Rescate histórico de una profesión digna
- Opinión
Hoy es un día adecuado para recordar lo que fue la gran maniobra del imperio a mediados del siglo pasado en la esfera de la información y la comunicación.
La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), fundada en La Habana en 1943 y refundada en New York siete años después en operación combinada del departamento de Estado y la CIA, realizó una de sus primeras acciones contra un periodista cubano e hizo de Cuba la primera víctima, aunque todavía estaba distante el triunfo revolucionario. Ese hecho han tratado de silenciarlo durante las casi seis décadas transcurridas porque revela la esencia de esa organización imperialista que agrupa a los más poderosos propietarios de la prensa en nuestro continente. El objetivo alcanzado fue pasar a tener 424 votos al establecer un voto por medio en lugar de por país.
La agresión la sufrió Carlos Rafael Rodríguez, delegado del diario Noticias de HOY y entonces tesorero de la SIP, quien no pudo llegar a la reunión norteamericana al ser detenido y enviado a la prisión migratoria en Ellis Island y devuelto a Cuba, hasta entonces sede permanente de la SIP. Aunque la exclusión de los delegados de izquierda –muy pocos- fue general, mediante la negación de visas y las no invitaciones, el caso que relatamos tuvo gran relevancia y con el tiempo se ha demostrado su importancia en el objetivo alcanzado de secuestrar a la SIP, cambiar los estatutos, y convertirla en un instrumento que se arroga el derecho a determinar donde hay o no libertad de prensa.
En un texto escrito por Carlos Rafael Rodríguez, publicado en 1950, titulado Crónicas de un New York Entrevisto, está la historia hasta sus mínimos detalles de aquella maniobra y una de las causas principales de impedir su presencia: la denuncia del carácter imperialista de los grandes medios estadounidenses. Este hecho había sido el motivo de una polémica con Tom Wallace, agente del departamento de Estado, en la reunión en Quito de 1949 y era propósito del cubano reiterarla en Estados Unidos. Lo contundente de esa denuncia consistía en llevar a debate las conclusiones de una comisión de expertos de diversas universidades norteamericanas con el contenido siguiente: “La libertad de prensa en Estados Unidos no es más que formal. En el fondo la prensa norteamericana es un instrumento monopolista de las grandes empresas”. Lo paradójico fue que Henry Luce, dueño de la revista Time y la Enciclopedia Británica, fueron los patrocinadores y pagaron el estudio. Pero aún más, el texto fue aprobado también en el Senado de Estados Unidos, ese mismo año de 1947.
Esta historia significó el inicio de una etapa más organizada de la estrategia imperial en difundir el engaño y la mentira, presente hoy con más fuerza en la falta de ética e impunidad que caracterizan a las transnacionales y sus socios locales, contra todo candidato o gobierno que represente los intereses populares. El periodismo independentista, siempre presente en el combate libertador de los países de nuestra América pretende ser silenciado y olvidado. Los resultados concretos, palpables, demuestran y son la comprobación mejor del fracaso del libertinaje impune acostumbrado. El resurgir de la prensa comprometida con la independencia, soberanía y libertad que lleva el nombre genérico de alternativa, tiene en su mensaje alterativo el sello de la dignidad de la profesión periodística en nuestro tiempo.
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