Depresión, caos, bifurcación: ¿hacia el fin de la Historia del capitalismo?

05/11/2008
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A propósito de la actual crisis financiera[1]

La intención del texto que sigue es poner a consideración, para el debate público y la reflexión (académica, intelectual, política), un conjunto de tesis que estimamos pueden contribuir a comprender la magnitud, alcances e implicaciones de la crisis internacional desatada con la implosión de la burbuja hipotecaria norteamericana.

Las tesis que presentamos se alimentan de la abundante literatura que sobre el tema se ha escrito en los últimos meses, sin limitamos a sintetizar este debate ni a resumir los puntos de vista donde hayan “coincidencias”. Tratamos de proyectar a través de ellas una mirada lo más holista posible, que si bien tiene como eje o punto de partida la esfera de lo económico-financiero, este resulta necesariamente rebasado.

A diferencia de las “lecciones” que algunos autores y especialistas han extraído de la crisis actual -por cierto, lecciones todas ellas pertinentes-, nuestras tesis se inscriben en la gran cuestión (acentuada con esta crisis) sobre el futuro del sistema histórico que nos rige y bajo el cual vivimos, el de la economía-mundo capitalista.[2] De ahí el parentesco o la afinidad de ideas, por el uso de estas categorías, con el pensamiento de Immanuel Wallerstein pero también con el de otros pensadores críticos del orden existente.

Las tesis que siguen tienen un orden lógico, ya que van desde lo abstracto hacia lo “concreto-pensado”. Nuestras inquietudes sobre el “caos” desatado por la presente crisis, y las incertidumbres que genera, las exponemos en algunos casos en forma de preguntas.

Tesis 1. A pesar de su hegemonía económica en franco declive, EEUU sigue siendo la sede del capitalismo de nuestros tiempos. Tanto la reciente crisis financiera como la subsecuente recesión anunciada están asentadas sobre una matriz estructural que se hipertrofia. En los países centrales del sistema, y especialmente en EEUU, el capital tiene crecientes dificultades para elevar la cuota media de plusvalor (trabajo excedente) en las diversas ramas de producción, empezando por las de mayor productividad y tecnificación. La incesante revolución y tecnificación de las fuerzas productivas hace que vaya cesando la creación de nuevo valor por unidad de producto, aun cuando haga del trabajador un elemento más calificado de la producción que antes.[3] En los núcleos avanzados y “de punta” el mismo acto de “producir” se convierte en un simple acto de “transferencia”: el valor (trabajo muerto) contenido en los medios más modernos y sofisticados es transferido al producto final por el trabajador calificado u otra máquina automatizada que oficia de “agente”. De esta manera, cada innovación/revolución de fuerzas productivas impone un límite técnico hasta donde puede crecer la tasa media de ganancia en todo el sistema; y esto vale tanto para alguna rama en particular como para otras donde afluyan “manadas de inversiones”.

El comportamiento cíclico del capitalismo (ondas largas de Kondratieff) como un orden productivo, a través del tiempo, responde entonces a dicha configuración en que las ramas líderes dan la pauta (con la intervención de medios técnicos de última generación, trabajo altamente calificado, máquinas y otros instrumentos que elevan aun más la productividad, organización empresarial moderna, crédito bancario y financiamiento corporativo), en el marco de una determinada división internacional del trabajo. El comportamiento cíclico es pautado según “ondas largas” de duración de cada “progreso técnico” o revolución tecnológica (RT), donde al agotamiento de su propio valor de uso, así como la difusión, masificación, la misma competencia intercapitalista y los conflictos sociales que lo acompañan, terminan presionando la tasa global de ganancia (nivelación hacia abajo) hasta la siguiente RT, y así sucesivamente.

Tesis 2. El sistema-mundo se encuentra en la “fase B” del ciclo Kondratieff al que se ingresó en el periodo 1967-73 (Wallerstein, op. cit). En términos del cuadro que se muestra abajo, se habría estado bloqueando y/o retrasando deliberadamente el paso a una nueva RT (la quinta) y por ende a una nueva onda larga, cuyos componentes principales ya se encuentran presentes (al menos desde los años 90) en lo que genéricamente se ha denominado sociedad de la información, y a la que se le ha asociado la idea de “Nueva Economía”.

Si “en la fase de descenso adquiere preponderancia el capital financiero”,[4] entonces cabe postular que: i] de una a otra onda larga la baja tendencial de la tasa de ganancia se impone al capital como una ley de hierro,[5] y de ahí la necesidad de nuevos descubrimientos e innovaciones, pero también de “nuevas oportunidades de inversión” (léase: explotación económica allende los mares);[6] ii] el fenómeno de la financiarización, así como antes lo fue la “burbuja tecnológica” del 2000 y los ataques especulativos de los 90 en países y regiones fuera del centro, son mecanismos utilizados en un doble sentido: de un lado, para compensar y aun superar la nivelación a la baja de la tasa de ganancia en la esfera productiva;[7] de otro lado, para alargar-retardar la transición hacia una nueva RT, retardo que obedece además a decisiones políticas e institucionales subyacentes.[8] En este contexto, el crecimiento desmesurado y cada vez más autónomo del capital ficticio o especulativo con relación al capital productivo, compromete seriamente y pone en riesgo la “unicidad” del proceso de reproducción del sistema al introducir un factor de disrupción sistémica, ya que tiende a provocar la implosión de -incluso la ruptura con- la lógica global que es recogida por la fórmula general del capital (D-M-D’).

Ondas largas del capitalismo

RT

Periodo de la Onda Larga

Duración en años

Fase A (prosperidad)

Fase B (crisis)

Recuperación

Auge

Recesión

Depresión

Primera

1787-1827

41

---

1787-1800

1801-1813

1814-1827

Segunda

1828-1885

58

1828-1842

1843-1857

1858-1869

1870-1885

Tercera

1886-1938

53

1886-1897

1898-1911

1912-1925

1926-1938

Cuarta

1939-[2008]

[69]

1939-1945

1946-1965

1966-1973

1974-[2008]

Quinta

¿?

¿?

¿?

¿?

¿?

¿?

RT: Revolución Tecnológica.
Fuente. Jürgen Schuldt, op. cit, p. 128.
Elaboración. Antonio Romero.

