Desde abajo, construyendo una nueva gobernabilidad

La sociedad civil apuesta a otro enfoque de paz

13/10/2008
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

Berna, Suiza

 

La iniciativa de las comunidades afro-descendientes del Cauca

 

La construcción de la paz en un país convulsionado por el conflicto bélico desde hace medio siglo es un desafío inmenso. Para numerosos sujetos sociales colombianos la paz parece no sólo implicar  el fin de la guerra. Sino también la construcción desde la base misma de  nuevas formas de participación y gestión del movimiento social, de mecanismos claros de participación ciudadana y de  una “nueva expresión de la gobernabilidad”, tal como lo define Roller Escobar Gómez, dirigente de la Unidad de Organizaciones Afro-Caucanas (UOAFRO). Para alimentar esa “nueva gobernabilidad” es esencial contar con una solidaridad internacional abierta, flexible y respetuosa.

 

Hace más de siete años el Programa Suizo para la Promoción de la Paz en Colombia (SUIPPCOL) está presente en ese país sudamericano. Una de las iniciativas actuales más desafiantes es la de apoyar la elaboración del Espacio Regional de Paz, en el departamento del Cauca, al sur-occidente del país.

 

Un intenso proceso participativo que comienza desde abajo. Y que involucra a líderes comunitarios y a cinco alcaldes afro-descendientes de los municipios de Padilla, Guachene, Puerto Tejada, Villa Rica y Caloto. En su conjunto albergan más de 100.000 habitantes. 

 

Con el apoyo de los promotores de SUIPPCOL, una treintena de delegados participan desde hace algunos meses en un proceso colectivo que identifica los principales problemas comunes. Y busca propuestas productivas o iniciativas sociales de paz, construidas en consenso.

 

Los participantes esperan elaborar una  agenda común subregional, la que debería contribuir  a crear un ambiente de paz en la región, y facilitaría una mayor capacidad de negociación de recursos y ejecución de programas.

 

“Soñar un nuevo modelo de municipio participativo”

 

“El nuestro es un municipio que se acaba de crear. Y tenemos la  preocupación de definir un nuevo modelo de gestión, desde los cimientos mismos”, explica Jesús Elber González Panguero, alcalde recientemente electo.

 

González Panguero participó en uno de estos encuentros de autoridades locales de la región, realizado a mediados de septiembre pasado en la Casa de la Cultura del municipio de Padilla, a unos 50  kilómetros al sur-este de Cali.  

 

“Nuestra tarea de partir de cero es un gran desafío y al mismo tiempo una enorme oportunidad, ya que podemos atrevernos a soñar el modelo de municipalidad que queremos construir”, acota González, 40 años, químico, con una maestría analítica y la especialización en gestión ambiental.

 

Y todo esto “en una región muy afectada por el conflicto interno”. No sólo debido a la cercana presencia de algunos de los actores de la guerra, sino también “por los profundos problemas estructurales que padecemos”.

 

El drama del monocultivo cañero

 

Más del 85 % del territorio en esa zona está en manos de grandes empresas, dedicadas al monocultivo de caña de azúcar, configurando un extenso  mar verde de centenas de kilómetros, donde se alzan, de tanto en tanto, pequeñas islas urbanas, de antiguos poblados.

 

“Esta propuesta económica rompe totalmente con la visión ancestral de nuestras comunidades negras, para quienes  la producción para el auto consumo y el riguroso respeto ambiental, son dos premisas básicas”, insiste González, cuya comunidad cuenta con 16.500 habitantes.

 

Esa tendencia a la concentración de la tierra se ha intensificado en los últimos años, insiste el alcalde.

 

“Los planes del Gobierno central buscan potenciar la producción de agro-combustibles. Lo que exige una todavía mayor concentración de la tierra... ¿Y de dónde se saca la tierra si no de la poca que le queda todavía a nuestros campesinos?”, interroga el dirigente de Guachene.

