El dragón y el elefante: las superpotencias asimétricas

El ajedrez mundial del petróleo (Chindia) VIII

03/05/2009
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Si el siglo XXI va a ser “El Siglo Asiático”,

La pasividad de Asia en el sector

energético tiene que finalizar.”

Siddarth Varadarjan

 

El afán que tiene China por la seguridad

Energética es mucho más que un asunto económico.

Tiene que ver con la estrategia de su desarrollo integral,

Con la dirección del programa de su modernización,

Con el tipo de país que está emergiendo rápidamente

Como potencia mundial……”

Jian Zemin

 

Si la geografía del poder, del dominio y la influencia durante buena parte del siglo XX estuvo ubicada en el norte del Atlántico, y más específicamente en los EEUU, todos los actuales indicios hacen prever que estas variables geopolíticas se están desplazando hacia el Asia, y en un futuro bastante cercano se focalizaran en dos naciones: China e India. Chindia, para utilizar el afortunado neologismo del economista indio Jairan Ramesh.

China (1.300 millones de habitantes) e India (1.100 millones), concentran casi 2/5 partes de la población mundial. Sus economías son las de mayor crecimiento en el mundo en los últimos 15 años, con un promedio de crecimiento anual de 10% para China y un 8% para India. Incluso en este período de recesión que sufre la economía mundial, está previsto que, aunque en menor escala, las economías China e India continúen creciendo, a un ritmo de 6.70% la primera (la mayor del mundo) y de 5.10% (la segunda en el mundo).

Su porcentaje del producto bruto mundial ha venido incrementándose, desde un 6.70% en 1980, a un 27,3% en el año 2005, un 30.83% el pasado año 2008 y las proyecciones indican que rondará el 33% (una tercera parte del producto bruto mundial) en el 2010.

Esta proporción es, con mucho, superior al aporte al producto mundial bruto del pasado año de la Unión Europea (21.0%) y de los EEUU (20.1%).

Aunque similares en población el producto interno bruto de China es de 4 a 5 veces superior al de India.

China e India han rebasado en producto interno bruto (PIB) y en poder de paridad de compra (PPC) a países del G7 como Italia, Canadá y Francia; es más, China e India son las dos primeras economías del mundo en la relación deuda externa-reservas internacionales.

Los países del G7 son los más endeudados del mundo. El porcentaje de la deuda externa en relación a su PIB es de 93.42% para los EEUU; un 458.53% para Inglaterra y un 209.63% para Francia, mientras que para China es de sólo un 5.38% y de un 4.91% para India. (1)

China es el país con mayores reservas monetarias en el mundo (2033 miles de millones de dólares) de los cuales 900.000 millones son títulos y bonos del tesoro de los EEUU. India es el 5to país en reservas con 274,20 mil millones de dólares, superada solamente por China, Japón, Rusia y Taiwán.

Ambos países, (China mayoritariamente) reciben más de una cuarta parte de la inversión extranjera directa dirigida a los países en desarrollo.

Es inédito en la moderna historia de la humanidad el simultáneo despegue económico de dos naciones de semejante potencial demográfico y de recursos que, sin duda alguna, dominarán el panorama económico, y quizás político, del siglo XXI.

Para 1750, algunos años antes de la apoteosis de la revolución industrial europea, China e India representaban ya más de la mitad de la población mundial y más de la mitad de la producción manufacturera del planeta. Doscientos años después y gracias a guerras de conquista de tipo colonial (incluyendo la primera guerra de la droga (opio) en la historia de la humanidad) por parte de las potencias occidentales, su aporte a la producción industrial o manufacturera se había reducido a un 5%, y su población, tan numerosa como siempre, se había empobrecido dramáticamente. Mientras los paños de Manchester inundaban el mercado indio, los huesos de los tejedores de lino y algodón de la Cachemira y Rajastán blanqueaban los campos de la India. Los barcos ingleses introducían a cañonazos el opio en China mientras saqueaban su seda y su tecnología.

Pero en los últimos cincuenta años los dos gigantes asiáticos se han estado levantando de la postración colonial a que fueron sometidos. Con la milenaria sutilidad y paciencia oriental, El Dragón y El Elefante han comenzado a exigir su lugar en el mundo.

Sin embargo, ambas potencias son vulnerables en el aspecto de sus reservas y suministros de energía. Ambas economías son importadoras netas de petróleo. China consume actualmente alrededor de siete millones de barriles de petróleo.al día de los cuales más del 50% es importado, y el crecimiento vertiginoso y acelerado de su economía y del poder adquisitivo de su enorme población permiten inferir que ese consumo no hará sino aumentar en los próximos años.

India consume actualmente 3.100.000 barriles diarios de petróleo (de los cuales poco más del 70% es importado) y se estima que para el año 2013 su consumo rondara los 5 millones de barriles por día.

El dinamismo y vitalidad de ambas economías y su colosal potencial demográfico, que demandará cada vez mayores cantidades de energía, ponen a ambos países en rumbo de colisión con los EEUU y Europa, en la medida en que las fuentes de abastecimiento energético se hagan cada vez más escasas y la competencia por apoderarse de ellas cada vez más violenta.

Tanto las elites chinas como las indias han percibido las posibilidades y potencialidades que una alianza entre las dos naciones que concentran el 36% de la población mundial y casi una tercera parte del producto bruto mundial podría tener; más aun, una alianza de esta naturaleza actuaría en la práctica como un centro de gravedad que inexorablemente atraería hacia sí al resto de las naciones asiáticas (Japón, Corea del Sur, Taiwán, Vietnam, Singapur, Malasia, Indonesia) creando así un colosal e irresistible centro de poder que en la práctica decretaría el advenimiento del siglo de Asia.

En noviembre del año 2006, el presidente chino Hu Jintao visitó India invitado por el presidente de ese país Manmohan Singh, devolviendo así una visita que éste último había realizado a Beijing a principios de ese mismo año, rompiendo de esta manera varias décadas de heladas y tirantes relaciones que incluyeron una breve guerra fronteriza en la zona de Anunachal Pradesh en 1962. De esa visita surgió un acuerdo conocido como “La Estrategia de las 10 Puntas”, instrumento bilateral desarrollado en 48 puntos que incluye medidas de complementariedad de sus economías y, lo que quizás sea el punto más importante, acuerdos en materia de seguridad energética para evitar competir por fuentes externas de hidrocarburos.