Los periodos considerados en el cuadro se basan en ciclos de medio siglo, en promedio, de acuerdo a los criterios de
Kondratieff-Shumpeter-Mandel. Las cinco ondas largas del cuadro se podrían reducir a tres si consideramos que las dos primeras RT tuvieron lugar bajo la hegemonía británica; en cambio, la tercera y cuarta tuvieron como principal fuente de energía al petróleo, siendo periodos caracterizados por el Imperialismo y la hegemonía de los EEUU. De acuerdo a estos criterios, estaríamos viviendo la transición hacia una tercera onda larga y su respectiva RT.

Tesis 3. En la onda larga que estuvo asociada a la primera RT, de los 41 años que duró (1787-1827) 14 correspondieron a la depresión; en la onda larga de 1828 a 1885 correspondiente a la segunda RT, aquella duró 16 años; en cambio, la depresión inscrita en la onda de 1886 a 1938 (lo que duró la tercera RT) tomó solamente 13 años. La fase depresiva actual es la más larga que le ha tocado vivir al capitalismo, pues al presente llevamos ya 35 años (1974-2008, en la fase B de la columna “depresión”).

Nótese en el cuadro anterior que la depresión es uno de los componentes de la fase descendente (fase B), sucediendo a la recesión. En cambio la fase ascendente (fase A) se compone de recuperación y auge. En la fila del cuadro que corresponde a la cuarta RT, los números entre corchetes deben considerarse provisionales, pues la fase B aun no termina, siendo entonces comprensible por qué hemos optado por dejar abierta la periodización correspondiente a la quinta RT. Con relación a esta última, las innovaciones se han venido produciendo en los campos de la microelectrónica, biotecnología, nuevas fuentes de energía y nuevos materiales. La aplicación de estas nuevas tecnologías no significa, p. ej., que el petróleo vaya a ser sustituido en lo inmediato, ni que dejen de utilizarse automóviles ni medios de transporte masivos, aunque los autos de última generación que se ven circular en las grandes ciudades ostentan diseños aerodinámicos o futuristas, pueden ser alimentados por otras energías (gas, energía solar) y están equipados con tecnologías “inteligentes”.

Para evitar caer en una suerte de determinismo tecnológico, todas las ondas largas -sin excepción- han estado acompañadas o precedidas por transformaciones sociales, conflictos intercapitalistas, así como por modificaciones en la relación capital-trabajo. El lector interesado puede hacer el ejercicio de relacionar con las RT los siguientes acontecimientos sociopolíticos internacionales: revoluciones europeas de 1848, Comuna de París (1871), primera guerra mundial (1914-18), revolución rusa (1917), segunda guerra mundial (1939-1945), mayo del 68, caída del muro de Berlín (1989). El declive de la hegemonía norteamericana desde los años 70, así como del sistema monetario internacional construido en torno a los acuerdos de Breton Woods, que en su momento (1945) consolidaron y fueron la fiel expresión de dicha hegemonía, estarían actuando como obstáculos para transitar hacia una nueva onda larga.

Tesis 4. Todas las ondas largas han descansado en “información y conocimiento”. En el capitalismo, cualquiera sea la época histórica, el trabajador como portador de fuerza de trabajo y el trabajador como portador de conocimiento fueron siempre individuos socialmente diferentes. Fuerza de trabajo y conocimiento han sido escindidos por la relación capitalista desde siempre, aunque compartan el mismo estatus de “mercancías” (ambos tienen un valor de uso para sus portadores, así como para quienes los emplean). La peculiaridad de la RT en curso (tercera o quinta, según como se vea) consiste en poner en el tapete de la indagación y del debate la cuestión de si el “conocimiento” es una nueva forma de manifestación del trabajo social abstracto, es decir, del trabajo creador de valor para la reproducción del capital; o si, alternativamente, se trata de “conocimiento” que solo transfiere (no crea) valor.[9] ¿Constituye el “conocimiento” el último límite técnico del capitalismo?
En un trabajo anterior preguntábamos: “¿qué pasará si las fuerzas productivas ya no pueden ser más revolucionadas (es decir, cuando cese la innovación tecno-científica) y la centralización de la propiedad y los recursos lleguen al límite?”[10] Esta compleja cuestión (en sus dos sentidos) nos lleva inexorablemente a la problemática de las fuerzas productivas.

Tesis 5. El desarrollo de las fuerzas productivas, en el marco de las relaciones capitalistas, está llevando cada vez, de manera aun más acentuada, hacia la desnaturalización del planeta y la deshumanización de los seres humanos; siendo esta la expresión más cabal de la “crisis de civilización” que atravesará este sistema histórico en el siglo XXI. En manos del capital, el desarrollo de las fuerzas productivas conduce necesariamente hacia la destrucción, o, en su defecto, a la perversión y degradación de la especie humana, en un mundo alienado donde las relaciones interpersonales y sociales están condenadas a ser manipuladas como relaciones entre “cosas”.

En su “loca y vertiginosa carrera” de nuevos descubrimientos y perfeccionamientos, el desarrollo de las fuerzas productivas propulsadas por el motor de la incesante acumulación de capital, ha llegado a un punto tal que, de un lado, los avances alcanzados son más que suficientes como para permitir “producir todo lo que la población del mundo necesita sin recurrir a la dominación/discriminación/ explotación/violencia”.[11] De otro lado, el motor de la acumulación lleva a que el imparable desarrollo de las fuerzas productivas esté comprometiendo seriamente las condiciones de vida en el planeta, tanto para la especie humana como para los demás seres vivientes (animales y plantas) de los que aquella también depende. Realmente, ni el capital ni el capitalismo pueden ofrecer ninguna otra alternativa para mejorar la existencia humana.

Como sistema histórico el capitalismo está volviéndose crecientemente innecesario e inútil, justamente por su peligrosidad, colocándonos ante una gran “encrucijada histórica” (Quijano): o prescindimos de él, o tenemos asegurada la completa extinción. ¿Cómo suprimirlo, si esto es condición sine qua non de la emancipación humana? Suprimir y/o abolir el capitalismo, ¿significa también la supresión de toda forma de desarrollo de las fuerzas productivas?, ¿de qué fuerzas productivas estamos hablando?; ¿qué fuerzas productivas es necesario suprimir o mantener bajo control internacional, por la amenaza que su utilización representa para la vida en el planeta?; por el contrario, ¿cuáles son las fuerzas productivas que son importantes desarrollar sin apego exclusivo a la lógica de la ganancia?