 

A mediados de septiembre  en la región de los Departamentos de Cauca y Valle  se inició un conflicto de los trabajadores de la industria de la caña de azúcar (denominados popularmente “corteros de caña”). El mismo que hasta el presente –mediados de octubre- no ha logrado respuestas satisfactorias, ha sido fuertemente reprimido. Exige a las grandes empresas azucareras y al Estado colombiano el respeto de los derechos sociales.

 

Ante estos problemas de fondo, “la reflexión en común para elaborar una alternativa productiva y social que sea válida para toda nuestra  región, tiene un valor esencial”, enfatiza González Panguero.

 

Tras la identificación de esa Agenda consensuada “estamos anticipando la definición de un modelo de vida. Y lanzamos un mensaje a las autoridades nacionales y a la cooperación internacional en el sentido que queremos construir algo común que aporte a la nación”.

 

Nueva gobernabilidad desde abajo

 

“El problema esencial es la falta de agua”, enfatiza Roller Escobar Gómez, joven dirigente de la Unidad de Organizaciones Afro-Caucanas (UOAFRO), quien tiene la responsabilidad del desarrollo de proyectos en la alcaldía vecina de Villa Rica.

 

“Habría agua ya que contamos con el Río Palo”, explica Escobar. Pero el monocultivo de caña es tan extenso que las cañadas y afluentes se están secando.

 

“Y si bien tenemos una propuesta de pozos familiares de entre  6 y 8  metros de profundidad, las empresas de caña instalan motobombas que extraen desde 250 metros, lo que amenaza la viabilidad de nuestro proyecto”, subraya.

 

La situación se torna dramática, según los habitantes del lugar. Pasa hasta una semana e incluso a veces dos, sin contar con el vital líquido.  O debiéndolo pagar a precios europeos.

 

“La ira se expresa muy seguido. En los últimos meses ha habido muchas protestas y huelgas por el agua, que han paralizado nuestros municipios”, explica el joven dirigente social. Quien insiste que este tema constituye un punto esencial de la Agenda en construcción que se debate en seminarios como el de septiembre en Padilla.

 

Detrás de un “programa social común”, es importante destacar que se expresa “un enfoque concreto de paz de las organizaciones de base y los movimientos sociales. Una nueva forma de gobernabilidad desde abajo”, insiste.

 

La paz “no es para nosotros el encuentro de las autoridades con los guerrilleros, o la negociación entre los diversos actores del conflicto”, sino la construcción de alternativas de desarrollo desde las comunidades.

 

Porque si bien “un diálogo político puede tener su importancia, mientras tanto, lla gente de abajo, soporta hambre, sed, y los ataques permanentes de los megaproyectos”, enfatiza.

 

“Nuestra visión de la paz es la de encontrar reales alternativas productivas, sociales y de desarrollo integral”, enfatiza  Escobar.

 

Y de allí la “particular importancia de este acompañamiento que nos brinda el Programa Suizo para la Construcción de la Paz en Colombia. Que nace y se nutre de la misma sociedad civil helvética. Y que es un plus enorme. Ya que expresa una cooperación respetuosa, para nada impositiva, de escucha mutua y permanente, de asesoramiento en el aprendizaje de construcción mancomunada”, concluye.

 

 

Apostar a la paz

 

SUIPPCOL nació en el 2001, momento en que se abrían negociaciones entre el Gobierno colombiano y la guerrilla para buscar un acuerdo negociado. Un grupo de prestigiosas ONG y asociaciones de solidaridad helvéticas que trabajaban en Colombia apostaron entonces a sostener la participación de las organizaciones sociales y de base en una perspectiva de paz. La hipótesis principal era – y sigue siendo- que en aquellos procesos donde se da una participación real y fuerte de la sociedad civil, hay más posibilidades de crear una paz efectiva, estable y durable

 

SUIPPCOL en breve

 

SUIPPCOL transita actualmente su tercera fase que concluirá en 2011. Lo integran diez asociaciones suizas de desarrollo y derechos humanos componen el Programa. Caritas Suiza, la Acción  Cuaresmal y EPER. Junto con Swissaid, Amnistía Internacional/ Suiza y el Grupo de Trabajo Suiza-Colombia. Para la tercera fase se incorporaron  Tierra de Hombres, Suiza; las Brigadas por la Paz, E-CHANGER y Bethlehem Mision Immensee.