A pesar de la cercanía de China a Pakistán, incluyendo su apoyo y colaboración para el desarrollo del programa nuclear bélico de este último país (rival histórico y tradicional de India) y del silencioso pero firme apoyo indio a los disidentes tibetanos, y de la cercanía y alineamiento de Nueva Delhi con la mayoría de las posturas e intereses estadounidenses en la región, los dirigentes chinos e indios intentan asumir a sus países como socios, y quizás aliados en un futuro cercano, antes que como competidores o rivales.

Los círculos de poder usamericanos y europeos han apoyado activamente el ascenso de India como potencia industrial, comercial, de servicios y hasta militar para intentar oponerla como un contrapeso regional a la indudable emergencia de China como gran potencia económica del siglo XXI. La operación Tíbet, con la mediática figura del Dalai Lama como actor principal, pareciera querer incrustar una cuña entre los dos colosos asiáticos.

En el encuentro de mandatarios arriba señalado, Manmohan Singh afirmó que: “India y China pueden juntas reestructurar el orden mundial”. A su vez Wen Jiabao, primer ministro chino en visita oficial a India había declarado pocos meses antes: “La cooperación (entre China e India) es como dos pagodas, una de hardware y otra de software. Combinados, podemos ser líderes del mundo.cuando ese día llegue significará el advenimiento del siglo de Asia”.

China es el primer productor de hardware a nivel mundial mientras que India lo es de software y de TICS (Tecnología de la Información y la Comunicación).

En círculos financieros mundiales se acostumbra señalar que China es la gran fábrica mundial mientras que India es la mayor oficina de servicios del planeta. Al parecer las elites de ambos países han acordado una tácita división del trabajo dirigida a complementar sus mercados internos y externos.

Sin embargo, si algo ha enseñado la historia acerca del modo de producción capitalista es que la cooperación y la coexistencia pacífica dentro de él son imposibles. ¿Resignará China la posibilidad de desarrollar una gran plataforma de servicios informáticos y tecnologías de la comunicación en beneficio de India?

¿Sus grandes masas empobrecidas no empujaran a las elites indias a promover la instalación de grandes parques manufactureros que generen empleo pero cuya producción inexorablemente entrará a competir con los productos chinos?

Tampoco hay que descartar, porque la historia también ha dado muestras de ello, que el pensamiento oriental pueda llegar a ser más sutil y holístico en materia de planificación estratégica y política que el occidental, y la posibilidad de que chinos e indios logren avanzar juntos y en estrecha colaboración en su camino a un futuro dominio bipolar mundial debe ser tomada en cuenta.

Chinos e indios se están posicionando en el tablero mundial del ajedrez geoenergético, con una visión y planificación estratégica a mediano y largo plazo que les permitan sustentar sus aspiraciones de grandes potencias mundiales sin los sobresaltos que les impondrían la carencia de suministros energéticos seguros y confiables. Este tipo de planificación es muy coherente con los escenarios energéticos que se vivirán en los próximos veinte años cuando apenas quedarán en el mundo un puñado de países con capacidad exportadora de hidrocarburos y en donde el precio de estos, por alto que llegue a ser, será irrelevante frente a la desesperada necesidad de suministros hidrocarburíferos que sobrevendrá.

China consume actualmente alrededor de siete millones de barriles de petróleo al día (aun muy lejos de los 20 que consumen los EEUU), de los cuales importa más del 50% y su consumo no deja de crecer aceleradamente.

India produce hoy cerca de 700.000 barriles diarios de petróleo pero consume 3.100.000 barriles por día, lo que se traduce en un déficit de 2.400.000 barriles diarios.

China e India consumen en forma conjunta más energía primaria (no sólo petróleo) que los EEUU y también que la Unión Europea. Entre 1990 y el 2005 el consumo de energía primaria de China e India, en proporción al total mundial, pasó del 10.8% al 18.4%. En consumo de carbón, su peso conjunto aumentó del 28.5% al 44.2%, mientras que en consumo de petróleo creció del 5.8% al 11.5%. Sin embargo, aun hoy, China consume por habitante 4 veces menos energía primaria que Japón y Alemania, 4.3 veces menos que Francia y 7.9 veces menos que los EEUU. (2)

Asia es el continente que más petróleo produce y también el que más petróleo consume, sin embargo, lo hace con la moneda de los EEUU y bajo sus condiciones y supervisión militar. Los acuerdos de cooperación entre China e India apuntan a modificar esa situación.

Actualmente los medios occidentales han creado una matriz de opinión, achacándole al crecimiento económico e industrial chino e indio, la relativa escasez energética mundial y los males ambientales (efecto invernadero) relacionados con el consumo de hidrocarburos; sin embargo las cifras dicen otra cosa: En china se consume entre 1 y 2 barriles (dependiendo de la región) por habitante, por año, mientras que en India el promedio no llega a medio barril. Obviamente chinos e indios son muchos y esto hace que esos países, vistos globalmente, consuman mucho, pero en Latinoamérica y el Caribe el promedio de consumo es de 4 a 5 barriles por persona, por año, 14 a 15 barriles en la Unión Europea y de 24 a 25 en los EEUU, entonces: ¿Quién consume más?, ¿Quién ejerce más presión sobre la demanda mundial?, ¿Quién contamina más?

China es actualmente el segundo consumidor de petróleo en el mundo, sólo superado por los EEUU y el tercer mayor importador de petróleo del planeta, sólo superado por los EEUU y Japón. India es el sexto consumidor a nivel mundial y el noveno en la clasificación de importadores.

Los principales yacimientos chinos (Daquin, Liache y sengli) alcanzaron su pico histórico en la década de los 90, y están en franco declive. Los últimos descubrimientos “off shore” en el Mar de China son percibidos por la dirigencia de ese país más como reservas estratégicas frente a un eventual desabastecimiento o bloqueo del petróleo importado que como elementos de respuesta a sus necesidades de consumo actuales.

Los principales yacimientos indios son Mumbay High, Assam, Cambay, Krishna-Godavi y Cauvery, todos ellos yacimientos maduros cuya producción se encuentra en declive. Para alentar la inversión privada, en el año 2002 el ministerio de petróleo y gas puso en marcha la “New Exploration License Policy”, mediante la cual se permite a empresas privadas poseer el 100% del capital en proyectos relacionados con petróleo y gas natural.

China obtiene la mitad de su petróleo importado de la zona del cercano oriente (erróneamente denominada medio oriente por la mayoría de las agencias noticiosas), y necesita modificar ese patrón geográfico de importación porque además de hacer a su economía extremadamente dependiente de una región que además de ser en sumamente inestable y volátil, está férreamente dominada en el aspecto militar por los EEUU.

Para llegar a puertos chinos el petróleo del cercano oriente debe trasladarse por vía marítima a través de los estrechos de Ormuz en el Golfo Pérsico, y de Malaca entre el mar de Andamán y los mares del sur de China, lo que hace a esta ruta muy vulnerable a posibles atentados o bloqueos, situación que ha empujado a la dirigencia china a buscar, en los últimos años, nuevas fuentes de suministros y nuevas rutas de transporte.

Desde principios de la década de los 90 los analistas y especialistas petroleros chinos e indios han venido desarrollando una estrategia de posicionamiento en zonas del mundo con yacimientos de hidrocarburos (Sudán, Birmania, Angola, Sureste de África) que para aquel entonces no parecían atraer excesivamente los intereses de los círculos de poder usamericanos o a los cenáculos de las grandes corporaciones energéticas anglosajonas.

A finales de los noventa, China hizo presencia con fuerza en países como Venezuela, Kazajastán, Nigeria, Argelia y Canadá, disparando las alarmas en Washington y en las oficinas de la Exxon, Chevron, Shell y Brithis.

Con su agresiva política de expansión y diversificación de fuentes de abastecimiento petrolero China se ha acercado a países que los EEUU y los círculos otancistas de Europa han señalado como terroristas o peligrosos para la paz y estabilidad de sus regiones (Venezuela, Irán, Sudán, Uzbekistán, Birmania) y no se puede dejar de pensar: ¿estos países serán terroristas o peligrosos porque tienen petróleo? ¿O serán peligrosos y poco fiables porque ese petróleo ya no es de tan fácil acceso y manejo por parte de los EEUU y sus corporaciones?

En el 2005 la petrolera estatal China National Petroleum Company (CNPC) ganó los derechos de varios campos petroleros en Aktyubinsk (Kazajastán), desde el que a finales de ese año se puso en funcionamiento el último tramo de un inmenso oleoducto que va desde los yacimientos kazajos del Mar Caspio hasta Alashankov, en la occidental provincia china de Xinjiang.

Ese mismo año la CNPC se hizo con el control de la corporación canadiense Petrokazakhstan por 4.180 millones de dólares, superando la oferta de la empresa india Oíl And Natural Gas Corporation (ONGC). Con esta adquisición China no sólo adquirió derechos en yacimientos kazajos en Asia Central sino que, y esto es de significativa importancia, dio a entender a los EEUU que su enorme poderío económico ya le permitía adquirir yacimientos y empresas petroleras ubicadas en plena Norteamérica. Para no dejar dudas sobre sus políticas expansivas a todos los confines del mundo, incluyendo los propios EEUU, a finales del 2005 otra compañía china, la China National Offshore Oíl Corporation (CNOOC), estuvo a punto de adquirir la petrolera estadounidense UNOCAL, negociación que fue frustrada por el congreso usamericano a través de una resolución que vetaba la adquisición por “razones de seguridad nacional”. Nunca deja uno de asombrarse del cinismo con que pueden actuar estos imperialistas. Las razones de seguridad nacional que son buenas para los EEUU y la UNOCAL nunca lo son para, pongamos por ejemplo, Venezuela y su petrolera estatal PDVSA o México y su PEMEX, en donde cualquier intento de defensa de la soberanía y control de esas empresas por parte de sus respectivos gobiernos siempre son tachadas de “intervencionismo” o de actuar en contra del libre juego de las leyes del mercado.

Las empresas chinas han estado adquiriendo compañías y derechos de explotación a lo largo y ancho del mundo, pagando la mayoría de las veces precios muy por encima de los establecidos por las leyes de la oferta y la demanda. Esto no puede significar sino una estrategia a mediano y largo plazo en la que China no sólo se asegura a futuro los recursos hidrocarburíferos que su crecimiento y expansión económica e industrial tanto necesitan, y aun más necesitarán en los próximos años, sino que de este modo la gran nación oriental también va adquiriendo una cuota de poder dentro del cartel de los países y corporaciones productoras de petróleo, para así poder influir en los precios y volúmenes de producción, poder que sin duda utilizará en función de sus intereses nacionales.

La recesión mundial le está ofreciendo a China la oportunidad de firmar contratos de suministro a futuro en condiciones muy favorables. En un momento de crisis en los mercados financieros, la enorme liquidez monetaria de China le otorga un poder de compra prácticamente ilimitado, no sólo sobre concesiones y derechos en distintos países del mundo, sino también de empresas petroleras cuyas acciones por efecto de la recesión están en precios muy bajos.

Consciente de esta situación, la administración nacional de la energía de China le ha asignado a la National Offshore Oil Corporation (CNOC), a la China National Petroleum Corporation (CNPC) y a Sinopec casi dos billones de dólares para obtener concesiones, compañías y contratos de suministro a lo largo y ancho del mundo. Los dirigentes y geoestrategas chinos apuestan por un control directo de sus fuentes de hidrocarburos en el exterior, y tienen los recursos financieros para lograrlo.

El gobierno y las corporaciones petroleras indias han entendido que no pueden competir con la potencia económica de las compañías chinas y, por ello, han apostado por la cooperación bilateral antes que por la competencia en materia energética con su vecino transtibetano; así, India propició la firma de un “Memorando Para Fortalecer la Cooperación en el Campo del Petróleo y el Gas natural”, que se firmó en Beijing en enero del año 2006.

Este acuerdo contempla el intercambio de información en las pujas por los activos en el extranjero, la exploración y producción conjuntas, la comercialización conjunta de productos petroquímicos y derivados del petróleo, la colaboración en la construcción y mantenimiento de oleoductos y gasoductos transnacionales, la investigación y desarrollo de combustibles más respetuosos con el medio ambiente, así como acuerdos operativos entre empresas chinas e indias.

