Celibato contra natura y homosexualidad

03/01/2009
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  • Opinión
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El mandatario supremo de la iglesia católica Benedicto Ratzinger en su discurso de fin de año, condenó la homosexualidad diciendo que tales inclinaciones humanas alteran el orden de la creación.

Creo que los primeros en hacer "la negación de las leyes de la naturaleza” son los católicos al obligar a sus sacerdotes al voto del celibato o sea a la prohibición de prácticas sexuales, cosa casi imposible en los hechos y en muchos casos provocadora de males mayores como se supone por la proliferación de curas degenerados en los últimos tiempos. Con esto no digo que la iglesia católica sea mala ni sus ministros, digo que es llevada adelante por humanos y más falla cuanto se impone normas tan rígidas como no posibles de guardar a cabalidad, ocasionando en la mayoría de los casos el surgimiento de la doble moral -sacerdotes con mujer e hijos “secretos”, o con parejas del mismo sexo- o situaciones delictivas como la pedofilia o abuso de menores. La continencia sexual total remite a excepcionalidades, y es una cruz demasiado pesada para mujeres y hombres comunes que en definitiva eso son las monjas y los curas. Esto sí es negar leyes naturales e ir contra el equilibrio original de las cosas.

Según dicen, además del paradigma de santidad, también hay razones organizativas y económicas para establecer el celibato entre los clérigos romanos, no es igual mantener económicamente a uno, que a éste, su mujer e hijos. Tampoco se obtendrá la misma diligencia de quien tenga la responsabilidad de una familia carnal, como de quien vea a “los suyos” en la congregación y en la cúpula eclesial solamente, sumado esto a los derechos de herencia que en ocasiones han reclamado hasta parroquias.

Claro que allá ellos si eligen negar sus hormonas, ojalá puedan ser fieles a esos principios y estar en paz con sus conciencias, nadie los critica excepto si esto causa daño a otros, fundamentalmente si son niños. Pedimos el mismo respeto por quienes necesiten canalizar su sexualidad con iguales en género, en tanto no se violenten la sensibilidad e integridad ajenas.

En Uruguay, donde hemos obtenido media sanción para la ley que reconoce el derecho civil de cambiar su nombre a las personas que se sientan identificadas con determinado sexo aunque no hayan nacido con este, creo que debemos marcar independencia de los postulados papales en este aspecto. Y también en otros, pues la Iglesia Católica hace política abiertamente desde que indica modelos de comportamiento a la población apostando a influir -cada vez con menos éxito- en toda la sociedad no sólo en sus acólitos.

No debemos avergonzarnos por ser como somos, sino solamente enorgullecernos de respetar y que sea respetada nuestra diversidad, procurando la tolerancia en las diferencias sin que nadie se sienta empujado a cambiar.

La realidad es que muy pocos serán los “padres” y las “hermanas”; simples seres sujetos a sentimientos, dudas y conflictos; que sinceramente acaten el celibato total, aunque no descartamos de plano que exista quien logre dicha entrega absoluta sin frustraciones. Sería más sano y natural, que se dejara a voluntad de los sacerdotes tan delicada elección, teniendo presente la eventualidad de un cambio de opción, porque el proceso nace en el fuero interno de cada uno.

Por estos lares la costumbre católica de considerarse una elite, deriva de su rol preponderante en las conquistas de América donde acumuló fortunas y poderío político, lo cual les lleva a imponer pautas de conducta al colectivo social. La pregunta es qué sucedería si otra religión lo hiciera.

Está bien compartir ciertos valores con quienes así lo deseen, lo que está mal es subestimar la libertad de elegir que detenta el prójimo. Siempre mejor se predica con el ejemplo y tan grave como las aberraciones sucedidas en torno a la intimidad sexual de los curas, es que éstas no tengan mayores consecuencias dentro de una institución que pretende erigirse como autoridad moral, estigmatizando a las personas homosexuales.
 
Publicado en La República, sábado, 3 de enero, 2009 - AÑO 10 - Nro.3138 -

https://www.alainet.org/es/articulo/131679
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