Tesis 6. Marx asociaba el trabajo humano y su capacidad de generación de valor al conjunto de fuerzas productivas. En la era de la producción flexible, a la que todavía no hemos ingresado plenamente, prevemos que el trabajo excedente sobre el trabajo socialmente necesario -es decir, tiempo de trabajo no retribuido por el capitalista al trabajador- será desplazado por un tipo de trabajo altamente calificado orientado sobre todo a la producción de conocimientos y medios técnicos para el desarrollo a su vez de nuevos procesos (microelectrónica, biotecnología, informática, nanotecnología, etc.). En virtud del dinamismo de la producción flexible, que al menos ya ha sido introducido en las puntas más avanzadas, el tiempo de trabajo invertido efectivamente en la producción es progresivamente sustituido por el trabajo sin tiempo ni espacio (el mundo de la virtualidad). ¿Se trata de un proceso inexorable e irreversible? Ser considerado competitivo, hoy en día, significa ser capaz de brindar una corriente de servicios intangibles altamente valorados por el capital, es decir conocimientos, creatividad e innovación, como condiciones para añadir valor agregado a lo que se produce. ¿Pero este valor agregado es realmente “valor”?

Tesis 7. La competencia ha llegado a tales extremos que hasta la forma, color, presentación o envoltura, sabor y olor, material del que esté hecha la “cosa”, etc., es decir, todo lo relativo a la manifestación exterior de los productos consumibles, durables o no, es sinónimo de “competitividad”. Tremendo engaño para hacer creer a la gente común que el valor de las cosas proviene de su “exterioridad” así como de la “calidad” que diferencia esa misma exterioridad de otras similares, proporcionando la sensación de un bien “útil”, relacionando su tenencia y consumo con “calidad de vida”, proporcionando “identidad” a los modos de vida de los sujetos de cualquier género y edad, generando percepciones y hábitos psicológicos hacia esas exterioridades, que de pronto adquieren hasta “vida propia” y atributos mágicos imbuidos por una publicidad idiotizada e idiotizante.[12]


Las campañas publicitarias deberían ser materia de una atenta observación clínica, en términos psicosociales, así como por su contenido educativo o la deformación de valores que propicia.
Esto lo decimos no solamente para los tradicionales “bienes suntuarios”; incluye prácticamente todo el espectro de bienes, desde los de “primera necesidad” hasta la salud y educación. En términos de la conocida taxonomía de Max Neef y colaboradores,[13] el apetito desmesurado y hasta patológico por “tener” o “poseer” cosas, atizado por la propaganda de todos los medios sin excepción, atraviesa prácticamente el universo de las necesidades humanas (axiológicas y existenciales) y sus satisfactores (materiales y subjetivos, tangibles e intangibles). El deseo por tener y poseer, inducido aun más allá de las necesidades básicas, es magnificado por la proliferación de las tarjetas de crédito en los sectores populares, entre los pequeños empresarios prósperos y sus familias de los “nuevos sectores medios”.

Refiriéndose a la televisión de entretenimiento (
shows) en su país, Noam Chomsky sostuvo en una entrevista: “Una de las maneras de afrontar una vida poco plena es comprar sin parar; pues bien, estos programas se dedican a explotar las necesidades emocionales de los espectadores y los mantienen desconectados de las necesidades de los demás. A medida que se van desmantelando los espacios públicos, las escuelas y los relativamente pocos espacios públicos que quedan trabajan para convertirnos en buenos consumidores.”[14] La solución fácil y simplista a este asunto proviene de aquellos que dicen -a manera de slogan- “tú tienes el control” (!!), como si se tratara nada más que de una cuestión de gustos “saltarse” los canales para ir de un programa “basura” y de contenido alienante a otro que aparente menos. El periodista César Hildebrandt, comentando el descubrimiento que llevó a la producción en masa del televisor de pantalla plana, desde el 2006, sostiene que el televisor ha dejado de ser “un mero artefacto” para convertirse en “el secreto del sistema”. Hemos pasado así del televisor-aparato al consumo de La Televisión con mayúscula.[15] La “caja boba” ahora emboba a todos/as pues a través de ella el sistema se inmiscuye en las vidas privadas de hombres y mujeres, -p. ej. personajes famosos y/o de notoriedad pública-, en base a las cuales conquista sus audiencias adictas cuyos estilos y costumbres de vida terminan siendo moldeadas y manipuladas por el marketing publicitario. En cambio, “la televisión” con minúsculas -aquella de los “dimes y diretes”- ha rebajado la política hasta los niveles de la novelería.

De manera que, así como hay locuras especulativas, el sistema también fomenta locuras consumistas: hemos transitado del mundo de las mercancías -a secas- al “maravilloso mundo” de las marcas, donde nuestras vidas son movidas cual marionetas por poderosos intereses crematísticos a su alrededor,[16] en una fiebre aparentemente interminable de “consumismo” y buenos negocios hasta para países antes subdesarrollados como China y los del sudeste asiático. Y todo esto constituye solo la punta que nos proyecta la “sociedad de la información”.

Tesis 8. Queda claro entonces que las crisis por implosión de “burbujas financieras”, como la ocurrida recientemente en el mercado inmobiliario norteamericano, tienen profundas raíces históricas y estructurales. La bonanza y el colapso de toda fiebre especulativa no puede ser entendida por si misma, como un problema exclusivamente monetario, dejando fuera de la explicación -como hacen los economistas ortodoxos- a los factores “reales”, o separando a unos y otros cual si fuesen esferas independientes. Sin embargo, cuando el hecho ocurre, nos está indicando que algo “grave” viene pasando en la esfera productiva, lo cual se puede apreciar si se adopta una perspectiva amplia y de
longue durée como se trató de hacer en las tesis anteriores.

La crisis financiera ha arrastrado consigo una manera de pensar la economía: aquella que manifiesta una “fe ciega” en los automatismos del mercado y su capacidad de autorregulación. Nos referimos a lo que desde los años 80 y 90 terminó siendo impuesto como pensamiento único en economía.[17] En realidad, este pensamiento único tiene profundas y recónditas raíces si se reexamina la historia del pensamiento. Por ejemplo, si rastreáramos en qué se fundamenta y justifica el beneficio o interés nos encontraríamos con la “teoría del beneficio como un premio a la abstinencia”,[18] expuesta por Nassau Senior en su
Outline of Political Economy (1836) y que diera en la yema del gusto a los banqueros y capitalistas para justificarse como “clase” y librarse de las incómodas tesis de Marx sobre el plusvalor (Mehrwert). Esa “teoría” sobrevivió en las obras de otros economistas como John Stuart Mill, Alfred Marshall, John Bates Clark y Böhm-Bawerk.[19] De este grupo, quien le dio un alcance más vasto a la teoría del interés fue Böhm-Bawerk basándose justamente en Senior para fundamentar su famosa crítica a Marx.[20]

A
Böhm-Bawerk podríamos aplicarle la misma crítica que Marx propinaba a los economistas clásicos y sus divulgadores (los “economistas vulgares”) quienes confundían ganancia con interés asimilando ambos al “beneficio”, sin entender -o negándose a hacerlo- que ganancia e interés, así como la renta de la tierra, son formas de manifestación del plusvalor y cuyas fuentes son diferentes entre sí, dotadas además de historicidad y por tanto de relativa validez (porque el sistema que los produce es “histórico”).[21] La distinción entre plusvalor y ganancia nos remite al espinoso tema de la transformación de los valores en precios de producción, el cual solo dejamos indicado.[22]

El problema con los economistas ortodoxos -tanto de esa época como de la actual- es que tienen la propensión a pensar las categorías económicas como eternas e inmutables, válidas para toda época y lugar.[23] Por eso, la “teoría económica” como ciencia académica está plagada de “robinsonadas”, generalidades y metafísica pura y dura, de la cual hay que librarse de raíz (es decir, desde sus fundamentos). Cuando los economistas ortodoxos nos hablan de problemas económicos, hacen su diagnosis y prognosis como si de pronto las subidas y descensos de las “variables” -a través de las cuales ellos y ellas se expresan- adquirieran vida propia, llegando incluso a impresionar a los legos sobre como las curvas logran “ajustarse” al nuevo “equilibrio” pasado algún tiempo. De manera que -para ellos- la actual crisis financiera se resolverá mediante “la calma de los mercados”…, “dejar pasar” la turbulencia es solo cuestión de tiempo y es la única “receta” que nos ofrecen. Impresionante, ¿verdad?

Ese es justamente el tipo -y modelo- de discurso que ha perdido contacto con la realidad y la historia de esa misma realidad. Posiblemente este sea también el “blindaje” (i. e. un discurso ideológico) que ciertos gobernantes han puesto cuando sostienen que la economía de sus respectivos países “no se verán afectadas” por la implosión de la burbuja estadounidense ni por la recesión subsiguiente que ya recorre todo el sistema.

Tesis 9. Si bien el dinero como capital actúa claramente como “fetiche automático” (Marx) proporcionando ganancias ficticias, por muy espectaculares que sean, está dinámica termina divorciándose del proceso de reproducción y atentando incluso contra este último, pues en el contexto de la fase B de la onda larga en la que nos encontramos, se profundiza la recesión-depresión a través de los cierres y despidos. Las empresas y negocios se ven afectados sea por endeudamiento previo, por disminución de demanda, o por la misma crisis bancaria que termina afectando la renovación del crédito para proporcionarles capital de trabajo. Y ello no solo en el país donde tuvo lugar la burbuja (EEUU en este caso). Tanto la cadena de pagos como la propia cadena de agentes a través de la que se interrelacionan los diversos instrumentos financieros implicados, se conviertan en las principales “correas de transmisión” y propagación a nivel internacional.

El dinero actúa como fetiche automático porque es el “equivalente general” de las mercancías, y en tal sentido es utilizado por los estados y los organismos internacionales, los mercados financieros y las grandes corporaciones, para influir sobre el comercio y la circulación, la acumulación y la inversión de nuevo capital, así como para la remuneración del trabajo (este mismo, tratado como mera mercancía por el capital). Veamos como actúa este fetiche automático (o mejor, como es pensado por el economista convencional) para lo cual iremos desde el escenario internacional hacia el nacional.

[Nota bene. Pedimos de antemano disculpas al lector(a) por la larga y tediosa -aunque necesaria- explicación que sigue. Hemos pensado en todo momento que nos dirigimos al lector no-iniciado o menos versado en cuestiones económicas. Lo importante es que se capte la lógica de las “variables” monetarias, financieras y cambiarias. El esfuerzo de explicación que hacemos -si bien prescindiendo de muchas complicaciones innecesarias- se comprenderá plenamente con la tesis que cierra este artículo.]

Similar a lo que sucede en un país o estado, en el plano monetario internacional solamente una moneda puede desempeñar, en principio, el papel de “equivalente general” con relación a las monedas del resto del mundo, correspondiendo este privilegio a la moneda del país con el mayor poder económico, tecnológico y militar sobre los demás países (el dólar norteamericano), siendo la relación de equivalencia expresada por el tipo de cambio. Su nivelación hacia arriba o hacia abajo responde al grado de escasez de la divisa de referencia (el dólar, la “moneda fuerte”) con relación a la moneda “nacional” que se trate, como resultado del movimiento de mercancías entre países (balanza comercial), o de los movimientos de capital financiero (préstamos de gobierno a gobierno, transferencias, pago de deuda, inversiones especulativas, etc.) público y privado, de corto y largo plazo.

La modificación del tipo de cambio podría obedecer a la intervención de la autoridad monetaria del país que se trate (p. ej. devaluación) ante alguna situación coyuntural determinada. Cuando se presenta o preanuncia una situación de crisis para un país, con relación a sus intercambios de mercancías y flujos de dinero del exterior, esta situación se va reflejando en la balanza de pagos a través de uno o varios de sus componentes: balanza comercial, balanza de servicios, balanza en cuenta corriente, balanza de capitales, posición de cambio del Banco Central, reservas internacionales (netas), etc.

El efecto combinado de la situación externa, entonces, repercute necesariamente sobre el tipo de cambio, presionándolo hacia arriba o hacia abajo, lo cual a su vez, afecta la competitividad de los
commodities y bienes transables (en ambos casos nos referimos a materias primas y manufacturas que se exportan, respectivamente) del país donde tiene lugar la “dificultad”. Por ejemplo, si estuviéramos ante una caída en la demanda de materias primas que ocasiona menores ingresos de divisas (dólares americanos) al país, llevando a un creciente déficit en la balanza comercial, en combinación o no con facilidades a la entrada masiva de capitales especulativos que en cambio -para compensar lo anterior- provocan el superávit coyuntural en la balanza de capitales de corto plazo, ¿cuál de estas dos fuerzas tendrá mayor peso sobre el tipo de cambio?, ¿qué tendrá que hacer la autoridad monetaria?

En la hipótesis de un escenario con abundancia de divisas, la relación de escasez favorecerá a la moneda nacional (si estamos en el Perú, los nuevos soles son más escasos, relativamente hablando, con respecto a cada dólar que circula), por tanto aquella se “valoriza” y el tipo de cambio, consiguientemente, se revalúa o tiende a ello (si antes el tipo de cambio era -digamos- de 3.5 nuevos soles por dólar, ahora se situaría en 3 nuevos soles o menos) con el efecto colateral que se desincentivan los exportadores (reciben menos soles por cada dólar de venta) y se abaratan las importaciones (se paga con menos soles cada producto adquirido del exterior en dólares), resultando un negocio lucrativo para los comerciantes importadores.

Esta misma situación podría presentarse si el país está “dolarizado”, tal como fueron Panamá y Ecuador antes de adoptar la moneda norteamericana como su moneda “nacional”, o si el país que se trate atraviesa por un retraso cambiario, es decir, una situación donde si las circunstancias recomiendan devaluación, las autoridades mantienen el
statu quo como si se estuviera dentro de una coyuntura de “abundancia”.

El problema con el tipo de cambio es que no se limita al sector externo de la economía. Siguiendo con el caso ilustrativo, dado que hay “abundancia” de divisas (dólares americanos) la presión que esto genera sobre la economía nacional toma varios canales: de un lado, eleva potencialmente la oferta monetaria por lo que la autoridad (banco central) procedería a su “esterilización” restringiendo el crédito interno. De otro lado, a nivel del sistema bancario y financiero, se incentivaría el ahorro en moneda nacional elevando la tasa activa de interés (en este caso, en nuevos soles) al propio tiempo que encareciendo aun más el interés (tasa pasiva) por préstamos en esta moneda, y reduciendo el interés al ahorro en moneda extranjera así como de los préstamos en dólares. Todo esto en presencia de “libre competencia”, donde la intervención de la autoridad monetaria es de supervisión, regulación y control.

Si la reducción “de mercado” hace que los tipos de interés para el ahorro en dólares en el país fueran menores a la tasa de interés internacional (Prime en EEUU,
Libor en Gran Bretaña), o se produjera un alza general de los tipos en estos últimos, entonces los ahorristas, inversionistas especulativos y poseedores de dólares se verán tentados a sacar su dinero fuera del país (o lo pondrán en cuentas de bancos extranjeros). Esta “fuga” o “corrida” -dependiendo de su magnitud- podría ocasionar a su vez nuevos problemas, no solamente sobre la balanza de capitales, sino también presionando esta vez a una devaluación del tipo de cambio.

El lector interesado puede hacer el ejercicio de pensar el escenario contrario: el de “escasez” de divisas. Para un país minero como el Perú el impacto de la crisis internacional ya ocasionó la caída de los precios internacionales de los minerales, excepto del oro, y las “nuevas inversiones” se empiezan a retrotraer pese a los esfuerzos discursivos y legislativos del presidente García por poner al país en subasta, en medio de la crisis gubernamental por escándalos de corrupción y el rechazo social en las regiones a sus políticas.

Un razonamiento parecido toca hacer cuando hacemos el análisis “parcial” en presencia de otros mercados financieros, relacionados con títulos y valores, cotizaciones en bolsa, activos duraderos (casas y terrenos, edificios y otros inmuebles), donde también participan las empresas de cualquier giro y tamaño, el circuito interbancario, las financieras, los grandes especuladores, inversionistas corporativos (incluyendo banca de inversión), AFPs, compañías de seguros, así como el estado. A fines de octubre se produjeron caídas en las bolsas europeas (Londres, Francfort, Madrid, París), de Tokio y
Hong Kong. En el Perú la crisis financiera, mediante el contagio de las bolsas, ya afectó los fondos de los pensionistas y jubilados que tienen sus aportaciones en las AFP, las cuales desde mayo 2008 en adelante han sufrido pérdidas del 30%, bordeando los US$ 8,000 millones.[24]

El tipo de discurso como el que acabamos de exponer puede encontrarse de manera más concreta, elaborada y/o desarrollada, con abundante información estadística, en la literatura “especializada” tanto sobre la presente crisis financiera como sobre las anteriores crisis monetarias y cambiarias provocadas por la especulación del capital ficticio en distintas regiones (Sudeste asiático, América Latina).

Si hemos recurrido en la explicación a un país periférico, con un patrón de desarrollo primario-exportador, economía relativamente pequeña en términos de grado de industrialización, mercado interno desarticulado, con desigual e inequitativa distribución del ingreso (a nivel funcional, sectorial, regional), imagine el lector una economía más compleja y super desarrollada como la norteamericana, donde también tienen lugar esos y otros procesos -como las innovaciones- para tener una idea de la colosal magnitud que adquirió la reciente crisis originada en el mercado inmobiliario y los derivados crediticios (eufemismo con el que se alude a todo “producto tóxico” de la
financial industry), cuya burbuja estalló en el centro neurálgico de las finanzas internacionales (Wall Street, New York) con repercu-siones de alcance mundial.[25] Resulta lamentable (por no decir algo peor), y denotando al mismo tiempo carencia de toda perspectiva, el argumento del presidente García acerca del supuesto “blindaje” que protegería a la economía peruana contra las consecuencias de la “crisis global” que se avecina.