Como producto de este acuerdo se ha visto como en los últimos años compañías chinas e indias han venido ofertando en forma conjunta por adjudicarse yacimientos y derechos de explotación en países tan diversos como Siria (adquisición por 580 millones de dólares por parte de ONG VIDESH Ltd y China National Petroleum Corporation a Petrocanadá); Colombia, en donde Sinopec (China Petroleum chemical Corporation) y ONGC invirtieron 800 millones de dólares para adquirir el 50% de la petrolera OMIMEX Colombia, poseedora de 5 campos con reservas de 60 millones de barriles y en donde ONGC Videsh Limited y Sinopec tienen en un joint venture, varias plantas de producción, en donde producen y exportan más de 25.000 barriles diarios; Sudán, en donde la China National Petroleum Corporation (CNPC) se ha asociado a la ONGC en el marco de un consorcio llamado la Greater Nile Petroleum Company (GNOPC) para explotar los yacimientos en el Muglad, en el sureño territorio somalí del Darfour; y quizás el que sea el ejemplo más importante de estos acuerdos sino-indios, la adquisición por más de 100.000 millones de dólares del campo supergigante de Yadavaran, en Irán, por parte de Sinopec (51% de las acciones) y ONGC (29% del paquete accionario) en octubre del año 2006.

China e India en el Cercano Oriente.

China viene posicionándose ventajosamente en la zona del cercano oriente desde hace ya varios años. En el Irak de Saddam Hussein las compañías chinas hicieron millonarias inversiones que quedaron paralizadas y sus activos congelados desde la invasión de ese país por los EEUU. Sin embargo, en agosto del año pasado el actual gobierno iraquí firmó un contrato con CNPC por 3.00 millones de dólares dando licencia para explotar el campo de Al Ahdab al sureste de Bagdad, siendo la primera compañía extranjera que extraerá petróleo en Irak desde la nacionalización de su industria petrolera en el año de 1972. En ese mismo orden de ideas, la Royal Ducht Shell ha logrado acordar términos de asociación con la CNPC y con Sinopec para desarrollar y explotar el campo de Kirkuc en el conflictivo territorio norte del Kurdistán iraquí.

En los comienzos de este siglo se ha evidenciado un fuerte acercamiento de China con los países de la zona, que incluye inéditas visitas como la del jefe de estado chino Hu Jintao a Arabia Saudita los días 10, 11 y 12 de febrero del año en curso, segunda visita del jefe de estado chino a esa nación en los últimos tres años.

Ya en enero del año 2006 el rey Abdulláh de Arabia Saudita, en lo que fue su primera visita oficial como monarca al extranjero, visitó Beijing. Es interesante e ilustrativo sobre la futura geopolítica petrolera de los jerarcas wahabitas el hecho de que el mandatario saudí escogiera precisamente a China como su estreno en el ámbito de las relaciones internacionales, antes que, al que hasta ese entonces, había sido su principal aliado y cliente: los EEUU.

Chinos y saudíes han venido desde entonces firmando acuerdos en materias tan disímiles como educación, medio ambiente, ferrocarriles, satélites, armas, agricultura, microelectrónica y, por supuesto, petróleo.

El pasado año 2008 el intercambio comercial sino-saudí alcanzó la cifra de 41.800 millones de dólares, ampliamente favorable a Riad, por lo que China hace grandes esfuerzos por introducir sus productos en un mercado tan rico y tan estratégico.

Pero los chinos no sólo apuntan a Arabia Saudita en esa región; en la visita que en febrero de este año realizó el presidente chino Hu Jintao al país de los lugares santos musulmanes, se reunió también con representantes de los países integrantes del Consejo de Cooperación del Golfo: Omán, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Bahréin, además de la propia Arabia Saudita, para negociar un acuerdo de libre comercio. Como muestra de lo anterior hay que destacar la construcción en Dubái de Chinamex, un gigantesco centro comercial diseñado como una vitrina de promoción de los productos y servicios chinos para la región.

El intercambio comercial chino con los países integrantes de este consejo de cooperación (excluyendo a Arabia Saudita) rozó el pasado año 2008 los 40.000 millones de dólares y se espera que supere los 50.000 millones para el 2010.

También India mantiene buenas relaciones con el Consejo de Cooperación del Golfo (incluida Arabia Saudita) y sus intercambios comerciales fueron, el pasado año 2008, de 28.300 millones de dólares, y se espera que superen los 40.000 millones para el 2010.

India ha avanzado con más cautela en sus relaciones con los países del golfo, de gobiernos fundamentalistas en lo religioso, porque años de enemistad y guerras con el islámico Pakistán, donde el componente religioso islámico-hindú ha estado presente, no han creado el mejor de los climas para relaciones más estrechas con las naciones defensoras de los lugares santos del Islam. Sin embargo, el pragmatismo de los líderes indios ha venido allanando el camino de acceso a los, para ellos vitales, recursos petrolíferos árabe-persas.

China e India en África.

Sobre el potencial petrolero del África sub-sahariana se han posado los ojos, y también las manos, de los grandes poderes e intereses energéticos mundiales. China e India no han sido la excepción a esta regla.

India obtiene de África el 20% de sus importaciones de hidrocarburos, mientras que en el caso de China ese porcentaje se eleva a un 30%.

India aprovecha la presencia de sus fuertes minorías étnicas en África oriental y central, consecuencia de su común pasado colonial británico, con una gran influencia económica y comercial en sus respectivos países de acogida, para fortalecer sus vínculos con esos países (Ghana, Zambia, Gabón, Guinea Bissau, Islas Mauricio, Tanzania, Kenia, inclusive la francófona Costa de Marfil) e intentar obtener influencia política que le redunde en la obtención de concesiones petroleras.

Mientras que en África China apuesta por la cooperación económica pura y dura como instrumento de penetración política y económica y posicionamiento en sus reservas de hidrocarburos (para el año 2007 el comercio sino africano estuvo alrededor de los 53.000 millones de dólares y China aspira elevarlo a 100.000 millones en el 2010), India, que no cuenta con la musculatura económica de la celeste tierra del medio, utiliza como estrategia la cooperación en materias como el traspaso de tecnología en materia educativa e informática, la solidaridad farmacológica (India es el principal suministrador de medicamentos genéricos para el tratamiento del sida en África) y la fabricación y comercialización de sus muy económicas manufacturas en territorio africano (la corporación Tata ya instaló la primera planta de montaje de sus vehículos, los más baratos del mundo, en Zambia).

Según Harry Broadman, asesor de África en el Banco Mundial, los lazos que India está tejiendo en países del sur y del este de África parecen ser más sólidos y duraderos que los que China puede lograr porque existen nexos lingüísticos y culturales (las colonias indias tienen ya más de 100 años en África) que los chinos no poseen. Como bien lo adelantó en su momento el Mahatma Gandhi “El comercio entre India y África será de ideas y servicios, no de bienes manufacturados contra materias primas, a la manera de los explotadores occidentales”

En el sur de Sudán, cumpliendo los acuerdos de cooperación firmados en Beijing en el año 2006 entre las altas autoridades energéticas sino-indias, las empresas CNPC de China y ONGC de India se han asociado en el marco de un consorcio de nombre Greather Nile Petroleum Operation Company (GNOPC), adquiriendo los derechos de explotación de los yacimientos del Muglad, en la sureña región del Darfour. (3)

Sudán produce el 7% del petróleo importado por China, por ello, la diplomacia de ese país se ha negado, desde su puesto en el consejo de seguridad de las naciones unidas, a apoyar cualquier tipo de sanción contra ese país africano.