 

Estas, mantienen sus propios proyectos en Colombia y construyen sinergias en torno a  SUIPPCOL. Además, co-financian una parte del presupuesto sostenido también por el Departamento Federal de Asuntos Extranjeros (DFAE), es decir el ministerio de relaciones exteriores helvético.

 

Para SUIPPCOL prevalece como prioridad el apoyo a organizaciones, iniciativas o procesos locales o regionales, fundamentalmente en el campo, y que se encuentran en las zonas de conflictos. Para asegurar la implementación del programa, existe un equipo de trabajo compuesto por personal colombiano basado en Bogotá.

 

 

Conflicto cañero

 

  Desde el pasado 15 de septiembre, unos 20 mil trabajadores del sector azucarero (denominados “cañeros”) mantienen una huelga en el Valle del Cauca para exigir mejoras salariales, terminar con la precarización de las condiciones de trabajo y el cese de las pseudo cooperativas de trabajo asociado.


En esa zona casi 200.000 hectáreas (el 50 % del área total de la región) están cultivadas con caña de azúcar.
  En 2007 se molieron 21,1 millones de toneladas de caña, produciéndose 275 millones de litros de etanol y 2,28 millones de toneladas métricas de azúcar, de las cuales el 31% fue exportado.


El 90 % de los “cortadores de caña” que  trabajan en la región pertenecen a  23 “cooperativas de trabajo asociado”. Estas seudo cooperativas se han fomentado bajo el paraguas de las políticas gubernamentales de “protección empresarial”, que constituyen un sistema de relaciones laborales paralelas a las establecidas en la ley.

 

Desde esos ámbitos se impone un régimen contractual informal para la mayoría de trabajadores y trabajadoras que se desempeñan en las tareas más exigentes del proceso agroindustrial del azúcar.


En Colombia, los efectos prácticos de las cooperativas de trabajo asociado se traducen en jornadas que alcanzan las 70 horas semanales y generan un salario promedio de apenas unos 230 dólares.

 

Según la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) de Colombia, “la producción de etanol en la región, tal como se desarrolla en la actualidad, corresponde a una imposición de los países del Norte que necesitan resolver su déficit energético, y poco les importa si es a través de los oligopolios locales que lucran con el incremento del monocultivo de la caña, en claro detrimento para los trabajadores, comunidades indígenas, agricultores y consumidores, el ambiente y la soberanía alimenticia”.


Ante la gravedad del conflicto en el Cauca, la Federación Latinoamericana de Trabajadores Azucareros ( que pertenece a la Unión Internacional de los Trabajadores del Azúcar, UITA), señaló en un reciente comunicado: “Con esta situación queda claro una vez más que los Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos, están al servicio exclusivo de las oligarquías nacionales. El etanol, la nueva vedette de los combustibles alternativos, no se traducirá en beneficios para los trabajadores y campesinos si no se cambia la matriz de producción, ya que es un verdadero disparate en términos sociales, económicos y ambientales”.


Las centrales obreras de Colombia solicitaron el 8 de octubre al presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez la inmediata convocatoria de la comisión nacional de concertación laboral para tratar los temas de los conflictos de los trabajadores de la  industria de la caña de azúcar y del gremio judicial que se prolongan desde varias semanas sin solución alguna. (Sergio Ferrari, UITA y fuentes diversas)

 

 

Sergio Ferrari, de retorno de Colombia

Colaboración de prensa de E-CHANGER

https://www.alainet.org/es/articulo/130263
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS