Petrofascismo globalizado

19/04/2009
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Entonces, de que sirve decir la verdad

sobre el fascismo que se condena si no

se dice nada sobre el capitalismo que lo

origina? Una verdad de este género no

reporta ninguna utilidad práctica.

Bertolt Brecht

 

El fascismo es el escenario natural y complementario del capitalismo globalizado. Actualmente podemos entender al fascismo como “un concepto agresivo de poder que no respeta límites nacionales ni morales, utiliza los medios del escarnio mediático y la propaganda total, emplea la tortura, el crimen y el terror como instrumentos de coacción y aplica con perfecta impunidad estrategias genocidas como medio de extender sus megamáquinas militares y políticas”(1).

El fascismo como sistema político de dominación por parte del gran capital, surge siempre en períodos de grandes crisis económicas, tal y como la que ahora vive el modelo capitalista globalizado. Este modelo ha basado su existencia y desarrollo de los últimos 100 años en la disponibilidad de energía abundante y económica, es decir, en el petróleo.

Pero las reservas de petróleo en el mundo tienden a agotarse rápidamente y en la medida en que estas se hacen más escasas y onerosas la competencia y lucha por su control se hace más fuerte y violenta.

Es así como en los últimos años hemos visto como los grandes poderes del mundo han comenzado a violentar principios y normas que, formalmente al menos, habían regido las relaciones internacionales en los últimos 60 años. El sistema de legalidad internacional, creado en Bretton Woods por los representantes del capitalismo triunfante en la 2da Guerra Mundial, ha venido siendo desmontado por los intereses del gran capital y por el poder imperial usamericano a su servicio, porque ya no sirve a sus propósitos.

En materia petrolera el mundo regresa paulatinamente a la barbarie de la ley del más fuerte, de la supervivencia de los más poderosos. Las élites del capitalismo mundial globalizado saben que en materia de recursos hidrocarburíferos el cuento del mercado y sus leyes regulatorias de la oferta y la demanda es tan sólo un producto mediático para consumo de idiotas, y se han lanzado, sin esta vez guardar ni siquiera las apariencias en términos como soberanía, autodeterminación y principio de no intervención, a conquistar por asalto las principales zonas petroleras del mundo.

Como ejemplo de esto vemos como en los últimos años el ejército estadounidense ha asumido el papel de unidad de protección y control de los intereses corporativos de las grandes transnacionales anglosajonas del petróleo, especie de guardia pretoriana petrolera, invadiendo y masacrando un país (Irak) para robarle sus hidrocarburos, ocupando en forma genocida otra nación (Afganistán) para utilizarla como base militar y llave de paso de los recursos petroleros y gasíferos de Asia Central y el Mar Caspio; activando su 4ta flota para vigilar, y en un momento dado intervenir y controlar, los yacimientos de los golfos de México y Venezuela, de las bocas del Orinoco y de las costas Paulistas y Cariocas en el Brasil; con un cuerpo de portaviones estacionados en aguas del Golfo Pérsico, para amenazar a Irán y amedrentar a Arabia Saudita y a las otras autocracias de esa zona; creando un comando de intervención (Africom) con la única finalidad de intervenir en los países petroleros africanos; haciendo de la Doctrina Carter: “los EEUU emplearán cualquier medio necesario, incluida la fuerza militar, para vencer cualquier intento por bloquear el flujo de petróleo hacia los EEUU”, la columna vertebral de “su” nueva legalidad petrolera internacional. Esta doctrina, diseñada en un primer momento para el petróleo del Golfo Pérsico, es hoy en día, aplicable, según el departamento de estado usamericano, a cualquier parte del mundo, por lo que si el gobierno de un país soberano como Venezuela decidiera, siguiendo ortodoxamente las sacrosantas leyes del mercado, tan infalibles e inexorables según los teóricos del liberalismo capitalista, vender, merced a una mejor oferta, la parte de su producción que actualmente vende a los EEUU a otro país, Los EEUU tendrían, en ejercicio de dicha doctrina, el “derecho” a atacar e invadir Venezuela.

Vale la pena recordar tantos ejemplos de nuestra modernidad donde, como insistía Hanna Arendt, los más poderosos estados soberanos son los que, haciendo y sometiendo según sus intereses el derecho internacional, proponen y de hecho producen las limitaciones de soberanía a los estados más débiles, llegando a veces hasta violar o no respetar el derecho internacional que contribuyeron a instituir, y por consiguiente violar instituciones de ese derecho internacional, al mismo tiempo que acusan a los estados más débiles de no respetarlos y ser estados delincuentes o como se dice en los EEUU “rogue states” (estados gamberros o estados delincuentes)……….esos poderosos estados que dan y se dan siempre razones para justificarse, pero que no tienen forzosamente razón, y bien, dichos estados se imponen a los menos poderosos; entonces se comportan como si ellos mismos fueran bestias crueles, salvajes y rabiosas”(2).

Y no son solamente las fuerzas imperiales de los EEUU las que así se comportan en el mundo cuando se trata de petróleo y de su seguridad energética: En el sur del Sudán, la región del Darfour, chinos y estadounidenses se disputan los grandes yacimientos de hidrocarburos allí existentes utilizando unos y otros a la población civil como carne de cañón de esa disputa.

Los medios occidentales (cuerpo publicitario de los intereses corporativos petroleros) decretan una cruzada en contra de los piratas somalíes y claman por una intervención armada en contra de ellos sin mencionar el saqueo que los faenadores europeos y asiáticos hacen de los recursos pesqueros de ese país y de cómo corporaciones energéticas y químicas europeas utilizan esas costas como vertederos de sus desechos tóxicos y radioactivos. La excusa de los piratas sirve para justificar la presencia de barcos de guerra usamericanos, europeos, chinos y hasta indios (potencias ávidas de hidrocarburos) controlando el estratégico estrecho de Adén, por donde pasa buena parte del petróleo que desde el Golfo Pérsico viaja hacia Europa.

Los nuevos zares del petróleo y gas en Rusia no dudan en reducir a huesos y escombros una ciudad (Grozni) y un país (Chechenia) a los fines de mantener el control de la zona petrolera del Caspio o tomar de rehenes, cortándoles el gas, a la población civil de Ucrania, Bielorrusia o Polonia en el gélido invierno nórdico, a los fines de traer a su redil a los gobiernos de dichos países.

En Timor oriental usamericanos y australianos promueven una guerra civil secesionista para apoderarse de los hidrocarburos que existen en la plataforma marítima de ese pequeño territorio.

Es el mismo caso de Bolivia, país sobre el que planea desde hace algunos años el fantasma de una guerra civil que escinda los territorios del oriente y en el que poca duda cabe que sean los intereses petroleros transnacionales los que mueven los hilos de la derecha fascista y apátrida que promueve esta secesión.

Como vemos, el fascismo renace con fuerza en estos primeros años del tercer milenio. No es ya ese fascismo nacional y primitivo que el mundo observó y sufrió a los largo del siglo XX, es uno, si se quiere, más poderoso y brutal, aunque más silencioso y sutil, mimetizado por su casi absoluto control de los grandes medios de transmisión de información. Viene ahora por los recursos del mundo entero, y es el petróleo en este momento, su principal objetivo.

  1. Subirats, Eduardo. El Fascismo después de Auschmitz. www.rebelion.org. 15-02-07

  1. Derrida, Jacques. El Olvidado Lobo de Maquiavelo. Le Monde Diplomatique “el diplo”. Edición venezolana. pp 21

 

- Joel Sangronis Padrón es profesor de la Universidad Nacional Experimental Rafael Maria Baralt (UNERMB), Venezuela.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/133330
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