En Angola, principal proveedor africano de petróleo a China, este último país está construyendo infraestructuras tales como hospitales, vías férreas, carreteras, viviendas y acueductos, estableciendo una sólida posición de cara a su futuro como cliente petrolero de esa nación lusoparlante.

Igual sucede con países como Nigeria donde Sinopec realiza prospecciones, Argelia, Marruecos, Níger, Mauritania y Malí. Aunque todavía los volúmenes de producción en África de las empresas chinas e indias dista mucho de compararse con lo que de ahí extraen las grandes corporaciones petroleras anglosajonas, es claro que las sociedades africanas aun se muestran resentidas por su cercano pasado colonial y por décadas de desprecio racista por parte de europeos y estadounidenses.

Las naciones africanas ven a China e India como socios e inversores más aceptables, dentro de esquemas de colaboración sur-sur hábilmente manejados por los estrategas y diplomáticos de estos dos países, tan distinto del condescendiente paternalismo, cuando no franco desprecio racista, con que son tratados por la mayoría de los gobiernos y corporaciones occidentales.

China e India en América Latina.

América Latina es, conjuntamente con África, la gran apuesta mundial de los planificadores energéticos tanto chinos como indios, en el juego mundial del petróleo. Venezuela, el gran productor suramericano, es la ficha de mayor valor en esta parte del juego.

En febrero de este año el presidente de Venezuela, comandante Hugo Chávez Frías y el vicepresidente chino Xi Jinping, en visita oficial de este último a Caracas, firmaron múltiples acuerdos de cooperación entre los que se destaca uno entre la estatal petrolera venezolana (PDVSA) y Chinaoil para colocar en mercados chinos entre 80.000 y 200.000 nuevos barriles de crudo venezolano.

En abril de este año el presidente venezolano visitó Beijing (sexta visita en 10 años) y firmó acuerdos que elevarán, en el transcurso del próximo año, a un millón de barriles diarios la cantidad de petróleo que Venezuela vende a China. Esa cantidad estaba planificada para ser alcanzada en el año 2013, pero ambos gobiernos decidieron acelerar los plazos.

La noticia de estos acuerdos no puede haber dejado de causar inquietud y preocupación en Washington y es probable que los gestos de acercamiento que el presidente Barak Obama ha tenido para con el presidente Chávez estén relacionados con esa noticia.

Los responsables de la seguridad energética de los EEUU no pueden sino sentirse intranquilos al ver como uno de sus principales y cercanos proveedores (miembro junto con México y Canadá de su primer anillo de seguridad energética) estrecha relaciones con la nación que está llamada a disputarle la supremacía mundial en el siglo XXI.

Beijing no desea, por ahora, conflictos directos con el gobierno de los EEUU por esta región, pero maniobra hábilmente desde las esferas de los ámbitos comercial-financiero-energético para aprovechar al máximo las horas bajas que vive los EEUU en Latinoamérica.

A la alta dirigencia china no puede habérsele escapado el hecho de que actualmente en Latinoamérica existe una zona de influencia a ocupar producto del viraje hacia la izquierda y la resistencia a la injerencia estadounidense por parte de la mayoría de los países de la región.

Es sintomático que Roger Noriega, secretario de estado para asuntos del hemisferio occidental del gobierno de George W Bush, declarase en su momento que: “China ha venido traduciendo su éxito económico (y su búsqueda de recursos para alimentar su desarrollo económico) en una mayor influencia en América Latina y El Caribe…… EEUU seguirá observando muy de cerca la estrategia china para llegar hasta América Latina, a fin de asegurarse de que esta actividad es compatible con el duramente ganado progreso de la región hacia la democracia representativa”. (4)

Aquí es oportuno señalar que cuando funcionarios de alto nivel de Washington, hablan de su preocupación por las condiciones de la “democracia representativa” o de la “democracia” a secas, en otros países no especialmente sometidos o alineados con sus intereses, utilizan el término en forma “fukuyámica”(5), es decir, lo equiparan o utilizan como sinónimo de los propios EEUU, por lo que la declaración del señor Noriega al ser leída entre líneas lo que expresa es que China intenta infiltrarse o establecerse en una región “duramente ganada” por los EEUU para sus intereses e influencia.

China participa en Venezuela en el desarrollo de los bloques Junín y Carabobo del campo Faja Petrolífera del Orinoco (mayor reservorio de petróleo en el mundo) en el que ya empresas mixtas sino-venezolanas (CNPC-PDVSA) producen más de 100.000 barriles por día en el primero de esos bloques.

Venezuela ha contratado con empresas chinas la construcción de cuatro supertanqueros destinados a transportar hacia esa nación asiática el petróleo que estas empresas produzcan en la faja.

Es significativo señalar que para 1999, año de la ascensión al poder del presidente Chávez, el intercambio comercial entre China y Venezuela apenas llegaba a los 200 millones de dólares al año, mientras que en el 2008 superó los 10.000 millones de dólares y para el 2013 se aspira superar los 20.000 millones de dólares al año.

En su visita a Beijing el presidente Chávez logró un acuerdo para elevar los depósitos de un fondo de desarrollo sino-venezolano hasta la cantidad de 12.000 millones de dólares, recursos que serán destinados a promover y financiar negocios y proyectos conjuntos entre las dos naciones.

Los intereses energéticos chinos en Latinoamérica no se agotan en Venezuela; en Brasil, la nueva vedete suramericana del petróleo, la estatal Petrobras ha acordado con Sinopec proveer de 100 a 160.000 barriles diarios de petróleo a las refinerías chinas.

En mayo de este año se hará efectivo un crédito chino a favor de Brasil por 10.000 millones de dólares para el desarrollo de los yacimientos off shore de la nación amazónica y con garantía del petróleo de esos mismos yacimientos, con lo que China avanza en Suramérica con su política de utilizar su inmensa liquidez monetaria para asegurarse la diversificación en sus fuentes de abastecimiento petrolero. Hay que recordar que Brasil integra junto con China, India y Rusia el grupo BRIC, asociación de países que por su tamaño, potencia demográfica y recursos naturales y técnicos, está llamada a influir poderosamente en la historia de la humanidad de los años venideros.