Tesis 10. Lo dicho en la tesis anterior permite apreciar hacia dónde conduce el funcionamiento del dinero como “fetiche automático”; mejor dicho, no conduce a ningún puerto seguro, más bien lleva al conjunto de la economía global y a los países integrados a ella “de tumbo en tumbo” produciendo situaciones cada vez más inciertas.[26]

Si en la esfera real de la economía (i.e. la producción) las revoluciones tecnológicas y el desarrollo de las fuerzas productivas, de las que dependen los nuevos impulsos a la acumulación, son condicionadas por relaciones sociales y de poder, por conflictos de interés que llevan a luchas intercapitalistas y entre el capital y el trabajo; en la esfera de la circulación el dinero como valor de cambio y equivalente general ejerce su poder fetichista sobre las relaciones interclasistas y sociales en general, condicionándolas y aun re-ordenándolas.

Las luchas, movilizaciones y reivindicaciones sociales por más ingresos, más cosas (satisfactores materiales), más presupuesto y proyectos sociales, más canon minero, etc., quedan atrapadas en las redes de ese fetichismo porque, en última instancia, todas esas luchas se reducen a pedir más dinero o más plata al estado y los poderes establecidos, quedando así subordinadas a esas reivindicaciones cuestiones importantes y claves de la organización política popular.

Para cambiar aquello tenemos y debemos invertir el fetichismo que rige a la economía y, por extensión a toda la sociedad, donde las relaciones sociales están transfiguradas por el poder del dinero en relaciones sociales entre cosas. Es el mundo puesto al revés por el capital. Estas relaciones entre cosas deben ser puestas en el lugar que les corresponde y ser reemplazadas mediante la praxis por relaciones entre productores directos, a través de la asociatividad, reciprocidad y solidaridad, entre otros valores anticrematísticos; donde el control social de los medios de producción y toda forma de capital creada por la intervención humana recaiga en la sociedad democráticamente organizada. En esto consiste el socialismo postulado por Marx y otros, sin la necesidad -más bien con la supresión- del Estado y de toda forma de poder exterior, ajeno a las necesidades de la mayoría.

Entre las lecciones extraídas por Marx de la experiencia de la Comuna de París (del 18 de marzo al 28 de mayo de 1871), el socialismo como periodo de transición tiene que librar una doble lucha, sea expropiando el poder económico de los capitalistas pero también, al mismo tiempo, socializando toda forma de poder político representado por esa exterioridad llamada Estado.[27] Emancipación y desalienación son las claves para recrear la economía y reinventarnos la vida en sociedad, así como para resolver a favor de la existencia y la verdadera libertad humana la difícil transición histórica en la que estamos sumidos.

Suscribimos la tesis del pensador y político norteamericano John Dewey (1859-1952), un liberal progresista de la primera mitad del s. XX: “[que] el objetivo último de la producción no sea la producción de bienes, sino la producción de seres humanos asociados entre sí en términos de igualdad.”[28]

Inspirándonos en la tesis de Dewey, podríamos proponer esta visión de futuro: en el socialismo, el objetivo último de la producción en el más completo sentido de esta palabra es la producción de nuevas relaciones sociales que permiten la plena y libre realización de los seres humanos, desprovistas aquellas y estos de toda forma de alienación y poder exterior.

La tesis de Dewey, nuestra propuesta de visión, la combinación o alguna variante de ambas, ¿podrían ser suscritas también por las corrientes de pensamiento que en la actualidad están en desacuerdo y, aun más, se oponen al capitalismo realmente existente? Tal vez -insistimos: tal vez- la tesis de Dewey sea aplicable y llevada a la práctica en los países de capitalismo avanzado, de tradición liberal y arraigada cultura democrática. En países como los nuestros de América Latina, en cambio, el capitalismo se impuso con métodos “salvajes” y mucho más violentos, y la cultura autoritaria tiene profundas raigambres sociales, políticas e institucionales; cualquier intento de cambio a favor y desde las mayorías tiene que enfrentar necesariamente la rabiosa oposición y resistencia de los poderes fácticos, por lo que la lucha está planteada desde el principio y no se limita solamente a una lucha “nacional”.

Por “lucha” entendemos la preparación de las condiciones para el surgimiento de la nueva sociedad, lo cual pasa necesariamente por la organización, (re)educación política, formación de liderazgos populares, la participación activa y organizada en los asuntos públicos (desde los niveles locales) disputando palma a palmo con el Estado y las grandes empresas las decisiones que afectan la existencia social; rechazamos más bien que se lo haga mediante el vandalismo, la quema de locales públicos y la pura bulla callejera que más bien desacreditan toda otra forma de lucha y los reclamos de “justicia” ante el orden establecido y el resto de la sociedad.[29]

Como sostuvo hace mucho tiempo Samir Amin: la periferia está obligada a superar el modelo capitalista lo cual, ciertamente, incluye a todas las formas de hacer política. Y Ahora permítasenos terminar con la siguiente cita:

“La transición, considerada a escala mundial, se abre a partir de la liberación de la periferia. Esta se ve obligada a plantear desde el principio un modelo de acumulación previa local. En las condiciones actuales de desigualdad entre las naciones, un desarrollo que no sea simplemente desarrollo del subdesarrollo será simultáneamente nacional, popular-democrático y socialista por el proyecto mundial en que se inscribe. El capitalismo ya ha adquirido, efectivamente, una dimensión planetaria y dentro de este marco ha organizado las relaciones de producción; el socialismo solo puede plantearse a nivel de toda la tierra. De ahí resultarán una serie de contradicciones específicas de la transición, entre el objetivo socialista necesariamente mundial, y el marco transitorio, que sigue siendo nacional.”[30]

En un texto más reciente el autor nos plantea un conjunto de principios, argumentos y propuestas para iniciar el debate -y, por qué no, construir el programa- de la transición en nuestros países.[31]

Lima, 3 de noviembre 2008



[1] Este artículo complementa otro del mismo autor: «Un marco crítico para comprender la actual crisis financiera», ALAI, América Latina en Movimiento, 2008-10-14, http://alainet.org/active/26852(=es. También publicado en Rebelión, sección Economía, 19 de octubre 2008, www.rebelion.org/ noticia.php?id=74506&titular=un-marco-crítico-para-comprender-la-actual-crisis-financiera- Asimismo, deseo agradecer los importantes comentarios recibidos de Antonio Cruz Cubas, desde París, el 4 de noviembre.

