuando decidió emplazar al jefe de las FFAA de otro país –cosa inédita- a demostrar su apoyo a Evo y a cesar su "huelga de brazos caídos" ante los desmanes de la derecha.
Como respuesta, el general boliviano Luis Trigo envió una carta al canciller de su país exigiéndole una queja diplomática ante la intromisión del mandatario venezolano.
Por más razón que le asista, no deja de ser curioso que un jefe militar gire instrucciones a un Canciller, cuando se supone que éste representa al poder civil, es decir, al Presidente, responsable de la política exterior y al cual debe subordinación el estamento militar.
Habrá que esperar el final de la película para comprobar si se trató de otro exceso verbal innecesario por parte del Presidente o, más bien, de un fino olfato para detectar golpistas por alguien que también lo fue.
Deslindes
Quiso la historia que a toda esa conflictividad se le agregara el derrumbe financiero de EEUU, materializado el pasado "lunes negro", que puso a temblar al sistema capitalista mundial.
También que, mientras los nuevos "ustachis" hacían de las suyas en Bolivia, se develara aquí un complot para asesinar a Hugo Chávez, el primero de muchos que se denuncian con base en grabaciones que no dejan lugar a dudas por el desparpajo y detalle con que hablan los complotados.
Fuentes del gobierno confiaron que son 9 horas de conversaciones grabadas por los cuerpos de inteligencia, no telefónicas, sino de reuniones conspirativas, de las cuales se hizo pública una ínfima parte, para no entorpecer las investigaciones. No se descarta que salgan a la luz nuevas revelaciones.
Puede que el cuento de "ahí viene el lobo", la forma en que fue hecha la denuncia y el provecho electoral que -a las claras- candidatos del PSUV procuran extraer de su divulgación atenten contra la credibilidad de los escépticos frente a lo denunciado.
Lo llamativo es que este escepticismo sea asumido de manera militante por algunos políticos, medios y periodistas, que despachan la denuncia como si se tratara de cosa ya juzgada e investigada: un supuesto trapo rojo.
Actitud que mueve a sospechas de alcahuetería, cuando no de complicidad.
Lo que le sale a todo el país democrático es rechazar, sin ambages ni trucos retóricos, cualquier intento de golpe o magnicidio. Nada de mezclar el tema con "pueblicidio", "tiranicidio" y otras tonterías.
También sería valioso escuchar una condena contundente a los actos violentos de la oposición "cínico-cívica" en Bolivia, en lugar de despachar el tema con un cándido "eso no es asunto nuestro".
No hacerlo sólo sirve para abonar las sospechas, ventiladas por Chávez como presagio indubitable, de que después del 23N la oposición utilizará las gobernaciones y alcaldías que gane para provocar la guerra, como están haciendo los nuevos "ustachis" de Bolivia.
Si es así, ¿cuántos ojos irán a parar a un tobo?
http://www.aporrea.org/actualidad/a64051.html
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