Ecuador firmó este año un contrato con el banco de desarrollo de China para un préstamo por mil millones de dólares, con garantía de petróleo, según declaró en abril de este año el presidente de esa nación Rafael Correa. Este préstamo va a ser utilizado para financiar una central hidroeléctrica (construida por un consorcio chino) lo que permitirá a Ecuador liberar y destinar a la exportación (obviamente hacia China) una buena cantidad de barriles de petróleo que hoy destina a producir electricidad.

En agosto del año 2003, la China National Petroleum Company (CNPC) ganó los derechos de prospección en varios lotes amazónicos en territorio ecuatoriano. En ese mismo año la China National Chemical (Sinochem) compró el 14% de un yacimiento petrolero en la provincia ecuatoriana de Orellana a la empresa Conoco-Phillips por 100 millones de dólares

Para que no queden dudas de su firme voluntad de instalarse en Latinoamérica, China es, desde este año, socio participante del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Por su parte India también avanza en la carrera por posicionarse en el acceso a las fuentes energéticas de América Latina y El Caribe.

La empresa privada india Reliance Industries Limited invertirá en el Perú 500 millones de dólares en la exploración de hidrocarburos en los próximos 5 años. Ya en el 2008 esta empresa había ingresado en el Perú al adquirir derechos de exploración y explotación en la cuenca Titicaca. (5)

También en la zona andina el ministro de energía y petróleo de India anunció este año que su país pretende adquirir el 50% de la producción boliviana de gas natural. En septiembre del 2008 los gobiernos de India y Colombia firmaron un acuerdo de cooperación en materia de hidrocarburos; y en ese mismo país ONGC Videsh Limited posee tres bloques marinos en el Caribe colombiano.

La ONGC Videsh Limited se ha asociado a la española Repsol YPF y a la noruega NORSK Hydro para explorar y explotar, conjuntamente con la estatal petrolera cubana Petrocuba, los yacimientos off shore que la nación antillana posee en la zona del polígono oriental del hoyo de la dona en aguas del Golfo de México.

En abril del 2008 visitaron Venezuela el ministro indio de petróleo y gas natural Murli Deora, y el presidente de la corporación petrolera estatal de ese país Radhey Shyan Sharma, para firmar el acuerdo por el que se crea una empresa mixta indo-venezolana que explotará una concesión en el bloque San Cristóbal del campo Faja Petrolífera del Orinoco; esta empresa estará conformada por la Corporación Venezolana del petróleo (CVP) con un 60% de las acciones y por la filial internacional de la ONGC, la ONGC Videsh LTD (OVL) con un 40% de las acciones. En esta concesión se estima puedan existir reservas por el orden de los 250 millones de barriles de petróleo y tiene un estimado de inversión directa de 450 millones de dólares.

La Geopolítica Energética de China e India en Asia Central y el Mar Caspio.

Es indudable que la guerra de Afganistán rezuma olor a petróleo y gas por todas partes. Ni siquiera la gastada y aun sostenida campaña mediática que por años han realizado los EEUU y los círculos otancistas a través de sus divisiones informativas (CNN, FOX, AP, REUTERS) ha podido convencer al público mundial consumidor de ese tipo de basura informativa de que en los valles y desfiladeros afganos se esconden los representantes de oscuras y demoníacas fuerzas terroristas que al parecer tienen como única finalidad de existencia el matar inocentes civiles en países occidentales. En realidad donde a diario ocurren matanzas de civiles, incluyendo mujeres y niños es precisamente en Afganistán, pero no son precisamente los talibanes quienes los asesinan sino los muy equipados ejércitos invasores de los EEUU y de algunos países de la OTAN.

La causa de esta invasión y la determinación que han mostrado los gobiernos de EEUU (el anterior y también el actual) de dominar Afganistán a cualquier precio, tiene que ver, como no, con el petróleo y con la posibilidad de que tanto China como India accedan a los recursos petroleros de la zona.

El petróleo y el gas de Asia Central de salir hacia el norte o hacia el oeste caería irremisiblemente bajo el control ruso, más ahora cuando la fallida operación georgiana por controlar los pasos transcaucásicos a través de los cuales podía fluir el petróleo y el gas de Azerbaiyán y demás países de la zona del Mar Caspio hacia Europa, fracasó estrepitosamente. En el caso de fluir esos recursos hacia el este, China tendría el control total sobre ellos, algo inaceptable para ciertos thinks thanks muy poderosos e influyentes dentro de los gobiernos estadounidenses, como lo son algunos personeros de la poderosa Comisión Trilateral y del Council on Foreign Relations, con Zbigniew Brzezinski a la cabeza.

La tesis fundamental de Brzezinski, que a su vez la toma del inglés Sir Halford McKinder, es la de que hay que evitar a toda costa la creación de un poder dentro de la masa continental euroasiática. Si China quedara con el control de los recursos energéticos de Asia Central y el Mar Caspio, o si llegara a aliarse con Rusia e Irán en el marco del Acuerdo Para la Cooperación de Shanghai, para afirmar este control, potenciaría su ya espectacular crecimiento económico, algo en extremo amenazante y atemorizador para los círculos de poder atlantistas. Es por esta razón que muchos analistas, como los profesores Carlos Genatios y Marianela Lafuente señalaron en su momento que la guerra de invasión a Irak contra quien estaba dirigida desde el primer momento era contra una China que estaba labrándose una posición demasiado fuerte con el régimen de Saddan Hussein. (6)

Frente a lo anterior, los recursos petrolíferos y gasíferos de Asia Central y el Caspio solo tienen como salida el sur, a través de Afganistán y Pakistán, con rumbo al mar de Arabia y el Océano Índico. Por ello es tan vital controlar Afganistán. Esta vía también podría pasar por Irán, pero los EEUU y la OTAN no se arriesgaran con un país al cual no han podido someter a pesar de las presiones y agresiones de ya varias décadas.

A pesar de un largo período de colaboración muy estrecha con los servicios secretos de Washington y de actuar en la zona como ejecutor de medidas no siempre lícitas en contra de Irán, Afganistán y otros países, Pakistán no parece inspirar toda la confianza de los ideólogos y jerarcas del pentágono. No hay que olvidar que Pakistán ha mantenido, casi desde su independencia, una colaboración sumamente estrecha con China, quien la dotó con tecnología y capacidad nucleares con las que equipararse a India, su tradicional rival de la zona.