[2] “Decidir un nuevo sistema es la lucha política mundial más importante de nuestros tiempos.” I. Wallerstein, «La depresión, una visión a largo plazo», Rebelión, www.rebelion.org/noticia.php?id=74627 (Originalmente publicado en La Jornada, www.jornada.unam.mx/2008/10/19/index.php?section= opinion&article=028a1mun).

[3] “Al desarrollarse el plusvalor relativo en el propio modo específicamente capitalista de producción, con lo cual se desarrollan las fuerzas productivas sociales del trabajo, estas fuerzas productivas y las conexiones sociales del trabajo aparecen en el proceso laboral directo como desplazadas del trabajo al capital. De esta suerte, el capital ya se vuelve un ente místico en grado sumo, puesto que todas las fuerzas productivas sociales del trabajo se presentan como fuerzas que le pertenecen al capital y no al trabajo en cuanto tal, y que retoñan de su propio seno.” Karl Marx [Friedrich Engels], El capital. Crítica de la Economía Política, Libro tercero (Tomo III/Vol. 8), México, Siglo XXI, 1981, cap. XLVIII (La Fórmula Trinitaria), p. 1052.

[4] Jürgen Schuldt, «Ondas largas del capitalismo, revoluciones tecnológicas y opciones de desarrollo», en el libro del mismo autor: ¿Somos pobres porque somos ricos? Recursos naturales, tecnología y globalización. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2005, p. 85.

[5] “[E]n tanto la tasa de valorización del capital global, la tasa de ganancia, es el acicate de la producción capitalista…, su baja torna más lenta la formación de nuevos capitales autónomos, apareciendo así como una amenaza para el desarrollo del proceso capitalista de producción; promueve la sobreproducción, la especulación, las crisis y el capital superfluo, además de la población superflua.” Karl Marx [Friedrich Engels], El capital. Crítica de la Economía Política, Libro tercero (Tomo III/Vol. 6), México, Siglo XXI, 1982 (5ª ed.), p. 310.

[6] “Es en la aldea donde algunas multinacionales, lejos de nivelar el juego global con empleos y tecnología para todo el mundo, están carcomiendo los países más pobres y atrasados del mundo para acumular beneficios inimaginables.” Naomi Klein, No logo. El poder de las marcas, Barcelona, Paidós, 2001, p. 23.

[7]De acuerdo con un índice estadístico, las tasas de beneficios de las 500 [corporaciones empresariales más rankeadas] de [la revista] Fortune pasaron de 7,15 en 1960-69 a 5,30 en 1980-90, a 2,29 en 1990-99 y a 1,32 en 2000-2002.” Walden Bello, «Todo lo que usted quiere saber sobre el origen de esta crisis pero teme no entenderlo», http://marxismolibertario.blogspot.com/2008/10/walden-bello-todo-lo-que-usted-quiere.html (7 de octubre 2008). En cambio, entre la década del 70 y el 2007 las ganancias de la mal llamada industria financiera (financial industry) tuvieron un “espectacular avance” al situarse entre 10 y 30%. Cf. Jürgen Schuldt, «El transfondo estructural de la crisis financiera», www.economiasur.com/crisisglobal 2008/SchuldtTransfondoEstructuralCrisisF.htm (20 de octubre 2008). El 25 de octubre noticias periodísticas anunciaron recesiones en la industria automotriz norteamericana (Chrysler), pero también de Francia (Peugeot-Citroën, Renault) y Suecia (Volvo).

[8] “Si uno se pregunta por qué esta fase B del ciclo Kondratieff ha durado tanto, es porque los poderes existentes -el Departamento del Tesoro y el Banco de la Reserva Federal estadounidenses, el Fondo Monetario Internacional, y sus colaboradores en Europa occidental y Japón- han intervenido en el mercado de modo regular e importante para llevar a puerto la economía-mundo…” I. Wallerstein, op. cit.

[9] Para un debate a este respecto véase James Petras, «El mito de la tercera revolución científico-tecnológica en la era del imperio neo-mercantilista», Rebelión, www.rebelion.org, 28 de julio 2001.

[10] Antonio Romero, «Economía política de la globalización capitalista», Rebelión sección Economía, 2 de octubre 2003. Reproducido en Globalización, http://rcci.net/globalizacion/2003/fg379.htm

[11] Aníbal Quijano, «Des/colonialidad del poder: el horizonte alternativo», La Haine, 25.05.08, http://lahaine.org/index.php?blog=3&p=30275

[12]Los expertos saben convertir a las mercancías en mágicos conjuntos contra la soledad. Las cosas tienen atributos humanos: acarician, acompañan, comprenden, ayudan, el perfume te besa y el auto es el amigo que nunca falla. La cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo de los mercados. Los agujeros del pecho se llenan atiborrándolos de cosas, o soñando con hacerlo. Y las cosas no solamente pueden abrazar: ellas también pueden ser símbolos de ascenso social, salvoconductos para atravesar las aduanas de la sociedad de clases, llaves que abren las puertas prohibidas. Cuanto más exclusivas, mejor: Las cosas te eligen y te salvan del anonimato multitudinario. La publicidad no informa sobre el producto que vende, o rara vez lo hace. Eso es lo de menos. Su función primordial consiste en compensar frustraciones y alimentar fantasías: ¿En quién quiere usted convertirse comprando esta loción de afeitar?” Eduardo Galeano, «El imperio del consumo», http://latinoamericana.org/2005/textos/castellano/ Galeano.htm

[13] Max Neef, Antonio Elizalde, Martín Hopenhayn, Desarrollo a Escala Humana, una opción para el futuro, Santiago, CEPAUR-Fundación Dag Hammarskjöld (número especial de Development Dialogue), 1986, p. 40-47.

[14] Noam Chomsky, «Educar para la libertad (un diálogo con Donaldo Macedo)», en La (des)educación, Barcelona, Crítica, 2001 (1ª edición en Biblioteca de Bolsillo, 2007, p. 32-33).