China debe estar más interesada en Pakistán como territorio de paso de los oleoductos y gasoductos que vengan de Asia Central y el Caspio que del propio Afganistán, a cuya frontera con China se llega únicamente a través del corredor de Wakhan, pasadizo demasiado estrecho y vulnerable como para ser confiable.

China también ha de resolver el problema que para la seguridad de sus medios de transporte energético desde Asia Central y el Caspio significan los rebeldes Uigures de la provincia turcomana e islámica de Xinjiang. Es altamente probable que estos rebeldes estén recibiendo financiamiento y apoyo logístico de occidente para, independientemente de la justicia de sus reclamos o reivindicaciones frente a Beijing, utilizarlos como elementos desestabilizadores y una amenaza permanente a los intentos de China de traer recursos energéticos del oeste.

Sin embargo, los líderes chinos han asumido este reto fomentando reformas económicas y realizando grandes obras de infraestructura en la región para así elevar la calidad de vida en ésta y otras provincias del interior chino que no han participado del acelerado desarrollo de las provincias y enclaves costeros.

Los chinos antes que ver a la etnia uigur como un elemento disidente y quizás secesionista (tal y como los EEUU, la OTAN y sus medios informativos lo han intentado presentar) intentan utilizar a dicha etnia como instrumento de enlace e influencia sobre otros países turcomanos e islámicos de Asia Central (Turkmenistán, Tayikistán, Kirguistán y Uzbekistán).

Los gobernantes indios por su parte apoyan el actual régimen títere en Afganistán porque no se sienten cómodos con la idea de fundamentalistas islámicos en el gobierno de esa nación; sin embargo, India desconfía de depender demasiado de una región sobre la que convergen demasiados intereses y poderes y en la que la mayoría de sus integrantes mantienen estrechos lazos con Pakistán. Incluso, el gasoducto IPI (Irán, Pakistán, India) de 2500 kilómetros de extensión y un costo de 7.000 millones de dólares, que en buena parte vendrá a solucionar sus necesidades en ese rubro, de una u otra forma lo hará rehén de su tradicional enemigo, Pakistán. EEUU ha presionado fuertemente a los gobiernos de Islamabad y Nueva Delhi para que no concreten este acuerdo, pero las necesidades de energía de India y de finanzas de Pakistán parecen haber sido mayores que dichas presiones.

Para el año 2003 Turkmenistán, Afganistán y Pakistán firmaron un protocolo para el inicio de la construcción de un gasoducto que traerá gas (100 millones de mts3 diarios) desde Dauletabad, en el sudeste de Turkmenistán, a través del norte de Afganistán, hasta los puertos pakistaníes del mar arábigo. India, al igual que con el gasoducto IPI debe someterse a negociar con Pakistán el acceso a este recurso que tanto necesita.

No es superfluo indicar que quien termine controlando Afganistán no sólo controlará el tablero petrolífero de Asia Central y el Caspio sino que también podrá controlar las aguas del rio Indo, que nace en tierras afganas y comparten aguas abajo Pakistán e India.

Intereses Energéticos Chinos e indios en Asia Suroriental.

Los tradicionales productores de petróleo del Asia suroriental están viendo disminuir su producción en forma acelerada. Países como Indonesia, Malasia y Brunei pronto dejaran de exportar petróleo. Los recientes descubrimientos en Vietnam parecieran otorgarle a esta nación el relevo como productor en esta zona.

Asia suroriental cobra importancia como futuro mercado petrolero y como estratégico lugar de tránsito de los cargamentos de crudo que vienen desde África y el cercano oriente con rumbo hacia China, Corea, Taiwán y Japón.

En Myanmar los gobiernos chino y birmano construyen actualmente un oleoducto que enlazará el puerto de Sittwe, en el Golfo de Bengala, con Kunming, en la provincia china de Yunnan; este oleoducto es parte de la red de transporte alternativo que China desea construir para evitar su dependencia del estrecho de Malaca con respecto al petróleo que adquiere en África y el golfo pérsico.

Utilizando la metáfora de “un collar de perlas”, los chinos han construido una serie de puertos de aguas profundas y bases navales desde el sureste de Pakistán (puerto de Guadar, muy cerca del estrecho de Ormuz), pasando por Sri Lanka, Bangladesh y Myanmar, que le permitirán vigilar, proteger y, en caso necesario, intervenir en defensa de su flota de supertanqueros. Hay que recordar que por el océano Índico navega más del 70% del tráfico mundial de petróleo.

China ha firmado un acuerdo de libre comercio con la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), lo que le permitirá acceder en forma más directa a los recursos hidrocarburíferos de Indonesia, Brunei y malasia y a la capacidad de refinación de Singapur.

India también firmó el año pasado un acuerdo de libre comercio con la ASEAN, pero su volumen de intercambio con los diez países que integran esta asociación es significativamente menor (8 veces menos) que el de China.

En Myanmar, en el 2005, China logró firmar un acuerdo con el gobierno de ese país para la construcción del gasoducto Myanmar-Bangladesh-China, que frustró los esfuerzos indios por concretar uno Myanmar-Bangladesh-India.

Myanmar, ubicada geográficamente entre India y China (Indochina), posee apreciables reservas de gas natural. Actualmente la mayor parte de las exportaciones de ese rubro las realiza hacia Tailandia a través del gasoducto Yadana.

Al estrechar relaciones con China, Myanmar, al igual que Sudán en África, ha sido etiquetada por los medios occidentales como un gobierno tiránico y genocida, lo que puede ser cierto o no, pero es sospechoso que este tipo de campañas siempre se refieran a países donde confluyen dos características: Primera, que sean países con grandes reservas de hidrocarburos y segunda, que estas reservas no estén bajo el control de grandes corporaciones occidentales o que sus gobiernos no estén alineados con los EEUU.

Myanmar fue, al parecer, el país más democrático y respetuoso de los derechos humanos del mundo (por lo menos para los medios occidentales que jamás se enteraron de si ahí se violaban derechos humanos o no) mientras la Chevron-Texaco y la francesa Total campearon a sus anchas en esa nación.

Es sólo cuando China aparece en el horizonte hidrocarburífero birmano cuando se desata la furiosa campaña mediática sobre los “horrores” de la sanguinaria dictadura que allí detenta el poder.

Según estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía (AEI), China dejará de ser autosuficiente en su consumo de gas natural en los próximos años, puesto que su consumo pasará de 2.6 billones de pies cúbicos de gas (BPC) en el 2010, a 3.4 billones en el 2015 y 6.5 billones en el 2025, mientras que su producción será sensiblemente inferior: 1.6 billones en el 2010, 2.3 en el 2020 y 3.1 billones en el 2025, por lo que la obtención del gas birmano, iraní y de Asia central es de enorme importancia para sus planes y proyectos de desarrollo y crecimiento. Para el año que viene China pasará a ser un importador neto de gas natural

India también ha obtenido concesiones del gobierno birmano para, en sociedad con la Daewoo coreana, explorar territorios de ese país en busca de gas y petróleo.

China ha entrado en litigio con varios países de la región suroriental de Asia por la posesión y soberanía de un grupo de islotes coralinos (Islas Spratlys) sobre los que se ha confirmado la existencia de grandes yacimientos de hidrocarburos bajo su plataforma marina. Aparte de China, también Vietnam, Filipinas, Taiwán, Malasia e inclusive el sultanato de Brunei declaran poseer derechos históricos sobre los islotes. China y Vietnam reclaman el atolón en su totalidad mientras que el resto de países alegan tener derechos parciales sobre ellos.

Es altamente probable que China, a pesar de ser el más alejado geográficamente del atolón, termine haciendo prevalecer su fuerza y se quede con la parte del león en esta disputa.

En vista de este tipo de conflictos y de la creciente importancia que las vías marítimas tienen en lo tocante a su seguridad energética, tanto India como China han comenzado a aumentar y modernizar (con portaviones incluidos) sus fuerzas navales. En marzo de este año buques de guerra chinos y estadounidenses mantuvieron “roces” en el mar del sur de China, muy cerca de la gran base naval china de Yulin, en la isla de Hainan. Este tipo de “roces” era impensable hasta hace unos años atrás, cuando la flota de guerra china no pasaba de ser casi un servicio de guardacostas; esto no hace sino demostrar la creciente confianza y seguridad en sí mismas que la armada china, al igual que el resto de sus fuerzas armadas, va tomando.

China, India y Rusia: El Triángulo Superestratégico.

El término triángulo superestratégico fue utilizado por primera vez en 1998, para referirse a una hipotética alianza de Rusia, India y China, por el entonces primer ministro de Rusia Yevgeny Primakov.

La alianza de Rusia, India y China es la pesadilla que atormentaba las noches del geoestratega británico Halford McKinder (creador conceptual de la OTAN) y quita el sueño hoy a quienes se consideran sus herederos (Brzezinski, Kissinger).

En materia energética India podría beneficiarse de la considerable energía hidroeléctrica de Siberia, que llegaría a su enome mercado a través de la provincia china de Xinjiang. También China podría abastecerla con este tipo de energía produciéndola en los ríos del Tíbet, estratégicamente cercanos a los mercados industriales del norte de India.

El gas de Rusia y de Asia Central podría llegar a India a través de China, lo que evitaría la conflictiva región de Afganistán.

En el 2008 China concretó un préstamo a Rusia por 25.000 millones de dólares a cambio de petróleo por 20 años

Todos estos acuerdos deben ser vistos al amparo del Acuerdo de Cooperación de Shanghai, del que Rusia y China son miembros plenos e India tiene carácter de observador. Si el siglo XXI va a ser el siglo de Asia, este acuerdo de carácter defensivo y estratégico será uno de los poderes dominantes en el mundo.

Conclusiones.

La estrategia indochina de tomar posiciones en cada punto del mapa hidrocarburífero mundial los pone en rumbo de colisión, más temprano que tarde, con los intereses del complejo militar-industrial-financiero-energético que gobierna los EEUU y controla a Europa

China e India se han lanzado a una especie de guerra de guerrillas petrolera (foquismo petrolero) por todo el mundo, tomando el control de yacimientos y compañías a lo largo y ancho del planeta, pagando en muchos casos, precios por encima de lo que indicaban las condiciones del mercado; esto significa que ambos países se posicionan y preparan para enfrentar escenarios de confrontación por los recursos energéticos, que entienden inevitables.

En términos militares es imposible ganar una guerra al ejército imperial del complejo antes mencionado, por lo que analistas y estrategas chinos parecen haber optado desde hace tiempo por formas no ortodoxas de defensa frente a un hipotético conflicto.

La guerra financiera pareciera ser la opción manejada por los geoestrategas chinos. Las crisis de sobreproducción y recesión son cíclicas y “normales” dentro del sistema capitalista. Es imposible que los economistas e ingenieros financieros chinos, de formación marxista, ignoraran esta realidad. Por ello creo que cuando China se lanzó a acumular dólares y bonos del tesoro usamericano había previsto utilizar estas colosales masas de dinero como armas disuasorias en la hora y punto de una posible agresión futura por parte del ejército usamericano.

Otro equilibrio del terror, sólo que esta vez se utilizaran las billonarias cantidades de instrumentos monetarios y financieros guardados en las bóvedas chinas antes que armas termonucleares. China puede destruir la economía mundial en caso de sentirse gravemente amenazada.

Como bien señala Joan Prats: “La construcción de un nuevo orden energético mundial está cada vez más en el centro de los conflictos característicos de nuestro tiempo. Vivimos los albores de una transformación radical del modelo energético y todos los actores involucrados en este juego se mueven estratégicamente”.

 

- Joel Sangronis Padrón es profesor de la Universidad Nacional Experimental Rafael Maria Baralt (UNERMB), Venezuela

Notas:

(1) Carranco Guerra, Leonel. El G7 Ya No Es El Mundo. ¿Hacia la Década Perdida? www.alainet.org/active/29551/

(2) Bustelo Gómez, Pablo. China y la Geopolítica del Petróleo en Asia-Pacífico. realInstitutoelcano.org/documentos/213/Bustelo pdf

(3) Lafargue, Fraçois. La Guerra por el Petróleo. www.enjeux-internacionaex.org/articles/num15/es/

(4) Cardozo, Gustavo. China y América Latina ¿Un Nuevo Frente Ideológico? www.casaasia.com.es pp 12

(5) www.andina.com.pe/espanol/noticia.aspx?id=vy4089moclw=

(6) Genatios Carlos y Lafuente Marianela. Revista Question. Año No 3.Numero 29.Noviembre 2004. Pp 30

 

https://www.alainet.org/es/articulo/133553
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