[15] César Hildebrandt, “Televisión plana”, La Primera, Lima, 1 de noviembre 2008, http://diariolaprimeraperu.com/online/noticia1.php?IDnoticia=26116&EF=2008/10/26&EN=1306

[16] Naomi Klein, No logo, op. cit. En este libro su autora desenmascara la realidad del “imperio de las grandes empresas” sobre la cual está asentada lo que muchos denominaban alegremente “nueva economía”.

[17] Cf. Samir Amin, «Unidad y mutaciones del pensamiento único en economía», en Francisco López Segrera, comp. Los retos de la globalización. Ensayos en Homenaje a Theotonio Dos Santos, Caracas, UNESCO, 1998. Disponible en la Sala de Lectura de CLACSO, www.biblioteca.clacso.edu.ar

[18] Maurice Dobb, Teorías del valor y de la distribución desde Adam Smith. Ideología y teoría económica. México, Siglo XXI, 1980 (4ª ed.), p. 118.

[19] M. Dobb, op. cit., p. 145, 189-190, 195 y 216-217, para cada uno de los autores mencionados, respectivamente.

[20] Eugen von Böhm-Bawerrk, Capital e interés, México, Fondo de Cultura Económica, 1986 (2ª ed. Primera edición en alemán, 1884). Entre los marxistas, quien más abundó en la réplica contra la escuela austriaca del interés fue Nicolai Bujarin, La economía política del rentista (Crítica de la economía marginalista). Buenos Aires, Pasado y Presente, 1974 (edición original: The economic theory of the leisure class, New York, 1927).

[21] K. Marx [F. Engels], op. cit, p. 1037-1042.

[22] Al lector(a) interesado(a) en retomar la investigación teórica y el debate sobre este asunto, mencionamos los trabajos de Michael Tugan-Baranowsky (Theoretische Grundlagen des Marxismus, 1905), Ladislaus von Bortkiewicz («Contribución a una rectificación teórica de Marx en el volumen III de El Capital», 1907), Rudolf Hilferding (El capital financiero, 1910), Natalie Moszkowska (El sistema de Marx, 1929), Ian Steedman (Marx, Sraffa y el problema de la transformación, 1977). En vida, Marx solo alcanzó a publicar el libro primero de El Capital, dejando los manuscritos de los dos restantes inacabados y en estado de “esbozo”, a pesar de lo cual rescatamos la siguiente valoración: “Inacabados como quedaron, estos dos tomos encierran valores infinitamente más preciosos que cualquier verdad definitiva y perfecta: el acicate para la labor del pensamiento y ese análisis crítico y de enjuiciamiento de las propias ideas, que es lo que hay de más genuino en la teoría que nos ha legado Carlos Marx.” Franz Mehring, Carlos Marx, historia de su vida, México, Grijalbo, 1983, p. 391.

[23] “La tesis correcta de que las crisis y la sobreproducción son improbables bajo la producción simple de mercancías, se convierte en la tesis falsa de que las crisis y la sobreproducción son imposibles en cualesquiera circunstancias. Aceptando la ley de Say, a veces explícita y a veces tácitamente, los economistas clásicos cerraron el camino a una teoría de las crisis; como resultado, sus contribuciones a la materia fueron fragmentarias, inconexas y de escaso valor permanente.” Paul Sweezy, Teoría del desarrollo capitalista, Lima, Ediciones Populares Los Andes (s/f; primera edición en inglés, 1942), p. 153. Sobra decir que ni los neoclásicos ni sus sucesores neoliberales hicieron el esfuerzo por subsanar la omisión observada por Sweezy con relación a los economistas clásicos. Hablar de “crisis” es hablar de las contradicciones inherentes al sistema, cuestión de la que esas escuelas y sus herederos buscaron siempre alejarse.

[24] Cf. Raúl Wiener, “La economía optimista y las AFP”, La Primera, Lima, 26 de octubre 2008.

[25]En esta crisis hemos aprendido que cuando se trata de una crisis mayor de bolsa de Estados Unidos aunada a problemas en la economía, entonces no hay contagio sino que se le llama “crisis global”. La quiebra de la banca de inversión estadounidense y el arrastre de esto sobre las bolsas de valores es una crisis global.” Oscar Ugarteche, «Lo que estamos aprendiendo en la crisis financiera del 2008», ALAI América Latina en Movimiento, 2008-10-10, http://alainet.org/active/26807.

[26] “No hace falta decir que un sistema se ha convertido en un obstáculo y una traba a la producción cuando sólo puede existir estorbando la producción y arruinando lo que se ha producido ya. Tal sistema, por lo tanto, no puede durar mucho tiempo, sin que tenga nada que ver en ello la posibilidad o imposibilidad puramente mecánica de su subsistencia. Tal sistema se ha hecho históricamente imposible, aun cuando mecánicamente pueda ser aún posible.” Louis Boudin (The Theoretical System of Karl Marx, Charles Kerr & Co., Chicago, 1907, p. 163), citado por Paul Sweezy, op. cit, p. 223. Es pertinente traer a colación que en la primera década del XX se dio la controversia sobre el “derrumbe” del capitalismo (el llamado Bernstein debate) entre las corrientes marxistas de esa época (P. Sweezy, op. cit, tercera parte, capítulos VIII-XII).

[27] Cf. Carlos Marx, La guerra civil en Francia, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1978, esp. 179-191.

[28] John Dewey citado por Noam Chomsky, «Democracia y educación”, en La (des)educación, op. cit., p. 45. Como lo señala Chomsky, esa tesis “choca” contra el socialismo burocrático y despótico pero también contra el capitalismo imperial (el de su propio país): “Los dos fueron -y uno de ellos lo sigue siendo- terriblemente autoritarios en sus principios fundamentales.” (Op. cit., p. 46).

[29] Tenemos aquí en cuenta los recientes desmanes producidos por turbas en las regiones sureñas del Perú (Moquegua y Tacna), reclamando c/u por separado al gobierno por la distribución del canon minero.

[30] Samir Amin, El desarrollo desigual. Ensayo sobre las formaciones sociales del capitalismo periférico. Barcelona, Fontanella, 1978 (3ª ed.), p. 373.

[31] Cf. Samir Amin, Transiciones y alternativas en debate, revista América Latina en Movimiento (ALAI) 436, septiembre 2008, http://alainet.org/images/alai436w.pdf

https://www.alainet.org/es/articulo/130701

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